LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

EL HIGADO Y LA BILIS


EL HÍGADO Y LA BILIS

Por Kabbalah y Torah

En el ítem 216 del Zóhar Pinejás, aprendemos que el hígado humano y todas sus arterias son la morada de los ángeles malignos. Los antiguos sacrificios sirven para la misma función que el hígado: los ángeles malignos devoran la grasa del sacrificio tal como la bilis del hígado digiere la grasa en nuestra sangre. Notablemente, tomó otros 1.800 años para que la ciencia médica aprendiese esta verdad kabbalística, cuando en el siglo 18, el biólogo suizo Albrecht von Haller descubrió que la bilis ayuda a digerir las grasas.

Espiritualmente, la grasa que es sacrificada se correlaciona con nuestras características negativas nacidas del ego. En consecuencia, debemos meditar para sacrificar y purificar estas características negativas de nuestra naturaleza mientras leemos esta sección. Esta acción engendra curación y bienestar del corazón.

Despertamos las influencias espirituales de los antiguos sacrificios para eliminar los venenos, las toxinas y la grasa de nuestro sistema cardiovascular. Más aún: esta acción devora las toxinas y desechos de la atmósfera espiritual.

Nuestro Acusador (el Satán) es de esa forma relevado de sus deberes como fiscal, volviendo nulo e inválido cualquier juicio pendiente.

La Luz que encendemos imbuye en nosotros santidad para que podamos merecer ahora la paz en este mundo y en el siguiente. Tal como el colesterol elevado y la grasa en la sangre endurecen finalmente las arterias de un hombre y destruyen su corazón, volteamos las cosas sobre los Shedím (demonios) cuando la Luz devora su corazón y extermina a los ángeles malignos.


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