LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHÁT VAIKRÁ - (Vaikrá/Levítico 1-5) - Despertar para recibir Luz/Revelar la conciencia del Creador


PARASHÁT VAIKRÁ - (Vaikrá/Levítico 1-5) - Despertar para recibir Luz/Revelar la conciencia del Creador

Por Kabbalah y Torah

EL PODER DE LOS OJOS

Cuando los niños comienzan a aprender el Jumásh (los Cinco Libros de Moshé), Vaikrá es el primer capítulo de la Torá que se les enseña. Las lecciones de esta lectura deberían permanecer con los niños durante toda su vida, así como dichas lecciones deben ser primordiales en nuestra propia conciencia ahora mismo, indiferentemente de nuestra edad.

El libro de Vaikrá es el inicio y el fundamento de todas las enseñanzas porque es aquí donde nos damos cuenta de la importancia de nuestra devoción intensa a la Luz del Creador. Esta es la primera vez en la Torá que tal devoción es tratada. Por supuesto, esta devoción puede tener —y ha tenido muchas formas diferentes a lo largo de la historia. En esta lectura, la devoción es manifestada como el Tabernáculo y los sacrificios; mientras que en nuestra época, en la cual el Tabernáculo y el Templo Sagrado ya no existen, nuestra conexión con la Luz no ocurre a través de sacrificios sino a través de la Tefil´lá (oración).

Sabemos que el deseo de la Luz de compartir con nosotros es aún mayor que nuestro deseo de recibir de parte de la Luz. Sin embargo, creamos barreras tales como ego, celos y otras formas de negatividad que debilitan nuestra conexión con la Luz. Por ejemplo, consideremos los celos que los hermanos de Ioséf sentían por él. No podemos asumir que los hermanos eran como nosotros, dado que eran los hijos de nuestro Patriarca Iaäkóv y, por ende, eran merkavót (carrozas) de Luz por derecho propio. Pero, por lo menos, sus celos crearon una barrera entre ellos y la Luz.

¿Y cuál es la causa de los celos? ¿Deberíamos creer que los hermanos vendieron a Ioséf como esclavo debido al abrigo especial que Iaäkóv le confeccionó? Ni el Midrásh ni el Zóhar afirman que Iaäkóv amaba más a Ioséf que a sus otros hijos; sin embargo, después de que los hermanos vendieron a Ioséf, está escrito que ellos temieron “porque él era el que su padre amaba”.

De aquí podemos aprender una lección importante. Podemos ver el daño que puede causar nuestra percepción limitada de la realidad y, por lo tanto, cuán cuidadosos debemos ser acerca de las ideas erradas que despertamos en los demás. Por ejemplo, hay personas que alardean de su riqueza y poder, causando así la ilusión de que aquellos que los rodean son inferiores. Esta idea equivocada, la cual obtenemos cuando solamente nos basamos en nuestros cinco sentidos, da origen a una negatividad que, a su vez, puede manifestarse como celos y hasta odio. Como resultado, la persona ostentosa que inició esos sentimientos puede terminar perdiendo todo lo que tenía.

Está escrito en la Torá: “VELIFNÉ  ÏVVÉR   TITTÉN  MIJSHÓL - Y delante del ciego no pongas tropiezo”. Pero cuando permanecemos inmóviles y permitimos que la gente sea engañada por su propia percepción limitada, es como si nosotros mismos estuviéramos colocando “tropiezos en el camino del ciego”. Además, si la gente actúa negativamente como resultado de algo que hemos hecho, entonces nosotros somos tan responsables por su comportamiento negativo como ellos lo son; y nosotros seremos igualmente afectados por cualquier juicio que llegue a ellos. De la misma manera, si alguien nos hace daño en respuesta a algo que hicimos-o incluso en respuesta a algo que dijimos o un pensamiento que estaba en nuestra conciencia, entonces nosotros debemos compartir la responsabilidad por el daño que nos fue causado.

Aquí tenemos un buen ejemplo. Los jajamím (sabios) han escrito: “Vístete tan bien como se visten las demás personas, de modo que no les hagas sentirse superiores a ti”. Eso demuestra el gran poder de la vista, así como la responsabilidad que debemos asumir por lo que los demás ven en nosotros. Se dice que el sentido del oído no es nada en comparación con el de la vista, debido a que “los ojos son la ventana del alma”. Los ojos de un individuo también son ventanas a su sabiduría interior; cuando alguien es verdaderamente sabio, la Ór Jojmá (Luz de Sabiduría) irradia a través de sus ojos.

Debido a que la imagen del mundo es vista en los ojos del hombre, y todos los colores se encuentran en ellos también y el color blanco que hay en ellos es como el gran océano que rodea al mundo por todos lados, el otro color que hay en ellos es como la tierra que las aguas hicieron emerger y la tierra se encuentra en medio de las aguas. De igual forma, este color se encuentra entre las aguas, en este color blanco que alude al agua del océano.

El otro, el tercer color, se encuentra en el medio del ojo. Este es Jerusalén, el centro del mundo. El cuarto color que se encuentra en el ojo – lo negro en el ojo – es donde se encuentra todo el poder de la vista de todo el ojo. Se llama “bat-äin - pupila” y en esa pupila, se refleja el rostro. Y la visión más preciada de todas es Sion, el punto en el centro de todo. La visión de todo el mundo se ve aquí, y la Shejiná- la belleza de todo y la imagen de todo – está presente allí. Este ojo es la herencia del mundo. Por esta razón, aquel que muere lo abandona y su hijo lo toma y lo hereda.

(Zóhar, Vaijí 32:341-342)

Lamentablemente, la mayoría de nosotros no hacemos uso del poder espiritual de nuestros ojos, así que sólo vemos la dimensión física. Tenemos que comenzar a usar nuestros ojos para percibir la realidad espiritual, para ver lo bueno en las demás personas y en el mundo en general.


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