LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA JUKKAT - (Bemidbar/Números 19:1-22:1) - Limpieza de situaciones y lugares


PARASHÁT JUKKÁT - (Bemidbár/Números 19:1-22:1) - Limpieza de situaciones y lugares

Por Kabbalah y Torah

La Parashá Jukkát inicia con una explicación acerca de cómo los impuros y los inmundos deben ser purificados con las cenizas de una vaca roja. Muchos estudiosos preguntan acerca de la conexión entre la vaca roja y el resto de la Torá. Un sorprendente número de ellos concluye que, sencillamente, no tenemos que entender lo que se dice aquí; a pesar de que esté escrito: “Este es el mandamiento de la Torá”. Un estudioso incluso dice: “De esta manera, siempre estará arraigada en nosotros la creencia de que no podemos percibir o entender los caminos y la conducta de Di-s en este mundo”. En otras palabras, están diciendo que lo único que tenemos que hacer es seguir los deseos del Creador sin hacer ninguna pregunta.

No obstante, en términos kabbalísticos, no entender lo que se dice aquí contradice todas las verdades que conocemos; por lo tanto, es evidente que hay mucho más de lo que se ve a simple vista. En una carta a Rav Berg, Rav Brandwein habla acerca de las dos preguntas que Kóraj le hizo a Moshé: “¿Un Tal´lít (manto de oraciones) que sea todo azul debe tener tzitzít (flecos en las cuatro esquinas)?” y “¿Una casa que esté sólo llena de libros sagrados necesita Mezuzá?”.

... Estos dos caminos son llamados fuego y agua. Por ende, está escrito que la Torá es una analogía del fuego, como está dicho: “HALÓ    DEVARÍ  KAÉSH - ¿No son Mis palabras como el fuego?..” (Irmiáhu/Jeremías 23:29). También se encuentra una analogía del agua, en el secreto de “HÚ  JOL-TZAMÉ  LEJÚ  LAMMÁIM - A todos los sedientos: venid a las aguas” (Ieshaäiáhu/Isaías 55:1). No obstante, el agua y el fuego son opuestos absolutos y uno destruye al otro. El agua extingue el fuego y el fuego seca el agua. En el mundo físico, ¿qué hace el que tiene sed y sólo tiene agua fría y no puede beberla porque está fría, pero tiene fuego y no puede poner el agua directamente en el fuego porque lo extinguiría? Vierte el agua en una vasija y coloca la vasija con el agua sobre el fuego, a fin de que la energía del fuego pase al agua. Ahora el individuo bebe el agua caliente que combina al fuego y al agua. Esto revela que la vasija creó paz entre el fuego y el agua. Ahora él disfruta de ambos juntos. Este es el secreto que nuestros sabios de bendita memoria han explicado. “Aquel que ve una olla en un sueño puede esperar paz”, lo mismo ocurre en la espiritualidad y con esos dos caminos mencionados anteriormente. Estos se acomodan uno al otro y han hallado una analogía con el fuego y el agua. Ambos aspectos son llamados Derecha e Izquierda, a saber: la fe y el conocimiento, porque el conocimiento desenreda y desordena la fe. Y viceversa, igualmente. Y aquel que sigue el camino de la Torá, la enseñanza de Moshé, nuestro Maestro, se vuelve como esta Vasija que genera paz y une extremidades y polos, conforme al secreto de “El Santo, Bendito sea Él, no encontró Vasija que pudiera contener bendiciones para Israel excepto la paz”. Es la Vasija quien crea la paz, y el hombre se vuelve como una Vasija en las manos del Santo, Bendito Sea Él, mediante la cual ambos lados y extremos previamente mencionados son unificados. Él se vuelve una carroza para la Columna Central, que es el secreto de Moshé y quien es el atributo de Tiféret (Zóhar, Itró 22) en el secreto de una corona de Tiféret (magnificencia) que le has entregado (la oración matutina de Shabbát). Él disfruta de ambos extremos, la fe y también el conocimiento, y alcanza una realización tal como si no tuviera dudas de sí mismo, si existe o si está vivo, a pesar de que no vea la Luz en su vida con sus ojos físicos. De manera similar, el alcanza realización absoluta en Su Esencia, Bendito sea Él, conforme al secreto de: “DÁ  ET-ELO-HÉ  AVÍJA  VEÄVDÉHU  BELÉV  SHALÉM  UVNÉFESH  JAFETZÁ - Conoce al Di-s de tu padre, y sírvele de corazón perfecto, y de ánimo voluntario” (Divré HaIamím 1, 28:9). Ese no fue el caso de Kóraj; él sólo quería un aspecto, ya fuera la fe o el conocimiento. Es por ello que fracasó y fue castigado.

(Rav Brandwein, parte 1, carta 1)

Al leer este fragmento de una carta de Rav Brandwein, podemos ver su conexión con nuestra pregunta acerca de la vaca roja y el resto de la Torá. Y cuando analizamos profundamente las dos preguntas de Kóraj podemos ver que lo que en realidad estaba diciendo era: “No me importa la razón por la cual el Creador nos ha dado estos preceptos. No me interesa transformarme. Le transfiero la responsabilidad de mis acciones al Creador; y si las cosas no marchan de la forma que quiero, es culpa del Creador y no mía”. La conclusión es que Kóraj sentía que la creencia sin la acción era suficiente.

Pero ni siquiera Di-s puede hacer el trabajo espiritual por nosotros. La Luz del Creador ciertamente puede orientarnos y asistirnos, pero nosotros solos debemos hacer el trabajo. Sólo nosotros mismos tenemos la oportunidad de crear y controlar lo que ocurre en nuestra vida y, efectivamente, en todo el mundo. No hay coerción en la espiritualidad, por lo tanto, la Luz no puede venir a nuestra vida y ayudarnos sin una invitación de nuestra parte para que lo haga. No estamos solos en nuestra labor de crecer y transformarnos, pero nosotros tenemos que iniciar el proceso: debemos estar determinados a hacer todo lo que sea necesario para cambiar nuestra actitud y comportamiento, y enfrentar nuestros miedos. Entonces, cuando pidamos la ayuda del Creador, la Luz vendrá.

Hay un relato acerca de un hombre ahogado que puede ilustrar mejor esta idea. Una vez hubo una inundación y, durante ese tiempo, todos evacuaron la ciudad excepto un hombre que estaba aferrado desesperadamente al frontón del techo de su casa. Pasó un bote a recogerlo y los guardacostas le arrojaron un salvavidas, pero él ni siquiera intentó alcanzarlo. Ellos le preguntaron por qué y él contestó que el Creador lo salvaría. Luego llegó un helicóptero y soltó una soga. El hombre no tenía oportunidad de salvarse a menos que cogiera la soga, pero él insistía en que el Creador lo salvaría. Por supuesto, al final se ahogó. Llegó a los Mundos Superiores y le cuestionó al Creador: “¿Por qué no me salvaste?”. El Creador contestó: “¿Quién crees que envió el bote y el helicóptero?”.

Kóraj quería estar solo en su vida, aseverando que él conocía todas las razones espirituales por las cuales las personas tenían que hacer ciertas cosas y no otros, y que él no necesitaba ninguna ayuda. Pero la Luz del Creador es la energía que nos sustenta y nos da vida. Sin ella, no tenemos nada y, salvo que hagamos el trabajo de transformarnos, la Luz no puede revelarse. Tenemos que preguntar por qué nos ocurren las cosas y debemos asumir la responsabilidad de hacer nuestro trabajo espiritual. Una metáfora de esta idea es que cada uno de nosotros es el conductor de nuestro automóvil. El motor de nuestro auto -y la energía que lo enciende- es siempre la Luz del Creador. El Zóhar dice:

Está escrito aquí: “ZÓT  JUKKÁT  HATTORÁ - Esta es la ley de la Torá”, y también: “VEZÓT  HATTORÁ - Y ésta es la Torá”, pero no está escrito ‘la ley’. ¿Cuál es la diferencia entre ésta y aquélla? Responde: Es un secreto elevado y eso es lo que hemos aprendido. Las palabras: “VEZÓT  HATTORÁ - Y esta es la Torá” son para mostrar que todo está en una armonía y para unir a la Congregación de Israel, que es Maljút, con el Santo, Bendito Sea Él, que es Zéër Anpín, de modo que todo sea uno.

(Zóhar, Jukkát 1:2)

La historia de por qué los padres de los hermanos piadosos Rav Elimélej y Rav Zusha tuvieron el mérito de tener hijos tan justos ilustra esta idea. Un día, unos mendigos pobres visitaron a los padres pidiendo caridad. Los padres compartieron abundantemente con los mendigos. Entonces, la madre vio que uno de los mendigos se veía como si no se hubiese bañado en mucho tiempo, así que le preguntó si quería bañarse. Él contestó que sí, por lo que ella lo llevó a unas termas y, en ese lugar, notó que él no podía bañarse por sí solo porque su piel estaba cubierta con llagas. Ella le preguntó si quería que lo ayudara, y él dijo “Si”.

Después de que terminó el baño, el mendigo le dijo que gracias a su benevolencia con él, la bendeciría para que tuviera hijos como él. Al principio, ella quería decir que tener un hijo era una buena bendición, pero ¿por qué alguien querría que sus hijos fueran como el mendigo? No obstante, ella guardó silencio, pensando que tal vez había algo en sus palabras. De regreso a la casa de ella, el hombre se reveló como Eliáhu HanNaví (Elías el Profeta), cuyas cualidades de justo ella anhelaba para sus hijos. Si ella hubiera reaccionado de la forma que la mayoría de nosotros lo habría hecho -después de todo, ¿quién quiere hijos indigentes que estén cubiertos de llagas?-, no habría tenido el mérito de tener dos hijos justos. Debemos siempre recordar que lo que vemos es tan sólo una pequeña parte de todo el panorama.

Sin embargo, quedan todavía dos preguntas con relación a Jukkát: ¿cuál es la conexión con la vaca roja y cuál es el significado de: “El que era impuro se volvió puro y el que era puro se volvió impuro”? Los sabios explican que el problema es nuestra evaluación personal: quien piense que es puro, es realmente impuro; mientras que quien se considere impuro será puro. Como se explicó anteriormente de forma breve (y será explicado mejor a continuación), la vaca roja está relacionada a ambos aspectos de esto; es por ello que tiene el poder de limpiar la mayor impureza de todas: la muerte. La vaca roja tiene el poder de librarnos de la muerte y traer la inmortalidad.

Cada una de las partes que pertenecen a esta vaca, que es Maljút, está en siete, siete lavados. Y ya se nos enseñó eso. ¿Cuál es la razón? Es porque Maljút es los siete años del año Sabático, que contiene siete sefirót: Jésed, Guevurá, Tiféret, Netzáj, Hód, Iesód y Maljút- y es llamada 'Batsheva' ('Hija de Siete'). Por lo tanto, todos los rituales son en siete. Ven y ve: Todo lo que es hecho de esta vaca es con el propósito de purificación y no para santificación. Aunque fue dada a un ayudante del sacerdote, esto es: Eläzár, él no realiza el degüello o la incineración para que ningún Juicio Severo esté en su aspecto. Aún más así para Aarón, quien está en un nivel más perfeccionado que Eläzár. No necesita estar presente él mismo o estar disponible allí.

(Zóhar, Jukkát 4:22)

La vaca roja tiene el poder de anular y neutralizar los efectos del pecado de idolatrar al becerro de oro, el cual fue la introducción de la muerte. Hoy en día, todavía idolatramos “becerros de oro” en forma de adicciones y deseos que nos apartan de la Luz. Al conectar con esta sección, no sólo estamos leyendo acerca de algo que ocurrió hace muchos años; se nos otorga el poder de eliminar la muerte de cualquier clase en nuestra vida -ya sea muerte física, muerte emocional en nuestras relaciones, o muerte psicológica manifestada como conflictos internos y dolor emocional- y reemplazarla con la fuerza de vida del Creador.

La palabra jukkát significa “leyes, ética y decretos”. Desde una perspectiva kabbalística, sabemos que la Torá no se trata de leyes y acciones que “tenemos” que hacer. En lugar de ello, la Torá consiste en la Ley Universal de Causa y Efecto. Nunca debemos hacer una acción sin saber por qué la estamos haciendo y a quién afectamos con ella. Cuando estudiamos la Torá, la cual nos enseña acerca de nuestra propia vida, debemos siempre aplicar sus lecciones a fin de conocer las razones detrás de todas nuestras acciones. De este modo, entenderemos nuestros propios impulsos e influencias kármicas, así como nuestro propio proceso de tikkún (corrección).


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