EL ARÍ: FUENTES - Parte 2
El padre del Arí, Shelomó Ashkenazí,
murió cuando éste era un niño. Debido a la pobreza, el Arí se fue a Egipto con
su madre, donde vivió con su tío rico, Mordejái Francés. Su brillantez continuó
deslumbrando en dialéctica (pilpúl) y lógica.
Cuando tenía quince años, su
experiencia en el Talmúd había abrumado a todos los sabios de Egipto. En este
momento se casó con la hija de su tío.
Después de casarse, pasó siete años
meditando (hitboded) con su maestro, el Rabbí Betzalél Ashkenazí. Luego meditó
en solitario durante seis años.
Luego agregó a esto, meditando y
alcanzando niveles más altos de santidad. Esto lo hizo durante dos años seguidos,
en una casa cerca del Nilo. Allí se quedaría solo, completamente aislado, sin
hablar con ningún ser humano.
El único momento en que volvería a casa
era en la víspera del Shabbát, justo antes de que oscureciese. Pero incluso en
casa, no le hablaba a nadie, ni siquiera a su esposa. Cuando era absolutamente
necesario que dijera algo, lo decía con el menor número posible de palabras, y
luego, solo hablaba en la lengua sagrada (en hebreo).
Él progresó de esta manera y fue
digno del Rúaj HaKódesh (Espíritu Santo). A veces se le aparecía Eliáhu
Hanaví/Elías el profeta y le enseñaba los misterios de la Torá.
También fue digno de que su alma
ascendiera cada noche, y miríada de ángeles le saludaban para salvaguardar su
camino, llevándolo a las ieshivót (academias) celestiales. Estos malajím
(ángeles) le preguntaban qué ieshivá quería visitar. Algunas veces era la de
Rabbí Shimön bar Iojái, y otras veces visitaba las academias del rabino Äkivá o
el rabino Eliezér el grande. En ocasiones también visitaba las academias de los
antiguos Neviím/Profetas.
Cuando Rabbí Jaím Vital comenzó a
aprender con el Arí, no podía comprender ninguna de sus enseñanzas, y olvidaba
todo lo que aprendía. Entonces, un día, los dos tomaron un bote pequeño para ir
a Tiberíades. Cuando pasaron los pilares de una antigua sinagoga, el Arí tomó
una taza de agua del mar y se la dio a Rabbí Jaím para que bebiera. Él dijo: “Ahora
que has bebido esta agua, comprenderás esta sabiduría, ya que el agua es del
pozo de Miriám”. A partir de entonces, Rabbí Jaím Vital pudo comprender las
enseñanzas del Arí.
En cada generación, ha habidos individuos
excepcionales dignos del Ruáj HaKódesh. Eliáhu se reveló a estos individuos y
les enseñó los misterios de esta Sabiduría (Kabbaláh). Esto se encuentra en
muchos lugares en los libros de los cabalistas.
En su discusión del Birkát Kohaním/Bendición
Sacerdotal, [Rabbí Menajém] Recanti (1228-1290 E.C) escribe: “Eliáhu se había
revelado a sí mismo al Rabbí [David], jefe de la Corte Rabínica, y le había
enseñado la sabiduría de la Cábala. Le enseñó esto a su hijo, el Raavád (Rabbí
Avrahám ben David de Posquiéres: 1120-1198 E.C), que también experimentó una
revelación de Eliáhu. La tradición pasó a su hijo, Rabbí Isaac el Ciego, que
estaba ciego de nacimiento, y a él, Elías también se reveló a sí mismo. Dio la
tradición a sus dos discípulos, el primero fue el rabino Ëzrá, que escribió un
comentario sobre el Shír HaShirím/Cantar de los Cantares, y el segundo fue el
rabino Äzriel. Ellos se la entregaron al Rambán (Rabbí Moshé ben Najmán - Najmánides
de Gerona (España)”.
En su comentario sobre el Código de
Maimónides, el propio Raavád escribe: “El Rúaj HaKódesh ha sido revelado en
nuestra Academia por muchos años…” En otra parte él también escribe: “Esto me fue
revelado, como un misterio de Di-s para los que le temen”.
Pero también debo cantar la
alabanza, porque en cada generación el amor de Di-s está con nosotros... En
esta generación también, Di-s del primero y el último no retuvo a tal líder… Él
nos envió un ángel… el gran rabino y piadoso, mi profesor y maestro, nuestro
mentor, el rabino Isaac Luria Ashkenazí, de bendita memoria.
El Arí estaba lleno de Torá. Era
completamente experto en el Tanáj, la Mishná, el Talmúd, Pilpúl, Midrásh, Agadáh,
Maäséh Bereshít y Maäséh Merkavá (En la Obra de la Creación y de la Carroza).
Era experto en la conversación de los árboles y de los pájaros y en la lengua
de los ángeles.
Podía leer los rostros de la manera
señalada en el Zóhar. Podía discernir todo lo que cualquier individuo había
hecho y podía ver lo que harían en el futuro. Podía leer los pensamientos de
las personas, a menudo incluso antes de que el pensamiento entrara en la mente
del individuo. Conocía los eventos futuros y estaba al tanto de todo lo que
sucedía aquí en la tierra y de lo que se decretaba en el cielo.
Él conocía los misterios de la
reencarnación, quién había nacido ya alguna vez, y quién estaba aquí por
primera vez. Podía mirar a una persona y decirle cómo estaba conectado con el Adám
Kadmón (Hombre Supremo), y cómo estaba relacionado con el Adán HaRishón (Primer
Hombre). Podía leer cosas maravillosas a la luz de una vela o en la llama de un
fuego.
Con sus ojos miraba y podía ver las
almas de los justos, ya fueran aquellos que habían muerto recientemente, o
aquellos que habían vivido en la antigüedad. Con ellos estudiaba los verdaderos
misterios.
Por el olor de una persona, él era
capaz de saber todo lo que había hecho, una habilidad que el Zóhar le atribuye
al Niño Santo (Metatrón).
Era como si todos estos misterios
estuvieran en su regazo, dispuestos para ser usados cuando lo deseara. Él no
tenía que meditar (hitbodet) para acceder a ellos.
Todo esto lo vimos con nuestros
propios ojos. Estas no son cosas que hemos escuchado de otros. Eran cosas
maravillosas, que no se habían visto en la tierra desde los tiempos de Rabbí
Shimön bar Iojái.
Todo le vino automáticamente como
resultado de su piedad y ascetismo, después de muchos años de estudio tanto de
los textos cabalísticos antiguos como de los más nuevos. Entonces todavía
incrementó su piedad, ascetismo, pureza y santidad hasta que alcanzó un nivel
en el que Eliáhu constantemente se le revelaba, hablándole “boca a boca” y
enseñándole todos estos misterios.
Esto es lo mismo que le ocurrió al
Raavád, como dice Recanti. Aunque la verdadera profecía ya no existe, el Rúaj HaKódesh
todavía está aquí, manifestado a través de Eliáhu. Es como el profeta Elías
enseñó a sus discípulos, comentando el versículo: “Devorah fue una profetisa” (Shofetím/Jueces
4:4): “Pongo al cielo y a la tierra por testigo que cualquier individuo, hombre
o mujer, judío o gentil, libre o esclavo, le puede ser conferido el Rúaj HaKódesh.
Todo depende de sus actos”. (Rabbí Jaím Vital)
No ha había nadie como el Arí desde
los días de Rabbí Shimön bar Iojái. Además, él nos reveló que era una
reencarnación de Rabbí Shimon bar Iojái, y que sus discípulos fueron reencarnaciones
de los de Rabbí Shimön.
Es por esta razón que cuando iba a Pekiïn[la
cueva de Rabbí Shimön en] Merón, los ubicaba en su orden correspondiente. Él
mismo se sentaba en el lugar de Rabbí Shimön, Rabbí Jaím Vital se ubicaba en el
lugar de Rabbí Eläzár, el hijo de Rabbí Shimön, y Rabbí Biniamín Kohén, en el
lugar de Rabbí Abbá. Los otros siete discípulos eran situados en los lugares de
los “siete ojos de Di-s”, cada uno en su lugar correspondiente según su
encarnación.
Él nos reveló más que cualquier
profeta o vidente. Incluso Iezejkél/Ezequiel solo reveló el misterio de la Merkavá
en el Universo de Beriá. Pero el Arí reveló los misterios de Atzilút, llegando
incluso a los Universos del Infinito, que son “lazos, puntos y rayas. “Cuán
grande es el bien que has ocultado a los que te temen” (Tehilím/Salmos 31:20).
Su nivel era superior a cualquier
ángel o Maggid. Sabía todo lo que estaba arriba y abajo, así como lo que se
decretaba en el Tribunal Supremo, y podía anular estos decretos.
Era capaz en muchos casos de indicar
en dónde se habían confundido los cabalistas anteriores. Un ejemplo de esto es
con respecto a los Siete Años Sabáticos.
Incluso el Magguíd que se revelaba a
Rabbí Ioséf Karo no conocía el significado interno del Zóhar, y ocasionalmente
se equivocaba. Esto se debe a que un ángel o Maggíd pertenecen solo al Universo
de Ietzirá, mientras que la Neshamá (Alma) es del Universo de Beriá… Sin
embargo, el poder de un Tzaddík (justo) puede también ser del Universo de
Atzilút.
El alma de nuestro Maestro el Arí era
de un nivel del Partzúf de Aríj Anpín [que es el nivel de Kéter-Corona, el más
alto de Atzilút] (Rabbí Moshé de Praga (1630-1705 E.C).
Gracias
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