LA SHEJINÁ: LAS ALMAS DE ISRAEL
El Arí explica que desde el comienzo
de la Creación ya existían las almas de Israel, y estaban vinculadas al
Fundamento de donde procede la energía Divina. Di-s tomó de Su luz simple y
unificada para formar Su alma gemela: utilizando los aspectos más toscos de la
luz para las partes corporales que habrían de ser los recipientes contenedores
de Su luz en esta entidad colectiva, y reservó la esencia más pura de la luz
para formar el alma de dicha entidad.
Esta entidad es la Shejiná, también
llamada Knéset Israel/Comunidad de Israel. Explica el Arí que Di-s condensó la
parte de Su luz cuyo objetivo era de llenar los recipientes de Su creación,
tomando el excedente para añadirlo a Su propia luz celestial. Concluye el Arí
que la razón por la cual la Comunidad de Israel ansía la unión con Su Amado es
que, esencialmente, siente una carencia, un vacío interior: la añoranza de algo
que fue inicialmente suyo pero que ahora está dentro de Él y, por lo tanto,
sólo Él puede colmar. Instintivamente ansía vincularse apasionadamente a Él
para que Él la ilumine con la parte de Ella que permaneció en Él.
Imagina que la totalidad del pueblo
judío estuviese reunida en cierto espacio. Las partes de sus almas fuera de sus
cuerpos tienen niveles que llegan a Di-s mismo. El centro de contacto donde se
reúnen las almas judías no constituyen un punto sino una entidad completa que
posee las características de una persona, salvo que esta “persona” no es física
sino espiritual. Esta es la llamada Shejiná, o Maljút.
Como la Shejiná es la estructura
colectiva de las almas judías, le afectan directamente las transgresiones
humanas. A la inversa, cuando el individuo se supera en el cumplimiento de la
Torá esforzándose en su servicio por amor a la Shejiná con la intención de
aliviarla de Su aflicción, eleva la Shejiná al reino celestial y logra lo que
se denomina un yijud (unificación).
La Cabalá distingue entre dos
yijudim fundamentales: uno más bajo, de las Fuerzas Divinas Providenciales, y
otro más excelso, de las Fuerzas Divinas Creativas. Ambas unificaciones causan
que aumente el shéfa dirigido al mundo material. Algunos piadosos depuran las
partes de su cuerpo a través de los diversos aspectos de su servicio, de tal
modo que ellos mismos se vuelven una morada para la Shejiná, y pueden estar
plenamente conscientes del espíritu Divino residente en su interior.
Tal es el propósito esencial de la
Creación: el ser humano ha de alcanzar por su propio esfuerzo, el oneg (deleite)
del apego a la Presencia Divina mientras viva en este mundo, para poder
continuar desarrollándolo cuando esté en el otro mundo.
OLAMÓT - MUNDOS
La serie de velos creados por Di-s a
fin de ocultar Su Luz son los cuatro mundos espirituales: cada cual esconde al
Én-Sof con una opacidad creciente, hasta volverlo casi imperceptible. El más
elevado de estos mundos es ÄTZILUT (Cercanía); le siguen BRIÁ (Creación),
YETZIRÁ (Formación) y ÄSIÁ (Acción). La relación entre Di-s, la Creación y el
ser humano, se establece a través de los mundos celestiales.
NESHAMÓT - ALMAS
En hebreo el alma suele llamarse néfesh
o neshamá, aunque éstos son términos que aluden a niveles de alma específicos.
Las tres dimensiones principales del alma son la neshamá, el rúaj y el néfesh.
El término rúaj lleva el artículo masculino porque suele aludir a la Fuerzas
Masculinas de la Providencia, mientras que el néfesh se refiere a las Fuerzas
Femeninas de la Providencia. La parte inferior de la neshamá habita en el
cerebro (Moaj), y su parte superior trasciende el cuerpo. El rúaj mora en el
corazón (Lev); el néfesh está unido al hígado (Kaved). El rúaj y el néfesh
están directamente unidos al cuerpo, en contraste con la neshamá, cuya adhesión
al cuerpo es sólo parcial.
Por encima de la neshamá están los
niveles de jayá (esencia viva) y yejidá (esencia única). El cuerpo es incapaz
de contener tan excelsas fuerzas. Por lo tanto, constituyen lo que la Cabalá
llama “luz circundante”, mientras que néfesh, rúaj y neshamá, son llamados “luz
interna”.
La fuente Divina del ser humano se
denomina “la raíz” de su alma. Explicó rabí Jaim Vital en su libro Shaäre
Kedushá que la raíz del alma humana se encuentra muy elevada en el mundo de
Ätzilut. El canal del alma se extiende desde su raíz, atravesando todos los
mundos hasta alcanzar el cuerpo humano. El alma posee una raíz especial en cada
uno de los niveles constituidos por los mundos celestiales. A través de sus
actos el alma va ascendiendo de nivel en nivel, adquiriendo en cada cual un
grado superior de conciencia Divina.
PARTZUFIM Y SEFIROT
Los partzufim son entidades
unificadas y colectivas que tienen la capacidad de interactuar. No puede existir
nada que no sea un partzuf. De hecho, la realidad es una interconexión infinita
e interminable de partzufim. El equivalente más próximo a la palabra partzuf es
el concepto alemán de Gestalt, que se define como: una estructura de elementos
espirituales integrados de tal manera como para constituir una entidad íntegra
y coherente cuyas propiedades no se derivan de la suma de sus partes.
Los partzufim interactúan entre sí.
Así como cada componente de una entidad constituye otra entidad por sí misma
con sus propias partes, un partzuf es una entidad íntegra y esencial de una
realidad holográfica (que forma parte de otra entidad íntegra superior) y
esencialmente es una entidad dentro de otra y así sucesivamente ad infinitum.
Sin embargo, al analizar la
naturaleza de esta entidad íntegra o partzuf, se ve que está compuesta de diez
partes interconectadas, sin las cuales la entidad íntegra no existiría. Por
supuesto, si cada una de estas partes se aislase de las otras, sería por sí
misma una entidad íntegra compuesta de la interconexión de diez partes. Estas
partes interconectadas de la entidad íntegra se llaman sefirot.
Al hablar de sefirot nos referimos
siempre a la parte específica de la entidad en cuestión. “Existen diez sefirot,
y no nueve ni once,” como declara el Sefer Yetzirá, porque cada partzuf ha de
tener su parte superior, su parte media y su parte inferior, así como también
su derecha, izquierda y centro. La parte superior derecha es jojmá (sabiduría);
la parte superior izquierda es biná (entendimiento), y la parte superior central
es daät (conocimiento). La mitad derecha es jésed (bondad); la mitad izquierda
es guevurá (fortaleza); y la central es tiféret (belleza). La parte inferior
derecha es nétzaj (gloria); la inferior izquierda es hod (majestad), y la
inferior central es yesod (fundamento).
La décima sefirá que enlaza a las
nueve sefirot puede ser una de las dos posibilidades siguientes: ya sea kéter
(corona) cuando el partzuf o entidad íntegra está conectado a otro partzuf por
encima de éste, o maljút (reino) cuando está conectado a otra entidad íntegra
bajo la primera. El equivalente físico al concepto de partzuf es el ser humano:
aunque el cuerpo humano consta de diferentes partes, es una entidad íntegra
coherente y no sólo la suma de sus partes.
Si analizáramos al ser humano en
tanto partzuf, diríamos que su cabeza corresponde a jojmá, biná, y daät; su
brazo derecho es jésed, su brazo izquierdo guevurá, su tórax o corazón es
tiféret, su pierna derecha es nétzaj, su pierna izquierda es hod, y su órgano
reproductor es yesod. Como está conectado a su Creador por encima de él, es kéter
en su cabeza quien le confiere realidad.
Asimismo, el concepto del Zohar de
“misterio” se refiere a la interpretación mística de un versículo que revelará
el partzuf completo de dicho versículo, esto es, la integración de todos los
niveles de entendimiento comprendidos en el mismo. Un partzuf alcanza la
realización cuando adquiere la capacidad de recibir la energía Divina que viene
de arriba, canalizándola a su vez hacia abajo.
La idea de que las sefirot son
fuerzas independientes de cualquier entidad íntegra o partzuf, es una noción
errónea. Rabí Aryeh Kaplan (z”l) comentó al respecto:
Aunque Di-s ha creado ciertas
sefirot a través de las cuales se relaciona con nosotros, éstas son similares a
los cables de un teléfono. Al llamar a un presidente, no presentamos nuestros
respetos a los cables telefónicos, pese a que son instrumentos necesarios para
la recepción del mensaje.
En la etapa inicial de la Creación,
las sefirot eran entidades fragmentadas que se centraban en partes específicas
de una entidad íntegra. En la segunda etapa de la Creación, las sefirot
individuales se unieron para formar cinco entidades íntegras, o partzufim.
Kéter se convierte en un partzuf que
simboliza la merced Divina sin mitigación (Partzuf Arij Anpin). Kéter es la
interfaz entre Én-Sof, el Creador y la Creación.
Jojmá se convierte en un partzuf que
simboliza las Fuerzas Masculinas de la Creación (Partzuf Aba). La Creación
comienza al nivel de jojmá.
El término “masculino” en Cabalá
expresa la acción de dar, mientras que el “femenino” indica la capacidad de
recibir.
Biná se vuelve un partzuf que
representa las Fuerzas Femeninas de la Creación (Partzuf Ima).
Kéter representa la voluntad de Di-s
y constituye el propósito Divino de la Creación de beneficiar al ser humano con
el bien fundamental, apegándose a Di-s mismo por sus propios esfuerzos. Nos es
imposible profundizar en el propósito Divino de la Creación, porque así como
Di-s es infinito también Su voluntad lo es, y sobrepasa nuestro entendimiento.
La voluntad Divina representada por
kéter funciona de dos maneras. La primera trasciende las leyes lógicas de la
Creación pudiendo actuar sin ellas. En el segundo aspecto de kéter, la voluntad
de Di-s se manifiesta a través de las leyes lógicas de Su Creación.
Jojmá representa los componentes
originales de la Creación, mientras que biná abarca los diversos detalles
pertinentes a la Creación, incluyendo las leyes lógicas bajo las que se
correlacionan los elementos integrados en los componentes originales.
A nivel de jojmá, la cualidad de
rajamim (misericordia) proveniente de kéter es incondicional. Si penetrase
íntegra hasta los mundos inferiores, el ser humano ya no podría lograr el bien
fundamental. Por lo tanto, las siete sefirot inferiores introducen un sistema
de juicio mediante el cual el ser humano recibe tanto la recompensa como el
castigo merecidos, a fin de permitirle superarse hasta alcanzar el bien fundamental.
Las seis sefirot (jésed, guevurá,
tiféret, nétzaj, hod y yesod) constituyen un partzuf que representa las Fuerzas
Masculinas de la Providencia Divina (Partzuf Zeir Anpin-ZA). La sefirá jésed
significa “bondad”. Los conceptos de ahavá (amor) y de jésed tienen su origen
en la misma raíz espiritual. En este mundo, la sefirá de jésed se manifiesta
como amor.
Maljút es una sefirá femenina en el
sentido de que la iluminación se procesa dentro de ella de un modo similar al
proceso de gestación en una madre. Ninguna sefirá puede tener efecto en los
mundos inferiores al de Ätzilut, hasta que no se combine e integre con las
demás en la proporción exacta requerida por los mundos inferiores.
Maljút no tiene luz propia, sino que
es un recipiente perfecto que recibe la iluminación de las sefirot que se
encuentran por encima de ella. Cada una de las sefirot la infunde con su luz
característica, y todas están incluidas en ella. Sin maljút, las Fuerzas
Masculinas de la Providencia se esparcirían cada cual en su dirección,
incapaces de ayudarse entre sí. A medida que maljút las recibe, las integra en
una entidad unificada. Maljút simboliza las Fuerzas Femeninas de la Providencia
que permiten al ser humano recibir la energía luminosa procedente de las
Fuerzas Masculinas de la Providencia.
EL ZOHAR Y LA DECENA ESPIRITUAL
El Zohar alude a los “santos
compañeros”. La Idrá Rabá menciona que Rabí Shimón bar Yojai y nueve de sus
discípulos vivieron dentro de una cueva estudiando las enseñanzas místicas de
la Torá. Rashbí conocía la raíz espiritual de sus discípulos según el orden de
las sefirot. Juntos constituían un partzuf perfecto. Los diez compañeros aparecen
frecuentemente en las citas del Zohar, sirviendo de ayuda para conocer sus
nombres y saber cómo se relacionan con las sefirot.
COMPAÑEROS DEL ALMA
No cabe duda que el “alma gemela”
que Di-s tiene reservada al hombre puede asistirlo en su tarea de tikún. Sin embargo,
no se trata solamente de ayuda. Un hombre soltero no puede completar la
rectificación que debe hacer en este mundo. La raíz espiritual del alma se
compone de una mitad masculina y otra femenina, que descienden a este mundo
como hombre y mujer. La encarnación de ambos no necesariamente sucede
simultáneamente, y sólo cuando el hombre es recto alcanza el privilegio de
hallar y desposar a su auténtica compañera. Sin embargo, hasta el matrimonio el
hombre sigue siendo medio alma.
Mediante las tres etapas de la
ceremonia nupcial, los tres niveles principales del alma del esposo (néfesh, rúaj
y neshamá) se unen a los de su esposa, y los recién casados se vuelven un solo
ser, con una única estructura espiritual en común. En consecuencia, cada uno de
los cónyuges sólo puede alcanzar la plenitud espiritual y la perfección
mediante su unión matrimonial, cuando conducen sus vidas con pureza.
Incluso si los cónyuges no son
auténticas almas gemelas (lo que actualmente sucede con frecuencia) tienen que
llevar a cabo juntos cierta misión que les fue asignada en el Cielo. A veces,
por decreto Divino una persona no logra encontrar su pareja ideal. No obstante,
tanto el hombre como la mujer solteros tienen la obligación de continuar
buscando una pareja compatible, ya que el individuo sólo puede alcanzar su
potencial espiritual a través del matrimonio, y un decreto puede cambiar en
cuanto cumpla cualquier rectificación que requiera personalmente.
Si un hombre llega a este mundo sin
una deuda abrumadora que rectificar, puede encontrar a su alma gemela y
desposarla sin dificultad. El Arí cita en su Sháär HaGilgulim, hakdamá 20, el
caso de un hombre que pecó y debía reencarnar, mientras que su alma gemela ya
había completado su tarea en este mundo y no necesitaba de más reencarnaciones.
En casos especiales, permiten a su compañera reencarnar con él, y entonces ella
regresaría a este mundo para ayudarle.
Cuando ese hombre llegue a la edad
del matrimonio, no la encontrará sin esfuerzo como en el primer caso, sino
después de una intensa y dificultosa búsqueda. Esto se debe a que, como
reencarnó debido a algún pecado cometido en su vida anterior, los Acusadores
celestiales hablarán en su contra buscando impedir que la encuentre, alegando
que él no la merece. Por lo tanto fomentan hostilidad entre la pareja, y estos
riñen. Está escrito que componer parejas es tan difícil como partir el Mar
Rojo.
Enseña el Arí en su Introducción al
Sháär HaMitzvót que tras su muerte, el individuo se reúne con la que era su
verdadera alma gemela, en el Edén después de la medianoche. En contraste,
cuando una persona comete una trasgresión cuya pena es lo que en hebreo se
denomina caret (literalmente, “corte” o “escisión”), la consecuencia es el
corte o separación definitivo entre las dos medias almas.
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