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Por Kabbalah y Torah en Expansión
En la Parashá Behaälotejá (Bemidbar/Números
8-12), unas personas, un tanto desagradecidos, se quejan a Moshé de que
extrañan la carne que solían comer en Mitzráim (Egipto); ahora lo único que
reciben es Maná (Bamidbar 11:4-6). En respuesta, HaShem le ordena a Moshé que
informe a los ‘Bené Israel’ (Hijos de Israel) que no solo se les dará carne
suficiente para una o dos comidas, sino un suministro completo para 30 días.
Moshé protesta: “¿De dónde he de
conseguir carne para dar a todo este pueblo?” (Bamidbar 11:13) y más adelante: “El
pueblo, en medio del cual estoy, llega a 600.000 de a pie; y tú has dicho: ‘Les
daré carne a fin de que coman, por todo un mes’. ¿Sería suficiente degollar
para ellos las ovejas y los bueyes? ¿O sería suficiente juntar para ellos todos
los peces del mar?” (Bamidbar 11:21-22).
¿Qué quiso decir Moshé con sus
protestas? Al fin y al cabo, el mundo está lleno de naciones mucho más
numerosas que los Bené Israel, y todas parecen tener suficiente para comer; sí,
parecería haber incluso más que suficiente si HaShem reuniera todas esas ovejas
y ganado, o “todos los peces del mar”. Y, en cualquier caso, ¿quién mencionó el
pescado? El Pueblo pidió carne; nunca mencionaron el pescado, así que ¿a qué se
refería Moshé?
Ahora bien, por un lado, el Talmud
enseña que a una persona que ignora la Torá se le prohíbe comer carne (Pesajim
49b); dicha persona es incapaz de tener las ‘Kavvanot’ (“intenciones santas”)
necesarias para elevar la carne a su origen espiritual. Esto implica que es la
persona quien eleva la carne, como cabría esperar, dado que los humanos son
superiores a los animales y a las formas inferiores de existencia. En otro
lugar, sin embargo, el Talmud enseña (Berajot 40a): “El fruto que comió Adam
[de El Árbol del Conocimiento] fue trigo [ya que el trigo ilumina a la
persona]. Esto implica que, por el contrario, es la comida la que beneficia a
la persona, no solo en sentido físico (pues esto es obvio), sino también
espiritual.
En realidad, ambas perspectivas son
válidas. La filosofía judía enseña que los sabores de las plantas y las frutas,
y la sustancia física de alimentos como la carne, tienen su origen en un plano
de existencia espiritual superior al de la humanidad. En resumen, el
significado de esto se deriva del hecho de que HaShem es infinito y este mundo
físico es finito; existe, por así decirlo, una gran distancia entre ambos. En
un sentido muy amplio y general, podemos hablar de un estado de existencia en
el que la energía creativa de HaShem, la fuerza vital que otorga a la creación,
se manifiesta de forma bastante uniforme con respecto a las creaciones
generadas por esa fuerza vital. En cambio, un plano de existencia espiritual “inferior”
sería aquel en el que la fuerza vital divina ha comenzado a ordenarse y
diferenciarse, de modo que algunas criaturas reciben más y otras menos,
circunstancia que define la superioridad o inferioridad relativa de dichas
criaturas.
Para ser más específicos: el primer
esquema espiritual de existencia se conoce como ‘Ölam HatTohu’ (“El Mundo del Caos”);
el segundo, ‘Ölam HatTikkún’ (“El Mundo de la Rectificación”). Ambos son Mundos
Espirituales de existencia; sin embargo, el resultado final de esta progresión
desde grados superiores de espiritualidad a niveles inferiores es este mundo
físico. Se puede decir que las entidades de este mundo son manifestaciones
físicas de sus contrapartes en los Mundos Espirituales, de forma similar a como
un objeto físico refleja la intención de su diseñador, que a su vez fue
motivada por algún sentimiento interno o necesidad de expresión, etc. En
teoría, se podría rastrear la progresión de un objeto físico a través de
niveles sucesivamente más sutiles de planificación y motivación dentro de su
creador, hasta que la “fuente” última de ese objeto resulta ser prácticamente
indistinguible de su yo más íntimo. En la inescrutable sabiduría de HaShem,
creyó conveniente crear el universo siguiendo un modelo similar, y, respecto a
la vasta progresión entre el propio “Ser” de HaShem, por así decirlo, y este
mundo, podemos señalar niveles espirituales específicos (arraigados a su vez en
niveles aún más elevados, etc.) como las raíces, o fuentes, de los objetos
físicos. Así, se dice que la carne proviene del ‘Ölam HatTohu’, mientras que la
humanidad proviene del ‘Ölam HatTikkún’.
La manera en que HaShem manifiesta
su fuerza vital en las raíces espirituales se refleja en los elementos físicos
que de ellas se derivan. Como se mencionó anteriormente, en el Ölam HatTikkún -la
fuente espiritual de la humanidad- la Divinidad se deposita en mayor medida en
ciertos elementos de ese Mundo y en menor medida en otros. Por lo tanto,
también en los humanos encontramos que nuestra fuerza vital se manifiesta en
diferentes grados dentro del cuerpo: el alma se manifiesta principalmente en la
facultad intelectual; en menor medida, en las emociones; y en menor medida en
la capacidad de acción. (El intelecto se asocia con la letra hebrea א Álef. Por lo tanto, la palabra hebrea para “Humanidad” es אדם ‘Adam’, escrita con las letras א ‘Álef’, ד ‘Dálet’ y מ ‘Mem’ ya que estas 3 letras representan, respectivamente, las
palabras hebreas para pensamiento, ‘Dibbur’ (“palabra”), que empieza por ד ‘Dálet’ y ‘Maäsé’ (“acción”),
que empieza por מ ‘Mem’.
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