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Por Kabbalah y Torah en Expansión
El Zóhar mismo está escrito como un
comentario sobre la Torá. Las historias de la Torá no son solo historias, pues
en ellas se encuentran sepultados ‘Sodot HaÖlam’ (“los secretos del Universo”).
Al comprender su dimensión interior, accedemos a esa Sabiduría Infinita que HaShem
ha estado esperando que descubramos. Y debemos agradecer al Creador por hacer
estas historias tan insondables que nos incitan a seguir cavando hasta
encontrar la ‘Or Penimí’ (“luz interior”).
Un tema central que se repite en
varios incidentes es que ‘HashShéker’ (“la mentira”), o al menos ‘Honaá’ (“el
engaño”), parece estar involucrada. Avraham e Itzjak dicen que sus esposas son
sus hermanas; Iaäkov engaña a Ësav para que pierda sus privilegios como
primogénito; Rivká y Iaäkov engañan a Itzjak para que le dé las bendiciones;
los hermanos de Iosef lo secuestran y lo venden, y luego hacen creer a Iaäkov
que lo han asesinado; Leá engaña a Iaäkov para que se case con ella; Tamar
engaña a Iehudá para que engendre a sus hijos. ¿Por qué todo parece tan
torcido?
El tema del engaño proviene del
primer caso, y quizás el más famoso: el de la “Serpiente” que engañó a Adam y
Javvá. Si no hubieran pecado, Adam y Javvá habrían llevado el mundo al ‘Guemar
Tikkún’ (“corrección final”) y ‘Iemot HamMashíaj’ (“la Era Mesiánica”) habría
comenzado de inmediato. La Kabbalá explica que cuando comieron de “El Árbol del
Conocimiento”, hubo un cambio catastrófico por el cual ‘Nitzotzot Kedushá’
(“las chispas del bien”) y ‘Nitzotzot Tumá’ (“las chispas del mal”) se
mezclaron en prácticamente todos los aspectos del Universo. Para rectificar
este acto, sus efectos deben ser deshechos. La recuperación y elevación de
estas chispas es la tarea unificadora que ha ocupado al mundo desde entonces.
Parte del misterio de esta
rectificación reside en que la manera en que se lleva a cabo debe coincidir con
la forma en que estas chispas se propagaron inicialmente. Se realiza una acción
correspondiente, pero esta vez, desde el punto de vista de la ‘Kedushá’ (Santidad).
Esto podría compararse con la tapa de una jarra: así como se ajustó al girarla,
la forma de quitarla es girarla en la dirección opuesta. El Talmud (Sanhedrín
39b) explica de manera similar por qué el profeta Övadiá (Abdías) fue elegido
para anunciar la caída del reino edomita: porque él mismo era un converso
edomita, y “el mango del hacha para cortar el árbol proviene del mismo bosque”.
Encontramos una idea similar cuando
Moshé le mostró a Parö (Faraón) que HaShem lo había enviado al convertir un
palo en una serpiente (Shemot 7:10-11). Los hechiceros jefes de Egipto
respondieron: “¿Traen paja a Ëfráim?” (una ciudad conocida por su grano), es
decir, “¿Traen brujería a un lugar lleno de brujería?” (Menajot 85a, Shemot Rabbá
9:5). Moshé respondió que, en efecto, “Llevan sus verduras para venderlas donde
todos traen las suyas”. A primera vista, es difícil entender qué responde Moshé
exactamente; ¡parece que simplemente repite la pregunta como respuesta! Pero su
respuesta es que, aunque superficialmente él y los hechiceros egipcios parecen
estar haciendo lo mismo, existe una gran diferencia entre ellos. Solo una mente
perspicaz es capaz de distinguirlos, así como solo en un lugar donde todos venden
verduras se puede distinguir cuál es la verdura buena de la mala.
“Ëfráim” se refiere a la “Serpiente”
primordial, ya que “para la serpiente el polvo será su alimento” (Ieshaäiahu
65:25). ‘Äfar’ (“polvo”) de la misma raíz que “Ëfráim/Ëfrón”), y su abundante
producción alude a “El Árbol del Conocimiento”. Sólo en ese lugar y de manera
casi idéntica puede su oscuridad transformarse en luz.
La “Serpiente” triunfó gracias a su
engaño (Berreshit 3:1) o, como lo expresa el Zóhar 1:36a, a que “todas sus palabras
eran falsas”, ocultando sus verdaderas intenciones. Solo pudo triunfar porque
poseía cierta energía e influencia divinas, y por lo tanto, era “más sabia que
todas las demás criaturas”. Si la “Serpiente” hubiera sido ignorada o
derrotada, podría haberse convertido en una poderosa fuerza de santidad en el
mundo. Dado que Adam y Javvá no pasaron la prueba, corresponde a las
generaciones posteriores lograr este ‘Tikkún’ (“rectificación”).
Existe un nivel de engaño llamado ‘Jojmá
Nistará’ (“sabiduría oculta”). Se le llama engaño porque el mundo no puede
determinar su verdadera naturaleza, pero es, en última instancia, la
herramienta que utilizamos para reparar el daño causado por la “Serpiente”.
Dado que la lucha épica para
combatir la oscuridad se nutre de esta Jojmá Nistará, a menudo se manifiesta de
una manera que nos resulta ajena. Una mirada superficial solo nos permitirá ver
que la tapa de la vasija se está torciendo; es necesaria la Kabbalá para
revelarnos cómo se está torciendo precisamente en la dirección opuesta.
Esto tiene implicaciones para
nuestra vida diaria, ya que toda nuestra existencia en este mundo es en
realidad una forma de engaño. El alma proviene de los reinos espirituales de la
existencia, donde la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) brilla con fuerza. Desciende a
un cuerpo físico para vivir en un mundo físico donde la presencia de HaShem y
el propósito de la existencia están ocultos. Debido a este ocultamiento, el
universo físico se denomina en la literatura mística ‘Älemá DeShikrá’ (“el
mundo de la mentira”). Para cumplir el propósito de nuestra creación, debemos,
a su vez, engañar al mundo utilizando su fisicalidad con fines espirituales. La
Torá exige que seamos honestos, pero al ser “honestamente” materialistas,
caeríamos en la trampa engañosa del ocultamiento y la oscuridad espiritual. En
este sentido, la Torá nos dirige hacia un tipo particular de engaño: el que nos
permite ser espirituales en el mundo físico.
‘Avotenu’ (“nuestros patriarcas”)
tuvieron la tarea de preparar al mundo y al Pueblo de Israel para esta lucha
histórica. Sus vidas presagiaron lo que sucedería en el futuro (Rambán, Berreshit
12:6). Más aún, sus acciones forjaron el camino que impulsó a sus descendientes
a seguirlos (ibid.). Se les consideraba una ‘Merkavá’ (“carroza”) (Zóhar 3:28b,
217a), es decir, un vehículo puro para las revelaciones Celestiales más
sublimes. Todo lo que hacían reflejaba las verdades más profundas que guían las
cosas desde Arriba. A veces esto nos resulta difícil de ver, pero a la luz de
la Kabbalá podemos vislumbrar al menos sus motivos. Y desde esta perspectiva,
sus actos no solo no parecen tan desconcertantes, sino que a menudo no podemos
comprender cómo pudieron haber considerado actuar de otra manera.
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