LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA TZAV: NUESTRO VERDADERO PROPÓSITO


PARASHÁT TZÁV: NUESTRO VERDADERO PROPÓSITO

Por Kabbalah y Torah

Acerca de los ángeles está escrito: “Y sus piernas son una pierna recta”. También está escrito que la gente debe procurar ser como los ángeles. Si estamos tratando de imitar a los ángeles, debemos entender esta enseñanza sobre una “pierna recta”.

Los ángeles se mueven hacia adelante. Ellos no ven a la derecha ni a la izquierda, no les afecta en absoluto lo que se diga o piense de ellos. Nada disuade a un ángel de su trabajo, y este es el nivel que deberíamos desear alcanzar en nuestro trabajo espiritual. Podemos llegar a este nivel al realizar acciones que sabemos que son correctas, en lugar de sucumbir ante la influencia de otras personas.

“VERAGLEHÉM  RÉGUEL  IESHARÁ - Y sus pies eran pies derechos...” (Iejezkel/Ezequiel 1:7). Porque los pies de los demonios están torcidos, mientras que acerca de sus pies, a saber los pies de las criaturas vivientes santas, está dicho: “Y sus pies eran pies derechos”. Y es por esto que “Y sus pies eran pies derechos” “KI-IESHARÍM  DARJÉ  ADO-NÁI - Porque los caminos del Señor son derechos” (Hoshéä/Oseas 14:10). Los sabios de la Mishná dijeron: Uno que ora debe arreglar sus pies durante su oración como los ángeles ministros, a saber: sus pies deben estar derechos “como la planta del pie de un ternero”, a saber: estar así marcados entre ellos. Y por esta razón los sabios enseñaban: Cuando uno ora, debe colocar sus pies en la posición apropiada, como dice: “Y sus pies eran pies derechos”. Y el Santo, Bendito Sea Él, dijo a los ángeles ministros: ‘Aquellos que son así destacados en su oración: que colocan sus pies como lo hacen ustedes, porque ellos abren las puertas del templo para dar entrada a esta visión’

(Zóhar, Pinjás 51:317-321)

La mayoría de la gente vive como si fuesen candidatos políticos. Para obtener tantos votos como sea posible, dicen sólo aquello que los demás quieren escuchar. Debemos “salir de la candidatura”. Debemos aprender de los ángeles, no de los candidatos políticos.

La parashá Tzáv contiene un pasaje en el cual el Creador instruye a Moshé acerca de la manera en la que los kohaním (sacerdotes) deberían realizar el sacrificio de la ofrenda quemada: “Él debe quitarse estos ropajes y colocarse otros, y sacar las cenizas fuera del campamento, a un lugar que esté ceremonialmente limpio” (Vaikrá/Levítico 6:4). ¿Qué aprendemos del hecho de que tanto el Kohén HagGadol (el Sumo Sacerdote) como los demás sacerdotes se quitaban la ropa? ¿Y por qué tenían que vestir atuendos diferentes para las varias ceremonias que realizaban?

La siguiente historia acerca de un maestro espiritual nos proporciona una explicación metafórica. Era sabido que cuando la gente visitaba a este maestro a pedirle su consejo, él sudaba abundantemente. Un día, uno de sus estudiantes le preguntó a su maestro por qué siempre estaba sudando; después de todo, no estaba realizando ninguna acción física, sino que estaba sentado en casa todo el día, atendiendo a una persona tras otra.

Pacientemente, el maestro contestó: “Cuando alguien viene a pedirme una bendición, un consejo o la solución a un problema, no puedo ayudarlos si no puedo sentir la posición en la que se encuentran. Para poder escuchar realmente el problema, tengo que quitarme mis ropajes espirituales y usar los de la persona que necesita ayuda. Después de escuchar la pregunta, tengo que ponerme nuevamente mis ropajes para dar la respuesta. Y es así cada día. Después de cambiarse de atuendo diez veces en una hora, ¿quién no estaría sudoroso?”.

El Kohén HagGadól y los demás sacerdotes no sólo se cambiaban sus ropajes físicos; al quitarse su vestimenta mundana y usar los atuendos sacerdotales, ellos estaban alterando su nivel de conciencia. En el caso de nosotros, nuestra negatividad forma una cubierta que nos separa de la Luz y de los demás. Tenemos que aprender a liberarnos de esta cubierta (metafóricamente “quitarnos nuestra vestimenta”) para progresar en nuestro trabajo espiritual y relacionarnos de forma proactiva con las demás personas.

Se dice que cuando el Magguid de Metzritch (Rav Dov Ber, 1704-1772 e.c) estaba a punto de abandonar este mundo, decidió regalarle algo a cada uno de sus estudiantes. A uno le dio su rectitud; a otro su sabiduría. Pero a Rav Elimélej, el Magguíd le dio el trabajo de “mejorar el mundo”. Después del fallecimiento del Magguíd, Rav Elimélej visitó todas las aldeas cercanas intentando unir a la gente, ofreciéndoles maneras de conectar con la Luz del Creador. Pasaron dos años y se encontraba en su casa preguntándose si realmente estaba haciendo el trabajo que se le había confiado. Esa noche, mientras dormía, el Magguíd se presentó en un sueño y le dijo: “Has viajado muy lejos mientras intentas cambiar el mundo, pero ¿cuánto has viajado en tu esfuerzo de cambiarte a ti mismo?”.

Es mucho más fácil para nosotros ver qué anda mal con los demás en lugar de ver nuestras propias fallas, pero el verdadero trabajo comienza con nuestro proceso de corrección interno, nuestro tikkún individual. El propósito de la Kabbaláh es ayudar a la gente con su proceso de tikkún y su transformación personal, empleando las herramientas Kabbalísticas en todas sus presentaciones.

Hay un breve relato que ilustra esta idea. Un hombre había sido enviado por su jefe a entregar un camión lleno de mercancía a una distancia lejana. Después de unos días, el hombre regresó con una sonrisa en su rostro y dijo: “He cumplido exitosamente con la tarea que me asignó”. El empleado contó con sus dedos para no escatimar nada: “Primero que nada, hice todo el recorrido sin haber recibido ni una multa. No maté ni lastimé a nadie. No tuve ninguna llanta pinchada ni ninguna clase de avería”. “¿Pero qué hay de la entrega?”, preguntó su jefe. “Ah, la entrega. Por casualidad olvidé cargar el camión...”. ¡Obviamente, su jefe estaba muy decepcionado!

Cada día nos comportamos igual que este empleado. ¿En realidad nos pusieron en este mundo para evitar multas? Nuestra misión en la vida es mucho más que eso: estamos aquí para manifestar la Luz dentro de nosotros, a fin de que el mundo en su totalidad pueda revelar su Luz también. Este es nuestro verdadero propósito.

El valor numérico de la palabra “Tzáv” (mandato) es igual al número de versículos (96) en este capítulo de la Torá. Esta coincidencia del nombre de un capítulo con su contenido no ocurre en ningún otro lugar de la Torá. En esta parashá, Di-s le dice a Moshé que instruya a Aharón y a sus hijos acerca de la correcta práctica de las ofrendas quemadas. La lección aquí es que cuando hacemos sacrificios al Creador con un deseo de conectar con Él, evitamos la idolatría. La idolatría es más que adorar estatuas; en ésta se incluye la transferencia del poder a cosas externas de nosotros y de la Luz. También tiene que ver con tomar decisiones y reaccionar con motivos puramente egoístas; por orgullo, la necesidad de impresionar a los demás y así sucesivamente. Todas nuestras acciones deben estar motivadas por un deseo de conectar con el Creador, un deseo que seguidamente generará esa misma conexión. Si la intención de conectar con el Creador no antecede a una acción, esa acción constituye la idolatría.


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