PARASHÁT METZORÁ: ENCONTRANDO
NUESTRA ALMA
Por Kabbalah y Torah
כִּי תָבֹאוּ אֶל־אֶרֶץ כְּנַעַן אֲשֶׁר אֲנִי נֹתֵן
לָכֶם לַאֲחֻזָּה וְנָתַתִּי נֶגַע צָרַעַת בְּבֵית אֶרֶץ אֲחֻזַּתְכֶם
KÍ TAVÓU EL-ÉRETZ
KENÁÄN ASHÉR ANÍ NOTÉN
LAJÉM LAAJUZZÁ VENATATTÍ NÉGA TZARÁÄT
BEVÉT ÉRETZ
AJUZZATJÉM
“Cuando hubieres entrado en la
tierra de Canaán, la cual Yo os doy en posesión, y pusiere Yo plaga de lepra en
alguna casa de la tierra de vuestra posesión”. (Vaikrá/Levítico 14:34)
Al comentar sobre este versículo, el
Zóhar explica que cuando una casa está contaminada por una plaga, debemos
demolerla. No obstante, durante la demolición, puede que la persona encuentre
un tesoro oculto en la casa de manera fortuita.
Rabbí Shimön dijo: El propósito de
todas estas plagas en las casas era santificar la tierra y eliminar el espíritu
de contaminación de la tierra y de los hijos de Israel. Adicionalmente, cuando
uno derriba una casa debe encontrar un tesoro en ésta, suficiente para
reconstruir y completar su casa, de modo que no se sienta apenado por la casa que
fue derribada, y habiten en una habitación santificada.
(Zóhar, Tazríá 30:161)
La palabra “casa” es un código, una
metáfora de nuestro cuerpo físico; la Vasija que contiene nuestra alma. Cuando
un cuerpo es contaminado con ego y gobernado por sus deseos primordiales y
reactivos, las contaminaciones son referidas como las “plagas en las casas”.
Cuando derribamos y demolemos nuestro ego y nuestra naturaleza reactiva,
encontramos el máximo tesoro: el alma, la cual es referida como “Israel” y “habitación
santificada”.
Nuestro mayor temor en la demolición
del ego es el temor a la pérdida; la pérdida del placer y la recompensa
inmediata, que son derivados de la gratificación del ego. El temor es
comprensible, pero el Zóhar nos dice que una dicha y un placer aún mayores nos
esperan cuando demolemos la Vasija reactiva del ego. Un individuo encontrará “un
tesoro en ésta, suficiente para reconstruir y completar su casa, de modo que no
se sienta apenado por la casa que fue derribada”.
Esta es una declaración profunda y
poderosa. Nuestro temor es el resultado de un bluf implantado dentro de
nosotros por la inclinación al Mal. Lógicamente, la única manera de que un
hombre no lamente dar algo es que reciba algo mucho mejor a cambio. Esto es lo
que Zóhar promete. Algunas doctrinas espirituales exigen el rechazo del placer,
pero el deseo del Creador es otorgar placer infinito a todas sus creaciones. Un
kabbalísta, por lo tanto, debe “canjear por algo de mayor valor”, renunciando
al placer temporal a cambio del gozo y realización eternos. Debemos siempre
estar conscientes de que nunca se nos pide entregar algo cuando seguimos el
camino kabbalístico. Más bien, se nos muestra cómo alcanzar mayor alegría que
permanente y profundamente satisfará todos nuestros deseos.
Comentarios
Publicar un comentario