LA LETRA כ KAF

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LA LETRA כ KAF     Por Kabbalah y Torah en Expansión   Las 2 letras de la escritura completa de la palabra כ ‘Kaf’, כף son las iniciales de 2 palabras hebreas: ‘Kóaj’ (“potencial”) y ‘Poël’ (“real”). Así la כ ‘Kaf’ alude al poder latente dentro del reino espiritual, el potencial de manifestarse completamente en la esfera física de lo real. HaShem debe crear el Mundo continuamente; de lo contrario, la Creación dejaría de existir instantáneamente. Su potencial, es entonces actualizado a cada momento. Este concepto se conoce como “el poder de revelar el eterno potencial dentro de la realidad”. En la Jasidut se nos enseña que esta debe ser la primera percepción al despertar. De momento que el significado literal de la letra כף ‘Kaf’ es “palma” - el lugar del cuerpo donde se lleva a la práctica el potencial - esta percepción es reflejada en la costumbre de poner una palma sobre la otra al despertar, al recitar la plegaria ‘Modé Aní’:   MODÉ (MODÁ)   ANÍ   LEFANEJA   MÉLEJ  

5 DE AV: HILULA DE ITZJAK LURIA EL ARI


5 DE ÁV: HIL´LULÁ DE ITZJÁK LURIA EL ARI 

Por Kabbalah y Torah

Rabbí Itzják/Isaac Luria Ashkenazí (Jerusalén 1534- Saféd 1572), rabino y cabalista, está considerado como el pensador más profundo del misticismo judío de entre los más grandes y célebres, y el fundador de la escuela cabalística de Saféd.

Se le conoce también con el sobrenombre de Ari´zál hakkadósh, el santo león, de bendecida memoria. (Arí significa “león” en Hebreo, pero aquí se trata de las síglas de haEloki Rabbí Itzják, el divino Rabbí Isaac. Zál significa “Zijronó Livrajá - su memoria es bendecida”.)

Isaac Luria nació en Jerusalén, a donde su padre, ashkenazí de la Europa central, había emigrado después de casarse con una sefardí. Tras la muerte prematura del padre, el joven Isaac fue educado por su madre, que emigró a Egipto donde su hermano, Mordejái Francés, rico comerciante, se había instalado.

El año de este traslado es dudoso. Según su propio testimonio, habría estudiado en Jerusalén con el cabalista Kalonymos. Sin embargo, la tradición oral sitúa su llegada a la casa de su tío a la edad de siete años. Luria estudió en una ieshivá bajo la dirección de David ben Salomón ibbén Abbi Zimra y su sucesor. Se mostró excepcionalmente dotado, cubriendo sus necesidades gracias al comercio y los negocios.

A la edad de 15 años, se casó con la hija de su tío, y los recién casados se retiraron a una isla desierta en el Nilo que pertenecía a su tío, su suegro. Isaac Luria se consagró principalmente al Zóhar y a obras cabalísticas anteriores, llevó una vida ascética y comenzó a tener visiones.

En 1569, siguiendo una llamada interior, se instaló en Saféd. Gozando rápidamente de una gran reputación de poeta místico, empezó a enseñar la Cábala en academia y a predicar en las sinagogas. Se interesó especialmente en las ideas del rabino Moshé Kordovero (El Ramák), y estudió Cábala con él hasta la muerte de éste.

Él mismo murió en Saféd, durante una epidemia, dos años más tarde.

Isaac Luria fue extremadamente reverenciado, sus discípulos le imputaron numerosos milagros, y le consideraban como un santo (elohím, “divino”, no es un término honorífico frecuente en el judaísmo. Prácticamente sólo se aplica a él).

En el año 1570 emigró el Arí a Saféd, que era, en aquellos días, el centro de los estudiantes de Cábala. Rav Moshé Kordovero (El Ramák), que era el más destacado de los cabalistas de Saféd de la época, reconoció de inmediato su grandeza y recomendó a todos sus estudiantes que fueran a estudiar con el Arí. Y así sucedió enseguida del fallecimiento del Ramák.

Durante diecisiete meses en los que vivió el Arí en Saféd, realizó el cambio más fundamental de la historia cabalística –convirtió la Cábala de un método aplicable hasta el momento sólo para virtuosos, en un sistema accesible para toda persona en nuestra generación.

El Arí no escribió nada por sus propios medios. Sus discípulos –especialmente su sucesor, Rabbí Jaím Vital- escribió todos los libros llamados hoy en día “Kitvé HaAri/escrituras del Arí”, dictados por este. Los más destacados entre estos son “Ëtz Jaím/Árbol de la vida” y “Shemoné Shaärím/Ocho puertas”. Muchos años después de su muerte, fue aceptado el método de estudio que introdujo en las diásporas de Israel y fue aprendido por los más destacados cabalistas. El Arí falleció en 1572 por una epidemia teniendo apenas 38 años. El día de su fallecimiento es el cinco del mes de Av.

Ya durante su niñez sentía el Arí que había llegado al mundo para cumplir una misión especial, para crear una revolución nunca vista. Los pensamientos sobre ello no lo dejaban en paz, y a pesar de su temprana edad, sentía la magnitud de la responsabilidad que se le había asignado.

Gracias a su dedicación sobresalió entre los alumnos del Rav principal de Egipto, el Rav David ben Zimrá, y su nombre comenzó a conocerse en toda la zona.

Pero todo esto no era suficiente para el Arí: “Títulos de honor no son el objetivo por el que vine al mundo”, solía repetir, “debo revelar al Creador, entender la fuerza que activa la realidad…”

LOS SECRETOS DE LA CREACIÓN COMIENZAN A REVELARSE

Al transcurrir los años, el Arí se profundiza en los escritos de la Cábala, y comienza a entender lo que se le ha asignado –adaptar el método de la Cábala a todas y cada una de las almas. “Esta es la razón por la que bajó mi alma al mundo”, se decía.

A partir de ese momento, el tiempo del Arí deja de correr. Él ve únicamente una sola meta –simplificar y adaptar la Cábala para las generaciones venideras.

Para concentrarse en su misión, el Arí se muda a una casa pequeña y asolada en las orillas del Nilo, construida para él por su tío. El Arí dedica cada momento y pensamiento al estudio del libro del Zóhar. Con toda su fuerza, trata de profundizar y entender lo que se esconde detrás de las palabras “Rabí Jiá”, “tierra”, “Rabbí Shimön”. ¿Cuál es el significado oculto, interno, de cada una de las letras y cada palabra en el libro de los libros de la Cábala?

Los platos de comida que su esposa le dejaba al umbral de la habitación se apilaban uno sobre otro por fuera de su puerta cerrada. El Arí no dejaba su habitación durante días enteros e invertía todas sus fuerzas en la misión de su vida. Su pequeña casa se convirtió rápidamente en el lugar donde se revelaban a él todos los secretos de la Creación, hasta el más profundo de ellos.

TESTIMONIO

“¿Has escuchado sobre Rav Itzják Luria, el sabio que ha llegado a la ciudad hace poco?”, me preguntó una tarde mi maestro, el Rav Moshé Kordovero (el Ramák).

Un sabio alumno que llegara de Saféd en aquellos años, no era, por así decirlo, una sorprendente novedad. “Yo estoy muy ocupado en mi estudio, que es para mí lo principal”, le conteste prácticamente sin darle importancia, “no tengo tiempo para cada extranjero que llega a la ciudad”.

Rabí Moshé Kordovero se calló. Después de unos minutos cerró sus ojos y dijo: “no sé, Rav Jaím, cuan grande es tu error al no dejar todas tus ocupaciones ahora mismo, y no correr a conocer esa gran persona. Deja tus estudios y ve a conocerlo mientras tengas la oportunidad de hacerlo. No es un pedido, Rav Jaím, ¡es una orden!”

Así vi por primera vez al Sagrado Arí.

Aún recuerdo la fortaleza que emanaba de él, la emoción que me inundó cuando comenzó a hablar. Estaba sentado frente a mí, y parecía como si supiera las respuestas a todas mis preguntas. En pocos minutos desaparecieron mi envidia y mi desdeño.

Entendí frente a quien estoy sentado, y me juré nunca olvidarlo.

PELAR LA CÁSCARA EXTERNA

Corre el año 1570. Pasaron 30 años desde que el Arí dejó la Tierra de Israel, y ahora siente que debe volver a ella para completar la misión que le fue asignada. Él mismo ya alcanzó los secretos del mundo superior, y ahora siente que debe ayudar a otras personas para conseguirlo.

Y así, en el año 1570, llega el Arí a Saféd, ciudad norteña en la tierra de Israel.

Enseguida de su llegada, Rabbí Moshé Kordovero (el Ramák), quien fue el mayor cabalista de la época, atestiguó que el Arí proviene de la raíz de un alma especial. Los más destacados de los cabalistas de Saféd se agrupan en torno a él y se convierten en un grupo de discípulos y se hacen llamar “Los cachorros del Arí”.

Se cuenta que solían reunirse diariamente antes del amanecer para escucharlo impartir cátedra. Cada palabra, cada sílaba que salía de su boca, era enhebrada como una sutil hebra al mundo interior que era conocido únicamente para él. Nivel a nivel, él bajaba al escalón espiritual de sus alumnos y los elevaba al tope de la escalera espiritual. Muchas veces se quedaban estupefactos frente a las indefinidas frases del Arí. Y este, al verlos, se sonreía.

“Es bueno que no entiendan. El intelecto es el reflejo de vuestro egoísmo, es un utensilio en manos del deseo de recibir que está impreso en ustedes”, les dijo más de una vez, “si no quitan el envoltorio exterior y se adhieren a vuestro interior, no entenderán nada del estudio del Arí”.

SU SUCESOR - RABBÍ JAÍM VITAL (RaJÚ)

“¿A dónde ha ido Jaím Vital? ¿Acaso a esta hora se ha ido de aquí?”, y lo lamentó mucho el Arí, “yo deseaba entregarte algo oculto, Jaím, pero no estás aquí…”. Tomado del escrito “Shaär haGuilgulím” (Puerta de reencarnaciones) -palabras dichas a sus alumnos unos instantes antes de morir.

A lo largo de las generaciones, los grandes cabalistas se vieron necesitados de un discípulo de un alma especial, para que por medio de este pudieran revelar sus logros espirituales al mundo. Así como Rabbí Abbá, que estuvo al lado de Rabbí Shimön bar Iojái para anotar sus palabras y de las cuales se compuso el libro del Zóhar (libro del Esplendor), así anotó Rabbí Jaím Vital (Rajú) todo lo dicho por el Arí.

La profunda relación que se formó entre el Arí y su discípulo, se manifiesta en las conmovidas palabras que dijo el Arí antes de morir a Rabbí Itzják Kohén: “Dile a los amigos de mi parte, que a partir de ahora en adelante no se dediquen a la sabiduría que les enseñé en absoluto, porque no la han entendido debidamente, sin embargo, únicamente Rabbí Jaím Vital se dedicará a ella ocultamente en silencio”.

“¿Es que acaso no hay más esperanza? -preguntó Rabbí Iztják Kohén nerviosamente.

“Si serán afortunados, vendré y les enseñaré”, contestó el Arí.

Pero Itzják Kohén no entendió sus palabras. “¡¿Cómo vendrás a enseñarnos después de haber fallecido?! – preguntó nuevamente.

“No tienes asuntos en lo oculto”, le contestó el Arí y falleció, a los 38 años de edad.

COMENTARIOS SOBRE EL PENSAMIENTO LURIANO

El camino a la espiritualidad se abre:

“No hubo quien consiguiera esta sabiduría como él”, escribió su dedicado alumno, Rabbí Jaím Vital, “puso a un lado a todos aquellos que lo precedieron”, escribió Baäl HasSul´lám refiriéndose a él.

Y efectivamente, el Arí fue la reencarnación de un alma especial. Un alma que fue concebida en cinco altísimos espíritus: Avrahám, Moshé, Rabbí Shimön bar Iojái (Rashbi), y finalmente en el Baäl HasSul´lám.

Cada uno de ellos adaptó y simplificó la Cábala a su generación, y con todo, el Arí tuvo una función especial. El Arí abrió una nueva era en la historia humana, y por lo tanto se lo conoce entre los cabalistas como “Mashíaj ben Ioséf/Mesías, hijo de José”.

Durante los diecisiete meses en los que vivió el Arí en Tzefát/Sefád, hizo lo imposible: de un método que estaba adaptado hasta ese momento únicamente para virtuosos elegidos, convirtió la Cábala en un camino accesible para toda persona. A partir de sus días, el camino hacia la eternidad y la perfección, a una vida de felicidad y amor, se abrió para todos nosotros.

“Muy a menudo me pregunto por qué llegó el sagrado Arí precisamente en mis tiempos. Cada vez vuelvo a preguntar esta pregunta y la dejó sin respuesta, agradeciéndole al Creador por permitirme conocerlo.

Y a pesar de todo, cada vez que lo recuerdo, se me dibuja una sonrisa en los labios y una calidez inunda mi corazón.

Cierro los ojos y frente a mí está esa casa conocida, con las ventanas abiertas hacia los cerros verdes de Saféd, la casa del Arí.

Escucho su profunda voz. Me dice: “el mundo ya no necesita de elegidos virtuosos, Jaím Vital, a partir de nuestros días toda persona puede llegar a la espiritualidad”.

ZEJUTÓ  IAGUÉN  ÄLÉNU  VEÄL  KOL  ISRAEL. AMÉN

“Que su mérito nos proteja y a todo Israel, Amén”


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