PARASHÁT VAIGGÁSH -
(Bereshít/Génesis 44:18-47:27) - Conflictos en relaciones (pareja, socio,
otros)
“VAIÓMER IOSÉF EL-EJÁV: ANÍ
IOSÉF AJIJÉM - Y dijo José a sus
hermanos: “Yo soy José vuestro hermano” (Bereshít/Génesis 45:4).
En esta historia bíblica, Ioséf/José
se revela finalmente ante sus hermanos. Cuando los hermanos de Ioséf llegaron a
Egipto para comprar comida, él los trató fríamente desde el principio. Eso hizo
que surgieran preguntas en sus mentes acerca de por qué ocurría todo aquello.
Se culpaban los unos a los otros y luchaban por comprender que les estaban
haciendo y por qué. Pero todo esto acabó cuando escucharon las palabras: “Yo
soy José vuestro hermano”. En aquel momento, todas sus preguntas encontraron
respuesta. Dejaron de culparse los unos a los otros y dejaron de dudar de su
conexión con el Creador.
Rashi dijo que todos estaban
aterrorizados por igual, debido a la vergüenza que sentían. En la presencia de
la persona a quien habían ofendido y que ahora tenía tanto poder sobre sus
vidas, se sentían llenos de miedo. La mayoría de nosotros culpamos a otras
personas de lo que sucede en nuestras vidas. Antes de llegar a darnos cuenta de
que el Creador está presente en cada momento de nuestros días, debemos primero dejar
de culpar y de enfadarnos con los demás; sólo entonces podremos ver el panorama
general. Mientras que lo que sucede ahora es el panorama incompleto, el
panorama general es como la comprensión total que se dio en los hermanos cuando
escucharon: “Yo soy vuestro hermano Ioséf”. En nuestra propia vida, esta comprensión
llega cuando escuchamos: “Yo soy Di-s; soy Quien hizo esto por ti”. Cuando nos
esforzamos por recordarnos que todo-tanto lo bueno como lo malo- viene del
Creador, somos bendecidos con inspiración y orientación Divina.
“KOL-HANNÉFESH HABBAÁ LEIAÄKÓV MITZRÁIMA - Todas las almas que
vinieron con Jacob a Egipto...” (Bereshít/Génesis 46:26).
Cuando Iaäkóv, sus hijos y sus
familias se fueron a Egipto, está escrito: “Todas las almas (personas) que
vinieron con Iaäkov a Egipto, descendientes directos suyos, eran en total
setenta almas”. La palabra “almas” en la frase “todas las almas” está escrita
en su forma singular en hebreo, y describe a todas las personas y las cosas que
estaban en la casa de Iaäkóv, aunque “almas” debería estar escrito en su forma
plural. Entonces, ¿por qué en una sección previa que describe la familia de Ësáv
está escrita en su forma plural: “Y Esaú tomó sus esposas, sus hijos y sus
hijas, y todas las almas (nafshót) de su casa...”? (Bereshít/Génesis 36:6).
La respuesta a esta pregunta es que
los justos pueden estar físicamente separados y vivir en muchos lugares
distintos del mundo, pero siempre están conectados entre ellos como si fueran
uno. Cuando decimos en nuestras oraciones: “Una sola alma unida”, en realidad
todos estamos juntos desde cualquier parte del mundo.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”
es casi imposible de conseguir si pensamos que “tú eres tú y yo soy yo”. Sólo
mediante una conciencia de unidad podemos amar a nuestro prójimo tanto como a
nosotros mismos. Si alguien está sufriendo o atravesando tiempos difíciles,
tenemos que ayudar; no porque somos “buenas personas”, sino porque sentimos el
dolor como nuestro propio. Si sientes dolor en tu mano derecha, tu mano izquierda
no dice: “Bueno, ese no es mi problema”. Cuando Iaäkóv y su familia se fueron
“unidos”, fue porque Iaäkóv sabía que esta era la única forma de que pudieran
abandonar Egipto. En cada generación tenemos nuestro propio “Mitzráin/Egipto”,
nuestro lugar de exilio espiritual, y sólo a través de la unión seremos capaces
de abandonar este exilio y hacer nuestro trabajo espiritual.
LOS REGALOS DE BINIAMÍN
Está escrito que Ioséf dio más a
Biniamín que al resto de sus hermanos; no un poco más, sino cinco veces más (Bereshít/Génesis
45:22). ¿Por qué actuó Ioséf de una forma que podía despertar celos entre los
hermanos, especialmente porque fueron los celos los que llevaron a los hermanos
de Ioséf a venderlo en primer lugar?
Para entender esto, debemos saber
primero que todas las acciones de nuestros Patriarcas no fueron sólo para ellos
mismos o para su propia época, sino para todo el mundo y para todas las
generaciones. Si Ioséf no le hubiera dado a Biniamín las vestimentas que le dio,
Mordejái no habría tenido la fortaleza para luchar contra el malvado Hamán.
Sólo gracias al mérito de la fortaleza de Ioséf como líder de Egipto, Mordejái fue
capaz de derrotar a Hamán. Ioséf era consciente de los efectos a largo plazo de
sus acciones.
El Arí escribió:
Puesto que Iaäkóv se inclinó ante
Ësáv y le hizo su amo mediante su reverencia, dañó a Nétzaj fuertemente, hasta
que Biniamín (en español “hijo de la derecha”) apareció, quien todavía no había
nacido cuando Iaäkóv se inclinó ante Ësáv. Así pues, Mordejái, que no quería
inclinarse ante Hamán, que es Ësáv/Esaú, descendió de Biniamín.
(Kitvé HaArí - Las escrituras del
Ari - Shemuel Áléf/ 1º Samuel 9)
De esto debemos aprender que todas
las acciones de todas las generaciones previas han preparado nuestro camino.
Todo está preparado. Di-s no nos pide que venzamos a Satán, nuestro Oponente,
por cuenta propia. No estamos en el nivel de Rabbí Shimön o de Rav Itzják Luria
(el Arí). Y no necesitamos estarlo, porque ellos lo han preparado todo para
nosotros, como en el Zóhar o en Los Escritos del Arí. Disponemos de la ayuda de
estos libros de Luz y sabiduría.
“MEÄT VERAÏM HAIÚ IEMÉ SHENÉ
JAIÁI - Pocos y malos han sido los días
de los años de mi vida” (Bereshít/Génesis 47:9).
Un comentario nos dice que cuando
Iaäkov dijo: “Meät veraïm - pocos y malos”, Di-s le dijo: “Te salve de Ësáv; te
devolví a Diná y a Ioséf. ¿Por qué te estás quejando?” Debido a esta queja, se
le restaron 33 años a la vida de Iaäkóv.
No estamos juzgando a Iaäkóv, pero
de todo esto podemos aprender una hermosa lección. A causa de sus quejas, Iaäkóv
parecía mucho mayor y murió mucho más pronto de lo previsto. Si Iaäkóv, en su nivel
de conciencia, hubiera aceptado con amor todo lo que le ocurrió, su apariencia
física se habría transformado en la de alguien más joven y feliz. Su pelo no
habría sido blanco, y hubiera parecido más joven para su edad. Las personas
envejecen porque no aprecian lo que la Luz hace por ellas. Cuando se sienten
bien, toman las cosas por garantizadas. Pero cuando atraviesan tiempos
difíciles, claman al Creador: “¿Qué me estás haciendo?”.
Sin embargo, no es suficiente con
apreciar o conocer la Luz. La Luz tiene que formar parte de nosotros. Nuestra
conexión con la Luz tiene que ser con cada músculo, cada nervio, cada pelo de
nuestro cuerpo, hasta que no quede espacio para el dolor, el sufrimiento, la
vejez e incluso la muerte.
Vaiggásh significa “acercarse”,
aproximarse a la Luz del Creador. Hay ciertas cosas que podemos hacer y que nos
ayudan a acercarnos a la Luz, mientras que otras cosas hacen que nos
distanciemos de ella. Compartir nos acerca, por ejemplo, mientras que la duda y
el enojo nos distancian. Esta lectura nos da el poder para acercarnos a la Luz
del Creador.
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