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Por Kabbalah y Torah en Expansión
Muchos consideran el Séfer HazZóhar
como el texto fuente del misticismo judío. Por ello, por un lado, se le trata
con reverencia y asombro, pero por otro, rara vez se le consulta como guía
práctica y ética en la vida diaria. Sin embargo, se sabe que el último Rebbe de
Lubavitch encuentra una aplicación útil para casi todo lo existente, desde la
ciencia y los fenómenos naturales hasta eventos históricos específicos. Por lo
tanto, no cabría esperar menos de sus enseñanzas sobre el Zóhar.
El siguiente es un principio global
y potencialmente transformador que deriva de unas pocas líneas de un pasaje del
Zóhar:
En una sociedad de libre mercado
donde se prioriza la generosidad voluntaria, quienes ayudan a otros con bienes
y servicios de todo tipo, cuando tienen la voluntad y la capacidad de hacerlo,
son muy valorados. Sin embargo, la Torá valora el mandato de quien posee más de
algo, ya sea material, intelectual o espiritual, de compartir o beneficiar a
los necesitados con sus dones. Esta parece ser la solución ideal entre, por
ejemplo, un sistema socialista que obliga a otros a desprenderse de sus
ganancias, o un sistema capitalista que permite a las personas ganar todo el
dinero posible y, aparte de los impuestos, conservarlo todo.
A primera vista, este enfoque parece
nivelar bastante el campo de juego. De hecho, a nivel nacional, en la Tierra de
Israel, existen leyes como la ‘Shemitá’ (“cese de trabajar la tierra en el
séptimo año”), donde la regla general es que no solo otras personas, sino incluso
los animales, pueden participar de la producción del séptimo año de un
propietario privado. Además, la extensión rabínica del ‘Maäser’ (“ley del
diezmo”) de las cosechas al diezmo de las ganancias es una expresión concreta
de la Mitzvá de compartir. A través de estas y otras prácticas caritativas que
el judaísmo obliga y alienta, la brecha entre los que tienen y los que no
tienen puede evidentemente superarse. Sin embargo, hay un sentido sutil en el
que estos esfuerzos pueden, al menos internamente, donde el pensamiento
jasídico pone gran énfasis, ¡en realidad ampliar la brecha! Es a esta
posibilidad a la que recurrimos en la ingeniosa interpretación del Rebbe de un
pasaje del Zóhar.
El Zóhar (Mikketz 199) menciona el
versículo de Mishlé/Proverbios: “La Tzedaká salva de la muerte”. Los maestros,
cuyos viajes se relatan en el Zóhar, afirman que la Tzedaká, como término
general para la rectitud, puede referirse tanto a la Torá como a la caridad, y
que ambas son un mismo aspecto. Los maestros se encuentran entonces con un
‘Iehudí’ (judío) en su camino, quien añade a esta enseñanza que el término
Tzedaká también puede referirse a ‘Shalom’ (paz).
Rebbe Leví Itzjak, el padre del
difunto Rebbe de Lubavitch y un renombrado cabalista, escribe en sus
comentarios al Zóhar: “¿Cómo podría ser que las 2 primeras referencias de la
Torá y la Tzedaká estén relacionadas entre sí? La Torá se basa en la Sefirá de
Tiféret de Zéër Anpín, mientras que la Tzedaká está conectada con Maljut. La
Torá es un asunto espiritual mientras que la Tzedaká trata específicamente con
lo material. Entonces, ¿cómo podría el mismo término referirse a ambos? Rebbe
Leví Itzjak responde que esto es a lo que el Iehudí estaba respondiendo cuando
introduce el concepto de ‘Shalom’ (paz), porque solo la paz puede unir estos
dos opuestos.
Su hijo, el Rebbe, procede entonces
a analizar y aplicar la enseñanza de su padre. Comienza añadiendo otro
contraste: la Torá se relaciona principalmente con el trabajo con uno mismo,
mientras que la Tzedaká se refiere principalmente a la asistencia a otra
persona. Así, surge la enseñanza del Zóhar de que la Torá y la Tzedaká están
unidas por medio del Shalom, que conecta ambos extremos. En otras palabras,
ayudar a otra persona no es un asunto separado, sino parte intrínseca del
propio servicio, ya que ambas personas forman parte de la esencia del ‘Kelal Israel’
(“el cuerpo colectivo de Israel”).
Esto también se relaciona con Shabbat
Janukká, que siempre cae en la Parashá Mikketz. Shabbat enfatiza el trabajo con
uno mismo, ya que la vela de Shabbat se conoce como ‘Ner Betó’ (“la vela de su
hogar”) (Shabbat 23). En contraste, Janukká se relaciona con el servicio a los
demás, como dice el Talmud: “Es una Mitzvá colocarla (la vela de Janukká) a la entrada
de la casa, mirando hacia el exterior”. Así, cuando Shabbat y Janukká se unen,
se unifica el trabajo propio con el servicio al prójimo.
El Rebbe profundiza aún más la
conexión. La relación entre Shalom, la Torá y la Tzedaká no es solo que estén
unidos, sino que cada componente de la Torá y la Tzedaká está relacionado con
Shalom, como afirma el Talmud (Berajot 8) en el versículo (Tehil´lim 55:19): “Me
redimió en paz por los muchos que estaban conmigo”. Según el Talmud, HaShem
dice que quienquiera que se dedique a la Torá y a los actos de bondad, y rece
con la congregación, se considera como si ME hubiera redimido, como explica
Rashi en la continuación del versículo: “Por los muchos que estaban conmigo”,
que rezaron conmigo. También “PADÁ VESHALOM - redimió en paz” se refiere a quien
está involucrado en palabras de Shalom, es decir, Torá, como está escrito: “Y
todos sus caminos son Shalom”. Así también, ‘Guemilut Jasadim’ (“los actos de
bondad”) son Shalom, porque cuando uno hace un favor a otro con su cuerpo, su
amigo reconoce el amor y lo corresponde con sentimientos de unidad y paz. Por
lo tanto, Shalom es un componente intrínseco de los 3 pilares sobre los que
existe el mundo: la Torá, la Tefil´lá y los actos de bondad.
Más profundo aún es un aspecto de
Shalom, en el cual debe ser así de manera generalizada y revelada, para que el
objetivo de la Torá y la Tzedaká sea necesariamente la paz.
El Rebbe explica: Con referencia al
estudio de la Torá, los sabios dicen (Kiddushin 30): “Incluso si un padre y un
hijo y un maestro y un estudiante que están estudiando Torá se vuelven enemigos
en el proceso de una discusión de la Torá (porque debaten entre sí y no aceptan
los argumentos del otro), no se mueven de allí hasta que se vuelven amigos
entre sí, como dice (Bamidbar 21:14): “En el libro de las guerras de HaShem, y
Vahev al final”, lo que significa que cuando los ‘Bené Israel’ (Hijos de
Israel) luchan entre sí en debates de la Torá, hay ‘Ahavá’ (amor) al final. Aún
así, incluso en este escenario, el comienzo del proceso es lo opuesto a la paz,
ya que están en conflicto entre sí. En otras palabras, el estudio de la Torá
requiere que cada uno exprese su opinión al principio, pero solo al final la
decisión es según uno de ellos (o según una tercera perspectiva que resuelve
ambas). De hecho, ‘Pilpul HatTalmidim’ (“el proceso de debate entre estudiantes”),
es uno de los rasgos a través de los cuales se adquiere la Torá.
Sin embargo -y aquí reside el
desafío radical, y diría incluso revolucionario, del Rebbe-, el enfoque del
aprendizaje con un compañero debe comenzar con el objetivo de acercarse y
unirse. Por lo tanto, cuando uno plantea una objeción a las palabras de su
compañero de estudio, le plantea la pregunta a su amigo con la intención de
escucharlo una y otra vez si es necesario, hasta comprender plenamente su
postura. Así, estos aparentes adversarios exploran, analizan juntos y ajustan
sus palabras hasta que la enseñanza se aclara en aras de una verdad superior.
Quizás, en el lenguaje moderno, esto podría ser un paralelo a lo que el famoso
negociador William Ury llama: “El Tercer Lado”.
Lo mismo ocurre con la conexión de
la Tzedaká con los actos de bondad. Si bien es cierto que cuando uno beneficia
a otro con bienes materiales, quien recibe siente la generosidad del donante,
lo que a su vez evoca un sentimiento recíproco de conexión y paz. Sin embargo,
el mero hecho de que exista un contraste entre el benefactor y quien recibe
puede inducir un sentimiento de superioridad y separación, que en realidad es
lo opuesto a la paz. (Esta podría ser una razón por la que el Rambam afirma que
un préstamo es de mayor nivel que un regalo). Y aunque el regalo se da
ciertamente con un semblante feliz y un sentimiento de compasión, mientras
quien da sienta una ventaja sobre su amigo, no puede haber una verdadera
sensación de paz entre ellos, porque la verdadera paz significa que ambos están
en igualdad de condiciones.
Por lo tanto, volviendo al Zóhar, el
judío anónimo viene a enseñar que la Tzedaká y los actos de bondad deben
realizarse para generar cercanía y unidad entre ellos, y no desde un
sentimiento de que uno es el que da y el otro el que recibe. Más bien, la
dinámica debe surgir de la conciencia de que, como dice el Midrash: “Más que lo
que el dueño de casa hace por el sirviente, el sirviente hace por el dueño de
casa”. Esto significa que el receptor es realmente quien otorga la Mitzvá de
Tzedaká al benefactor, una Mitzvá que el donante no podría realizar con toda la
buena voluntad del mundo, si no fuera por la existencia del necesitado. Con
esta actitud, el donante en realidad se siente agradecido con el receptor,
quien fue capaz de crear el mérito de la Mitzvá de Tzedaká.
Lo mismo ocurre con la Tzedaká
espiritual: cuando alguien, como un maestro, un sabio o incluso un padre, ayuda
a otro a estudiar Torá y cumplir Mitzvot, debe comprender que esta actividad
también beneficia al que ayuda. En otras palabras, el maestro se beneficia
enormemente con este servicio.
Este estado mental no surge de forma
automática, ni siquiera con facilidad. Una inclinación natural puede ser que el
benefactor se sienta bien al dar, pero a menos que la persona realice un
profundo trabajo interior de antemano, es muy probable que la buena sensación
vaya acompañada de un sentimiento de superioridad o, al menos, de contraste con
quien se percibe como inferior. Como dije, este es un estado mental muy sutil,
y creo que requiere, entre otras cualidades, una gran dosis de humildad para
que surta efecto; una cualidad que, según los ‘Jajamim’ (sabios), hay que
cultivar hasta el extremo.
Sin embargo, como parece sugerir el
Rebbe, el cambio positivo a nivel global e incluso cósmico debe comenzar con
una remodelación y una mejora internas de nuestra naturaleza, incluso de las
partes buenas. No solo importan los pensamientos, sino que pueden transformar
la energía en materia y tener un impacto revolucionario en nuestras vidas y en
la sociedad. Que cumplamos con alegría la directiva de este antiguo texto para
alcanzar la comprensión y aplicación cuántica del principio de que, en
realidad, todos somos uno y que cada uno de nosotros es una célula divina en el
organismo del Kelal Israel, de toda la humanidad y de toda la Creación.
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