RASHBI: LA REENCARNACIÓN DE UN ALMA
ÚNICA
Rabbí Shimön bar Iojái (Rashbi) es
la encarnación de un alma única que cohesiona y conecta a cada criatura con la
Fuerza Superior. Dicha alma desciende hasta nuestro mundo y se encarna en los
patriarcas de la Cábala. Su orden de aparición es el siguiente: Avrahám, Moshé,
Rabbí Shimön bar Iojái, el Arí (Rabbí Itzják Luria), y Rabí Iehudá Ashlag (Báäl
HaSulám). Esta alma, en cada una de sus encarnaciones, impulsa a la humanidad
hacia un nuevo grado espiritual y deja su impronta en los libros de Cábala, de
los cuales se servirán las generaciones posteriores.
Podemos encontrar un ejemplo de este
proceso en unas secciones especiales de El Zóhar llamadas Raäiá Mehemená (El
Pastor Fiel). En dichas secciones, Rashbi habla desde un estado en el que se
encuentra revestido del alma de Moshé. Otro ejemplo de esto es el libro Sháär
HaGuilgulím (La Puerta de las Reencarnaciones), donde Rashbi nos habla desde un
estado revestido del alma del Arí.
Sin duda, El Libro del Zóhar es
único y constituye una de las obras más célebres en el mundo. Desde su
composición, se ha querido relacionar a El Zóhar con miles de leyendas, y aún
hoy sigue estando rodeado por un halo de misterio. Y es tal la fascinación que
despierta este libro que, a pesar de que sin una correcta interpretación el
texto resulta totalmente incomprensible para nuestra generación, millones de
personas lo leen con asiduidad.
LAG BAÖMER - LA PARTIDA DE RASHBI
Según la tradición, Rabí Shimön bar Iojái
(Rashbi) falleció en presencia de sus amigos en Lag BaÖmer (el 33º día de la
cuenta del Ómer, que comienza el primer día de Pésaj) del año 160 de la E.C. y
fue enterrado en Merón. Con su muerte, el alma de este enorme cabalista
completó su misión en nuestro mundo.
Rashbi cumplió con su destino. Todos
los años, cientos de miles de personas visitan su tumba en un intento de sentir
una porción de la Luz que este gran cabalista trajo al mundo. Los más grandes
cabalistas ensalzaron su obra y reiteradamente han afirmado que El Libro del
Zóhar está destinado a traer la redención al mundo.
Rav Kuk, el primer Gran Rabino de
Israel, escribe acerca de El Zóhar (Ór Iakar): “Esta composición, llamada El
Libro del Zóhar, es como el Arca de Noé, lugar donde se encuentran numerosas
especies que no podrían existir de no haber entrado en el arca. …Y así, los
justos accederán al secreto de la Luz de esta composición para perdurar, y esa
es la virtud de esta obra: en el instante en que uno acomete su estudio,
anhelando el amor a Di-s, se sentirá atraído del mismo modo que un imán atrae
el hierro. Y se adentrará en él para salvar su alma y espíritu y su corrección.
E incluso con un malvado, no hay temor si desea adentrarse en él”.
Estamos presenciando un momento
histórico. El alma de Rashbi está completando su misión durante nuestra
generación, y gracias a este gigante espiritual que vivió hace casi dos mil
años, la sabiduría de la Cábala está emergiendo a la superficie para que todos
nosotros podamos elevarnos hacia una vida de eternidad y plenitud.
RASHBI Y EL LIBRO DEL ZÓHAR
El Libro del Zóhar relata que Rabbí
Shimön bar Iojái (Rashbi), su hijo, Rabbí Eläzár y Rabbí Abbá, alcanzaron el
nivel del Profeta Eliáhu (Elías). Así, se cuenta que el propio Eliáhu visitó su
cueva y les enseñó la Torá.
El autor de Divré Ioél (Las Palabras
de Joel) escribió en el libro “La Torá de Rashbi” lo siguiente: “Antes de que
Rabbí Shimön estudiara los secretos de la Torá, había una regla en la cueva:
las discusiones se zanjarían de acuerdo a los dictámenes de Rabbí Iehudá HaNasí,
el autor de El Talmúd. Sin embargo, después de que Rabbí Shimön abandonara la
cueva, se estimó que todo lo que él había reflejado en El Zóhar sobrepasaba
todo alcance humano”. El propio Rashbi recibió el nombre de Butziná Kaddishá (Lámpara
Sagrada), por haber alcanzado el alma de Moshé (Moisés).
Los veredictos sobre asuntos
legislativos y procesales se emiten siguiendo El Talmúd o El Libro del Zóhar,
dependiendo de dónde esté tratado con mayor rigurosidad el asunto en cuestión.
Si dicho asunto no se encuentra reflejado ni en El Talmúd ni en El Zóhar,
entonces la decisión se toma basándose en la fuente que mejor interprete el
asunto. Si la cuestión a dilucidar se encuentra entre El Talmud y los
legisladores, la decisión se basa en lo que recoja El Libro del Zóhar. En caso
de que los legisladores no pudieran llegar a un acuerdo entre sí, la decisión
para resolver el asunto en cuestión tendrá como base lo que dictamine El Zóhar
(Mishná Brurá, 25, 42).
El gran seguidor de Rashbi, heredero
de su alma (el siguiente en recibirla), el Rabbí Itzják Luria (El Sagrado Arí),
escribió que su alma era un retorno del alma de Rabbí Shimön, y que esta era, a
su vez, un retorno del alma de Moshé (Sháär HaGuilgulím, ítem 64). También
escribió que el alma de Moshé se revistió en Rashbi para poder corregir el alma
de Ajiiá HaShiloní (Ahías el silonita), quien “corrompió” la Maljút a raíz del
pecado del Rey Iaraväm (Jeroboam), algo que precipitó la transgresión por parte
de todo Israel. De ahí la aparición del alma de Rashbi para corregir los
pecados de Israel. La parte de El Zóhar titulada Raäiá Mehemená (El Pastor
Fiel) relata cómo Rashbi alcanzó el alma de Moshé, se fusionó con ella, y
alcanzó la sabiduría Divina.
En sus obras Maranán ve Rabbanán y Keli Iakar (Melajím 2, 12), el gran cabalista Jidá dice también que todo el trabajo
de Rashbi radica en la corrección del pecado de la profecía de Ajiiá HaShiloní.
Tal y como lo expresa Rashbi en El
Talmúd (Sukkáh, 45, 2): “Yo puedo redimir al mundo entero del juicio desde el
día de mi nacimiento hasta el día presente. Y si mi hijo está conmigo, desde el
día que el mundo fue creado hasta el día de hoy. Y si Iotám ben Uziáhu está con
nosotros, desde el día que el mundo fue creado hasta su final”. El libro de
Melajím Bet (2ª de Reyes) relata acerca de Yotám ben Uziáhu.
Una vez levantado el veredicto,
Rashbi fundó su yeshivá (seminario) en el asentamiento de Tekoa y en el pueblo
de Merón. Allí enseñó Cábala a sus discípulos y “escribió” El Libro del Zóhar,
revelando lo que estaba prohibido revelar desde el tiempo en que Israel recibió
la Torá. (Tikuné Zóhar, Hakdamá, pág. 17).
Sin embargo, para recoger por
escrito todos los secretos de la Torá, Rabbí Shimön se vio obligado a
expresarlos de una manera secreta. El discípulo de Rashbi, Rabbí Abbá, poseía
una cualidad única inherente a su alma. Dicha cualidad le permitía reflejar la
sabiduría espiritual bajo una forma secreta y oculta. Por ello, Rabbí Shimön le
solicitó que fuera él quien expresara sus propios pensamientos, es decir, que
trasladara los pensamientos de Rashbi sobre el papel. El Arí lo explicó de la
siguiente manera: “El Libro del Zóhar debe permanecer oculto hasta la
generación del advenimiento del Mashíaj (Mesías), ya que mediante el estudio de
este libro la humanidad saldrá de su exilio espiritual” (El Arí, Sháär
HaHakdamót, Hakdamá, pág. 3). Es por ello que Rabbí Abbá escribió las
enseñanzas de Rabí Shimön en arameo, pues se trata del lado opuesto del hebreo.
El Arí escribió (Maamaré Rashbi
(Artículos de Rashbi), pág. 100) que El Zóhar pudo redactarse bajo una forma
secreta porque el alma de Rabbí Abbá tiene su origen en la Ór Makkíf (Luz
Circundante), y no en la Ór Penimí (Luz Interior). Por esta razón, explicó el
Arí, Rabbí Abbá pudo expresar la más elevada sabiduría de una manera secreta,
bajo la forma de sencillos relatos.
(Rabbí Shimön vivió aproximadamente
hasta los ochenta años falleciendo en la fiesta de LaG BaÖmer, el decimoctavo
día del mes de Iyár, rodeado de sus discípulos y con el reconocimiento de toda
la nación. En este día se celebra la fiesta de la Luz. Los restos de Rabbí
Shimön tienen su sepultura en una cueva en las inmediaciones del Monte Merón, y
los de su hijo, Rabbí Eläzár, descansan a unos metros de él).
Al igual que las posteriores
composiciones del Arí y otros cabalistas (este parece ser el destino de todos
los auténticos libros espirituales), El Libro del Zóhar fue ocultado por un
periodo de 1.100 años en una cueva próxima a Merón desde el día en que fue
escrito y hasta el momento en que un hombre árabe lo descubrió y lo vendió en
el mercado como papel de envolver.
Una parte de aquellas hojas rasgadas
cayeron en manos de un sabio que reconoció el valor de los escritos. Tras una
intensa búsqueda, logró recuperar numerosas hojas de los receptáculos de
deshechos y se hizo con otras comprándolas a los vendedores de especias, los
cuales utilizaban las hojas de El Zóhar para envolver sus mercancías. A partir
de estas hojas recuperadas, el libro fue recopilado (tal y como lo conocemos
hoy).
A lo largo de muchos siglos, desde
esa época hasta nuestros días, El Libro del Zóhar ha sido un tema
controvertido. Filósofos, científicos y otros “eruditos” siguen debatiendo al
respecto en nuestros días. Sin embargo, lo cierto es que únicamente el
cabalista, alguien que ha ascendido a cierto grado espiritual, llega a alcanzar
lo que recoge este libro. El resto de personas tienen la impresión de que se
trata de una colección de narraciones, historias o filosofía ancestral. Solo
aquellos que no comprenden este libro debaten sobre él; y únicamente los
cabalistas saben con certeza que el libro de Rashbi es la mayor fuente de
alcance espiritual que el Creador ha entregado a los que habitan este mundo.
Pese a que El Libro del Zóhar fue
escrito en el siglo 2, únicamente Rabbí Iehudá Ashlag fue capaz de componer un
comentario integral sobre él en los años 1930-40. La razón del ocultamiento de
El Zóhar desde el siglo 2 hasta el 13 así como la falta de un comentario
exhaustivo sobre él a lo largo de dieciocho siglos, viene explicada en la
“Introducción al Libro del Zóhar”.
Rabbí Ashlag dio el nombre de HaSulám
(La Escalera) a su comentario porque, gracias a su estudio, uno puede ascender
por los grados espirituales de alcance de los Mundos Superiores del mismo modo
que subimos por una escalera en nuestro mundo. Tras la publicación del
comentario Sulám, Rabbí Ashlag recibió el apelativo de Báäl HaSulám (“El Dueño
de la Escalera”), ya que, entre los sabios de la Torá, es tradición llamar a
las personas no por su nombre, sino haciendo referencia a aquello que ha
constituido su mayor logro.
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