PARASHÁT METZORÁ: LA REPRENSIÓN DE AMOR
Por Kabbalah y Torah
Hay una conexión especial entre la Parashá
Metzorá y el Shabbát HagGadól (el Shabbát antes de Pésaj). Sin el Deseo de
Recibir para Sí Mismo, seríamos capaces de alcanzar la certeza absoluta de que
nada malo puede ocurrirnos; ni mala salud ni infortunio en cualquier otra área
de nuestra vida. Por otro lado, si no estamos conectados a la Luz que nos es
entregada por el Creador, no podemos disfrutar ninguna clase de realización. En
Shabbát HagGaól desconectamos de nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo, lo que
nos permite atraer Luz a las partes de nuestro cuerpo que carecen de ésta.
Previamente, había una referencia a
una lección vital acerca de nuestra habla. Esto es especialmente importante con
relación al habla que contiene reprimenda o crítica, porque cualquier cosa
negativa que salga de tu boca es considerada como “motzí rá”. Está escrito en
la Torá: “No odiarás a tu hermano en tu corazón: ciertamente reprenderás a tu
prójimo...” (Vaikrá/Levítico 19:17). El Zóhar explica:
“LO-TISNÁ ET-AJÍJA BILVAVÉJA HOJÉAJ TOJÍAJ ET-ÄMMITÉJA - No odiarás a tu hermano en tu
corazón; ciertamente reprenderás a tu prójimo...” (Vaikrá/Levítico 19:17). Este
precepto es para reprender a uno que ha pecado y para mostrarle que él lo ama,
para que el reprendedor no sea castigado. Con relación al Santo, Bendito Sea
Él, está escrito: “KÍ ÉT ASHÉR
IE´EHÁV ADO-NÁI IOJÍAJ - Porque al que ama, Di-s lo
reconviene...” (Mishlé/Proverbios 3:12). Así como el Santo, Bendito Sea Él
reprende a aquellos a quienes ama, así debe el hombre aprender de esta práctica
y reprender a su prójimo a quien ama. ¿Con qué reprende al hombre el Santo,
Bendito Sea Él? Lo reprende con amor, en secreto. Si él acepta su reprensión,
está bien. Si no, Él lo reprende abiertamente entre sus compañeros. Si acepta
eso, entonces todo está bien. Si no, Él lo reprende públicamente, delante de
todos. Si acepta, todo está bien. Si no, Él lo abandona y no le reprende más;
lo deja ir y hacer lo que le venga en gana.
(Zóhar, Kedoshím 17:100)
Es muy difícil criticar con amor.
Cada día encaramos situaciones, ya sea en el trabajo o en el hogar con la
familia, donde tenemos que decir a alguien que lo que está haciendo no es
aceptable. Pero no es fácil. Si nuestro hijo está haciendo algo que no es
correcto, es nuestra responsabilidad corregirlo, como aprendemos del ejemplo
del padre de Avshalóm, el Rey David. El Rey David nunca habló una palabra de
crítica a su hijo en toda su vida, pero eventualmente Avshalóm lideró una
rebelión contra su padre. En el trabajo, también, cuando alguien no está
cumpliendo con sus responsabilidades, estamos obligados a decirle algo, estando
conscientes al mismo tiempo de que no debemos herir a nuestro compañero de
trabajo creando así más negatividad.
Entonces, ¿qué hacemos? Al pensar en
una respuesta, uno piensa en el Ohév Israel (Amante de Israel), Rav Avrahám
Iehoshúä Heshel de Apta, también conocido como el Apta Rebbe. Su apodo se
refiere al hecho de que él amaba a todas y cada una de las personas, y todas lo
amaban a él. Él nunca le dijo a nadie qué hacer. De manera similar, Rav Zusha
contó la historia acerca de su maestro, el Magguíd de Mezritch, quien lo bendijo
para que sólo pudiera ver lo bueno en los demás. Estos tzaddikím (personas
justas) nunca reprendieron a nadie. Los piadosos en general creen en Ahavát Israel,
o el amor por su prójimo, y los tzaddikím tenían formas de decirle a la gente
que andaba mal con su comportamiento sin reprenderlos. Siempre hay maneras para
decir las cosas sin que la gente se sienta que está siendo sermoneada. Rav
Elimélej y su hermano, Rav Zusha, ciertamente les decían a los demás lo que
estaban haciendo mal, pero lo hacían de una forma especial y sólo cuando realmente
les importaba la persona.
La misma perspectiva aplica a la
corrección del habla maliciosa. Si realmente nos importa una persona, no hay
forma de que hablemos mal de ella. Los tzaddikím reprendían a los malhechores,
pero nadie se sentía lastimado; ellos sólo sentían la preocupación y el interés
del tzaddík. La causa de la lepra es una falta de interés entre las personas
hasta el punto en el que comienzan a hablar mal unos de los otros. Si queremos
alcanzar un nivel en el que no hablemos lashón hará de los demás, tenemos que
comenzar a ser más sensibles por las personas que nos rodean.
Se dice que la lepra primero
comienza con una mancha en las paredes de la casa de la persona. Si ella no
entiende el mensaje, aparece una mancha blanca en sus ropas. Sólo después que
ignora estos dos mensajes es que la lepra brota en su cuerpo. En cada aspecto
de la vida, el Creador intenta darnos pistas acerca de las formas en que
podemos cambiar. Debemos preguntarnos qué significan estos mensajes. Por
ejemplo, ¿por qué vimos un accidente automovilístico en el camino pero no
fuimos parte de ese accidente, el cual ocurrió unos segundos antes de que
nosotros pasáramos? Si no entendemos el mensaje, entonces esos eventos de
“advertencia” se acercarán más y más a nosotros. Si no cambiamos, éstos se
acercarán de tal manera que podrían afectar nuestro cuerpo físicamente. Todo
esto ocurre porque no prestamos atención a las pistas que el Creador, con gran
misericordia, nos envía a través de nuestro entorno.
Esta lección también se aplica en
nuestra conversación acerca de reprender a los demás. Debemos imitar al
Creador, dando todas las pistas que podamos hasta que la persona acepte que lo
que está haciendo está mal. Si todavía no ve su error, debemos ser más
directos. Sólo si ellos ignoran el mensaje, podemos abrirnos y decirlo
directamente; pero, incluso en ese caso, sólo debemos hacerlo si realmente nos
interesa la otra persona, y sólo si pensamos que responderá de forma positiva a
ese interés, aceptará nuestro consejo y lo pondrá en práctica.
Hay una historia acerca del proceso
de reprensión que contó Rabbí Iejezkél HaLeví, el hijo de Rabbí Israel, el
Magguíd de Koznitz. Él dijo: “Dos personas vinieron a mí para atestiguar contra
un aldeano, afirmando que lo habían visto haciendo una transgresión detestable.
Anuncié de inmediato que todos en las aldeas cercanas debían venir a Shabbát
para escuchar mi sermón esa semana”.
“Los aldeanos llegaron y comencé mi
sermón, llenándolo con mensajes y enseñanzas a través de las cuales hablaba de
este aldeano y su transgresión; pero sin mencionar su nombre. Observé que
muchos de los aldeanos se llenaron de arrepentimiento por mis palabras y casi
todos los ojos estaban con lágrimas en la congregación. Yo observaba
constantemente al aldeano en cuestión, y notaba que él era el único que no
estaba conmovido y no se veía afectado por mis palabras. No podía aguantar más,
así que llamé al hombre al podio y le dije: “Podrías, al menos, agradecerme por
el sermón que acabo de dar, porque fue todo por ti. Algunos de tus compañeros
vinieron a mí y mencionaron lo que estabas haciendo”.
“El aldeano contestó: “Yo no cometí
ningún pecado”. Yo reiteré mi mensaje, pero él seguía negando su culpabilidad,
así que les dije a los aldeanos que, al día siguiente, les mostraría cómo
castigarían al hombre. Pero esa noche, mientras dormía, mi padre me visitó en
un sueño y me dijo: “Hijo, ¿qué has hecho? Le has causado una enorme vergüenza
a uno de los tzaddikím más grandes de tu generación, uno de los tzaddikím
ocultos que sostienen el mundo. Debes visitarlo inmediatamente y retractar tus
acciones, de modo que nadie sepa el daño que has hecho, como está escrito:
הַצְנֵעַ לֶכֶת עִם יְהֹוָה אֱלֹהֶיךָ
HATZNÉÄ LÉJET
ÏM ADO-NÁI ELO-HÉJA
“Humillarte para andar con el Señor
tu Di-s”
(Miká/Miqueas 6:8)
“Cuando desperté, sabía que no podía
castigar al hombre como había pensado. Mi padre me visitó la noche siguiente y
también la noche después de esa. Finalmente, alquilé un carruaje y viaje a la
casa del hombre, pero él no se encontraba por ningún lado. Le pregunté a su
esposa dónde estaba y ella dijo que justo había salido de la casa. Esperé por
él, pero él no regresó ese día, esa semana o, incluso, todo ese mes.
Finalmente, entendí que mientras yo sienta el dolor de haberlo avergonzado,
estoy protegido por los Cielos. Por lo tanto, con su propio poder de profecía,
él puede verme cada vez que intento visitarlo para enmendar mis acciones y
desaparece”.
Aquí podemos ver cómo nuestras
palabras pueden influir en nuestra vida, para bien o para mal. A menudo, es
como está escrito: “MÁVET VEJAIM BEIAD-LASHÓN - La muerte y la vida están en
poder de la lengua” (Mishlé/Proverbios 18:21). Que todos tengamos el mérito de
recibir la vida, especialmente durante Pésaj, en las manos de nuestra boca”.
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