ADÁR - LAS 12 ETAPAS
Las constelaciones son vasijas en
manos de El Creador. Por sí mismas carecen de significado; su tarea es
simplemente servir como guía.
Tal como está citado en el Midrásh
Tanjumá (Haazínu 1), las constelaciones reflejan las variadas situaciones y
fluctuaciones de la vida de los individuos, ascensos y caídas desde el momento
del nacimiento hasta el final. Cuando un niño nace todo es aún limpio y puro,
pero a medida que crece el test de la vida no esquiva a nadie. La pregunta es
siempre: ¿Qué camino elegir?
La rueda de las constelaciones
representa las variadas posibilidades de fracaso o éxito. Uno puede fracasar
pero al fracaso le sigue la corrección y la continuación de un proceso. En las palabras
del Midrásh:
El ciclo de los signos astrológicos
es como el ciclo de la vida del hombre:
Al principio, cuando nace, el hombre
es suave y delicado como el cordero (Talé/Aries).
Al crecer se vuelve poderoso como un
buey (Shór/Tauro).
Luego se asemeja a los
gemelos-viéndose a sí mismo como completo y perfecto (Teomím/Géminis).
Es ahí cuando su ietzér hará
(impulso negativo) se destaca.
Al principio es tan pequeño como un
cangrejo (Sartán/Cáncer), pero al dejarlo descuidado, se vuelve tan fuerte como
un león (Arié/Leo).
Si el hombre peca, su ietzér hará le
pone una máscara de inocencia, haciéndolo parecer tan puro como una doncella
(Betulá/Virgo).
Y si sigue transgrediendo, es
colocado en una balanza (Moznáim/Libra), y su suerte es así medida.
Si persiste en su rebelión, cae en
las profundidades de abajo, como en un hoyo, donde se encuentra el escorpión (Äkráv/Escorpio).
Sin embargo si cambia de parecer, se
arrepiente y regresa a Di-s, asciende del hoyo como una flecha, como la flecha
que se dispara del arco (Kashshat/Sagitario).
Es ahí cuando se transforma y
regresa a su previo estado de inocencia, volviéndose como un niño (Guedí/Capricornio)
- purificado por las aguas del que contiene las aguas (Delí/Acuario).
Finalmente su vida se convierte en
un ciclo completo cuando como el pez (Daguím/Piscis), se entrega al disfrute de
las aguas de la eternidad, con su alma en pleno reposo en el mundo de allá
arriba de donde provino.
El mes de Adár (Piscis) es el último
en el ciclo de los signos del Zodíaco. Dado que un círculo no tiene final, y
dado que la constelación final (Piscis) siempre nos lleva de regreso a la
primera (Aries), entonces el último mes en la rueda de las constelaciones
vislumbra el comienzo del ciclo siguiente. Adár completa el ciclo, y como tal,
ilustra el trabajo, el propósito -la estación final en el curso de la vida. La
constelación de los daguím es la última parada, el último mes del calendario
Hebreo, y, a nivel personal es el símbolo del propósito del hombre. En el Midrásh
Tanjumá el hombre es descrito como un pez que al final se deleita en las aguas
del Delí (Cántaro) y cuyo alimento está siempre accesible. Él come para siempre
del árbol de la vida y bebe de las aguas del afarsimón (perfume fragante) en
compañía de los justos.
Emerge del ocultamiento del mundo
material. Aunque ha tropezado a lo largo del camino y ha caído en las
profundidades como un escorpión, ahora ha encontrado el camino, ha retornado y
logrado la vida eterna.
El ciclo de los signos y los
planetas no es accidental. El signo de los peces es el último del ciclo, y esto
aparece así para mostrarnos que el ocultamiento no debe ser confundido por “no
existencia”, sino al contrario!
El signo de los daguím, y los días
de Púrim nos enseñan que no debemos confundirnos con el ocultamiento que aún
nos rodea, porque ese mismo ocultamiento esconde dentro la revelación que cada
uno de nosotros está buscando. Llegará el tiempo apropiado, cuando todo resulte
claro y evidente, y nosotros el pueblo de Israel: “será como si hubiésemos estado
soñando” (Tehil´lím/Salmo 126:1).
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