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Por Kabbalah y Torah en Expansión
Estamos a punto de celebrar nuestro 1956
de Tishá BeAv desde la destrucción del Segundo Templo. Esto representa mucha
esperanza y mucha decepción. Aunque Mashíaj podría llegar en cualquier momento,
el Talmud declara que ‘Tishá BeAv’ (“el día 9 del mes de Av”) es el día más
propicio para su nacimiento. Cada año nuestras esperanzas se renuevan, y cada
año se ven frustradas.
La tendencia natural, con semejante
precedente de decepción, es volverse cínico y perder la esperanza.
Lamentablemente, muchos han hecho precisamente eso, a menudo sin darse cuenta.
Celebran los ritos de Tishá BeAv, observan su duelo, derraman algunas lágrimas
y manifiestan confianza en que este será el año en que nuestro ayuno se
convierta en fiesta. Pero en el fondo, no creen sinceramente que ahora pueda
ser el momento. Están hastiados por 1956 decepciones. No se les puede culpar.
La pregunta es: ¿Cómo podemos
esperar a Mashíaj con la certeza de que REALMENTE podría materializarse en
cualquier momento, lamentando la lamentable situación de nuestra realidad sin
él, y al mismo tiempo encontrar la manera de abrazar nuestro presente (a pesar
de su ausencia) con aceptación incondicional? Esto se convierte en el prototipo
de cómo procesar todos nuestros anhelos, tanto personales como colectivos, sin
agotar el corazón ni desesperar.
1) La primera regla es dar cabida a
la voz de nuestra insatisfacción. Nuestra Tradición nos exige lo siguiente:
a) Nuestra oración de Ämidá, tres
veces al día, es una letanía de carencias y peticiones.
b) En ‘Jatzot Hal´Láila’ (“medianoche”),
los ‘Tzaddikim’ (“personas justas”) rompen su sueño para lamentar nuestra
caída.
c) Y un día entero al año (Tishá
BeAv), nos sentamos en el suelo y lamentamos nuestras vidas rotas, nuestra
identidad fragmentada y el Templo en ruinas. Nos adentramos en la conciencia de
un vaso medio vacío y pasamos el día abrazando su verdad (aunque parcial).
2) La segunda regla es tener la
certeza de la fe de que el éxito es realmente una opción: si Mashíaj pudiera
venir hoy y aún pudiéramos cumplir nuestras misiones personales y colectivas,
entonces vendrá hoy, y nada podría detenerlo. Solo hay una razón por la que
Mashíaj no aparecerá este año en Tishá BeAv (ni en ningún otro “hoy”), y es si
su llegada (inadvertidamente) impidiera la realización de algún potencial
necesario para que el propósito de la Creación tenga éxito. (Mashíaj vendrá.
Eso no está en duda. Pero si vendrá hoy depende de los factores mencionados).
3) La tercera regla es aceptar la
circunstancia presente incondicionalmente, sabiendo que “todo lo que HaShem
hace es para bien” (Berajot 60b). Sin duda, esta es la manera más sutil que se
podría idear para lograr un ‘Tikkún’ (“corrección”) necesario. Y el resultado
de cada Tikkún es una consciencia expandida, y ese (es decir, el crecimiento de
la consciencia) es el único placer verdadero y duradero. El nuevo incremento de
consciencia que se hizo disponible en este momento (imperfecto) en realidad
producirá más alegría, paz y satisfacción espiritual que la bendición que
anhelábamos.
4) La cuarta regla consiste en
oscilar entre el dolor (del n.° 1) y la aceptación (del n.° 3), manteniendo
siempre la visión de fe (del n.° 2) como una presencia constante de fondo. Este
es el secreto del Jashmal: la técnica cabalística de aceptar la paradoja
oscilando entre verdades contrarias, que, en este caso, son el anhelo y la
aceptación. Aunque en Tishá BeAv enfatizamos el anhelo (y el dolor que lo
provoca), mientras que en Shabbat enfatizamos el polo opuesto, la aceptación.
Sin embargo, esta danza solo
funciona si abrazamos cada punto de vista plenamente cuando nos ponemos en su
lugar, en ese momento en que se convierte en la verdad completa. Sin embargo,
como una hélice que gira tan rápido que parece inmóvil, esta alternancia de
perspectivas produce una gestalt que abre la mente a verdades superiores. No es
solo un ejercicio mental, sino una práctica espiritual.
El tercer elemento de la danza Jashmal,
la visión de la fe (de la regla n.° 2), nos exige saber que Mashíaj podría
llegar en cualquier momento, aunque Tishá BeAv (que está a la vuelta de la
esquina) es un momento especialmente propicio. Sin embargo, como señala el
Ramjal en su famoso diálogo entre el corazón y el intelecto, es posible “creer”
y no estar completo con esa creencia.
Creer en la inminente llegada de Mashíaj
nos exige aceptar que un cambio discontinuo en la realidad no solo es posible,
sino probable, aunque el mundo parezca ir en la dirección opuesta. El armamento
nuclear amenaza la existencia del planeta; el materialismo prolifera; la moral
se desmorona; los ‘Bené Israel’ (Hijos de Israel) se asimilan en cantidades que
se acercan a la ‘Shoá’ (“Holocausto”); las economías se desploman; el
terrorismo aumenta. ¿Cómo podría una generación como esta merecer la recompensa
consumada de presenciar la ‘Gueul´lá’ (Redención)?
Si, como sostiene la Tradición,
Mashíaj debe reflejar el nivel espiritual de la generación, entonces solo una
era libre de pecado y consagrada a HaShem debería merecer la Gueul´lá. Aunque
nuestra generación no parece cumplir con ese estándar, sin embargo, existe una
reserva invisible de mérito y conciencia que se llena cada día. Y en algún
momento crítico, que podría ser la próxima persona que da ‘Tzedaká’ (“caridad”),
o entra a la ‘Ieshivá’ (“academia de estudio”), o se disculpa con su vecino, o
elige ‘Dérej HaShem’ (“el camino correcto”)... en ese momento crítico... la
balanza se inclinará y toda la naturaleza de la realidad cambiará de rumbo. Las
personas se sentirán impulsadas desde dentro a buscar a HaShem, la verdad y la
Torá con la misma pasión con la que ahora persiguen el dinero, la fama y el
poder. En ese punto, comenzará ‘Iemot HamMashíaj’ (“La Era Mesiánica”)… como un
cambio discontinuo en nuestra realidad sociocultural.
Dejemos que el poder de nuestro
anhelo colectivo, la visualización (y la aceptación) de este Tishá BeAv incline
la balanza e inicie el cambio cuántico hacia el crecimiento a través de la
alegría que es la firma y la promesa mesiánicas.
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