JANUKKÁ: Mírate como el rey que eres
Por Kabbalah y Torah
El Mashíaj representa la élite de
los seres humanos, el parangón de toda la humanidad. Encarna todo el bien que
la humanidad posee y personifica lo mejor de todos. Su elección es de hecho la
elección de toda la humanidad y específicamente la del pueblo judío, pues Di-s
eligió al hombre de entre todas Sus criaturas para elevar al resto de la
Creación.
Dado que Di-s hizo que Adán fuera el
antepasado de la humanidad, Adán debe ser su quintaesencia. Así, todos sus
descendientes justos deben encontrarse de alguna manera en él. De este modo,
incluso la línea del Mesías, con la descendencia que comienza en el rey David,
estaba de alguna manera expresada en Adán. Y si el Mesías descendiente del rey
David fue elegido por Di-s para hacer que la humanidad retornase a Él, Adán
mismo llevaba esta misión dentro de sí. De hecho, el nombre hebreo ADaM es un
acrónimo de Adán, David y Mesías (Arizál, Séfer HaLikkutím, Haazínu).
Adán poseía, tal como todo ser humano,
una chispa del Mesías (Séfer Báäl Shem Tov, Nitzavím 8; Likkuté Moharán I, 78).
Dado que Adán falló y perdió la posibilidad de ser él mismo el Mesías, esto
quedó en manos de sus descendientes, quienes durante milenios deberán trabajar
para traer el Mesías. El resto por supuesto es historia.
En el monte Sinaí, todo el pueblo
judío tuvo la posibilidad de ser el Mesías - de ser el pueblo elegido de entre
toda la humanidad, de ser los sacerdotes de todas las naciones. Pero dado que
también ellos fallaron y perdieron esta posibilidad al hacer el becerro de oro,
esa elección recayó sobre los Leviím/Levitas y específicamente en los
descendientes de Aarón. Ellos serían los sacerdotes y siervos de Di-s, hasta el
tiempo en que este papel pudiera retornar a todos los descendientes de los
judíos.
Durante la época del Primer Templo,
el pueblo judío tuvo la posibilidad de agruparse alrededor de un Mesías
personal. El Rey David fue elegido para ser aquél que personificara el Mesías -
de ser aquél que les enseñase a los demás que ellos también podrían volverse
Mesías. Sin embargo, dado que la gente nuevamente perdió su posibilidad y se
rebeló contra David, el Mesías, el reinado terminó con la destrucción del
Primer Templo, que será restablecido sólo con la llegada del Mesías.
Mientras que los reyes de la
dinastía de David eran ungidos con aceite vertido de una redoma, los otros
reyes eran ungidos con una clase diferente de recipiente. Esto representa la
perpetuidad de la dinastía Davídica frente a la naturaleza temporal de los
otros reinados. Así, cuando se encontró un recipiente de aceite en el Templo,
los sabios vieron en ello una señal del Cielo de que los Macabeos recibirían un
reinado temporal (Bené Issajár, Kislév 3:4, 4:102). El nombramiento como rey de
alguien que no fuera descendiente de David representaba la elección de cualquier
individuo. Esto está representado por la práctica de que en cada hogar cada judío
encienda sus velas de Janukká, varias incluso dentro de un mismo hogar (Mei
HaShilóaj 1, Shabbát 21b).
La dinastía Macabea tuvo una corta
vida - sólo sobrevivió algo más de un siglo. Los primeros Macabeos, rectos y
justos, sólo gobernaron treinta años (Matatías por un año; Iehudá durante seis
años; Jonatán por seis años; y Simón ocho años (Radák, Zacarías 11:14). Luego,
la parte menos recta de la familia accedió al poder. La dinastía declinó
rápidamente y se hundió en la corrupción. Eventualmente, el rey Herodes, un
esclavo rebelde de los Macabeos, los eliminó al usurpar el poder, sin dejarles
ni un heredero. Es así que los Sabios decretaron que todo aquél que dijese ser descendiente
de los Macabeos debía ser visto como un esclavo (Kidushín 70b)- un descendiente
de Herodes el esclavo, quien reclamó falsamente haber tenido hijos de una joven
Macabea.
En verdad, sin embargo, los Macabeos
no fueron eliminados totalmente. Algunos sobrevivieron la purga de Herodes y se
vieron forzados a ocultar su identidad Macabea. El decreto de los sabios fue
así emitido para proteger a los Macabeos sobrevivientes (Resisé Láila 85a;
Dover Tzédek 98b).
Hay una lección que podemos aprender
aquí. Cuando los Macabeos cayeron de su nivel espiritual, fueron forzados a
asumir la identidad de esclavos y la dinastía misma se transformó en una pseudo
dinastía Macabea de esclavos. También nosotros, cuando caemos espiritualmente,
o aún no hemos concretizado nuestro potencial, nos percibimos como esclavos del
cuerpo, como siervos de nuestras tendencias. Perdemos de vista lo que éramos, o
lo que podemos llegar a ser, y vivimos nuestras vidas como si aún fuéramos lo
que fuimos, como si ya hubiéramos llegado a ser. Mientras tanto, vivimos vidas
de esclavos de una conciencia restringida - de siervos de creencias impuestas,
de sirvientes de los modelos sociales (ver Los Cuentos del Rabbí Najmán,”Los
niños cambiados”).
Líbrate de estas cadenas. Alcanza la
libertad. Mírate como el rey que eres; ponte tu vestimenta real. Libera la
chispa del Mesías atrapada dentro de ti; revela tu sacerdocio esencial.
Comprende que eres mucho más de lo que piensas, incomparablemente más de lo que
se te enseñó que debías creer.
Los únicos límites para el alma
humana son aquellos que nosotros mismos le imponemos. Mientras cada uno de
nosotros puede tener limitaciones propias - de la mente, de la fuerza, o de
medios - el alma subyacente está más allá de todo esto y no es restringida por
ninguna de estas debilidades. Tú eres el elegido por Di-s para cumplir una
misión asombrosa. Sólo tú, de toda la humanidad, eres capaz de lograr esta
misión. Ninguna otra persona, desde la época de Adán hasta el final de los
tiempos, fue o será capaz de cumplir esta misión - la misión de ser todo lo que
puedes ser, de concretizar tu potencial más grande.
De ser un ejemplo para todos los que
te rodean, para que ellos también puedan concretar su potencial. No te dejes
engañar por lo que los otros puedan decir o por aquello que parezca imposible.
Debes creer que tú puedes y que tú eres, y verás cómo todo es posible.
De modo que cuando enciendas las
velas de Janukká, recuerda la historia de los Macabeos. Levántate ante su
llamado, elévate con la llama, levántate para tu destino...
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