FRECUENCIA VIBRACIONAL PARA LA LUNA LLENA DE TAMMUZ 5785

Por Kabbalah y Torah en Expansión
Vaiikrá 2:13:
“Toda ofrenda de cereal tuya
sazonarás con sal, para que la sal del pacto de tu Di-s no falte de tu ofrenda
de cereal; con todas tus ofrendas ofrecerás sal”.
“¿Se come sin sal lo insípido? (Iiiov
6:6). La sal realza el sabor de otros alimentos. Irónicamente, la sal en sí
misma no es agradable al paladar, pero puede hacer que otro alimento sea
sabroso.
La razón es la siguiente: la sal es
un derivado del agua. Se forma por la intensa acción del sol sobre el agua. El
agua es ‘Jésed’ (“bondad”); la sal es ‘Guevurá’ (“severidad”). De ahí la
agudeza de la sal.
Es un axioma del pensamiento
cabalístico que toda sustancia física es, en esencia, la forma involucionada de
una entidad espiritual Superior. Por lo tanto, la sal no solo simboliza o
representa el reino supremo de Guevurá, sino que es Guevurá en su manifestación
física.
El ‘RaJú’ (Rabbí Jaiim Vital)
escribe en Ëtz Jaiim que lo que es Guevurá en un nivel crea Jésed para el nivel
inmediatamente inferior. Así, la Guevurá de Jojmá se convierte en Jésed de
Biná.
La sal en sí es Guevurá, es decir,
amarga, pero cuando desciende a un nivel inferior [es decir, entra en la
sustancia de otro alimento], se convierte en Jésed y le otorga sabor a ese
alimento.
La sal no penetra realmente en la
sustancia que afecta; realza el sabor natural del alimento. Cuando comes un
alimento correctamente salado, no estás saboreando un alimento con sal; estás
saboreando un alimento cuyo sabor natural ha sido realzado por la sal. Por
ejemplo: Cuando una persona separa lo comestible de lo no comestible, no “entra”
en la sustancia que está tamizando. Más bien, el proceso de tamizado lo realiza
ella misma [desde afuera]. De manera similar, en el proceso de elaboración del
queso, el cuajo no “entra” en él. El sabor del cuajo no está presente en el
queso. Sin embargo, a pesar de su separación, el cuajo separa las diversas
sustancias y crea el queso.
La sal es también la encarnación de
la raíz de todas las ‘Guevurot’ (“severidades”) y, por lo tanto, tiene la
capacidad de ‘Hamtaká Dinim’ (“endulzar los juicios”). Por ello, la sal debe
estar siempre presente en la mesa como antídoto contra la desgracia, pues, como
es sabido, las Guevurot solo se endulzan con su raíz. El ejemplo que se da para
esto es:
“La madera del hacha que tala los
árboles del bosque se toma del propio bosque”.
En el ámbito de la Torá, ‘HamMélaj’
(“la sal”) es la Kabbalá, la dimensión interna de la Torá.
A diferencia de los aspectos legales
de la Torá, que pueden comprenderse y saborearse completamente, la Kabbalá está
oculta y encubierta. La mente humana no puede saborearla ni asimilarla
plenamente. Permanece separada [como la sal y el cuajo, que cumplen su función
sin penetrar realmente en el objeto]. Sin embargo, ambos aspectos de la Torá
tienen una ventaja. La ventaja de los aspectos legales es que el hombre puede
digerir plenamente la sabiduría divina tal como se manifiesta en el plano
físico en forma de las leyes de la Torá. Este nivel se llama ‘Jojmá’ (“sabiduría”),
donde la mente humana puede unirse con la sabiduría divina.
La Kabbalá, que habla de realidades
supremas, está más allá de Jojmá. Esta es su ventaja y su desventaja. Al estar
más allá de Jojmá, la mente humana no puede absorberla por completo. Por el
contrario, debido a su trascendencia, su efecto en el estudiante es mucho más
poderoso.
Sin el conocimiento de la Torá, no
se puede apreciar Jojmá, la sabiduría de HaShem. Porque solo mediante ‘Talmud
Torá’ (“el estudio de la Torá”) se puede comprender y absorber verdaderamente
la sabiduría divina. Con la Kabbalá o el Midrash, no se asimila completamente
la esencia del pensamiento.
Por otra parte, aunque al estudiar
la Kabbalá uno percibe sólo un rayo de las ideas reales, sin embargo, este rayo
proviene de la dimensión interior, el alma de la Torá y tiene la capacidad de
afectar la perspectiva espiritual de su estudiante.
De esto aprendemos que la ley de la
Torá es el pan y la carne. El Midrash y la Kabbalá son la sal, que da sabor a
la comida, neutralizando la negatividad.
La lección anterior está ilustrada
por la parábola talmúdica (Shabbat 31a):
“Un hombre le dijo a su agente: ‘Tráeme
un ‘Kor’ (volumen de 4320 huevos, estimado entre 248 y 430 litros”) de trigo al
desván’. Fue y se lo subió. Después, el hombre le preguntó a su agente: ‘¿Mezclaste
con el trigo un ‘Kav’ (“volumen de 24 huevos”) de ‘Jumtón’ (“tierra con alto
contenido en sal utilizada para conservar el grano”)?”. ‘No, respondió el
agente. El hombre respondió: ‘Habría sido mejor que no hubieras traído el trigo’”.
La sal conserva el trigo y garantiza
que no se estropee.
Sin la sal, el trigo puede ser
inútil. De igual manera, el estudio de la Torá sin ‘Irat Shamáim’ (“temor al Cielo”),
que se logra con el estudio de la Kabbalá, es susceptible a la corrupción.
La ‘Guimmatriiiá’ (“valor numérico”)
de la palabra חטה ‘Jittá’ (“trigo”), es 22, en alusión a las 22 Letras del ‘Álef-Bet’
(“alefato hebreo”) con el que se escribe la Torá. Además, la entrega de la Torá
se celebra en Shavuöt con la ofrenda de las primicias de la cosecha de trigo (Shemot
34:22).
De ahí la necesidad de estudiar
ambas dimensiones de la Torá: la oculta y la revelada.
La sal es un conservante. Por lo
tanto, el pacto eterno de HaShem con Aharón se asocia con la sal. “BERIT MÉLAJ
ÖLAM - pacto de sal perpetuo”, como en Bamidbar 18:19. Como explica
Rashi: “HaShem hizo un pacto con Aharón con algo que es saludable, duradero y
que preserva a los demás… la sal, que nunca se echa a perder”.
El Arí (Rabbí Itzjak Luria) señala
la conexión entre la sal y la bendición sacerdotal:
La palabra hebrea מלח ‘Mélaj’ (“sal”), equivale numéricamente a 78, que es 3 x 26 [3 x el
Nombre divino יהו"ה ‘HaVaIáH’, que equivale a 26]. De igual manera, ‘Birkat Kohanim’ (“la
bendición sacerdotal”) contiene el Nombre ‘HaVaIáH’ tres veces:
“HaShem te
bendiga… HaShem haga resplandecer Su rostro… HaShem
alce a ti Su rostro”. Estas ‘Berajot’ (Bendiciones)
mantienen la existencia del Mundo y, por lo tanto, se comparan con la sal, que
sustenta otros objetos.
Otra característica de la sal es que
reduce y destruye lo negativo. Posee esta capacidad porque proviene de la Guevurá
de ‘Kedushá’ (Santidad). Por lo tanto, el Nombre divino usado en el versículo
sobre el pacto de sal es א־להים ‘Elo-him’ [BERIT ELO-HEJA / El pacto de tu Di-s], que es el Nombre
divino que encarna la Guevurá. Por lo tanto, puede transformar y endulzar las
formas negativas de severidad, ya que la ‘Guevurá’ (“severidad”) es endulzada
por su raíz.
Las aguas de Ierijó (Jericó) fueron,
pues, sanadas por el profeta Elishá (Eliseo) mediante la sal. Y cuando la
negatividad se cura o se endulza a través de su fuente, el cambio es interno y,
por lo tanto, mucho más poderoso.
La sal también tiene poderes
curativos. Así, el Tikkuné HazZóhar (54a) señala que una de las permutaciones
de la palabra מלח ‘Mélaj’ (“sal”) es חלם ‘Jalam’, que connota fortalecimiento y sanación. (Véase Iiiov 39:4 y
Ieshaäiahu 38:16)
El sacrificio, por lo tanto, debía
incluir sal. Pues en el “sacrificio” espiritual, el acercamiento del hombre a HaShem,
deben estar presentes todas las propiedades de la sal. Su acercamiento debe
tener la fuerza perdurable de la sal; es decir, no puede ser algo efímero.
Además, debe involucrar y transformar el alma animal, no solo abrumando y
silenciando, sino provocando en ella un cambio interno, es decir, la
dulcificación de las ‘Guevurot’ (“severidades”) a través de su raíz.
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