BENDITO ES ÉL, QUIEN RECUERDA EL
PACTO
Por Kabbalah y Torah
Rabbí Iehudá dice que el arcoíris
aparece para recordar a la gente la promesa de Di-s de nunca volver a destruir
el mundo, y también oímos que el arcoíris aparece cuando no hay una persona
justa para proteger al mundo. Se nos dice también que los colores blanco, rojo
y verde en el arcoíris corresponden a los tres Patriarcas (Avrahám, Itzják y
Iaäkóv). Termina hablando acerca de la letra Iúd en el nombre de Pinejás, y
menciona que Nadáv y Avihú estuvieron reencarnados en Pinejás.
Este único pasaje (ítems 34-35) solo
es tan potente que una lectura sincera tiene el poder para alcanzar serenidad
para siempre en nuestras almas y paz duradera en el mundo.
El pecado es una característica
constante del hombre. Y aunque los transgresores superan numérica y físicamente
a los pocos hombres justos en este mundo, las buenas acciones de estas almas
piadosas pesan más que todos los pecados combinados de los perversos. Tal es el
poder de la Luz sobre la oscuridad. Los Tzaddikím (justos), se nos dice, nos
protegen con su presencia. Y el arcoíris, el cual apareció después del Diluvio
como una señal de la promesa de Di-s de nunca destruir este mundo, nos protege
cuando no hay hombres justos entre nosotros.
La razón para este relato es clara
como el cristal: el Zóhar recurre a los justos y el arcoíris para tender
suavemente un manto de protección sobre todo el mundo. Y debido a que esta
verdad está emergiendo a través del Zóhar por primera vez en la historia, el
efecto no tiene precedentes: los Juicios que aparecen sobre el horizonte son
arrojados al mar para siempre cuando evocamos el nombre de Pinejás. Las aguas
de la Tierra, utilizadas una vez para destruir a la humanidad, son restauradas
a su estructura molecular anterior al Diluvio. Esta sustancia divina se
transmuta en aguas curativas que regeneran el alma y las células del cuerpo.
El Zóhar habla de los colores verde
y blanco, los cuales son colores sanadores. Resplandecen aquí brillantemente; y
ellos nos rectifican, nos sanan y nos hacen estar bien otra vez.
El color rojo -atribuido a Marte, el
planeta de la guerra, y a nuestra cualidad de recibir perteneciente a la Columna
Izquierda- ¡destella! Su iluminación trae a un final pacífico el conflicto
personal y global. Además, la semilla de todo conflicto y lucha: los hermanos
Itzják e Ishmaël, y Iaäkóv y Ësáv, se combinan y se mezclan en un color, tal
como los colores del arcoíris se unen en el color del blanco. Esta unión
exquisita engendra amor entre los hermanos y entre su posteridad: los judíos,
los musulmanes, los cristianos y la familia entera del hombre. La intolerancia
es borrada de este modo de los corazones de los humanos. Las barreras raciales
y religiosas se disuelven en la nada.
La letra Iúd está insertada en la
ortografía de nuestro propio nombre espiritual, en nuestra esencia, de modo que
experimentemos una existencia de perfección. Metafísicamente, nunca pereceremos
otra vez en este mundo.
Los verdaderos colores ocultos de
las Tres Columnas saltan en este momento de meditación pasmosa, marcando el
final de nuestro exilio personal y global. Nuestro Mundo Inferior de Maljút se une
con el Mundo Superior de Zéër Anpín; y en el proceso, los ropajes negros usados
por Maljút son reemplazados “con los ropajes de los colores brillantes de los
secretos de la Torá”. A saber: la oscuridad es eliminada, eternamente, de la
civilización.
BARÚJ ATTÁ
ADO-NÁI ELO-HÉNU MÉLEJ
HAÖLÁM ZÓJER HABBERÍT
VENE´EMÁN BIVRITÓ VEKAIÁM
BEMAAMARÓ
“Bendito eres Tú, Señor, Di-s
nuestro, Soberano del Universo, que recuerda el pacto, es fiel en Su pacto y
firme en Su palabra”.
(Zóhar, Pinejás)
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