ARREGLANDO UN MUNDO IMPERFECTO

ARREGLANDO UN MUNDO IMPERFECTO

 

Por Kabbalah y Torah en Expansión

 

Recordemos que si Adam no hubiera pecado, no habría existido todo el concepto de áreas que están santificadas y áreas que no lo están. Toda la tierra habría sido como el ‘Gan Ëden’ (“El Jardín del Edén”), y cada lugar de la tierra habría disfrutado de un estado de ‘Kedushá’ (Santidad). Un retorno a tal situación está pronosticado en Irmiahu (3:16) donde el profeta dice:

 

“Y sucederá que en aquellos días, cuando os multipliquéis y crezcáis en la tierra -declara HaShem- no se dirá más: ‘Arca del pacto de HaShem; no les vendrá a la mente ni la recordarán, no la echarán de menos ni será hecha de nuevo”.

 

Los ‘Jajamim’ (sabios) comentan sobre esto que esto significa que HaShem promete que “todas tus entradas serán sagradas y Yo moraré en ellas como si fuera el Arca de la Alianza”.

 

De la misma manera, no habría habido personas especialmente seleccionadas para realizar el servicio en el Santuario, ya que toda la Humanidad habría sido un reino de sacerdotes y una nación santa. Tampoco se habrían señalado ciertos momentos como especialmente adecuados para ‘Jaguim’ (“Festividades”) o como momentos de expiación, etc. Todos los días habrían disfrutado del mismo alto estatus de Santidad. Todos los días habrían exudado la atmósfera del Shabbat, como se prometió para el futuro después de la llegada de la Era Mesiánica. Una señal para que recuerdes esto son las palabras ‘Ölam’ (Mundo), es decir, lugar, ‘Shaná’ (año), es decir, tiempo y ‘Néfesh’ (alma), que se mencionan en el Sefer Ietzirá.

 

Esto significa que la santidad de un lugar en particular y la santidad de un momento en particular están ligadas al concepto de ‘Shaná’ (año). La santidad de una persona específica, a diferencia de la gente en general, está conectada con el concepto de ‘Néfesh’ (alma). No se habría requerido que el hombre se acercara a HaShem por medio de un sacrificio animal; él mismo habría sido el sacrificio, tal como lo describen ‘JaZaL’ (“nuestros sabios de bendita memoria”) cuando cuentan que el arcángel Mijael ofreció las almas de los justos difuntos en el Altar Celestial (Jaguigá 12).

 

Por las razones antes mencionadas, el ‘Séfer Vaiikrá’ (“El Libro de Levítico”) comienza con Adam; por eso la Torá escribe: “…ADAM  KI  IAKRIV - porque cuando un hombre ofrezca” (Vaiikrá 1:2), una alusión a Adam, el primer hombre. Por lo tanto, podemos ver todo este libro, ‘Torat Kohanim’ (“la instrucción de los sacerdotes”), como la rehabilitación de Adam, la Humanidad. Todas las leyes relativas a los sacrificios, así como las relativas a la rehabilitación de diferentes enfermedades de la piel que las personas padecen de vez en cuando, son todas recordatorios del primer pecado cometido por Adam y la consiguiente disminución de la estatura del hombre en el Universo. El flujo seminal, es decir, las descargas vaginales que resultan en impurezas rituales, los eczemas de la piel, el sangrado menstrual, las emisiones seminales tanto voluntarias como involuntarias, y cómo purificar a las personas que experimentan estos fenómenos, son todos parte de la legislación de este libro. A estas leyes sigue el relato de la muerte de dos de los hijos de Aharón, cuya experiencia sirvió de expiación por el fracaso del Hombre Original.

 

Como resultado de todo lo anterior, se tuvo que reservar un día especial del año para brindarle al hombre la oportunidad de obtener el perdón y purificarse de sus pecados. Esto también es una alusión a lo que sucedió cuando se decretó la muerte de Adam, es decir, de la Humanidad; se dice que el día de Di-s equivale a 1.000 años de nuestro calendario, por lo que un día compensa la pena decretada sobre Adam de que moriría el “día” en que comería del Árbol del Conocimiento (Bereshit 2:17).

 

Una vez que se ha logrado esta parte de la rehabilitación del hombre, es decir, que el hombre ha logrado “distanciarse del mal”, puede esforzarse por lograr una rehabilitación positiva, el logro de la ‘Kedushá’ (Santidad). La segunda parte del Libro de Vaiikrá comienza con el imperativo de volverse santo, un ideal por el cual luchar porque HaShem mismo es santo. A continuación, se encuentra la parte del libro en la que se legisla la santificación de ciertos momentos del año en la Parashá Emor. A esto le sigue la legislación relativa a la santidad de la tierra misma en el año de Shemitá, tal como se establece en la Parashá BeHar. El ciclo de 7 veces 7 años que describe la Torá en relación con esta legislación es una alusión a los 7 días de la Creación.

 

Esta legislación es seguida por promesas de Bendiciones si observamos los mandamientos y advertencias de castigos progresivamente más severos si no hacemos caso de las advertencias de HaShem y persistimos en nuestros caminos contrarios y obstinados. Las promesas hechas para la correcta observancia de las ‘Mitzvot’ (“Mandamientos”) aún no se han cumplido todas, porque aún no hemos vivido de acuerdo con la premisa que permitiría a HaShem colmarnos con toda Su bondad. Es sólo en el futuro mesiánico que todas estas promesas con su impacto beneficioso tanto en nuestros cuerpos como en nuestras almas podrán cumplirse. En ese momento nuestros cuerpos alcanzarán la misma inmortalidad que nuestras almas.

 

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