PARASHÁT BEMIDBÁR
Por Kabbalah y Torah
Bemidbár significa “en el desierto”.
Sabemos que el desierto es un lugar inhóspito: cualquiera puede ir y hacer lo
que desee. Por generaciones, los kabbalístas han ido al desierto por razones
espirituales. Era como exiliarse por un tiempo; ir a un lugar en el que no
había nada, de modo que sintieran que no tenían nada. El Rav Berg dice que una
de las razones por las cuales los kabbalístas iban al desierto era porque allí
es donde mora el Satán y, por lo tanto, el desierto es el lugar en el que
deberíamos construir nuestro Tabernáculo personal. Nuestro trabajo espiritual
es traer Luz a los lugares en los cuales no la hay.
EL DESIERTO Y AVRAHÁM
La palabra bemidbár tiene el mismo
valor numérico (248) que el nombre Avrahám (Abraham). Aquí, en el Capítulo de
Bemidbár, la Torá nos proporciona una herramienta para conectar con la Luz del
Creador a través del conocimiento de que cuanto más seamos como Avrahám el
Patriarca, más podemos atraer Luz a lugares oscuros.
Avrahám es conocido como la Merkavá/Carroza
de la Sefirá de Jésed, la cual expresa benevolencia, compartir y misericordia.
Los sabios enseñan que a fin de que podamos conectar con la Luz, el principio
de “igual atrae a igual” debe aplicarse. Dado que el Creador incluye el dar y
el amor incondicional, nosotros también debemos convertirnos en seres dadores
para conectar con esta Luz. Pero, ¿qué significa realmente esto? Muchas
personas creen que con sólo compartir un poco es más que suficiente; pero nada
está más lejos de la verdad. El verdadero compartir tiene que doler; tiene que
sentirse como si hubiésemos entregado parte de nuestra alma. Además, el
verdadero compartir incluye el interés genuino por la otra persona a quien le
estamos dando; sin sentir que nos deben algo por lo que hemos hecho. En otras
palabras, se trata de ejercer el dar incondicional sin intenciones ocultas.
Hay un relato acerca de Rav Aharón
de Carlin, quien llegó a cierta ciudad y percibió el olor del Jardín de Edén.
Al acercarse a una casa, se dio cuenta de dónde provenía ese aroma. Entró a
dicha casa y la esencia lo llevó a una habitación donde estaba un traje de
payaso. Cuando le preguntó al dueño de la casa acerca del traje, el dueño dijo:
“Yo recaudo dinero para caridad en la ciudad. Cualquier persona que necesita
dinero puede venir a mí y yo salgo a recaudarlo por ellos. Una noche, un hombre
se me acercó y me preguntó si podía recaudar dinero para él; así que salí, pero
nadie me daba nada. Minutos después de que regresara, otra persona vino y rogó
que saliera a buscar dinero para él también, así que salí, pero fallé de nuevo.
Un rato después, otra persona se acercó. Le dije que ya había intentado dos veces
esa noche y que nadie me daría dinero, pero él me lo imploró, así que salí y
pedí nuevamente a las personas a quienes ya les había pedido. Finalmente, los
convencí; al final tenía la cantidad exacta que este hombre había pedido. Se la
entregué y luego sólo deseaba irme a dormir.
Justo entonces, alguien tocó mi
puerta. Era un hombre pobre, rogando que lo ayudara. Yo quería ayudarlo, pero
ya les había pedido dinero a todos los que conocía. Finamente, se me ocurrió
una idea. Recordé a un hombre rico que detestaba dar dinero para caridad, pero
tal vez la Luz le haría hacerlo tan sólo esta vez. Así que le dije al hombre
que esperara y, con la ayuda de Di-s, obtendría lo necesitaba.
Fui a buscar al hombre rico y lo
encontré en una taberna, ebrio. Cuando le dije lo que estaba ocurriendo, me
recordó que él nunca daba caridad. Incluso su familia no recibía más de lo
absolutamente necesario. Pero luego agregó: 'Dado que estoy de muy buen humor
ahora, te daré el dinero si haces algo por mí. ¡Todo lo que quiero que hagas es
que uses un traje de payaso y pasees por la ciudad!, y el hombre se rio a
carcajadas. Pensó que nadie haría tal cosa porque se burlarían de él y seria
ridiculizado por los habitantes de la ciudad.
Pero pensé: ‘Si no hago esto, habrá
un hombre pobre que se quedará sin nada’. Así que le dije al hombre rico que
haría lo que solicitaba. Tomé el traje de payaso y me lo puse. Como era de
esperar, se rieron de mí, me despreciaron y me ridiculizaron. Pero obtuve el
dinero para el hombre pobre”.
Al escuchar esta historia, Rav
Aharón le dijo al dueño de la casa: “Debido a tu acción dadora desinteresada,
si eres enterrado con ese traje de payaso, tu alma irá directo al Cielo”.
Este relato enseña el significado de
compartir más allá de nuestra zona de comodidad. No tenemos que llegar al nivel
del hombre en la historia. No tenemos que ser despreciados ni ridiculizados
pero, al menos, deberíamos desear llegar a ese nivel. El deseo intenso de dar
es lo que realmente nos conecta con la Luz.
La palabra Bemidbár significa “en el
desierto”. El Zóhar dice que la Torá fue revelada en el Monte Sinaí porque el
desierto es el lugar en el cual mora el Satán. Los kabbalístas solían meditar
allí para derrotar al Satán en su propio territorio. Es importante confrontar
al Satán en donde es más fuerte, porque de esta manera podemos experimentar una
transformación verdadera. Debemos lograr la victoria contra el Satán cuando él
es fuerte y nosotros somos débiles.
Uno dijo al otro: Ciertamente, el
Santo, Bendito Sea Él, desea ser alabado con alabanzas de la generación del
desierto, ya que nunca existió generación tan elevada como esa generación, y no
la habrá hasta la llegada del Rey Mesías. En verdad, todo lo que nos mostró el
Santo, Bendito Sea Él, fue sólo para informamos acerca del gran amor de su
Señor por ellos; para dejarnos saber que ellos tienen una buena porción y
merecen el Mundo por Venir. En el futuro, cuando el Santo, Bendito Sea Él,
reviva a los muertos, éstos, la generación del desierto, serán destinados a levantarse
primero, como dice: “IJÍU METÉJA - Vivirán
tus muertos...” (Ieshaäiáhu/Isaías 26:19). Eso se refiere a la generación del
desierto.
(Zóhar, Sheláj-Lejá 29:214)
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