OLAM HAIETZIRA: El Mundo de la Formación

ÖLAM HAIIETZIRÁ: El Mundo de la Formación

 

Por Kabbalah y Torah en Expansión

 

La limitación que añade el descenso al ‘Ölam HaiIetzirá (“El Mundo de la Formación”) es la propia dimensión. La formación es esencialmente un concepto espacial, y la Kabbalá también aborda la naturaleza del espacio. Es importante saber que la Kabbalá considera el tiempo y el espacio como condiciones creadas y no como cualidades intrínsecas. Es decir, hasta el descenso de la luz al Mundo de Ietzirá, esta no está limitada por la dimensión. Incluso en el Mundo de Ietzirá, la dimensión sigue siendo espiritual y aún no ha trascendido las limitaciones físicas del espacio.

 

El espacio físico tiene 6 dimensiones que lo limitan y definen. Estas son: arriba y abajo, derecha (sur) e izquierda (norte), delante (este) y detrás (oeste). En la Kabbalá, cada una de las direcciones se deriva de una cualidad espiritual, concretamente, uno de los 6 aspectos del Mundo de Ietzirá. La dimensión espiritual del Mundo de Ietzirá se transforma en el ‘Ölam HaÄsiiiá’ (“El Mundo de la Acción”) en el espacio físico real. En el Mundo de Ietzirá, estas 6 dimensiones se denominan las 6 Middot, o las 6 Sefirot (Jésed-Guevurá-Tiféret  Nétzaj-Hod-Iesod), que se revelan principalmente en ese Mundo. La palabra Middá en hebreo significa “dimensión”, “limitación” o “medida”. Esta es la característica principal del Mundo de Ietzirá: la luz que desciende allí es limitada y medida.

 

Una de las características de la dimensión o medición es que requiere al menos 2 puntos de referencia: el punto de partida y el punto de llegada de algo. En consecuencia, Ietzirá, la fuente de la dimensión, es el primer plano de existencia donde surgen la polaridad y la dualidad (lo opuesto a la unidad y la unicidad). Así, se da el inicio de la relación, es decir, una situación en la que cada aspecto se define en referencia a algo más, en lugar de en función de sus propias cualidades intrínsecas. Es importante destacar que, en Ietzirá, esta dualidad sigue siendo espiritual y, por lo tanto, las características del Mundo de Ietzirá trascienden las limitaciones del espacio físico.

 

La dimensión espacial en el Mundo de Ietzirá puede entenderse de la siguiente manera:

 

“Arriba” es la emisión activa de ‘Or’ (luz) y fuerza vital (similar a la luz solar que fluye desde arriba), que desciende a los ‘Kelim’ (“vasijas”), listas para recibirlas (para continuar con la analogía, como plantas o árboles que absorben la luz solar).

 

“Abajo” es la recepción por las vasijas; cuanta más luz reciben, más se expanden y crecen (hacia el sur, hacia la trayectoria del sol, hacia la luz) y, en consecuencia, más se elevan (es decir, avanzan hacia el origen de la luz). Sin embargo, si las vasijas son demasiada inmaduras y constreñidas, o porque algo impide que la luz los alcance, se contraen y no crecen. Incluso pueden alejarse de la fuente de luz y retirarse, como una planta que se marchita y muere. Esta es la dimensión espiritual interna del espacio físico.

 

En la analogía utilizada previamente para describir los ‘Ölamot’ (“Mundos”), si la idea original y su expansión en la comprensión representan el ‘Ölam HaAtzilut’ (“El Mundo de la Emanación”), y considerar cómo describir la idea a otra persona representa el ‘Ölam HabBeriiiá’ (“El Mundo de la Creación”), entonces la explicación real de la idea a otra persona representa el ‘Ölam HaiIetzirá’ (“El Mundo de la Formación”). Al explicar una idea a otra persona, inevitablemente existe un límite en cuanto a la cantidad de la comprensión original que se puede transmitir mediante el habla. Algunos tienen más éxito que otros, pero ni siquiera el mejor maestro puede comunicar su propia comprensión exacta a su alumno. El alumno debe trabajar en esto por sí mismo. Por lo tanto, el ‘Dibbur’ (“habla”) es mucho más limitada que el ‘Majshavá’ (“pensamiento”). Asimismo, el descenso de la ‘Or’ (luz) al Mundo de Ietzirá define y limita la luz para que pueda ser absorbida por los ‘Kelim’ (“vasijas”) de nivel inferior del ‘Ölam HaÄsiiiá’ (“El Mundo de la Acción”). Al hacerlo, la luz se vuelve mucho más oculta y limitada. De esta manera, cada ‘Kelí’ (“vasija”) se separa del otro, porque cada uno recibe la luz y la expresa según su propia naturaleza específica. De ahí la división y la diversidad.

 

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