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Por Kabbalah y Torah en Expansión
Vaiikrá 12:1-3:
“Y HaShem habló a Moisés, diciendo:
Habla a los Hijos de Israel y diles: ‘Cuando una mujer dé a luz y tenga varón,
quedará impura por siete días; como en los días de su menstruación, será impura.
Al octavo día la carne del prepucio del niño será circuncidada’”.
Sepan que esto, es decir, la
impureza de una mujer durante 7 días después de dar a luz a un hijo fue causada
por la inyección del veneno de la “Serpiente” en Javvá (Eva).
Aunque el texto de la Torá sólo dice
que la “Serpiente” le habló a Javvá, en la tradición oral se explica que la “Serpiente”
en realidad tuvo relaciones sexuales con ella (Shabbat 146a). La serpiente
personificaba el “mal”, es decir, el egoísmo y el egocentrismo, la antítesis de
la conciencia de HaShem.
Por supuesto, cada individuo posee
un alma divina única, que se expresa como su distintiva “personalidad divina”,
con su propia contribución a la comprensión mundial de la presencia de HaShem.
Esto puede expresarse de diversas maneras, desde interpretaciones innovadoras
de la Torá hasta creatividad artística, actos de bondad, inspiración para otros
a vivir vidas santas, etc. Este es el “ego” divino y único de la persona. Por
lo tanto, el ego en sí no es necesariamente algo malo.
El problema es que este ego divino a
menudo queda oculto tras el álter ego del ‘Néfesh HabBehemit’ (“alma animal”).
Este álter ego comienza como la autoconciencia que una persona debe tener para
asegurar el cuidado de sus propias necesidades físicas, pero rápidamente asume
el control total de sus pensamientos, volviéndolo egoísta y egocéntrico. En
otras palabras, si un niño no recibe una educación espiritual adecuada (también
conocida como Torá), que lo capacita para priorizar su ‘Néfesh HaElohit’ (“alma
divina”), su alma animal tomará el control por defecto. Esto se debe a que el
ego animal recibe el control inicial de la mente, ya que un bebé primero
necesita aprender a cuidar de sí mismo.
Esta conciencia inflada de uno mismo
(es decir, inflada más allá de la conciencia básica de uno mismo requerida para
que podamos funcionar físicamente) se define como “malvada”, en la medida en
que usurpa el papel destinado al alma divina.
Busca desviar la atención del
individuo de los asuntos divinos -a veces con indulgencia material, a veces con
formas sustitutivas de espiritualidad- para aumentar su interés y enfoque en sí
mismo. Este subterfugio también puede expresarse de maneras muy refinadas, como
las búsquedas intelectuales o artísticas abstractas. En la mayoría de las
personas, su mente consciente es una mezcla de ego, principalmente animal, y
algunos deseos profundos del alma divina que buscan aflorar. Cuanto más espiritualizamos
nuestra vida y, mediante el estudio de la Torá y el cumplimiento de las ‘Mitzvot’
(“Mandamientos de la Torá”), le damos a nuestro ser divino los medios para
expresarnos, más expresará nuestra creatividad la verdadera divinidad y podremos
identificar y enfocarnos en el elemento divino en la creación de los demás.
La perspectiva
animal/subjetiva/egoísta de la vida fue introducida a la humanidad por ‘HanNajash’
(“la Serpiente”), su personificación primordial. Al inyectar sexualmente su
veneno psicológico en Javvá (Eva), la “Serpiente” privó a Adam y Javvá de su
capacidad de ver la realidad desinteresadamente.
Por eso Javvá menstrúo en ese
momento, dando a luz a Kain (Caín), quien derramó sangre, y a Hével (Abel),
cuya sangre también fue derramada. Este es el origen de la sangre menstrual de
la mujer, como está escrito (Vaiikrá 12:2:
“Cuando una mujer dé a luz y tenga
varón, quedará impura por siete días; como en los días de su menstruación, será
impura”.
El hecho de que la Torá compare la
impureza contraída por el nacimiento con la impureza contraída por la
menstruación indica que ambas están conectadas temáticamente.
La menstruación hace que la mujer se
centre en sí misma física y emocionalmente. (Por eso se prohíben las relaciones
maritales durante ‘Niddat’ (“la menstruación”); la mujer está demasiado
centrada en sí misma como para centrarse en su marido o en su alma en común).
El hecho de que esto sea así indica
que la menstruación es espiritualmente el resultado de la introducción de la
autoconciencia en la humanidad, la cual, como hemos visto, se originó en la
inyección de la “semilla” física/metafísica de la “Serpiente” en Javvá. Las
leyes de ‘Taharat HamMishpajá’ (“la pureza familiar”) son la vía divina para
que la experiencia menstrual se transforme en lo que debe ser: un proceso
educativo basado en la auto-orientación.
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