LA LETRA ח JET

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LA LETRA ח JET   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra ח ‘Jet’ es la letra de חיים ‘Jaiim’ (“vida”), de la raíz ‘Jaiiá’, cuya letra más importante es ח ‘Jet’. En Jasidut hay 2 niveles de vida: “vida esencial” y “vida que vitaliza”. HaShem en sí mismo, como si fuera, está en el estado de “Vida Esencial”. Su poder creativo, que permea continuamente toda la realidad es “vida que vitaliza”. También en el alma del ‘Ben Israel’ (Hijo de Israel): la esencia de su raíz, por ser una con HaShem, posee el estado de “vida esencial”. Por el otro lado, el reflejo de la luz del alma que brilla abajo para dar vida al cuerpo, se experimenta físicamente a nivel de “vida que vitaliza”. Este segundo nivel, que es la vida como la conocemos en general, se manifiesta como una pulsación, el secreto de ‘Ratz vaShuv’ (“correr y retornar”).   De acuerdo con el Arí (Rabbí Itzjak Luria), la letra ח ‘Jet’ está construida combinando las 2 letras previas, ו ‘Vav’ y ז ‘Záin’, con una fina lín

KABBALÁH Y SEXUALIDAD SAGRADA - Parte 1


KABBALÁH Y SEXUALIDAD SAGRADA - Parte 1

El impulso sexual en el ser humano es más que un simple acto de procreación para la preservación de la raza humana. Asimismo, el placer sexual no es un «inteligente» incentivo creado en la evolución natural para invitar a los hombres a unirse.

La vida animal en este planeta se une sexualmente para procrear pero sólo el hombre lo hace a voluntad. Todos los animales primitivos, incluidos los monos, tienen épocas de celo, o períodos en que la hembra de cada especie es sensible a las insinuaciones sexuales del macho. Si la hembra no se encuentra en su ciclo estral, es decir, biológicamente preparada para ser fecundada, entonces, ni el macho, ni ella sentirán interés por el acoplamiento. La mujer sin embargo, aun siendo más receptiva sexualmente durante su ciclo fecundo, sigue sensible a los encuentros sexuales fuera de su ciclo estral, cuando no puede ser fecundada.

El hombre, a su vez, muestra interés por el sexo, esté o no la mujer en su ciclo fecundo.

El placer sexual, también es un rasgo permanente de la vida humana, pueda o no el individuo producir descendencia.

Los biólogos se muestran desconcertados ante esta capacidad humana de disfrutar de una actividad sexual independientemente de las ventajas naturales tales como la procreación. En efecto, todo lo que la naturaleza hace tiene una razón de existir.

El canto de los pájaros, tan agradable al oído, es en realidad una señal de advertencia a los demás, para que no penetren en el territorio del que canta.

Los colores brillantes, y la fragancia de las flores, están destinados a atraer a los pájaros y los insectos responsables de su polinización. Existe un motivo para que el elefante tenga defensas (“colmillos”), y el león una melena, para que la hierba sea verde, y los océanos tengan mareas. Pero no hay motivo alguno, al menos aparente, para que, de todas las criaturas de este planeta, el hombre se acople a voluntad; por lo menos no hay ninguna razón evolutiva para ello.

Todas las criaturas, hasta las especies más primitivas, muestran una tendencia a acariciar o mimar su pareja eventual. Peces, pájaros, insectos y mamíferos se entregan a menudo a unos rituales amorosos muy complejos antes del acoplamiento. Algunas especies de monos se acicalan mutuamente con afecto, antes y después del acoplamiento. Este impulso primordial que algunos biólogos después explican como una preparación necesaria al acto sexual, se convierte en el ser humano en el sentimiento arrollador que llamamos amor. Está presente en las formas primitivas de vida como un débil soplo de divinidad que se expresa en toda la creación a través de la unión de la hembra y del macho de cada especie.

Como el hombre fue creado a la imagen de Di-s, el impulso sexual en el ser humano es más que un simple impulso de procreación. Es un atributo divino que muestra el vínculo con la Divinidad.

Como es sabido, para los kabbalístas, Di-s es a la vez masculino y femenino. La unión entre las manifestaciones masculina y femenina dio paso a la creación del universo. Pero aunque existen dos aspectos de Di-s, la unidad entre ellos es tan eterna que el kabbalísta sigue refiriéndose a Ellos como uno. Por eso es porque el Shemá recalca:

Escucha, Oh Israel, el Señor nuestro Di-s, el Señor es Uno.

La caída de Adán provocó el exilio del aspecto femenino de Di-s, la Shejiná, lejos de su novio Divino. El lugar de su exilio es nuestro mundo material y nos incumbe a nosotros con nuestras buenas acciones, acelerar su retorno hacia Su Señor. Una vez por semana, durante el tiempo del Shabbát, tiene lugar una nueva unión entre la Shejiná y Su Novio. Este matrimonio sagrado, o conjunción, se consuma todos los viernes en jatzót (media noche). Por esta razón muchos judíos devotos y kabbalístas practicantes celebran el acto marital en ese momento, pensando que su unión está bendecida por la Shejiná que se regocija en su propia unión con su Señor. Este hierosgamos o Zivvugá kaddishá, como lo llama el Zóhar, se consuma en la unión entre Tiféret (el Novio Sagrado) y Maljút (la Shejiná). Tiféret es la esfera que representa el aspecto masculino de Di-s porque se encuentra inmediatamente debajo de Kéter en el Pilar del Medio y es el recipiente de las fuerzas de las cinco primeras sefirót. Tiféret también se llama Zéër Anpín, el Semblante o Rostro Menor, y Mélej, el rey. Es la fuerza equilibradora suprema del Árbol de la Vida y sus energías se extienden a las otras esferas del Árbol. Es la única esfera que tiene senderos que la conectan a todas las demás sefirót, excepto Maljút, el símbolo del mundo material y la encarnación de la Shejiná.

La energía que fluye de Tiféret está separada de Maljút por la novena sefira, Iesód, que intercepta el fluido divino (Shéfa), privando Maljút de sus rayos proporcionadores de vida. Esto causa un eclipse de la luz de Tiféret que deja Maljút en la oscuridad y la confusión. Esto es por lo que Tiféret está asociado astrológicamente con el Sol, Iesód con la Luna y Maljút con la Tierra. En cuanto la Luna se sitúa entre el Sol y la Tierra tiene lugar un eclipse solar. En el Árbol de la Vida y por consiguiente a la vez en el mundo y en el universo, la luz de Tiféret que representa la energía del aspecto masculino de Di-s, está siempre en eclipse. Esto es por lo que Maljút, la Shejiná, está en el exilio, y nuestro mundo está sumido en la confusión.

Iesód, la sefirá intercesora, es la esfera de la mente y del Mundo Astral. Es sobre Iesód que el kabalísta trabaja para hacer cambios en el mundo material. Pero la luz de Iesód no es una luz pura. Su luz la refleja Tiféret y la temperan las fuerzas de Nétzaj y Hód. Nétzaj es conocida como la Firmeza, pero si su virtud es la generosidad, su vicio es la lujuria.

Sus cualidades flotan entre la ilusión y la realidad. Hód, por otro lado, tiene como virtud la verdad y como vició la falta de honradez. Simboliza la prudencia pero también el pensamiento; la ligereza pero también la debilidad. Las fuerzas combinadas de Nétzaj y Hód, no tan puras y fuertes como las de Tiféret, ven su luz reducida al pasar por Iesód.

Las correspondencias de Nétzaj son el lomo, las caderas y las piernas. Las correspondencias de Hód son los órganos sexuales. Nétzaj y Hód son por lo tanto las semillas, las primicias el instinto impulsor que une Tiféret a Maljút, pero por sus cualidades sexuales, la unión dista de ser perfecta ya que la facilita Iesód, el receptáculo de los elementos de Hód y de Nétzaj, y por lo tanto, la luz resultante no es pura luz cósmica de Tiféret. Por consiguiente la luz que recibe la Shejiná no alcanzará una unión total con Su Divino Esposo sino en la Edad Mesiánica, cuando todas las chispas de luz prisioneras de las klippót se liberen por fin, y la verdadera y perfecta luz de Di-s ilumine con igual poder las diez sefirót. Mientras tanto, ella se une a Él durante el Shabbát.


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