PARASHÁ VAIETZÉ: RAJÉL Y LEÁ
Iaäkóv amaba a Rajél, pero el
Creador le concedió a Leá el mérito de casarse primero con Iaäkóv, y después
Leá concibió hijos cuando Rajél no pudo. Al leer esta simple historia, uno
puede preguntarse qué tipo de Creador puede traer tanto caos a una familia.
Aun en la muerte, Rajél fue separada
de Iaäkóv. Leá está enterrada con Iaäkóv, mientras que Rajél, que murió
mientras daba a luz a Biniamín, está enterrada sola en el camino hacia Bet-Léjem/Belén.
El Zóhar explica lo siguiente:
Puesto que Leá fue y lloró en la
carretera por Iaäkóv, ella obtuvo el mérito de ser enterrada con él. Rajél, que
no quiso salir para rezar por él, fue enterrada entonces junto a la carretera.
El secreto de este asunto es que uno está revelado y el otro no está revelado.
(Zóhar, Vaiejí 29:273)
Pero hay una razón para todo lo que
sucede. Cómo vemos las cosas no es siempre como realmente son. Las vidas de
Iaäkóv, Rajél y Leá no eran como las vidas de otras personas. Todos ellos son Merkavót/Carrozas,
almas elevadas y espirituales que como seres humanos liberan y manifiestan
ciertas fuerzas cósmicas. Al hacerlo, ellos revelan la forma en que funciona la
estructura energética del universo, y esto juega un papel clave en el destino
de la humanidad. Todo lo que Iaäkóv, Rajél y Leá experimentaron afecta todavía
a todas y cada una de las personas que han existido o que existirán en el
mundo.
“Rajél” es un código para nuestra
manera de pensar, y “Leá” es un código para la forma en que debemos ver nuestra
vida. Rajél representa a Maljút, el mundo físico, o manifestación; Leá
representa a Biná, el mundo espiritual o potencial.
Bó uRé/Ven y ve: esto es ciertamente
así. Todo lo que pertenece al Mundo Superior, Leá, está oculto, y todo lo que
pertenece al Mundo Inferior está revelado. Por lo tanto, Leá fue ocultada y
enterrada en Meárát HamMajpelá (la Cueva de Majpela) en Jevrón/Hebrón, y Rajél
fue enterrada junto a la carretera abierta. Una está oculta, la otra está
abierta. Por lo tanto, el mundo superior destaca en secretismo.
(Zóhar, Vaietzé 24:243)
El problema es que amamos a Rajél, y
deseamos profundamente que todo le vaya bien. Sin embargo, Leá representa la
vida real que ni siquiera somos conscientes de que queremos. Debemos aprender a
vivir la vida de Leá, que es el nivel de Biná, como si fuera la vida de Rajél,
que es Maljút. Debemos amar a Leá como si fuera Rajél, y amar lo espiritual
como si fuera lo físico. Si somos capaces de transformar nuestros anhelos
físicos en anhelos espirituales, cada uno de nuestros deseos y acciones nos
llevará más cerca de Di-s. Hay un dicho que debemos aprender: a amar al que
regala y no a lo regalado; por ejemplo, si deseamos bellas flores, debemos
aprender a desear al Creador en lugar de las flores. De esa forma, trascendemos
el mundo físico y amamos cada vez más lo espiritual como si fuera lo físico; o
a Leá como si fuera Rajél.
La cuestión reside en a qué le damos
más valor. ¿A cuántas personas en el mundo les importa realmente que no haya
Templo? ¿Quién llora por su destrucción? Sin embargo, si perdemos dinero en una
transacción de negocios lloramos amargamente por la pérdida. Amamos tanto a
Rajél - nuestra vida física aquí en el mundo que experimentamos muy poco
crecimiento espiritual. Sólo cuando aprendamos a amar a Leá tanto como amamos a
Rajél seremos capaces de revelar la Luz del Creador en este mundo.
VAIETZÉ significa “Y salió de”. El
mensaje para la humanidad es que sólo cuando “salimos” de nosotros mismos,
cuando abandonamos nuestra zona de confort y nos elevamos por encima de nuestra
naturaleza y nuestros deseos egoístas, iniciamos nuestro verdadero viaje
espiritual. En esta historia, Iaäkóv tuvo que “salir” para embarcarse en su
camino hacia convertirse en “Israel”: el conducto de energía para la nación de
Israel.
Al conectar con esta lectura
particular, podemos adquirir el poder para dejar atrás nuestra naturaleza imperfecta
con el fin de hacer un cambio dramático en nuestra vida y crear un nuevo
destino.
Comentarios
Publicar un comentario