martes, 14 de marzo de 2017

TIKUN JATZOT - CENTINELAS DE JERUSALÉN



TIKKÚN JATZÓT - CENTINELAS DE JERUSALÉN 





No cabe duda que levantarse antes de medianoche y permanecer despierto durante la noche hasta después de la oración de la mañana es muy difícil, y como observó una vez rabí Guetz: “¡Hay cosas en la vida a las que nunca puede uno acostumbrarse, y ésta es una de ellas!”



Uno de los discípulos de rabí Guetz, que es abogado durante el día, comentó que para él, lo que permite al individuo pasar la noche sumido en el servicio divino es su esfuerzo por no derrochar energías, especialmente cuidando la alimentación. El que toma su comida principal por la noche, es probable que no se pueda levantar a tiempo, ya que la digestión requiere mucha energía. Por lo tanto, el que se acuesta con el estómago lleno dormirá más de lo normalmente necesario. Es más: el que sabe que cierto alimento no le sienta bien, y decide un día ser indulgente al respecto y comerlo igualmente, es probable que no pueda levantarse esa noche, porque su organismo tuvo que invertir energía adicional en digerirlo.



Incluso cuando se tiene cuidado con la selección de alimentos, como por ejemplo, tomando la comida principal al principiar la tarde y sólo algo ligero por la noche; si al levantarse por la noche tiene hambre y come algo, es probable que no pueda mantenerse en pie el resto de la noche. El esfuerzo requerido para la digestión le causará somnolencia.



Rabí Guetz aconsejaba a sus discípulos comer carne y beber vino solamente durante los días en que la comida forme parte de una mitzvá, como en Shabat, las Pascuas, bodas o circuncisiones, etc. Recalcaba que aún cuidando la selección de alimentos, era importante no comer en exceso.



La mejor manera de adquirir la férrea disciplina requerida para que nuestra ingestión de alimentos nos permita realizar un servicio nocturno pleno, es considerando la comida como parte íntegra del servicio Divino. Estando conscientes de que sólo nos alimentamos con el propósito de adquirir energía para servir a Di-s, es más difícil permitirse una golosina que pueda disminuir la calidad del servicio nocturno.



No obstante, mismo quien es sumamente cuidadoso de ingerir moderadamente alimentos saludables durante la semana, aún así, el Shabat es un desafío formidable. Los manjares que se sirven en la cena de Shabat forman parte de la experiencia de ese día, y no existe el impulso de levantarse a medianoche como durante la semana, ya que durante Shabat, los mundos celestiales regresan a su fuente y la Shejiná asciende. No obstante, muchos tratan de despertarse esa noche también, aunque sea más tarde, para no perder un momento del estudio de Torá con el elevado estado de conciencia producto del alma adicional de Shabat.



Gran parte del desafío de levantarse a medianoche lo constituye la necesidad de acostarse a tal fin, a una hora en que la mayoría de la gente comienza sus actividades sociales. Y sin embargo, pese a las dificultades que entraña este servicio, como lo muestra rabí De Vidas, hay quien viene al mundo precisamente para este propósito. Estos son los Centinelas de los Muros de Jerusalén, que fueron nombrados en el cielo para levantarse y participar en la oración de medianoche y recordarle al Altísimo Su amor por el pueblo de Israel y Su promesa de Redención.



Debemos aclarar la intención de “recordarle a Di-s”, ya que obviamente el olvido no es posible hablando de Él. Al lamentarnos a medianoche, lo que hacemos es atraer la atención Divina hacia nuestra aflicción causada por Su alejamiento. Es un principio cabalístico que todo lo que acontece en la tierra es un reflejo de lo que sucede en el cielo. Por ende, esperemos y oremos para que cuando los seres celestiales respondan a nuestras oraciones con las propias, causen un impulso de voluntad celestial que inicie la ansiada Redención. 



Existe gente especial, dice rabí De Vidas, que no necesitan que se les recuerde la importancia del servicio de medianoche: 

La llamada de Isaías está explicada en el Zohar anterior, “quienes eternamente ansían recordar al Altísimo Su amor, no dan descanso a su corazón”. En otras palabras, quienes ya se consumen de anhelo por el Altísimo, “que recordáis a HaShém”, y ya están habituados a recordarle, no necesitan que les pidan: “¡No Le dejéis guardar silencio!” La intensidad de su propio anhelo les permitirá comprender por sí mismos que no deben “dejarle guardar silencio.”    



Por consiguiente, apunta el Zohar que éstos “no dan descanso a su corazón”. Así como “una mitzvá atrae otra mitzvá” (Pirké Avot 4:2), en mayor grado, su deseo de recordarle al Altísimo causa que estén siempre alertas y jamás les permite guardar silencio ni dar descanso a su corazón. Esto nos ayuda a comprender el versículo de Yeshayáhu/Isaías 62:6:



“He emplazado centinelas sobre tus muros, Jerusalén. Nunca se descuidarán, ni de día ni de noche. Nunca guardarán silencio. Nunca guardarán silencio.”



Dichos centinelas fueron designados en el cielo, y les ha sido ordenado no callar jamás. En cambio, “los que recordáis a HaShém”, están tan próximos al Altísimo que no necesitan mandato; por su propia voluntad nunca guardan silencio. Ayudan a rectificar a la Shejiná; e indudablemente, quien obra de esta forma es Su amado. 



Los actuales sabios de la Torá, se preocupan por quienes desean adoptar el servicio de medianoche antes de haber alcanzado el nivel espiritual adecuado, e invierten demasiada energía en el servicio de la noche, a costa de su estudio u ocupación del día. Quien cuenta con un largo historial de esfuerzos de superación física, sabe contentarse con unas cuantas horas de sueño nocturno, además de breves siestas durante el día. En cambio, quien carece de la disciplina inherente a tan alto nivel de servicio Divino, podría quedarse dormido la mayor parte de la mañana, descuidando sus obligaciones diarias. El resultado de tal conducta será pues contraproducente a los efectos de su elevación espiritual. 



No obstante, es innegable que existen personas que no han tenido la oportunidad de estudiar Torá, pese a lo cual sienten el imperativo de levantarse a participar en el servicio de la noche, esforzándose para que sus ocupaciones diarias no sufran en consecuencia.



Recuerdo el caso de una mujer joven que, abrumada por sus problemas, fue a consultar a un señor famoso por sus “milagros”, ignorando las advertencias rabínicas acerca de esta clase de gente. Lo halló vestido de blanco, con una túnica que flotaba alrededor de él. Al verla entrar y sin dejarle expresarse, como si lo hubiese olfateado, el hombre exclamó que todos sus problemas se debían al hecho que se despertaba para el servicio nocturno, agregando además que ella estaba estrangulando a sus hijos al levantarse de noche para rezar y estudiar Torá.



La mujer se quedó pasmada. Su marido siempre había estado de acuerdo con ella, pero ¿qué podía decir? ¡Este hombre actuaba como si recibiese información de una fuente superior! La pareja regresó a casa y la mujer durmió toda esa noche. A la mañana siguiente después del desayuno se volvió a dormir, completamente abatida. Poco después, al despertar, le vino a la mente el versículo, “Los que recuerdan a HaShém nunca guardarán silencio”. Como no podía identificar el versículo, fue a ver a un sabio de la Torá a quién conocía y apreciaba. Al oír su historia, el rabino la instó a continuar su servicio de nocturno como antes, ya que le estaban comunicando que tal era la voluntad Divina.



En otro caso, un hombre trabajaba durante el día y dedicaba sus noches al servicio Divino. Se acostaba temprano y hacía una siesta durante el día, cada vez que sentía somnolencia. Esto continuó hasta que poco a poco comenzó a sentir un cansancio desesperante que no parecía aliviarse, y le diagnosticaron el síndrome de fatiga crónica. Fue a visitar a un médico de Jerusalén que le conocía bien. Éste le dijo: “Mira, yo sé cuán importante es para ti el estudio nocturno, ¡pero se trata de tu vida! Yo asisto a un equipo de fútbol, y cuando a uno de nuestros futbolistas sufrió este mal tuvo que tomarse una licencia, a pesar de nuestra prevista participación en los Juegos Olímpicos. Créeme, por más fuerte que sea tu deseo de realizar este servicio, dudo que supere al de este futbolista de seguir jugando.”



Escuchando esto el hombre sonrió sin responder. Esa noche oró: “Señor del Universo, si es Tu voluntad que padezca este mal, lo acepto con amor; pero no creas que me va a impedir servirte todas las noches de mi vida”. Noche tras noche luchó contra el cansancio que le abrumaba en cuanto comenzaba su servicio. A veces le vencía el sueño y se quedaba dormido en la alfombra, donde se sentaba en señal de luto a recitar la oración. Transcurrieron así unas semanas, hasta que paulatinamente sintió que su energía iba aumentando, y eventualmente la enfermedad quedó reducida a un recuerdo del pasado.



Rabí Guetz aconsejaba a sus discípulos novatos que comenzaran gradualmente, despertándose media hora antes de despuntar el alba y recitando la plegaria matutina con el amanecer. Poco a poco podrían ir añadiendo, despertándose más temprano cada vez hasta que pudiesen hacerlo antes de medianoche. Insistía: “Al principio alcanza con levantarse una vez por semana, luego dos y así sucesivamente, ya que la meta es dominar el cuerpo sin dañarlo, Di-s nos libre”. El Arí aconseja: Haz que tu sueño forme parte del servicio Divino, como dice el versículo de Mishlé/Proverbios 3:6: “En todos tus caminos, ten presente a Di-s”. 



En síntesis: ¿quién tiene la responsabilidad de participar en este santo servicio? La respuesta es, quienquiera que sienta amor a Di-s con cada fibra de su ser o, como lo expresa rabí De Vidas, con el vínculo de deveká, el deseo de jasheká y el deseo mezclado con deleite, denotando una voluntad arrolladora, de jafetzá. Quienquiera se empeñe en cumplir el servicio nocturno puede atestiguar acerca de la increíble cercanía al Altísimo experimentada durante el estudio de Torá hecho en esas horas.



Hemos visto cómo el profeta Yeshayáhu/Isaías describe el espíritu de santidad que lo imbuía en esos momentos. A nuestro nivel, puede que no sea la plena experiencia del Espíritu de Inspiración Divina, sino un sentido penetrante de Su proximidad, de Su asistencia para descifrar un texto complejo, de Su profundo deseo de ayudarnos a vencer en nuestra lucha por permanecer despiertos durante la noche. 



¡Cuántas noches sucede que un novato no logra levantarse debido a que cayó en cualquiera de los escollos mencionado en este estudio! Suena el despertador, y extiende su mano soñolienta para apagar el sonido estridente que molesta. Poco después es posible que se oiga el cantar de un gallo, la llamada de una voz femenina, o cualquier sonido insólito para esa hora de la noche. Todas estas son señales del amor de Di-s, y de el ánimo que nos presta para que nos levantemos, superemos nuestra materia física, y nos convirtamos en morada de Su Presencia.  





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