El idioma hebreo y su escritura es
resultado directo de una comunicación con los Mundos Superiores. Tanto las
distintas combinaciones entre letras, como los trazos de tinta que les dan
forma, están impregnados de sabiduría espiritual. Además, letras, palabras y
números son tres cosas independientes que en Cabalá van a estar estrechamente
relacionadas. Comprender la relación entre estos tres elementos conferirá un
mayor significado espiritual a cada uno de ellos. Cada letra, cada palabra,
encierra su propia historia espiritual.
LOS VÍNCULOS ENTRE LETRAS, PALABRAS
Y NÚMEROS
En hebreo, cada letra se corresponde
con una cifra, por lo que todo nombre o palabra puede convertirse en una serie
de números. Los números pueden contabilizarse uno por uno o en conjunto. El
hecho de que algunas palabras contengan o den como resultado una misma cifra
numérica encierra un significado: en este caso, las palabras están
profundamente relacionadas pudiendo, incluso, llegar a una relación de
equivalencia total. Las letras son el resultado de sensaciones espirituales; no
en vano, la dirección que toman los trazos y la forma de cada letra encierran
un significado espiritual. Por ello, las letras hebreas son, además, como una
especie de código para cifrar las sensaciones que el autor recibe del Creador.
Cada vez que una letra o palabra queda reflejada sobre el papel, nos revela la
percepción —consciente o inconsciente— del Creador por parte del autor. A
medida que se escriben, el Creador va actuando sobre ellas. Asimismo, el color
en la escritura nos aporta datos sobre la estrecha relación entre creación (la
tinta negra) y Creador (el fondo blanco del papel). Sin estos dos elementos,
sería imposible comprender la escritura, ni tampoco la historia de la creación
y lo que significa para nosotros.
UN MAPA DE LA ESPIRITUALIDAD
La Torá, es el texto más importante
del judaísmo. Sin embargo, también está considerado como un texto cabalístico,
pues sus letras contienen y revelan toda la información que emana del Creador.
Existen dos tipos básicos de trazos en las letras hebreas: los verticales que
representan la Luz de Jojmá, de la sabiduría o placer y los horizontales que
simbolizan la Luz de Jasadím, de la misericordia o corrección.
Los diferentes códigos tienen su origen
en los cambios de la Luz a medida que esta va desarrollando nuestro Klí
(deseo). La Luz expande nuestro deseo. Cuando ella entra en el Klí se llama
Taämím (sabores), y cuando lo abandona recibe el nombre de Nekudót (puntos). El
recuerdo de la Luz al entrar es llamado Taguín (coronas), mientras que el recuerdo
de la Luz al salir es Otiót (letras).
Todas las letras dan comienzo con un
punto. El ciclo completo de un estado espiritual incluye entrada, salida, las
remembranzas de la entrada y las remembranzas de la salida. Este cuarto y
último aspecto es el que da origen a las letras, mientras que los otros tres
quedan reflejados como pequeños símbolos Taämim (sabores), coronas (Taguín) y
puntos (Nekudót) en la parte superior, en el interior y debajo de las letras.
Siempre que cuenten con la adecuada
formación para poder leer la Torá los cabalistas tienen la capacidad de ver sus
estados pasados, presentes y futuros con tan solo contemplar estos símbolos y
cada una de sus combinaciones. Pero, para llegar a ver algo así, no basta con
leer el texto: es preciso saber observar los códigos. A la hora de describir
acciones espirituales, podemos emplear ciertas combinaciones de letras en lugar
del lenguaje de Sefirót y Partzufím. Las acciones y objetos que revelan las
letras y sus combinaciones también nos describen el mundo espiritual.
La clave para leer La Torá de este
modo es el Zóhar. En esencia, el libro se compone de comentarios sobre las
cinco partes de La Torá y explica todo lo que está oculto en el texto que
Moisés escribió.
Las letras contienen información
sobre el Creador. Para ser más exactos, reflejan la experiencia que el
individuo tiene del Creador. Los cabalistas describen al Creador como una Luz
blanca (el fondo blanco del papel en el que escribimos las letras). Las percepciones
del Creador por la criatura suscitan diferentes sensaciones que la persona
siente mientras experimenta al Creador utilizando letras y palabras. Por eso,
la escritura hebrea tradicional se elabora con letras negras sobre un fondo
blanco. Resulta que las letras hebreas son como un mapa de la espiritualidad
que nos proporciona una detallada descripción de todos los deseos espirituales.
La forma en que se conectan entre ellas nos da La Torá.
PUNTOS Y LÍNEAS
Los puntos y líneas de las letras
hebreas son formas sobre un papel vacío y blanco. Ese papel es la Luz o
Creador. La tinta negra sobre él es la creación.
Una línea vertical (|) representa la
Luz que desciende desde Arriba, desde el Creador, en dirección a la creación.
Por su parte, una línea horizontal (—) significa que el Creador se relaciona
con el total de la existencia (cual línea del horizonte).
La forma que presentan las letras
hebreas es resultado de la combinación de Maljút (representada por el negro) y
Biná (representada en el blanco). El punto negro es Maljút. Y cuando el punto
entra en contacto con la Luz, expresa el modo en que recibe dicha Luz a través
de todo tipo de formas y figuras. Es decir, las figuras muestran las distintas
formas en que la creación (la tinta negra) reacciona frente al Creador (el
fondo blanco). Cada letra representa unas combinaciones de fuerzas. Su
estructura y cómo se pronuncian expresan cualidades del Creador. Y las
distintas cualidades espirituales que vamos alcanzando las reproducimos a
través de las formas.
NEGRO SOBRE BLANCO
Las letras hebreas representan Kelím
(vasijas). El Zóhar relata cómo las letras fueron acercándose una a una ante el
Creador y cada una iba solicitándole que se sirviera de ella para crear el
universo. Dicho de manera más simple: las letras pedían recibir Su bendición
para dársela a la creación del mismo modo que un Klí (vasija) recibe agua y la
derrama para proporcionar vida y sustento.
El blanco representa la Luz (dar) y
el negro, la oscuridad (recibir). Por ello, los atributos del Creador son
absolutamente blancos, representados en el blanco del papel. El negro es la
creación, y queda reflejada en la tinta negra. No es posible llegar a
comprender al Creador o a la creación por sí solos. Pero juntos, dan lugar a
letras y símbolos que pueden ser leídos y comprendidos. Pensemos en ello de la
siguiente manera: sin una creación ¿podríamos dar al Creador el apelativo de
«Creador»? Para poder ser llamado Creador necesita crear. Esta dualidad
Creador-creación es la base de todo lo que existe. Sólo podemos hablar de algo
desde el punto de vista del ser que percibe ese algo. Las formas de las letras
representan la conexión, el vínculo, entre nosotros y el Creador. No son meros
trazos de color negro: las letras forman figuras claras porque representan
relaciones corregidas entre la creación y el Creador.
Y esta unión se construye sobre el
contraste y la colisión. Como criaturas, no podemos experimentar la Luz a menos
que entre en colisión con algo. Es decir, para sentir la Luz debe existir algo
que pueda frenarla, como por ejemplo la retina en el ojo. La superficie de un
objeto (sonidos, luz o cualquier tipo de onda) entra en contacto con nuestra
percepción, y mediante esta pequeña colisión impedimos que la onda siga
expandiéndose, pudiendo así percibirla. Dado que el papel es como la Luz, se
debe restringir con las líneas negras (las letras) que permiten a una persona
sentir esa Luz y aprender de ella. Esas líneas negras que forman las letras se
consideran una barrera para la Luz, pues el color negro es el opuesto a ella.
La Luz entra en colisión con el Masáj (pantalla) de la criatura: quiere entrar
en el Klí y dar placer, pero en vez de repelerla comienza una especie de lucha
entre el Masáj que rechaza y la Luz que golpea. Esta pugna da lugar a la
aparición de una relación muy especial entre Luz y letras, basada en la
colisión entre ellas. De este modo, las líneas negras de las letras limitan,
restringen la Luz. Cuando dicha Luz «golpea» una línea, está siendo obligada a
detenerse, con lo cual el Klí puede estudiarla. Y esa es la única forma de
aprender algo acerca del Creador: deteniendo Su Luz, restringiéndola para
estudiarla después. No deja de ser una ironía que, precisamente, al retener al
Creador, es cuando aprendemos a ser tan libres como Él. De alguna manera, el
Masáj es como un prisma: el rechazo a esa Luz la descompone en los elementos
que la forman, y esto nos permite a nosotros, las criaturas, estudiarla y
decidir qué cantidad deseamos usar de cada «color».
LETRAS Y PALABRAS
El Alefato o “alfabeto” hebreo
consta de 22 letras. Las nueve primeras, desde Alef hasta Tet representan la
parte más baja de Biná. Las nueve siguientes, comprendidas entre Yod y Tzadi,
representan a Zeir Anpín mientras que las cuatro últimas letras, desde Kof
hasta Tav, representan a Maljút, la criatura en sí. Además de estas letras
«normales», en hebreo hay cinco letras finales.
Las 22 letras originales se encuentran
en el mundo de Atzilut, el más elevado de los cinco mundos. Y puesto que estas
22 se encuentran en el mundo más próximo al Creador, describen una conexión
corregida entre Creador y creación. Las cinco letras finales establecen un
punto de contacto entre el estado corregido (el Mundo de Atzilut) y los mundos
con estados no corregidos Briá, Yetzirá. Asiá (BYA). Dado que en la creación
hay cinco fases, debe haber cinco formas finales de contacto entre Atzilut y
BYA. Y de ahí la existencia de esas cinco letras finales.
La letra Bet es la primera letra que
aparece en la Torá aunque es la segunda letra del alfabeto hebreo. Pero es la
letra que abre la Torá porque Bet representa la conexión corregida entre Biná y
Maljút, y que denominamos Brajá (bendición). Cuando Maljút (la creación,
nosotros) puede conectar con Biná (el Creador), recibe una bendición. Y únicamente,
podemos conectar con el Creador cuando deseamos ser como Él. Precisamente, eso
es lo que quiere decir «conexión corregida»: cuando Maljút solicita ser como
Biná —es decir, cuando deseamos ser como el Creador— es lo que llamamos una
bendición (Brajá) de «conexión correcta».
UNIDADES, DECENAS, CENTENAS Y MÁS
Las letras se clasifican en tres
categorías numéricas: unidades, decenas y centenas:
•
El nivel de Biná se corresponde con las unidades: Álef, Bet, Guímel,
Dálet, He, Vav, Zain, Jet y Tet. Estas son las nueve (1 - 9) Sefirót de Biná.
•
El nivel de ZA (Zeir Anpin) se corresponde con las decenas: Yod, Jaf,
Lámed, Mem, Nun, Sámej, Äin, Pe y Tzadi. Estas son las nueve (10 - 90) Sefirót
de ZA
•
El nivel de Maljút se corresponde con las centenas: Kuf, Resh, Shin y
Tav. Estas son las cuatro (100 - 400) Sefirót de Maljút.
Y surge una cuestión obvia: ¿qué
ocurre con las cifras superiores a 400? La respuesta es que el idioma hebreo es
un lenguaje espiritual, no un lenguaje matemático. En él todo es símbolo de
estados espirituales, y no necesitamos más números para describir la estructura
del mundo de Atzilut (el «hogar» de las letras, por así decirlo). En otras
palabras, con estas 22 letras podemos describir todo, desde el inicio de la
creación hasta el infinito. Entonces ¿qué ocurre cuando deseamos expresar
números de manera más precisa como, por ejemplo, 248? Combinamos tres letras:
Resh (200), Mem (40) y Jet (8).
¿Y si queremos expresar una cifra
mayor que 400, por ejemplo 756? Vamos a emplear más de tres letras: Tav (400) +
Shin (300) + Nun (50) + Vav (6) = 756. Por supuesto, podemos alcanzar este
número a través de distintas combinaciones, pero es importante recordar que si
dos palabras dan como resultado la misma cifra, se consideran «sinónimos
espirituales», es decir, encierran el mismo significado espiritual.
Veamos ahora la relación que tiene
esta cuestión de los números con la evolución del deseo espiritual, según
explica la Cabalá, cuando los números representan el tamaño de nuestro Klí cuanto
más alto sea un determinado número, más Luz entrará en él. Si sólo hay unidades
en nuestro deseo, es decir, si tenemos un deseo pequeño, no habrá más que una
pequeña cantidad de Luz. Si se le añaden decenas y nuestro deseo crece, la Luz
entrará en mayor medida. Si se añaden centenas y ese deseo alcanza el punto
máximo, la Luz que simbolizan las letras llenará nuestros Kelím (vasijas)
espirituales.
Sin embargo, las cosas se complican
porque en Cabalá también hay particularidades. Los números, además de
simbolizar los deseos, también pueden representar la Luz. En este caso, las
unidades (las Luces pequeñas) se encuentran en Maljút, las decenas en ZA y las
centenas en Biná. Esto se debe a la relación inversa que existe entre la Luz y
Klí (deseo). Puede sonar un tanto confuso, pero sucede así, pues el Klí se
llena con una mayor Luz del Creador, sólo cuando activamos nuestros deseos inferiores.
Aquí están los valores numéricos de cada nivel según la medida de Luz que
representan y el nivel al que llenan nuestras vasijas:
•
Biná: Luz (100): Klí (1)
•
ZA: Luz (10): Klí (10)
•
Maljút: Luz (1): Klí (100)
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