KI TISSÁ: EL BECERRO DE ORO, LA VACA
ROJA Y EL ÖLÁM HABBÁ (Mundo Venidero)
La creación y la adoración del
Becerro de Oro es una historia de pecado. Ki Tissá nos enseña una lección
importante sobre el poder del Satán y la verdadera naturaleza del pecado. En
verdad, todos caeremos. Esto no es una limitación, ni un error. Satán es un
desafiador poderoso porque la recompensa es enorme. Todos fracasamos en darnos
cuenta de cuántas veces tenía que llegar a base Babe Ruth antes de lograr un
cuadrangular. A menudo, nuestros mayores triunfos vienen tras los talones de
nuestros peores fracasos más dolorosos.
Puesto que estamos destinados a
pecar con el Becerro de Oro, el Creador, en Su gran amor por nosotros, también
nos da la Vaca Roja: la expiación para ese pecado. La historia de la Vaca Roja
que leemos en la Parashá Jukkát es la herramienta para esta purificación. La
historia de la Vaca Roja nos lleva de vuelta al tiempo anterior al Becerro de
Oro, y a través de esta conexión, nos limpiamos.
“DABBÉR EL-BENÉ
ISRAEL VEIKJÚ ELÉJA FARÁ
ADUMMÁ - Di a los hijos de Israel que te
traigan una vaca alazana...” (Bamidbár/Números 19:2). Esta vaca tiene el
propósito de limpiar y purificar lo que no está limpio, que es Maljút, que
recibe de la izquierda. ¿Quién está en esa izquierda? Está el toro, esto es:
Guevurá en Zéër Anpín, como dice: “UFNE-SHÓR
MEHASSEMÓL - Y la cara del toro a la izquierda” (Iejezkél/Ezequiel
1:10). El rojo significa rojo como una rosa, como está escrito: “KESHOSHANNÁ BÉN
HAJOJÍM - Como el lirio entre los espinos” (Shír HashShirím/Cantar de
los Cantares 2:2). Rojo significa una sentencia de ley, puesto que las leyes de
la columna izquierda se consideran rojas.
(Zóhar, Jukkát 4:18)
Hay una hermosa historia del Báäl
Shém Tóv, cuya grandeza era tan vasta y tan legendaria, que aun con todo lo que
conocemos de él, su iluminación oculta era mucho mayor. Esta parábola que sigue
ilustra la perfección del sistema espiritual, así como la importancia y el
poder de Shabbát como una herramienta que purifica nuestros pecados.
En uno de sus viajes, el Báäl Shém
Tóv y tres de sus estudiantes se desviaron hacia un bosque y se perdieron del
camino.
Finalmente, hacia el mediodía del
viernes, vieron una posada en la distancia. Se alegraron de que Di-s les
hubiera llevado a un lugar donde podrían descansar y pasar el Shabbát. Al
llegar a la posada, vieron un posadero con una expresión muy tosca en la
entrada. Cuando le preguntaron si podían quedarse para el Shabbát, él
respondió: “!No les quiero a ustedes ni a su Shabbát! Puedo ver quiénes son.
Siempre he odiado a las personas como ustedes, y también lo hizo mi padre y mi
abuelo. ¡Váyanse!”.
Puesto que no podían pasar más
tiempo en el camino, los estudiantes le rogaron al posadero que les dejara
quedarse para el Shabbát, incluso ofreciéndole bastante más de lo que el posadero
solía cobrar a sus clientes. Finalmente, accedió, aunque con algunas
condiciones.
Finalmente les permitió entrar. La
posada no era distinta de las otras que habían visto. Los muebles eran muy
antiguos, y no había otros huéspedes. Cuando llegó el anochecer, el posadero
tomó un trozo de tela negra y lo extendió sobre la mesa. No les dejó
experimentar nada de alegría en sus conexiones de Shabbát. Puso una vela en el
centro de la mesa y una gruesa rebanada de pan negro que cortó para él mismo, y
les dio a ellos sólo un pequeño trozo. Luego trajo un plato con lentejas, pasó
las cucharas y anunció que todo el mundo tenía que comer del mismo plato. Ni
siquiera les permitió cantar ninguna canción de Shabbát. En resumen, arruinó su
Shabbát.
Entonces, cuando Shabbát terminó, el
posadero les insultó hasta casi llegada la mañana.
Finalmente, después de quedarse con
todo su dinero, el posadero los despidió. Justo cuando estaban saliendo, una
bella mujer vino corriendo hacia ellos, gritando: “¡Rabino, Rabino! Por favor
quédense en mi casa unos días más y pasen un Shabbát apropiado con nosotros”.
El Báäl Shém Tóv estaba sorprendido.
“¿Cómo sabes que soy un rabino? ¿Y por qué iba a quedarme si me han arruinado
mi último Shabbát?”.
La mujer respondió: “Rabino, ¿no me
conoces? Fui una sirvienta en tu hogar, una huérfana sin madre ni padre. Tu
esposa lavaba mi cabeza cada viernes para sacar los piojos de mi pelo. Una vez
me dolió y grité, y no dejé que me volviera a poner las manos encima. Tu
esposa, en su frustración, me dio un cachete en mi mejilla, y tú, sentado justo
a mi lado, no dijiste una palabra. Incluso el Santísimo estaba muy molesto
porque no respetaste el verso de la Torá que dice: “KOL-ALMANÁ VEIATÓM LÓ TEÄNNÚN
- A ninguna viuda ni huérfano afligiréis”. Debido a esto, se decretó que perdieras
tu lugar en el Ölám Habbá (Mundo por Venir).
“Pero sucedió que me casé con un
hombre muy justo. Él y yo vimos el juicio que pendía sobre ti, e hirió nuestros
corazones. Rezamos a Di-s para que se te perdonara, y se decidió que se te
negaría una conexión sólo por un Shabbát. Puesto que Shabbát es como el Mundo
por Venir, al perder este Shabbát hiciste tu pago y recuperaste tu lugar en el
Mundo por Venir”.
En ese mismo momento, el Báäl Shém
Tóv vio que todo lo que la mujer decía era cierto, y la semana siguiente él y sus
estudiantes pasaron un Shabbát maravilloso con esta santa mujer y su marido, el
posadero.
Rav Áshlag explica que el “Ölám
Habbá/Mundo Venidero” se refiere en realidad a la Luz que una persona puede
recibir en el aquí y el ahora. Si queremos formar parte del Mundo Venidero,
tenemos una oportunidad cada semana de hacer esta conexión.
En la Parashá Ki Tissá, empezamos en
el punto más elevado de Luz -antes del pecado del Becerro de Oro (Jét HaËguel),
cuando la inmortalidad era una realidad. El mensaje para nosotros es que
tenemos que seguir avanzando en nuestro trabajo espiritual o nos caeremos.
Nuestro trabajo espiritual de conectar con la Luz no puede quedarse en un
nivel; necesita un movimiento continuo. Es como subir por una escalera mecánica
de bajada, si no seguimos subiendo, caeremos al nivel de más abajo.
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