DICHOSO EL PUEBLO QUE SABE ACLAMARTE
Por Kabbalah y Torah
“ASHRÉ HAÄM
IODEË TERUÄ ADO-NÁI
BEOR-PANÉJA IEHAL´LEJÚN - Dichoso
el pueblo que sabe aclamarte; andarán, oh Señor, a la luz de tu rostro”.
(Tehil´lím 89:16)
Oh Señor, Dichoso es Israel, pues el
Creador les dio la sagrada Torá, y les enseñó Su caminos para aferrarse a él, a
guardar los preceptos de la Torá y ser meritorios del Ölám Habbá (mundo por
venir). Él los acercó cuando ellos salieron de Egipto, pues Él los sacó de otra
autoridad y los erigió para unirse en Su Nombre. Entonces, los hijos de Israel
fueron llamados: “Libres de todo”, pues ellos no se sentaron bajo ninguna otra
autoridad, y Él los erigió para que se unieran en Su Nombre, que es por encima
de todo y que gobierna lo superior y lo inferior.
Por amor a ellos, Él los llamó:
“Israel es Mi hijo, Mi primogénito” (Shemót 4:22), tal como arriba, como Zéër
Anpín (ZA), a quien se le llama primogénito. Y Él mató a todo primogénito de
Sitrá Ajará, arriba y abajo. Para liberarlos, Él desató y ató e hizo
prisioneros a algunos arriba y abajo, lo cual los egipcios habían hecho para
que Israel no pudiera salir de Egipto, y Él los hizo ser libres de todo. Por
eso es que el Creador no quiso liberarlos por medio de un ángel o de un
emisario, sino Él mismo lo hizo. Él sabía cómo diferenciar el primer hijo del
que no es primer hijo, conocerlo todo, para desatar al prisionero y ellos no
estaban bajo la autoridad de algún otro emisario, sino bajo la autoridad de Su
mano.
En la noche en que el Creador quiso
dar muerte a esos primeros hijos, a la caída de la noche, unos cantores
vinieron a cantar ante Él. El Creador les dijo: “No es el momento de cantar,
pues mis hijos en la tierra cantan una melodía distinta”. Pasada la mitad de la
noche, un viento del norte se levantó y el Creador cobró venganza por Israel e
Israel cantaban en voz alta. Y entonces el Creador los liberó de todo y todos
los ángeles superiores y todos los campamentos superiores escuchaban estas
voces de Israel después que fueron circuncidados y se marcaron sus casas con
esa sangre y la sangre de Pésaj con tres marcas: en el dintel y en los dos
postes de las puertas.
¿Cuál es la razón por la que ellos
escribieron la sangre en el dintel y en los postes de las puertas? Es porque es
una escritura sagrada. Cuando el destructor salió y vio la sangre escrita en la
puerta, tuvo piedad de Israel, tal como está escrito: “El Señor pasará delante
de la puerta”.
Pero, si el Creador era el que llegó
y dio muerte en la tierra de Egipto y no algún otro emisario, ¿por qué esta
escritura en la puerta? si todo está revelado ante Él. Además, ¿a qué se
refiere: “Y no permitirá que el destructor”? Esto debería haber dicho: “Y Él no
destruirá”.
Ciertamente así es, pues está
escrito: “El señor golpeó a todo los nacidos primero”. “El Señor”, se refiere a
Él y Su corte, ZA y Maljút. Su corte está aquí, que es por lo que él escribe,
el destructor. En cada lugar, se debe mostrar un acto abajo para despertar el que
le corresponde arriba y salvarse. Por eso es que tenían que pintar la sangre en
el dintel y los dos postes de la puerta, para despertar sobre ellos la
misericordia de arriba. Esto es semejante a las ofrendas en el altar, para que
no haya un destructor.
Esto es por medio de un acto, es
decir con ofrendas. Cuando no es necesario, como en Rósh HashShaná (el Año
Nuevo), que es el día del juicio, los acusadores están listos para acusar a
Israel y las meras ofrendas no son suficientes. Más bien, se necesitan las
palabras, es decir las plegarias y las súplicas, y éstas deben expresarse en el
acto del Shofár (la festividad de hacer resonar el cuerno del carnero), para
evocar a otro Shofár, Biná.
En este Shofár, extraemos Rajamím
(misericordias) y Din (juicio) juntos, como el Shofár superior, Biná, que
extrae un sonido, Zéër Anpín (ZA), en donde hay Jésed (gracia), Din, y Rajamím
juntos, ya que Tiféret, que es ZA, comprende Jésed, Din y Rajamím. Hacemos
resonar el Shofár para evocar Rajamím y para quebrantar a los acusadores, para
que ellos no ejerzan su dominio en ese día. Cuando los Rajamím despiertan,
todas las velas de arriba, es decir, las Sefirót, iluminan de este lado y de
aquel lado, de la derecha y de la izquierda. Y entonces, “Y la luz del rostro
del rey es la vida”.
Cuando el sacerdote quería encender
las velas de abajo y acercaba el incienso, las velas superiores, las Sefirót,
iluminaban en ese momento, todo estaba conectado y la alegría y la algarabía se
hallaban en todos los mundos, tal como está escrito: “Ungüentos y perfumes,
alegran el corazón”. Por eso está escrito, “Cuando tu colocas las velas”.
(Séfer HaZóhar, Behaälotejá)
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