LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA METZORA: LA REPRENSIÓN DE AMOR


PARASHÁT METZORÁ: LA REPRENSIÓN DE AMOR

Por Kabbalah y Torah 

Hay una conexión especial entre la Parashá Metzorá y el Shabbát HagGadól (el Shabbát antes de Pésaj). Sin el Deseo de Recibir para Sí Mismo, seríamos capaces de alcanzar la certeza absoluta de que nada malo puede ocurrirnos; ni mala salud ni infortunio en cualquier otra área de nuestra vida. Por otro lado, si no estamos conectados a la Luz que nos es entregada por el Creador, no podemos disfrutar ninguna clase de realización. En Shabbát HagGaól desconectamos de nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo, lo que nos permite atraer Luz a las partes de nuestro cuerpo que carecen de ésta.

Previamente, había una referencia a una lección vital acerca de nuestra habla. Esto es especialmente importante con relación al habla que contiene reprimenda o crítica, porque cualquier cosa negativa que salga de tu boca es considerada como “motzí rá”. Está escrito en la Torá: “No odiarás a tu hermano en tu corazón: ciertamente reprenderás a tu prójimo...” (Vaikrá/Levítico 19:17). El Zóhar explica:

“LO-TISNÁ  ET-AJÍJA  BILVAVÉJA  HOJÉAJ  TOJÍAJ  ET-ÄMMITÉJA - No odiarás a tu hermano en tu corazón; ciertamente reprenderás a tu prójimo...” (Vaikrá/Levítico 19:17). Este precepto es para reprender a uno que ha pecado y para mostrarle que él lo ama, para que el reprendedor no sea castigado. Con relación al Santo, Bendito Sea Él, está escrito: “KÍ  ÉT  ASHÉR  IE´EHÁV  ADO-NÁI  IOJÍAJ - Porque al que ama, Di-s lo reconviene...” (Mishlé/Proverbios 3:12). Así como el Santo, Bendito Sea Él reprende a aquellos a quienes ama, así debe el hombre aprender de esta práctica y reprender a su prójimo a quien ama. ¿Con qué reprende al hombre el Santo, Bendito Sea Él? Lo reprende con amor, en secreto. Si él acepta su reprensión, está bien. Si no, Él lo reprende abiertamente entre sus compañeros. Si acepta eso, entonces todo está bien. Si no, Él lo reprende públicamente, delante de todos. Si acepta, todo está bien. Si no, Él lo abandona y no le reprende más; lo deja ir y hacer lo que le venga en gana.

(Zóhar, Kedoshím 17:100)

Es muy difícil criticar con amor. Cada día encaramos situaciones, ya sea en el trabajo o en el hogar con la familia, donde tenemos que decir a alguien que lo que está haciendo no es aceptable. Pero no es fácil. Si nuestro hijo está haciendo algo que no es correcto, es nuestra responsabilidad corregirlo, como aprendemos del ejemplo del padre de Avshalóm, el Rey David. El Rey David nunca habló una palabra de crítica a su hijo en toda su vida, pero eventualmente Avshalóm lideró una rebelión contra su padre. En el trabajo, también, cuando alguien no está cumpliendo con sus responsabilidades, estamos obligados a decirle algo, estando conscientes al mismo tiempo de que no debemos herir a nuestro compañero de trabajo creando así más negatividad.

Entonces, ¿qué hacemos? Al pensar en una respuesta, uno piensa en el Ohév Israel (Amante de Israel), Rav Avrahám Iehoshúä Heshel de Apta, también conocido como el Apta Rebbe. Su apodo se refiere al hecho de que él amaba a todas y cada una de las personas, y todas lo amaban a él. Él nunca le dijo a nadie qué hacer. De manera similar, Rav Zusha contó la historia acerca de su maestro, el Magguíd de Mezritch, quien lo bendijo para que sólo pudiera ver lo bueno en los demás. Estos tzaddikím (personas justas) nunca reprendieron a nadie. Los piadosos en general creen en Ahavát Israel, o el amor por su prójimo, y los tzaddikím tenían formas de decirle a la gente que andaba mal con su comportamiento sin reprenderlos. Siempre hay maneras para decir las cosas sin que la gente se sienta que está siendo sermoneada. Rav Elimélej y su hermano, Rav Zusha, ciertamente les decían a los demás lo que estaban haciendo mal, pero lo hacían de una forma especial y sólo cuando realmente les importaba la persona.

La misma perspectiva aplica a la corrección del habla maliciosa. Si realmente nos importa una persona, no hay forma de que hablemos mal de ella. Los tzaddikím reprendían a los malhechores, pero nadie se sentía lastimado; ellos sólo sentían la preocupación y el interés del tzaddík. La causa de la lepra es una falta de interés entre las personas hasta el punto en el que comienzan a hablar mal unos de los otros. Si queremos alcanzar un nivel en el que no hablemos lashón hará de los demás, tenemos que comenzar a ser más sensibles por las personas que nos rodean.

Se dice que la lepra primero comienza con una mancha en las paredes de la casa de la persona. Si ella no entiende el mensaje, aparece una mancha blanca en sus ropas. Sólo después que ignora estos dos mensajes es que la lepra brota en su cuerpo. En cada aspecto de la vida, el Creador intenta darnos pistas acerca de las formas en que podemos cambiar. Debemos preguntarnos qué significan estos mensajes. Por ejemplo, ¿por qué vimos un accidente automovilístico en el camino pero no fuimos parte de ese accidente, el cual ocurrió unos segundos antes de que nosotros pasáramos? Si no entendemos el mensaje, entonces esos eventos de “advertencia” se acercarán más y más a nosotros. Si no cambiamos, éstos se acercarán de tal manera que podrían afectar nuestro cuerpo físicamente. Todo esto ocurre porque no prestamos atención a las pistas que el Creador, con gran misericordia, nos envía a través de nuestro entorno.

Esta lección también se aplica en nuestra conversación acerca de reprender a los demás. Debemos imitar al Creador, dando todas las pistas que podamos hasta que la persona acepte que lo que está haciendo está mal. Si todavía no ve su error, debemos ser más directos. Sólo si ellos ignoran el mensaje, podemos abrirnos y decirlo directamente; pero, incluso en ese caso, sólo debemos hacerlo si realmente nos interesa la otra persona, y sólo si pensamos que responderá de forma positiva a ese interés, aceptará nuestro consejo y lo pondrá en práctica.

Hay una historia acerca del proceso de reprensión que contó Rabbí Iejezkél HaLeví, el hijo de Rabbí Israel, el Magguíd de Koznitz. Él dijo: “Dos personas vinieron a mí para atestiguar contra un aldeano, afirmando que lo habían visto haciendo una transgresión detestable. Anuncié de inmediato que todos en las aldeas cercanas debían venir a Shabbát para escuchar mi sermón esa semana”.

“Los aldeanos llegaron y comencé mi sermón, llenándolo con mensajes y enseñanzas a través de las cuales hablaba de este aldeano y su transgresión; pero sin mencionar su nombre. Observé que muchos de los aldeanos se llenaron de arrepentimiento por mis palabras y casi todos los ojos estaban con lágrimas en la congregación. Yo observaba constantemente al aldeano en cuestión, y notaba que él era el único que no estaba conmovido y no se veía afectado por mis palabras. No podía aguantar más, así que llamé al hombre al podio y le dije: “Podrías, al menos, agradecerme por el sermón que acabo de dar, porque fue todo por ti. Algunos de tus compañeros vinieron a mí y mencionaron lo que estabas haciendo”.

“El aldeano contestó: “Yo no cometí ningún pecado”. Yo reiteré mi mensaje, pero él seguía negando su culpabilidad, así que les dije a los aldeanos que, al día siguiente, les mostraría cómo castigarían al hombre. Pero esa noche, mientras dormía, mi padre me visitó en un sueño y me dijo: “Hijo, ¿qué has hecho? Le has causado una enorme vergüenza a uno de los tzaddikím más grandes de tu generación, uno de los tzaddikím ocultos que sostienen el mundo. Debes visitarlo inmediatamente y retractar tus acciones, de modo que nadie sepa el daño que has hecho, como está escrito:

הַצְנֵעַ לֶכֶת עִם יְהֹוָה אֱלֹהֶיךָ

HATZNÉÄ  LÉJET  ÏM  ADO-NÁI  ELO-HÉJA

“Humillarte para andar con el Señor tu Di-s”

(Miká/Miqueas 6:8)

“Cuando desperté, sabía que no podía castigar al hombre como había pensado. Mi padre me visitó la noche siguiente y también la noche después de esa. Finalmente, alquilé un carruaje y viaje a la casa del hombre, pero él no se encontraba por ningún lado. Le pregunté a su esposa dónde estaba y ella dijo que justo había salido de la casa. Esperé por él, pero él no regresó ese día, esa semana o, incluso, todo ese mes. Finalmente, entendí que mientras yo sienta el dolor de haberlo avergonzado, estoy protegido por los Cielos. Por lo tanto, con su propio poder de profecía, él puede verme cada vez que intento visitarlo para enmendar mis acciones y desaparece”.

Aquí podemos ver cómo nuestras palabras pueden influir en nuestra vida, para bien o para mal. A menudo, es como está escrito: “MÁVET  VEJAIM  BEIAD-LASHÓN - La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Mishlé/Proverbios 18:21). Que todos tengamos el mérito de recibir la vida, especialmente durante Pésaj, en las manos de nuestra boca”.


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