TAMMÚZ: ANTICIPAR LOS OJOS A LA BOCA
Una de las bases principales del
pensamiento místico y filosófico de la Sabiduría de Israel sostiene que el
mundo fue creado a partir de las 22 letras del alefato (alfabeto) hebreo.
Primero existieron las letras a modo de unidades energéticas, y a partir de
estas devino posteriormente el mundo físico y material.
Al estudiar la energía de las letras
y su poder de creación, encontramos que por medio de la palabra divina o, más
precisamente, por medio de las Diez Locuciones o Dichos Iniciales, el mundo
alcanzó su modo físico. El Creador dijo que haya luz y fue la luz; el Creador
dijo que las aguas se dividan y la tierra seca apareció. Diez locuciones, diez
dichos, diez mandatos divinos de Creación.
Para lograr alcanzar la esencia
particular del mes de Tammúz, los sabios enseñan que resulta indispensable
aproximarnos a dos letras del alfabeto hebreo: la letra Äin y la letra Pe.
El significado del nombre de la
letra Äin es ojo, y el significado del nombre de la letra Pé es boca. ¿Mera
coincidencia?
LAS LETRAS Y EL PUNTO MÁXIMO DE
CAÍDA
Si bien la energía negativa de
desviación comienza a influir en el mundo a partir del mes de Tammúz, su punto
máximo es alcanzado el mes siguiente, el mes de Áv. Como uno de tantos
ejemplos, diremos que los dos templos de Jerusalén fueron destruidos el 9 del
mes de Áv. También los espías que recorrieron la Tierra de Israel durante todo
el mes de Tammúz, regresaron junto a Moshé el 9 del mes de Áv.
La caída energética que comienza en
el mes de tammúz se completa en el mes de áv.
Los sabios indican que precisamente
en este día -el 9 de áv-, en el punto de máxima caída, en el fondo energético
del calendario, debemos dedicarnos a la lectura del libro bíblico de Meguil´lát
Ejá/Lamentaciones. Si lo leemos con detenimiento notaremos que todos sus
capítulos, a excepción del último, están ordenados respetando el orden del
alefato hebreo. Más a partir del segundo capítulo encontramos una modificación
en el orden del mismo: la letra Pé aparece escrita antes que la letra Äin.
Los sabios del Talmúd (Tratado de
Sanedrín), atentos y sensibles a todo cambio o modificación, indican que en
realidad tal inversión en el orden de las letras Pé y Äin no es casual, sino
que, por el contrario, encierra un mensaje muy profundo, y lo ejemplifican
precisamente citando el caso de los espías enviados por Moshé: ellos dijeron
con sus bocas -pé- lo que sus ojos -äin- no vieron.
En pocas palabras, la raíz del
exilio, la caída, y la destrucción está simbolizada por la modificación del orden
correcto entre las letras Pé y Äin, lo cual indica la posibilidad humana de
hablar lo que nuestros ojos no vieron.
Qué sugerente y significativo
resulta entonces reflexionar acerca de la enseñanza de los sabios que indica
que precisamente entre estas dos fechas históricas -el 17 de Tammúz y el 9 de Áv-
existen veintidós días, el mismo número que conforma el alefato hebreo.
ANTICIPAR LOS OJOS A LA BOCA
Aprendimos que la caída más dañina
comienza en el momento en el que la persona modifica el orden de sus ojos y su
boca. En lugar de hablar lo que ve, primero habla, y después observa. Y lo más
grave de esto es que al final los ojos terminan “viendo” lo que su boca dijo.
La Torá nos relata que cuando el
pueblo de Israel, tras cruzar el desierto, se aprestaba a entrar a la Tierra
Prometida, el rey de Moáv, Balák, sobremanera se asustó y decidió tramar un
plan para evitar que Israel llegara a su tierra. Entonces, mandó llamar al
máximo “profeta” de aquellos días, Biläm, para que observara a Israel desde
lejos y lo maldijera.
Y si bien al fin y al cabo el plan
de estos dos malvados fracasó y las maldiciones fueron trocadas en bendiciones,
El Talmúd se interesa por un punto particular de esta historia: cómo el malvado
Biläm podía lograr maldecir en un solo instante? Y la respuesta de los sabios
es que el mínimo tiempo de un instante le era suficiente para pronunciar el
termino hebreo “kalem” : que sean exterminados!.
Para entender esta maldición diremos
que Maimónides escribe que la palabra rey
מלך mélej,
está compuesta por tres letras: Mem, Lamed, y Jaf, y que este orden no es
casual.
La primera letra, la Mem, marca el
nivel de móaj, del cerebro y la mente de la persona, que es la que debe
conducir al individuo; la segunda letra, Lamed, es la que refiere al nivel de
lév, el corazón, el cual debe seguir a la mente, y por último, la letra Jaf
marca el nivel de kavéd, del hígado, el cual es asociado con la sangre y domina
el aspecto físico y corporal de la persona. En resumen: rey, mélej, es quien
anticipa la mente a sus sentimientos, y estos a su cuerpo.
La maldición kalém, la cual
pretendía dañar al pueblo de Israel, reúne las mismas letras que rey, mélej,
aunque en el orden inverso. ¡Pobre de la persona cuyo cuerpo determina el
camino, el sentimiento los sigue, y solo después permite a su mente tomar parte
en la decisión! ¿Puede acaso imaginarse una persona mayor maldición que esta?
Cuando la boca habla sin que los
ojos hayan revisado los hechos, la persona funciona de modo inverso, y esto
garantiza su futura derrota.
Y si alguna vez, precipitadamente
anticipamos la boca a los ojos, y creamos una realidad propia, basada en
nuestras fantasías, como el idólatra, debemos al menos estar dispuestos a
rectificar nuestras ideas cuando la realidad nos demuestra lo contrario. Cuántas
veces por orgullo nos aferramos a conceptos o ideas que expresamos y no estamos
dispuestos a modificarlos en ningún caso. Cuántas veces clamamos a los cielos
porque sentimos que en nuestro mundo la presencia divina aparenta estar ausente.
Mas es completamente cierto: Di-s habita en el mundo creado por Él y no en el
que nosotros inventamos o imaginamos.
Aprovechemos la energía de Tammúz
para reordenar nuestra estructura interna, para dar prioridad a nuestros ojos y
para que las palabras que salgan de nuestra boca sean fieles a un sistema que
nos permita ser reyes...de nuestra persona y nuestra vida.
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