PARASHÁT VAIJÍ - (Bereshít/Génesis
47:28-50:26) - Salir de depresión (energía de vida)
“VAIÓMER HISHSHAVEÄ LÍ VAISHSHAVÁ
LÓ - Y [Jacob] dijo: Júramelo. Y [José]
se lo juró...” (Bereshít/Génesis 47:31a).
Como explica el Rambán (Rabbí Moshé
ben Najmán, también conocido como Najmánides, 1194-1270 e.c), una de las
razones por las que Iaäkóv hizo jurar a Ioséf que lo enterraría en Israel, en
la Cueva de Majpelá en Hebrón -la cueva donde Adám, Javvá, Avrahám, Sará,
Itzják, Rivká y Leá fueron enterrados, fue para que actuara con más diligencia.
Si Iaäkóv no hubiera forzado a Ioséf a jurarlo, quizás Ioséf no hubiera hecho
un esfuerzo adicional y no hubiera llegado a enterrar a su padre en Israel.
Aun así, sabemos que el amor de Ioséf
por su padre era algo que no se puede describir con palabras. Entonces, ¿qué
nos quiso enseñar Iaäkóv haciendo jurar a Ioséf? Sabemos que Ioséf estaba en peligro
durante el funeral de Iaäkóv. Sin el juramento, el miedo de Ioséf podría
haberle hecho sentir que era imposible enfrentarse a todos los problemas
relacionados con llevar a su padre a la Cueva de Majpelá. Cuando Iaäkóv le hizo
jurar, Ioséf recibió una nueva fortaleza, sabiendo que tenía el poder para
superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Si nos decimos a nosotros mismos que
parece imposible restringir nuestros deseos, debemos darnos cuenta de lo mucho
que le debemos al Creador. Di-s nos da aire para respirar, alimento para comer
y una casa en la que vivir. Y más allá de lo que queremos recibir del Creador,
el Creador quiere darnos Luz. Como dice el Talmúd: “El deseo de la vaca de
alimentar a su ternero es mayor que el deseo del carnero por alimentarse”.
Debemos recordar que no hay límites
a cuánta Luz podemos recibir si tenemos el deseo. Por lo tanto, nada es imposible.
Como dicen los kabbalístas: “No existe tal cosa como el no puedo; sólo el no lo
haré”.
“HAELO-HÍM HAROË OTÍ MEÖDÍ ÄD-HAIÓM HAZZÉ - El Di-s que ha sido mi pastor toda mi
vida hasta este día...” (Bereshít/Génesis 48:15).
En los escritos del Anciano de Kelm,
se dice: “Nunca oí decir a una persona de clase media o rica: 'Bendigo a Di-s
porque tuve algo que comer este año y porque no estuve enferma! Pero a veces, una
persona justa bendecirá a Di-s diciendo que todo está bien, aunque la situación
no sea buena”. “Di-s es mi pastor” significa “Di-s me sustenta”.
Constantemente pensamos y sentimos
que nos merecemos cosas buenas, y nos preguntamos por qué no las tenemos. Pero
en la Guemará está escrito: “Una persona puede ser pobre sólo en su conciencia”.
Una persona pobre es alguien que siente algún tipo de carencia o vacío, aunque
tenga todas las cosas materiales que necesita. La verdad es que realmente no
merecemos nada. El mundo no nos pertenece; sólo somos Kelím/Vasijas para
recibir y revelar la Luz del Creador. Lo que obtenemos no es el resultado de
nuestro propio trabajo, sino que lo obtenemos a través de la misericordia y la
justicia de Di-s. Esta es una lección muy importante. Todo aquel que siente que
merece algo, al final no tendrá nada.
Pero todo aquel que cree que no
merece nada, al final recibirá.
“VAISHLÁJ ISRAEL ET-IEMINÓ VAIÁSHET ÄL-RÓSH EFRÁIM VEHÚ
HATZTZAÏR… SIKKÉL ET-IADÁV - Pero Israel extendió su derecha y
la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor... cruzando a propósito sus
manos...” (Bereshít/Génesis 48:14).
Una persona que estudia la Torá se
conecta con el Libro Sagrado. Todo lo que hace, lo hace con la Luz. Sus manos
se vuelven como las manos del Creador. Di-s entra en todas y cada una de las
partes de su cuerpo, para que sus manos sepan automáticamente cómo hacer la
voluntad de Di-s. Iaäkóv Avínu, Jacob nuestro Patriarca, era un ejemplo puro de
esto: él era literalmente parte del Creador. Debemos alcanzar el nivel en el
que cada parte de nosotros, incluido nuestro cuerpo físico, sea un canal de la
Luz, de forma que podamos activar la parte Divina de Arriba en cada átomo de
nuestro cuerpo.
Hay una historia de un hombre justo
que quería ver el Jardín de Edén. Él tuvo un sueño en el cual se le mostraba el
camino al Jardín. Después de seguir las indicaciones, esperaba ver bellos
lagos, cascadas, árboles y todos los demás atributos de un paraíso. De repente,
se encontró con dos personas sentadas en una mesa rota comiendo pan duro y
bebiendo agua de copas rotas. Estaban estudiando la Torá. “¿Dónde está el
Jardín de Edén?”, les preguntó. Ellos le respondieron que el Jardín de Edén no
es un lugar al que vas o al que puedes entrar. El Jardín de Edén forma parte de
ti.
La espiritualidad no es algo que “hacemos”
o a “donde vamos” unas horas al día. Es algo que pasa a formar parte de
nosotros. Está siempre en nuestro interior, allí donde estemos.
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