PARASHÁT NASÓ - (Bamidbár/Números
4:21-7:89) - Buscar equilibrio/Transformar el dolor
Por Kabbalah y Torah
De acuerdo con el calendario kabbalístico,
la parashá anterior, Bemidbár, normalmente se lee en el Shabbát que antecede a
la festividad de Shavuöt, mientras que la parashá Nasó usualmente se lee
después de la festividad. ¿Por qué es tan importante la ubicación exacta de
Nasó (con relación a Shavuöt)?
Los sabios nos han enseñado que todo
en la Torá tiene un significado importante aunque, a menudo, oculto. Por
ejemplo, la ubicación de letras grandes y pequeñas, los puntos sobre las
palabras y los espacios son siempre significativos; y en cada caso revelan una
Luz especial. La Torá no es un libro de historia; los relatos no se tratan
acerca de lo que ocurrió en Egipto o lo que sucedió en el desierto. Rabbí Shimön
bar Iojái, en el Zóhar, nos advierte que no tomemos ninguna de estas historias
al pie de la letra:
Rabbí Shimön dice: ¡Ay del hombre
que dice que la Torá vino a relatar historias, simple y llanamente, y cuentos
simplones acerca de Ësáv y Laván y semejantes! Si esto fuera así, incluso en el
día presente podríamos producir una Torá de asuntos simplistas, y quizá hasta
más agradables que aquéllos. Si la Torá vino a ejemplificar los asuntos
mundanos, aun los gobernantes del mundo tienen entre ellos cosas que son
superiores. Si es así, sigámoslos y produzcamos de ellos una Torá de la misma manera.
Debe ser que todos los ítems en la Torá son de una naturaleza superior y son
secretos más elevados.
Ven y ve: El mundo arriba y el mundo
abajo son medidos con una balanza. Israel abajo corresponde a los ángeles
elevados arriba. Está escrito acerca de los ángeles elevados: “ÖSÉ MALAJÁV
RUJÓT - Que hace de Sus ángeles espíritus...” (Tehil´lím/Salmos 104:4a).
Cuando bajan, se visten con las vestiduras de este mundo. Si no hubiesen
adquirido la ropa para este mundo, no les sería posible existir en este mundo,
y el mundo no podría resistirlos. Y si esto es así con los ángeles, cuánto más
lo es para la Torá que creó estos mensajeros y todos los mundos, que existen
debido a ella. Una vez que bajó a este mundo, si no se hubiera puesto las
vestiduras de este mundo, que son las historias y los relatos simplistas, el
mundo no habría sido capaz de tolerarla.
Por lo tanto, esta historia de la
Torá es el manto de la Torá. El que piensa que este manto es la esencia real de
la Torá y que nada más está allí, que exhale su último aliento y que no tenga
porción en el Mundo por Venir. Por lo tanto, David dijo: “GAL-ËNÁI VEABBÍTA
NIFLAÓT MITTORATÉJA - Abre mis
ojos para que pueda contemplar las cosas maravillosas de Tu Torá” (Tehil´lím
119:18); esto es: mirar lo que yace bajo la vestidura de la Torá.
Ven y ve: Hay un vestido que es
visible para todos. Los tontos, cuando ven a una persona hermosamente ataviada,
quien les parece distinguida por su vestimenta, no observan más allá. La juzgan
de acuerdo con su ropa distinguida, y consideran el vestido como el cuerpo del
hombre, y el cuerpo de la persona como su alma.
Similar a esto es la Torá. Tiene un
cuerpo, que está compuesto de los mandamientos de la Torá que son llamados el ‘cuerpo
de la Torá’. Este cuerpo está vestido con ropajes, que son relatos de este
mundo. Los ignorantes miran solamente a ese vestido, que es el relato en la
Torá, y no están conscientes de nada más. No miran lo que yace debajo de ese
vestido. Aquéllos que conocen más no miran el vestido, sino más bien al cuerpo
debajo de ese vestido. Los sabios, los eruditos, los servidores del Más Elevado
Rey, aquellos que estuvieron de pie en el Monte Sinaí, miran sólo el alma de la
Torá, que es la esencia de todo, la Torá verdadera. En el tiempo por venir,
mirarán el alma, el alma de la Torá.
Ven y ve: Esto es también como eso
arriba. Existe una ropa, un cuerpo, un alma, y un alma del alma. El Cielo y sus
legiones son la ropa, y la Congregación de Israel, que es Maljút, es el cuerpo
que recibe al alma, que es el esplendor de Israel, significando Zéër Anpín. Por
lo tanto, Maljút es un cuerpo para el alma, ya que Zéër Anpín está ataviado con
ella, como el alma en un cuerpo. El alma que mencionamos, que es el esplendor
de Israel, es la Torá real, significando: el alma de la Torá a la cual los
sabios miran. Es el alma del alma que es Ättiká Kaddishá, a quien ellos mirarán
en el futuro por venir, como se mencionó. Todo está interconectado. Ättiká
Kaddishá está vestido con Zéër Anpín, Zéër Anpín está vestido con Maljút, y
Maljút está vestida con los mundos Beriá, Ietzirá, Äsiá y todas sus legiones.
¡Ay de los perversos que dicen que
la Torá es meramente una historia y nada más, porque ellos miran el vestido y
nada más! ¡Alabados son los justos, quienes miran apropiadamente a la Torá! El
vino dura solamente si está en una jarra. De manera similar, la Torá no dura,
excepto en este manto. Por lo tanto, no hay necesidad de ver excepto lo que
está bajo el manto. Es por eso que todos estos asuntos y todos estos relatos
son ropajes.
(Zóhar, Behaälotejá 12:58-64)
Por lo tanto, debe haber cierta
relevancia en la ubicación de la lectura de la historia de Nasó. En el Midrásh
está escrito que no hay “temprano” ni “tarde” en la Torá: todo tiene su momento
exacto. Cada lectura de Shabbát nos conecta con el poder único de la semana
siguiente. Dado que Nasó casi siempre se lee en el Shabbát después de Shavuöt,
tiene cierto poder que conecta con la energía de Shavuöt -energía de
Inmortalidad, la muerte de la muerte misma-, la cual podemos atraer hacia
nosotros para todo el año.
Hay un relato acerca de la esposa
del santo Magguíd de Mezritch (Rav Dov Ber, 1710-1772 e.c), la cual siempre
quiso que su esposo conociera al Báäl Shém Tóv (Rav Israel ben Eliëzer
1698-1760 e.c). Pero el Magguíd no tenía el deseo de conocer al Báäl Shém Tóv;
el Magguíd creía que ya sabía todo lo relacionado con la Guemará y el Zóhar. Él
conocía todos los libros sagrados que habían sido escritos y no veía por qué
habría de salir de su rutina para encontrarse con alguien en particular. No
obstante, al final accedió hacer un viaje para conocer al Báäl Shém Tóv. Debido
a que era invierno, no estaba contento con la idea de caminar en la nieve, pero
se dijo a sí mismo que tal vez aprendería algo nuevo.
Después de pasar un mes caminando en
la nieve helada, llegó al pueblo de Mezibuzh y fue a saludar al Báäl Shém Tóv.
Pero lo que el Báäl Shém Tóv le dijo fue muy decepcionante, no fue una
enseñanza nueva o alguna información secreta; era tan sólo una historia tonta
de algo que le había ocurrido al Báäl Shém Tóv camino a un lugar determinado.
El Magguíd pasó esa noche preguntándose si había algo que no había entendido.
Su esposa y todos los demás habían dicho que el Báäl Shém Tóv era una gran
alma. Tal vez el Báäl Shém Tóv estaba cansado y compartiría gran sabiduría con
él en la mañana.
Pero al día siguiente las cosas no
mejoraron, el Báäl Shém Tóv tan sólo hablaba de la necesidad de alimentar a los
caballos. Así que el Magguíd concluyó que su viaje había sido para nada y se
preparaba para regresar a casa. Sin embargo, mientras se despedía, el Báäl Shém
Tóv le preguntó repentinamente si podía explicarle una sección que trataba
acerca del Arizál. El Magguíd fue tomado por sorpresa, pero explicó la sección.
Tan pronto como el Magguíd había
terminado, el Báäl Shém Tóv explicó la misma sección; pero cada vez que él
pronunciaba el nombre de un ángel, el ángel mismo aparecía. Cuando mencionó el
nombre Mijael, Mijael apareció; y cuando mencionó el nombre del santo Arizál,
el santo Arizál apareció. Entonces, el Magguíd vio lo que el Báäl Shém Tóv
quería enseñarle: ¡No es suficiente con conocer todos los libros y todas las
explicaciones! No es la información, sino el conocimiento - poner en práctica
todo lo que aprendemos y atesorarlo en nuestro corazón, lo que es la clave para
la sabiduría.
Debemos tener certeza total en que
la Luz está con nosotros en todo momento y, entonces, podremos manifestar todas
las cosas que la Luz quiere dar.
Tal vez pensemos que sabemos mucho,
pero cuando conectamos con la Luz del Creador, conectamos con la Fuente de todo
el conocimiento. El Creador no sólo conoce lo que ha ocurrido en el pasado,
sino también lo que está ocurriendo ahora y lo que ocurrirá en el futuro. Nasó
-el capítulo más largo de la Torá con 174 versículos- puede conectarnos con
todo este conocimiento celestial. La forma en la que podemos ver el futuro es
conectando con la Luz del Creador: primero, al escuchar la lectura de la Torá
en Shabbát; después, manteniendo una conexión continua durante la semana y el
próximo año con la energía de la Luz de esas lecturas.
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