TIKKÚN JATZÓT - CENTINELAS DE
JERUSALÉN
No cabe duda que levantarse antes de
medianoche y permanecer despierto durante la noche hasta después de la oración
de la mañana es muy difícil, y como observó una vez rabí Guetz: “¡Hay cosas en
la vida a las que nunca puede uno acostumbrarse, y ésta es una de ellas!”
Uno de los discípulos de rabí Guetz,
que es abogado durante el día, comentó que para él, lo que permite al individuo
pasar la noche sumido en el servicio divino es su esfuerzo por no derrochar
energías, especialmente cuidando la alimentación. El que toma su comida
principal por la noche, es probable que no se pueda levantar a tiempo, ya que
la digestión requiere mucha energía. Por lo tanto, el que se acuesta con el estómago
lleno dormirá más de lo normalmente necesario. Es más: el que sabe que cierto
alimento no le sienta bien, y decide un día ser indulgente al respecto y
comerlo igualmente, es probable que no pueda levantarse esa noche, porque su
organismo tuvo que invertir energía adicional en digerirlo.
Incluso cuando se tiene cuidado con
la selección de alimentos, como por ejemplo, tomando la comida principal al
principiar la tarde y sólo algo ligero por la noche; si al levantarse por la
noche tiene hambre y come algo, es probable que no pueda mantenerse en pie el
resto de la noche. El esfuerzo requerido para la digestión le causará
somnolencia.
Rabí Guetz aconsejaba a sus
discípulos comer carne y beber vino solamente durante los días en que la comida
forme parte de una mitzvá, como en Shabat, las Pascuas, bodas o circuncisiones,
etc. Recalcaba que aún cuidando la selección de alimentos, era importante no
comer en exceso.
La mejor manera de adquirir la
férrea disciplina requerida para que nuestra ingestión de alimentos nos permita
realizar un servicio nocturno pleno, es considerando la comida como parte
íntegra del servicio Divino. Estando conscientes de que sólo nos alimentamos
con el propósito de adquirir energía para servir a Di-s, es más difícil
permitirse una golosina que pueda disminuir la calidad del servicio nocturno.
No obstante, mismo quien es
sumamente cuidadoso de ingerir moderadamente alimentos saludables durante la
semana, aún así, el Shabat es un desafío formidable. Los manjares que se sirven
en la cena de Shabat forman parte de la experiencia de ese día, y no existe el
impulso de levantarse a medianoche como durante la semana, ya que durante
Shabat, los mundos celestiales regresan a su fuente y la Shejiná asciende. No
obstante, muchos tratan de despertarse esa noche también, aunque sea más tarde,
para no perder un momento del estudio de Torá con el elevado estado de
conciencia producto del alma adicional de Shabat.
Gran parte del desafío de levantarse
a medianoche lo constituye la necesidad de acostarse a tal fin, a una hora en
que la mayoría de la gente comienza sus actividades sociales. Y sin embargo,
pese a las dificultades que entraña este servicio, como lo muestra rabí De
Vidas, hay quien viene al mundo precisamente para este propósito. Estos son los
Centinelas de los Muros de Jerusalén, que fueron nombrados en el cielo para
levantarse y participar en la oración de medianoche y recordarle al Altísimo Su
amor por el pueblo de Israel y Su promesa de Redención.
Debemos aclarar la intención de
“recordarle a Di-s”, ya que obviamente el olvido no es posible hablando de Él.
Al lamentarnos a medianoche, lo que hacemos es atraer la atención Divina hacia
nuestra aflicción causada por Su alejamiento. Es un principio cabalístico que
todo lo que acontece en la tierra es un reflejo de lo que sucede en el cielo.
Por ende, esperemos y oremos para que cuando los seres celestiales respondan a
nuestras oraciones con las propias, causen un impulso de voluntad celestial que
inicie la ansiada Redención.
Existe gente especial, dice rabí De
Vidas, que no necesitan que se les recuerde la importancia del servicio de
medianoche:
La llamada de Isaías está explicada
en el Zohar anterior, “quienes eternamente ansían recordar al Altísimo Su amor,
no dan descanso a su corazón”. En otras palabras, quienes ya se consumen de
anhelo por el Altísimo, “que recordáis a HaShém”, y ya están habituados a
recordarle, no necesitan que les pidan: “¡No Le dejéis guardar silencio!” La
intensidad de su propio anhelo les permitirá comprender por sí mismos que no
deben “dejarle guardar silencio.”
Por consiguiente, apunta el Zohar
que éstos “no dan descanso a su corazón”. Así como “una mitzvá atrae otra
mitzvá” (Pirké Avot 4:2), en mayor grado, su deseo de recordarle al Altísimo
causa que estén siempre alertas y jamás les permite guardar silencio ni dar
descanso a su corazón. Esto nos ayuda a comprender el versículo de
Yeshayáhu/Isaías 62:6:
“He emplazado centinelas sobre tus
muros, Jerusalén. Nunca se descuidarán, ni de día ni de noche. Nunca guardarán
silencio. Nunca guardarán silencio.”
Dichos centinelas fueron designados
en el cielo, y les ha sido ordenado no callar jamás. En cambio, “los que
recordáis a HaShém”, están tan próximos al Altísimo que no necesitan mandato;
por su propia voluntad nunca guardan silencio. Ayudan a rectificar a la
Shejiná; e indudablemente, quien obra de esta forma es Su amado.
Los actuales sabios de la Torá, se
preocupan por quienes desean adoptar el servicio de medianoche antes de haber
alcanzado el nivel espiritual adecuado, e invierten demasiada energía en el
servicio de la noche, a costa de su estudio u ocupación del día. Quien cuenta
con un largo historial de esfuerzos de superación física, sabe contentarse con
unas cuantas horas de sueño nocturno, además de breves siestas durante el día.
En cambio, quien carece de la disciplina inherente a tan alto nivel de servicio
Divino, podría quedarse dormido la mayor parte de la mañana, descuidando sus
obligaciones diarias. El resultado de tal conducta será pues contraproducente a
los efectos de su elevación espiritual.
No obstante, es innegable que
existen personas que no han tenido la oportunidad de estudiar Torá, pese a lo
cual sienten el imperativo de levantarse a participar en el servicio de la
noche, esforzándose para que sus ocupaciones diarias no sufran en consecuencia.
Recuerdo el caso de una mujer joven
que, abrumada por sus problemas, fue a consultar a un señor famoso por sus
“milagros”, ignorando las advertencias rabínicas acerca de esta clase de gente.
Lo halló vestido de blanco, con una túnica que flotaba alrededor de él. Al
verla entrar y sin dejarle expresarse, como si lo hubiese olfateado, el hombre
exclamó que todos sus problemas se debían al hecho que se despertaba para el
servicio nocturno, agregando además que ella estaba estrangulando a sus hijos
al levantarse de noche para rezar y estudiar Torá.
La mujer se quedó pasmada. Su marido
siempre había estado de acuerdo con ella, pero ¿qué podía decir? ¡Este hombre
actuaba como si recibiese información de una fuente superior! La pareja regresó
a casa y la mujer durmió toda esa noche. A la mañana siguiente después del
desayuno se volvió a dormir, completamente abatida. Poco después, al despertar,
le vino a la mente el versículo, “Los que recuerdan a HaShém nunca guardarán
silencio”. Como no podía identificar el versículo, fue a ver a un sabio de la
Torá a quién conocía y apreciaba. Al oír su historia, el rabino la instó a
continuar su servicio de nocturno como antes, ya que le estaban comunicando que
tal era la voluntad Divina.
En otro caso, un hombre trabajaba
durante el día y dedicaba sus noches al servicio Divino. Se acostaba temprano y
hacía una siesta durante el día, cada vez que sentía somnolencia. Esto continuó
hasta que poco a poco comenzó a sentir un cansancio desesperante que no parecía
aliviarse, y le diagnosticaron el síndrome de fatiga crónica. Fue a visitar a
un médico de Jerusalén que le conocía bien. Éste le dijo: “Mira, yo sé cuán
importante es para ti el estudio nocturno, ¡pero se trata de tu vida! Yo asisto
a un equipo de fútbol, y cuando a uno de nuestros futbolistas sufrió este mal
tuvo que tomarse una licencia, a pesar de nuestra prevista participación en los
Juegos Olímpicos. Créeme, por más fuerte que sea tu deseo de realizar este
servicio, dudo que supere al de este futbolista de seguir jugando.”
Escuchando esto el hombre sonrió sin
responder. Esa noche oró: “Señor del Universo, si es Tu voluntad que padezca
este mal, lo acepto con amor; pero no creas que me va a impedir servirte todas
las noches de mi vida”. Noche tras noche luchó contra el cansancio que le
abrumaba en cuanto comenzaba su servicio. A veces le vencía el sueño y se
quedaba dormido en la alfombra, donde se sentaba en señal de luto a recitar la
oración. Transcurrieron así unas semanas, hasta que paulatinamente sintió que
su energía iba aumentando, y eventualmente la enfermedad quedó reducida a un
recuerdo del pasado.
Rabí Guetz aconsejaba a sus
discípulos novatos que comenzaran gradualmente, despertándose media hora antes
de despuntar el alba y recitando la plegaria matutina con el amanecer. Poco a
poco podrían ir añadiendo, despertándose más temprano cada vez hasta que
pudiesen hacerlo antes de medianoche. Insistía: “Al principio alcanza con
levantarse una vez por semana, luego dos y así sucesivamente, ya que la meta es
dominar el cuerpo sin dañarlo, Di-s nos libre”. El Arí aconseja: Haz que tu
sueño forme parte del servicio Divino, como dice el versículo de
Mishlé/Proverbios 3:6: “En todos tus caminos, ten presente a Di-s”.
En síntesis: ¿quién tiene la
responsabilidad de participar en este santo servicio? La respuesta es, quienquiera
que sienta amor a Di-s con cada fibra de su ser o, como lo expresa rabí De
Vidas, con el vínculo de deveká, el deseo de jasheká y el deseo mezclado con
deleite, denotando una voluntad arrolladora, de jafetzá. Quienquiera se empeñe
en cumplir el servicio nocturno puede atestiguar acerca de la increíble
cercanía al Altísimo experimentada durante el estudio de Torá hecho en esas
horas.
Hemos visto cómo el profeta Yeshayáhu/Isaías
describe el espíritu de santidad que lo imbuía en esos momentos. A nuestro
nivel, puede que no sea la plena experiencia del Espíritu de Inspiración
Divina, sino un sentido penetrante de Su proximidad, de Su asistencia para
descifrar un texto complejo, de Su profundo deseo de ayudarnos a vencer en
nuestra lucha por permanecer despiertos durante la noche.
¡Cuántas noches sucede que un novato
no logra levantarse debido a que cayó en cualquiera de los escollos mencionado
en este estudio! Suena el despertador, y extiende su mano soñolienta para
apagar el sonido estridente que molesta. Poco después es posible que se oiga el
cantar de un gallo, la llamada de una voz femenina, o cualquier sonido insólito
para esa hora de la noche. Todas estas son señales del amor de Di-s, y de el
ánimo que nos presta para que nos levantemos, superemos nuestra materia física,
y nos convirtamos en morada de Su Presencia.
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