LA LETRA ו VAV

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LA LETRA ו VAV   Por Kabbalah y Torah en Expansión   En el principio de la Creación, cuando la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) llenaba toda la realidad, HaShem contrajo Su Luz para crear un ‘Jalal’ (“espacio vacío”), como si fuera, que habría de ser el ‘Makom’ (“lugar”) necesario para la existencia de los mundos finitos. Hacia este ‘Jalal’ (“vacío”), HaShem atrajo una ‘Kav’ (“línea”) individual de Luz, figurativamente hablando, de la Fuente Infinita. Este rayo de Luz, es el secreto de la letra ו ‘Vav’. Aunque la línea es singular en apariencia, no obstante, tiene 2 dimensiones, una fuerza interna y otra externa, la cuales toman parte en el proceso de Creación, y en la interacción continua entre el poder creativo y la realidad creada.   La fuerza externa de la Línea, es el poder de diferenciar y separar los varios aspectos de la realidad, estableciendo un orden jerárquico, Arriba y abajo en la Creación.   La fuerza interna de la Línea, es el poder de revelar la interinclusi

CUANDO LETRAS Y PALABRAS COBRAN SENTIDO



“Los acentos (taämím) son la Neshamá, las vocales (nekudót) son el Rúaj y las letras (otiót) el Néfesh”

(Zóhar - Tikuné, 7b)

Rabí Jaím de Volozhin (1749 - 1821 EC) escribe en relación a este tema:

El alma de una persona tiene tres niveles; Néfesh, Rúaj y Neshamá. Están conectados a tres aspectos de la existencia: las acciones, el habla y el pensamiento. Estos tres aspectos son el ser humano completo. Así también, cada palabra (de la Torá) tiene tres aspectos relacionados con la acción, el habla y el pensamiento, así como Néfesh, Rúaj y Neshamá. Son las letras, las vocales, y las marcas de cantilación.

Las letras tienen el aspecto de la acción, porque sólo pueden llegar a existir por medio de la acción, como escribir un rollo de la Torá (sin las vocales). Una palabra no puede salir de la boca sin las vocales. Así letras solas, sin vocales, se relacionan al aspecto del alma Néfesh, y con respecto a la existencia, las letras se relacionan al aspecto de la acción.
Las vocales se relacionan con Rúaj, pues las vocales vienen con las letras por medio de las palabras de una persona. Una persona vive gracias al Rúaj dentro de él y cuando el Rúaj se va, la persona muere… Así también, la esencia de la vida y movimiento de las letras son las vocales, ya que sin ellas, las letras no pueden salir de la boca… las marcas de cantilación (acentos) de las palabras se relacionan con el pensamiento y la intención del corazón, que son la Neshamá. Ellas mueven las vocales y las letras, dándoles sentido… Es por esta razón que se les llama taämim (que literalmente significa “razones, sabores o gusto” en hebreo), porque ellas son la razón y la explicación del texto, (llevando en su interior) la profundidad del significado detrás de cada palabra y frase.

CUANDO LETRAS Y PALABRAS COBRAN SENTIDO

El idioma hebreo y su escritura es resultado directo de una comunicación con los Mundos Superiores. Tanto las distintas combinaciones entre letras, como los trazos de tinta que les dan forma, están impregnados de sabiduría espiritual. Además, letras, palabras y números son tres cosas independientes que en Cabalá van a estar estrechamente relacionadas. Comprender la relación entre estos tres elementos conferirá un mayor significado espiritual a cada uno de ellos. Cada letra, cada palabra, encierra su propia historia espiritual.

LOS VÍNCULOS ENTRE LETRAS, PALABRAS Y NÚMEROS

En hebreo, cada letra se corresponde con una cifra, por lo que todo nombre o palabra puede convertirse en una serie de números. Los números pueden contabilizarse uno por uno o en conjunto. El hecho de que algunas palabras contengan o den como resultado una misma cifra numérica encierra un significado: en este caso, las palabras están profundamente relacionadas pudiendo, incluso, llegar a una relación de equivalencia total. Las letras son el resultado de sensaciones espirituales; no en vano, la dirección que toman los trazos y la forma de cada letra encierran un significado espiritual. Por ello, las letras hebreas son, además, como una especie de código para cifrar las sensaciones que el autor recibe del Creador. Cada vez que una letra o palabra queda reflejada sobre el papel, nos revela la percepción —consciente o inconsciente— del Creador por parte del autor. A medida que se escriben, el Creador va actuando sobre ellas. Asimismo, el color en la escritura nos aporta datos sobre la estrecha relación entre creación (la tinta negra) y Creador (el fondo blanco del papel). Sin estos dos elementos, sería imposible comprender la escritura, ni tampoco la historia de la creación y lo que significa para nosotros.

UN MAPA DE LA ESPIRITUALIDAD

La Torá, es el texto más importante del judaísmo. Sin embargo, también está considerado como un texto cabalístico, pues sus letras contienen y revelan toda la información que emana del Creador. Existen dos tipos básicos de trazos en las letras hebreas: los verticales que representan la Luz de Jojmá, de la sabiduría o placer y los horizontales que simbolizan la Luz de Jasadím, de la misericordia o corrección.

Los diferentes códigos tienen su origen en los cambios de la Luz a medida que esta va desarrollando nuestro Klí (deseo). La Luz expande nuestro deseo. Cuando ella entra en el Klí se llama Taämím (sabores), y cuando lo abandona recibe el nombre de Nekudót (puntos). El recuerdo de la Luz al entrar es llamado Taguín (coronas), mientras que el recuerdo de la Luz al salir es Otiót (letras).

Todas las letras dan comienzo con un punto. El ciclo completo de un estado espiritual incluye entrada, salida, las remembranzas de la entrada y las remembranzas de la salida. Este cuarto y último aspecto es el que da origen a las letras, mientras que los otros tres quedan reflejados como pequeños símbolos Taämim (sabores), coronas (Taguín) y puntos (Nekudót) en la parte superior, en el interior y debajo de las letras.

Siempre que cuenten con la adecuada formación para poder leer la Torá los cabalistas tienen la capacidad de ver sus estados pasados, presentes y futuros con tan solo contemplar estos símbolos y cada una de sus combinaciones. Pero, para llegar a ver algo así, no basta con leer el texto: es preciso saber observar los códigos. A la hora de describir acciones espirituales, podemos emplear ciertas combinaciones de letras en lugar del lenguaje de Sefirót y Partzufím. Las acciones y objetos que revelan las letras y sus combinaciones también nos describen el mundo espiritual.

La clave para leer La Torá de este modo es el Zóhar. En esencia, el libro se compone de comentarios sobre las cinco partes de La Torá y explica todo lo que está oculto en el texto que Moisés escribió.

Las letras contienen información sobre el Creador. Para ser más exactos, reflejan la experiencia que el individuo tiene del Creador. Los cabalistas describen al Creador como una Luz blanca (el fondo blanco del papel en el que escribimos las letras). Las percepciones del Creador por la criatura suscitan diferentes sensaciones que la persona siente mientras experimenta al Creador utilizando letras y palabras. Por eso, la escritura hebrea tradicional se elabora con letras negras sobre un fondo blanco. Resulta que las letras hebreas son como un mapa de la espiritualidad que nos proporciona una detallada descripción de todos los deseos espirituales. La forma en que se conectan entre ellas nos da La Torá.

PUNTOS Y LÍNEAS

Los puntos y líneas de las letras hebreas son formas sobre un papel vacío y blanco. Ese papel es la Luz o Creador. La tinta negra sobre él es la creación.

Una línea vertical (|) representa la Luz que desciende desde Arriba, desde el Creador, en dirección a la creación. Por su parte, una línea horizontal (—) significa que el Creador se relaciona con el total de la existencia (cual línea del horizonte).

La forma que presentan las letras hebreas es resultado de la combinación de Maljút (representada por el negro) y Biná (representada en el blanco). El punto negro es Maljút. Y cuando el punto entra en contacto con la Luz, expresa el modo en que recibe dicha Luz a través de todo tipo de formas y figuras. Es decir, las figuras muestran las distintas formas en que la creación (la tinta negra) reacciona frente al Creador (el fondo blanco). Cada letra representa unas combinaciones de fuerzas. Su estructura y cómo se pronuncian expresan cualidades del Creador. Y las distintas cualidades espirituales que vamos alcanzando las reproducimos a través de las formas.

NEGRO SOBRE BLANCO

Las letras hebreas representan Kelím (vasijas). El Zóhar relata cómo las letras fueron acercándose una a una ante el Creador y cada una iba solicitándole que se sirviera de ella para crear el universo. Dicho de manera más simple: las letras pedían recibir Su bendición para dársela a la creación del mismo modo que un Klí (vasija) recibe agua y la derrama para proporcionar vida y sustento.

El blanco representa la Luz (dar) y el negro, la oscuridad (recibir). Por ello, los atributos del Creador son absolutamente blancos, representados en el blanco del papel. El negro es la creación, y queda reflejada en la tinta negra. No es posible llegar a comprender al Creador o a la creación por sí solos. Pero juntos, dan lugar a letras y símbolos que pueden ser leídos y comprendidos. Pensemos en ello de la siguiente manera: sin una creación ¿podríamos dar al Creador el apelativo de «Creador»? Para poder ser llamado Creador necesita crear. Esta dualidad Creador-creación es la base de todo lo que existe. Sólo podemos hablar de algo desde el punto de vista del ser que percibe ese algo. Las formas de las letras representan la conexión, el vínculo, entre nosotros y el Creador. No son meros trazos de color negro: las letras forman figuras claras porque representan relaciones corregidas entre la creación y el Creador.
Y esta unión se construye sobre el contraste y la colisión. Como criaturas, no podemos experimentar la Luz a menos que entre en colisión con algo. Es decir, para sentir la Luz debe existir algo que pueda frenarla, como por ejemplo la retina en el ojo. La superficie de un objeto (sonidos, luz o cualquier tipo de onda) entra en contacto con nuestra percepción, y mediante esta pequeña colisión impedimos que la onda siga expandiéndose, pudiendo así percibirla. Dado que el papel es como la Luz, se debe restringir con las líneas negras (las letras) que permiten a una persona sentir esa Luz y aprender de ella. Esas líneas negras que forman las letras se consideran una barrera para la Luz, pues el color negro es el opuesto a ella. La Luz entra en colisión con el Masáj (pantalla) de la criatura: quiere entrar en el Klí y dar placer, pero en vez de repelerla comienza una especie de lucha entre el Masáj que rechaza y la Luz que golpea. Esta pugna da lugar a la aparición de una relación muy especial entre Luz y letras, basada en la colisión entre ellas. De este modo, las líneas negras de las letras limitan, restringen la Luz. Cuando dicha Luz «golpea» una línea, está siendo obligada a detenerse, con lo cual el Klí puede estudiarla. Y esa es la única forma de aprender algo acerca del Creador: deteniendo Su Luz, restringiéndola para estudiarla después. No deja de ser una ironía que, precisamente, al retener al Creador, es cuando aprendemos a ser tan libres como Él. De alguna manera, el Masáj es como un prisma: el rechazo a esa Luz la descompone en los elementos que la forman, y esto nos permite a nosotros, las criaturas, estudiarla y decidir qué cantidad deseamos usar de cada «color».

LETRAS Y PALABRAS

El Alefato o “alfabeto” hebreo consta de 22 letras. Las nueve primeras, desde Alef hasta Tet representan la parte más baja de Biná. Las nueve siguientes, comprendidas entre Yod y Tzadi, representan a Zeir Anpín mientras que las cuatro últimas letras, desde Kof hasta Tav, representan a Maljút, la criatura en sí. Además de estas letras «normales», en hebreo hay cinco letras finales.

Las 22 letras originales se encuentran en el mundo de Atzilut, el más elevado de los cinco mundos. Y puesto que estas 22 se encuentran en el mundo más próximo al Creador, describen una conexión corregida entre Creador y creación. Las cinco letras finales establecen un punto de contacto entre el estado corregido (el Mundo de Atzilut) y los mundos con estados no corregidos Briá, Yetzirá. Asiá (BYA). Dado que en la creación hay cinco fases, debe haber cinco formas finales de contacto entre Atzilut y BYA. Y de ahí la existencia de esas cinco letras finales.

La letra Bet es la primera letra que aparece en la Torá aunque es la segunda letra del alfabeto hebreo. Pero es la letra que abre la Torá porque Bet representa la conexión corregida entre Biná y Maljút, y que denominamos Brajá (bendición). Cuando Maljút (la creación, nosotros) puede conectar con Biná (el Creador), recibe una bendición. Y únicamente, podemos conectar con el Creador cuando deseamos ser como Él. Precisamente, eso es lo que quiere decir «conexión corregida»: cuando Maljút solicita ser como Biná —es decir, cuando deseamos ser como el Creador— es lo que llamamos una bendición (Brajá) de «conexión correcta».

UNIDADES, DECENAS, CENTENAS Y MÁS

Las letras se clasifican en tres categorías numéricas: unidades, decenas y centenas:

  El nivel de Biná se corresponde con las unidades: Álef, Bet, Guímel, Dálet, He, Vav, Zain, Jet y Tet. Estas son las nueve (1 - 9) Sefirót de Biná.

  El nivel de ZA (Zeir Anpin) se corresponde con las decenas: Yod, Jaf, Lámed, Mem, Nun, Sámej, Äin, Pe y Tzadi. Estas son las nueve (10 - 90) Sefirót de ZA

  El nivel de Maljút se corresponde con las centenas: Kuf, Resh, Shin y Tav. Estas son las cuatro (100 - 400) Sefirót de Maljút.

Y surge una cuestión obvia: ¿qué ocurre con las cifras superiores a 400? La respuesta es que el idioma hebreo es un lenguaje espiritual, no un lenguaje matemático. En él todo es símbolo de estados espirituales, y no necesitamos más números para describir la estructura del mundo de Atzilut (el «hogar» de las letras, por así decirlo). En otras palabras, con estas 22 letras podemos describir todo, desde el inicio de la creación hasta el infinito. Entonces ¿qué ocurre cuando deseamos expresar números de manera más precisa como, por ejemplo, 248? Combinamos tres letras: Resh (200), Mem (40) y Jet (8).

¿Y si queremos expresar una cifra mayor que 400, por ejemplo 756? Vamos a emplear más de tres letras: Tav (400) + Shin (300) + Nun (50) + Vav (6) = 756. Por supuesto, podemos alcanzar este número a través de distintas combinaciones, pero es importante recordar que si dos palabras dan como resultado la misma cifra, se consideran «sinónimos espirituales», es decir, encierran el mismo significado espiritual.

Veamos ahora la relación que tiene esta cuestión de los números con la evolución del deseo espiritual, según explica la Cabalá, cuando los números representan el tamaño de nuestro Klí cuanto más alto sea un determinado número, más Luz entrará en él. Si sólo hay unidades en nuestro deseo, es decir, si tenemos un deseo pequeño, no habrá más que una pequeña cantidad de Luz. Si se le añaden decenas y nuestro deseo crece, la Luz entrará en mayor medida. Si se añaden centenas y ese deseo alcanza el punto máximo, la Luz que simbolizan las letras llenará nuestros Kelím (vasijas) espirituales.

Sin embargo, las cosas se complican porque en Cabalá también hay particularidades. Los números, además de simbolizar los deseos, también pueden representar la Luz. En este caso, las unidades (las Luces pequeñas) se encuentran en Maljút, las decenas en ZA y las centenas en Biná. Esto se debe a la relación inversa que existe entre la Luz y Klí (deseo). Puede sonar un tanto confuso, pero sucede así, pues el Klí se llena con una mayor Luz del Creador, sólo cuando activamos nuestros deseos inferiores. Aquí están los valores numéricos de cada nivel según la medida de Luz que representan y el nivel al que llenan nuestras vasijas:

  Biná: Luz (100): Klí (1)
  ZA: Luz (10): Klí (10)
  Maljút: Luz (1): Klí (100)


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