PARASHÁT JUKKÁT - (Bemidbár/Números
19:1-22:1) - Limpieza de situaciones y lugares
Por Kabbalah y Torah
La Parashá Jukkát inicia con una
explicación acerca de cómo los impuros y los inmundos deben ser purificados con
las cenizas de una vaca roja. Muchos estudiosos preguntan acerca de la conexión
entre la vaca roja y el resto de la Torá. Un sorprendente número de ellos
concluye que, sencillamente, no tenemos que entender lo que se dice aquí; a
pesar de que esté escrito: “Este es el mandamiento de la Torá”. Un estudioso
incluso dice: “De esta manera, siempre estará arraigada en nosotros la creencia
de que no podemos percibir o entender los caminos y la conducta de Di-s en este
mundo”. En otras palabras, están diciendo que lo único que tenemos que hacer es
seguir los deseos del Creador sin hacer ninguna pregunta.
No obstante, en términos kabbalísticos,
no entender lo que se dice aquí contradice todas las verdades que conocemos;
por lo tanto, es evidente que hay mucho más de lo que se ve a simple vista. En
una carta a Rav Berg, Rav Brandwein habla acerca de las dos preguntas que Kóraj
le hizo a Moshé: “¿Un Tal´lít (manto de oraciones) que sea todo azul debe tener
tzitzít (flecos en las cuatro esquinas)?” y “¿Una casa que esté sólo llena de libros
sagrados necesita Mezuzá?”.
... Estos dos caminos son llamados
fuego y agua. Por ende, está escrito que la Torá es una analogía del fuego,
como está dicho: “HALÓ JÓ DEVARÍ
KAÉSH - ¿No son Mis palabras como el fuego?..” (Irmiáhu/Jeremías 23:29).
También se encuentra una analogía del agua, en el secreto de “HÚ JOL-TZAMÉ
LEJÚ LAMMÁIM - A todos los
sedientos: venid a las aguas” (Ieshaäiáhu/Isaías 55:1). No obstante, el agua y
el fuego son opuestos absolutos y uno destruye al otro. El agua extingue el
fuego y el fuego seca el agua. En el mundo físico, ¿qué hace el que tiene sed y
sólo tiene agua fría y no puede beberla porque está fría, pero tiene fuego y no
puede poner el agua directamente en el fuego porque lo extinguiría? Vierte el
agua en una vasija y coloca la vasija con el agua sobre el fuego, a fin de que
la energía del fuego pase al agua. Ahora el individuo bebe el agua caliente que
combina al fuego y al agua. Esto revela que la vasija creó paz entre el fuego y
el agua. Ahora él disfruta de ambos juntos. Este es el secreto que nuestros
sabios de bendita memoria han explicado. “Aquel que ve una olla en un sueño
puede esperar paz”, lo mismo ocurre en la espiritualidad y con esos dos caminos
mencionados anteriormente. Estos se acomodan uno al otro y han hallado una
analogía con el fuego y el agua. Ambos aspectos son llamados Derecha e
Izquierda, a saber: la fe y el conocimiento, porque el conocimiento desenreda y
desordena la fe. Y viceversa, igualmente. Y aquel que sigue el camino de la
Torá, la enseñanza de Moshé, nuestro Maestro, se vuelve como esta Vasija que
genera paz y une extremidades y polos, conforme al secreto de “El Santo,
Bendito sea Él, no encontró Vasija que pudiera contener bendiciones para Israel
excepto la paz”. Es la Vasija quien crea la paz, y el hombre se vuelve como una
Vasija en las manos del Santo, Bendito Sea Él, mediante la cual ambos lados y
extremos previamente mencionados son unificados. Él se vuelve una carroza para
la Columna Central, que es el secreto de Moshé y quien es el atributo de
Tiféret (Zóhar, Itró 22) en el secreto de una corona de Tiféret (magnificencia)
que le has entregado (la oración matutina de Shabbát). Él disfruta de ambos
extremos, la fe y también el conocimiento, y alcanza una realización tal como
si no tuviera dudas de sí mismo, si existe o si está vivo, a pesar de que no
vea la Luz en su vida con sus ojos físicos. De manera similar, el alcanza realización
absoluta en Su Esencia, Bendito sea Él, conforme al secreto de: “DÁ ET-ELO-HÉ
AVÍJA VEÄVDÉHU BELÉV
SHALÉM UVNÉFESH JAFETZÁ - Conoce al Di-s de tu padre, y
sírvele de corazón perfecto, y de ánimo voluntario” (Divré HaIamím 1, 28:9).
Ese no fue el caso de Kóraj; él sólo quería un aspecto, ya fuera la fe o el
conocimiento. Es por ello que fracasó y fue castigado.
(Rav Brandwein, parte 1, carta 1)
Al leer este fragmento de una carta
de Rav Brandwein, podemos ver su conexión con nuestra pregunta acerca de la vaca
roja y el resto de la Torá. Y cuando analizamos profundamente las dos preguntas
de Kóraj podemos ver que lo que en realidad estaba diciendo era: “No me importa
la razón por la cual el Creador nos ha dado estos preceptos. No me interesa
transformarme. Le transfiero la responsabilidad de mis acciones al Creador; y
si las cosas no marchan de la forma que quiero, es culpa del Creador y no mía”.
La conclusión es que Kóraj sentía que la creencia sin la acción era suficiente.
Pero ni siquiera Di-s puede hacer el
trabajo espiritual por nosotros. La Luz del Creador ciertamente puede
orientarnos y asistirnos, pero nosotros solos debemos hacer el trabajo. Sólo
nosotros mismos tenemos la oportunidad de crear y controlar lo que ocurre en
nuestra vida y, efectivamente, en todo el mundo. No hay coerción en la
espiritualidad, por lo tanto, la Luz no puede venir a nuestra vida y ayudarnos
sin una invitación de nuestra parte para que lo haga. No estamos solos en
nuestra labor de crecer y transformarnos, pero nosotros tenemos que iniciar el
proceso: debemos estar determinados a hacer todo lo que sea necesario para
cambiar nuestra actitud y comportamiento, y enfrentar nuestros miedos.
Entonces, cuando pidamos la ayuda del Creador, la Luz vendrá.
Hay un relato acerca de un hombre
ahogado que puede ilustrar mejor esta idea. Una vez hubo una inundación y,
durante ese tiempo, todos evacuaron la ciudad excepto un hombre que estaba
aferrado desesperadamente al frontón del techo de su casa. Pasó un bote a
recogerlo y los guardacostas le arrojaron un salvavidas, pero él ni siquiera
intentó alcanzarlo. Ellos le preguntaron por qué y él contestó que el Creador
lo salvaría. Luego llegó un helicóptero y soltó una soga. El hombre no tenía
oportunidad de salvarse a menos que cogiera la soga, pero él insistía en que el
Creador lo salvaría. Por supuesto, al final se ahogó. Llegó a los Mundos
Superiores y le cuestionó al Creador: “¿Por qué no me salvaste?”. El Creador
contestó: “¿Quién crees que envió el bote y el helicóptero?”.
Kóraj quería estar solo en su vida,
aseverando que él conocía todas las razones espirituales por las cuales las
personas tenían que hacer ciertas cosas y no otros, y que él no necesitaba
ninguna ayuda. Pero la Luz del Creador es la energía que nos sustenta y nos da
vida. Sin ella, no tenemos nada y, salvo que hagamos el trabajo de
transformarnos, la Luz no puede revelarse. Tenemos que preguntar por qué nos
ocurren las cosas y debemos asumir la responsabilidad de hacer nuestro trabajo
espiritual. Una metáfora de esta idea es que cada uno de nosotros es el
conductor de nuestro automóvil. El motor de nuestro auto -y la energía que lo
enciende- es siempre la Luz del Creador. El Zóhar dice:
Está escrito aquí: “ZÓT JUKKÁT
HATTORÁ - Esta es la ley de la Torá”, y también: “VEZÓT HATTORÁ - Y ésta es la Torá”, pero no está
escrito ‘la ley’. ¿Cuál es la diferencia entre ésta y aquélla? Responde: Es un
secreto elevado y eso es lo que hemos aprendido. Las palabras: “VEZÓT HATTORÁ - Y esta es la Torá” son para mostrar
que todo está en una armonía y para unir a la Congregación de Israel, que es
Maljút, con el Santo, Bendito Sea Él, que es Zéër Anpín, de modo que todo sea
uno.
(Zóhar, Jukkát 1:2)
La historia de por qué los padres de
los hermanos piadosos Rav Elimélej y Rav Zusha tuvieron el mérito de tener
hijos tan justos ilustra esta idea. Un día, unos mendigos pobres visitaron a
los padres pidiendo caridad. Los padres compartieron abundantemente con los
mendigos. Entonces, la madre vio que uno de los mendigos se veía como si no se
hubiese bañado en mucho tiempo, así que le preguntó si quería bañarse. Él
contestó que sí, por lo que ella lo llevó a unas termas y, en ese lugar, notó
que él no podía bañarse por sí solo porque su piel estaba cubierta con llagas.
Ella le preguntó si quería que lo ayudara, y él dijo “Si”.
Después de que terminó el baño, el
mendigo le dijo que gracias a su benevolencia con él, la bendeciría para que
tuviera hijos como él. Al principio, ella quería decir que tener un hijo era
una buena bendición, pero ¿por qué alguien querría que sus hijos fueran como el
mendigo? No obstante, ella guardó silencio, pensando que tal vez había algo en
sus palabras. De regreso a la casa de ella, el hombre se reveló como Eliáhu HanNaví
(Elías el Profeta), cuyas cualidades de justo ella anhelaba para sus hijos. Si
ella hubiera reaccionado de la forma que la mayoría de nosotros lo habría hecho
-después de todo, ¿quién quiere hijos indigentes que estén cubiertos de
llagas?-, no habría tenido el mérito de tener dos hijos justos. Debemos siempre
recordar que lo que vemos es tan sólo una pequeña parte de todo el panorama.
Sin embargo, quedan todavía dos
preguntas con relación a Jukkát: ¿cuál es la conexión con la vaca roja y cuál
es el significado de: “El que era impuro se volvió puro y el que era puro se
volvió impuro”? Los sabios explican que el problema es nuestra evaluación
personal: quien piense que es puro, es realmente impuro; mientras que quien se
considere impuro será puro. Como se explicó anteriormente de forma breve (y
será explicado mejor a continuación), la vaca roja está relacionada a ambos
aspectos de esto; es por ello que tiene el poder de limpiar la mayor impureza
de todas: la muerte. La vaca roja tiene el poder de librarnos de la muerte y
traer la inmortalidad.
Cada una de las partes que
pertenecen a esta vaca, que es Maljút, está en siete, siete lavados. Y ya se
nos enseñó eso. ¿Cuál es la razón? Es porque Maljút es los siete años del año
Sabático, que contiene siete sefirót: Jésed, Guevurá, Tiféret, Netzáj, Hód, Iesód
y Maljút- y es llamada 'Batsheva' ('Hija de Siete'). Por lo tanto, todos los
rituales son en siete. Ven y ve: Todo lo que es hecho de esta vaca es con el
propósito de purificación y no para santificación. Aunque fue dada a un
ayudante del sacerdote, esto es: Eläzár, él no realiza el degüello o la
incineración para que ningún Juicio Severo esté en su aspecto. Aún más así para
Aarón, quien está en un nivel más perfeccionado que Eläzár. No necesita estar
presente él mismo o estar disponible allí.
(Zóhar, Jukkát 4:22)
La vaca roja tiene el poder de
anular y neutralizar los efectos del pecado de idolatrar al becerro de oro, el
cual fue la introducción de la muerte. Hoy en día, todavía idolatramos “becerros
de oro” en forma de adicciones y deseos que nos apartan de la Luz. Al conectar
con esta sección, no sólo estamos leyendo acerca de algo que ocurrió hace
muchos años; se nos otorga el poder de eliminar la muerte de cualquier clase en
nuestra vida -ya sea muerte física, muerte emocional en nuestras relaciones, o
muerte psicológica manifestada como conflictos internos y dolor emocional- y
reemplazarla con la fuerza de vida del Creador.
La palabra jukkát significa “leyes,
ética y decretos”. Desde una perspectiva kabbalística, sabemos que la Torá no
se trata de leyes y acciones que “tenemos” que hacer. En lugar de ello, la Torá
consiste en la Ley Universal de Causa y Efecto. Nunca debemos hacer una acción
sin saber por qué la estamos haciendo y a quién afectamos con ella. Cuando
estudiamos la Torá, la cual nos enseña acerca de nuestra propia vida, debemos
siempre aplicar sus lecciones a fin de conocer las razones detrás de todas
nuestras acciones. De este modo, entenderemos nuestros propios impulsos e
influencias kármicas, así como nuestro propio proceso de tikkún (corrección).
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