EL ACTO DE TZIMTZUM

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EL ACTO DE TZIMTZUM   Por Kabbalah y Torah en Expansión   Al producir la Creación como una obra fuera de Sí mismo, el ‘En Sof’ (Infinito), Bendito Sea, voluntariamente dejó de lado Su ilimitación y adoptó un camino de acción limitada. Esto se llama el ‘Tzimztum’ (“contracción”) del ‘En Sof’, Bendito Sea.   La Voluntad Suprema, que es el ‘En Sof’, Bendito Sea, incluye diferentes tipos de poderes que no tienen Fin ni Límite. Pero no estamos hablando de Su aspecto de lo ilimitado, con el cual no tenemos conexión. Más bien, estamos hablando de ese poder particular entre Sus innumerables poderes que es la causa de nosotros.   El poder que nos causa es Su poder para producir una obra “fuera” de Él mismo, en el sentido de crear y gobernar reinos y seres aparentemente separados e independientes.   Esto lo hizo de acuerdo con Su ‘Middá Jésed’ (“atributo de bondad”), porque la naturaleza de la bondad es otorgar bondad a los demás. Si es así, estamos hablando solo de Sus actos

SHEM 23 - COMPARTIR LA LLAMA - MEM LAMED HEI

SHEM 23 - COMPARTIR LA LLAMA  -  מלה

Vocalización: MeLaH (Moshé Kordovero); Me/La/He (A. Abbuláäfia).

Valor numérico: 75

Ángel portador del Nombre: Melah´el. Valor numérico: 106

“Este es el día que hizo el Señor; Nos gozaremos y alegraremos en Él”. (Tehil´lím/Salmos 118:24)

Significado: Algunas guematriót: Mem-Lámed-Hé = 75 = Palabra, circuncisión (significado literal de la raíz Mem Lámed Hé) = Kohén, sacerdote = Bitajón, confianza = Láila, noche.
Melah´el = 106 = Káv, línea (pero también voz, habla) = Milúl, habla, palabra = Loa, garganta, faringe = letra Nun extendida = Megulgál, reencarnación = Debek, grieta, fisura, fractura, corrección, arreglo; Davák, pegar(se), unir(se), adherir(se).  

Como Hód de Biná, el Nombre Mem-Lámed-Hé canaliza la luz del pensamiento, tanto en su aspecto pasivo de comprensión intelectual y lucidez, como en su aspecto activo de creación mediante la palabra. En el primer caso, la meditación de este Nombre confiere una gran comprensión y lucidez. Activa el entendimiento de las leyes universales, pero no sólo en lo que respecta a la contemplación de los principios, sino también en el aspecto práctico de cuál es nuestro lugar personal en todo ello. Es decir, nos da sentido, sentido a nuestras experiencias y, sobre todo, el sentido de nuestro tikkún. Tenemos al respecto una serie de guematriót, tanto del Nombre como del ángel correspondiente, que nos lo explican:

Káv (106) es la línea, la luz rectilínea que atraviesa el vacío después de la contracción (Tzimtzúm), y en la que son emanados, creados, formados y hechos todos los universos manifestados.

Nun (106) tiene el sentido de encarnación en aras de la individuación, caída y redención, descenso a los mundos formales y retorno a la raíz del alma en Biná con los frutos maduros del aprendizaje, es decir, habiendo actualizado todo el poder espiritual del alma. Es la rueda de la trasmigración (megulgál, 106) que no tiene el sentido negativo que estamos acostumbrados a considerar, teniendo en cuenta que el objetivo es el tikkún, la propia deificación resultante de la unión con Di-s (experiencia que en Cábala recibe el nombre tradicional de Devekút, de Davák, pegar, unir, adherirse). Por supuesto, tienen lugar muchas fracturas en el proceso (debek), se reciben muchas heridas, pero quien crea la forma sabe cómo repararla, y este Nombre y su ángel canalizan un gran poder de curación (según la tradición expresada fundamentalmente mediante todos los métodos de sanación natural). Así, pues, podemos apelar a la energía del Nombre en medio de nuestra noche (láila) particular y confiar (bitajón) en el sentido último de todo. Y puesto que el mundo que vivimos es un reflejo de nuestro interior y de la manera en que procesamos mentalmente nuestras experiencias, este Nombre confiere el poder de crear nuestro propio mundo. Esto no sólo en el sentido restringido de nuestras circunstancias personales. Mediante el poder de la palabra somos cocreadores en la tarea de llevar a la perfección última el plan divino de la Creación. Como hemos indicado arriba, el significado literal del Nombre Mem-Lámed-Hé es palabra y también circuncisión.

La identidad de ambos apunta a un poder creativo común, de la lengua y de la carne, consagrado mediante la señal de la Alianza, en la circuncisión. Como dice el Séfer Ietzirá: “Diez sefirót belimá (de la Nada) en el número de los diez dedos, cinco frente a cinco, y el pacto único dirigido hacia el centro en la palabra de la lengua y en la palabra del miembro (o bien, en la circuncisión de la lengua y en la circuncisión del miembro)”.

El pacto es Bereshít, la primera palabra del Génesis, es decir, Berít Ésh, Alianza de Fuego. Fuego del sexo consagrado, fuego de la palabra consagrada. La Alianza de Di-s con el ser humano. Creación mediante la palabra. El poder del Kohén, quien operaba el fuego sagrado en el Templo de Ierushaláim.

Por otra parte, no es lógico, pensar que no se haya dado un esoterismo en el Templo de Jerusalén – un complicado entramado en el que todo está medido y reglamentado – ligado al número, a la geometría sagrada, a la práctica personal y, por supuesto, a la letra hebrea y a la pronunciación de Nombres (y también a la curación, uno de los poderes del Kohén; además de impartir la Bendición, como vimos en el Nombre anterior). El acercamiento a la Deidad comporta la asimilación del proceso creativo que dimana de ella, tanto en el cosmos como en el ser humano. Por la comprensión, clasificación y canalización de las energías divinas (representadas en el Árbol de la Vida) el cabalista deviene en co-creador, pudiendo modificar no sólo su interior en aras de alcanzar una perfección – entendida como la totalidad de su ser – sino también de efectuar cambios en el mundo exterior, material y social.



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