Un milagro se define como cualquier
evento que no sigue el curso de la naturaleza. Sólo un milagro puede convertir
el caos en Luz, y así restablecer el orden y la armonía. En Janukká no
celebramos ni el milagro del frasco de aceite, ni la victoria sobre el Imperio
Griego, sino más bien, la conexión a las Sefirót de Hod y Biná, y la conciencia
de Zeër Anpín, el Deseo de Compartir. Es aquí, donde nos unimos a la causa de
todos los milagros en nuestro mundo.
La conexión con las Sefirót de Biná
y Hód fortalece nuestro ADN físico y espiritual, así como al mundo que nos
rodea: nuestra relación con los demás, las fuerzas de la naturaleza, y así
sucesivamente.
El Rav Berg nos recuerda que la
festividad de Sukkót, al igual que la de Janukká, también dura 8 días. La
conciencia de una festividad de ocho días, nos ofrece la oportunidad para
elevarnos del marco de las siete esferas menores de las Sefirót, a la conexión
de la energía cósmica reservada para los Mundos Superiores. Al igual que en
Sukkót, no tenemos que aplicar ninguna restricción física para beneficiarnos de
la festividad de Janukká, y la comunicación requerida para conectarnos con ésta
Luz, puede llevarse a cabo en nuestro propios hogares.
Antes de encender las velas de
Janukká, debemos estar en un estado de dar y compartir, de la misma manera en
que una llama enciende otra llama, sin disminuir. Cuando cada vela es
encendida, recordamos la manera de dar y compartir con abundancia. Esta es la
razón por la que el frasco de aceite fue descubierto y la menorá encendida, nos
enseñan a tener similitud con la Luz. Las velas también proporcionan un canal
para la transferencia de energía, en virtud de una estructura interna que forma
una conexión entre nuestro mundo y los Mundos Superiores.
El Arí escribe, “El secreto de los
ocho días de Janukká: Maljút recibe la Luz de la Sefirá de Hód, no a través de
Zeër Anpín”. Sin el marco y los circuitos de velas y las
meditaciones, sería imposible conectarse directamente con la energía cruda de
Biná. Las velas, o mechas de aceite, son un medio para atraer hacia nosotros la
Luz de Biná de Nétzaj, Biná de Hód y Biná de Iesód.
El milagro de Janukká es el resultado
de esta conexión con Hód, haciéndolo posible durante los ochos días de Janukká,
para conseguir alcanzar el estado de mente sobre materia, a través del poder
del pensamiento. Debemos integrar la meditación al acto del encendido de las
velas, ya que crea canales para que la Luz fluya hacia nosotros, alimenta cada
parte de nuestro mundo, y nos vacuna contra la negatividad para el próximo año.
Este conocimiento en sí, forma parte de nuestra conexión.
Los Kabbalístas también revelan que
Janukká puede ser considerada como un mini Rósh HaShaná, que nos permite
redimir cualquier deuda espiritual que hubiéramos pasado por alto, a sabiendas
o sin saberlo, durante Rósh HaShaná. En Janukká podemos aumentar nuestra fuerza
vital y completar aquello de lo que carecemos.
Los canales precisos para la conexión
con los milagros de Janukká, no fueron conocidos sino hasta la revelación de los
escritos del Arí, Rav Isaac Luria, “Puertas de la Meditación”. Si bien estas
enseñanzas habían estado disponibles durante los últimos 400 años, no fue hasta
que los escritos fueron interpretados por Rav Brandwein y posteriormente,
difundidos en todo el mundo por el Rav y Karen Berg a través de El Centro de
Kabbaláh, que nuestra generación comenzó a reconocer lo que Janukká significa
realmente, no como una celebración tradicional
religiosa, sino más bien un momento increíble para manifestar el poder
de los milagros en nuestras vidas.
Cada uno de nosotros puede utilizar
este tiempo para lograr una revolución cósmica y revelar esta Luz para el
mundo.
Janukká Saméaj Lekkul´lám !!!
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