PARASHAT TAZRÍÄ - (Vaiikrá/Levítico
12-13) - Lograr embarazos saludables antes/después de la concepción
Por Kabbalah y Torah en Expansión
¿POR QUÉ LA GENTE PADECE DE LEPRA?
La Parashá Tazríä describe las
aflicciones de la piel y revela la causa de estas aflicciones. La mayoría de la
gente es cuidadosa con lo que entra en su boca, pero ¿cuántos son cuidadosos
acerca de lo que sale de su boca? Lo que decimos puede ser tan negativo y
destructivo como la mala comida lo es para nuestro cuerpo. En hebreo, la
palabra lepra (tzaraät) se correlaciona con la negatividad verbal, como el
habla maliciosa (lashón hará). Pero la negatividad en el habla no se limita a
lo que decimos como tal; también puede relacionarse con lo que no decimos, lo
que escuchamos e, inclusive, con lo que no escuchamos. El hecho es que la
mayoría del tiempo hablamos, hablamos y hablamos, pero no escuchamos lo que los
demás nos están diciendo.
Así como el castigo es aplicado al
hombre por hablar maliciosamente, así es castigado debido a que pudo haber
pronunciado palabras buenas pero no lo hizo. Porque él manchó a ese espíritu
parlante, que está compuesto como para hablar arriba y hablar abajo, y todo
está en santidad. Esto es aún más cierto si la nación camina por el camino
errado y él puede hablarles y reprobarlos pero se queda callado y no habla.
Como dije, esto está dicho de él: “NE´ELAMTI
DÚMIA HEJESHÉTI MITOV
UJEVÍ NE´ËKKAR - Enmudecí con
silencio, contuve mi paz y no tuve reposo y mi pena se agitó” (Tehil´lím/Salmos
39:3), agitada por plagas de impureza.
(Zóhar, Tazríä 18:87)
Una vez un rabino fue invitado a dar
un sermón antes de la lectura de la Torá en un templo. Sin embargo, él estaba
muy cansado y sentía que no tenía la fuerza para cumplir. Aun así, no quería
decepcionar a las personas que lo habían invitado, así que dijo a la
congregación: “He dado muchos sermones durante años, pero en esta oportunidad
me gustaría escuchar lo que ustedes tienen que decir”.
La importancia de escuchar a los
demás es algo que las personas en un nivel espiritual elevado siempre han
entendido. Indiferentemente de que la gente tenga la razón o no, tenemos la
responsabilidad de escucharlos. Si no cumplimos con esta responsabilidad, ¿cómo
podemos esperar que los demás nos escuchen?
Había un gran sabio que, al final de
sus días, estaba tan enfermo y débil que sólo podía susurrar. No obstante, el
seguía instruyendo a sus alumnos, los cuales se sentaban muy cerca para
escucharlo. Un rabino de la localidad fue a observar este hecho. Vio al gran
maestro susurrando, a veces durante horas, y a sus estudiantes inclinados para
escucharlo.
“No lo entiendo”, le dijo el rabino
a uno de sus estudiantes. “En mi templo, si hablo más de 30 minutos, quieren
bajarme del púlpito. Ustedes no sólo escuchan a su maestro durante muchas
horas, ¡sino que lo escuchan a pesar del hecho de que apenas puede hablar!”.
“Escuchamos atentamente y durante
mucho tiempo”, le contestó el alumno, “porque sabemos que si uno de nosotros
tuviese que hablar con nuestro maestro y tuviésemos que susurrar, él se
inclinaría para escuchar lo que tenemos que decir por el tiempo que fuese
necesario”.
Si queremos alcanzar un nivel desde
el cual podamos enseñarle a otras personas, también debemos alcanzar el nivel
en el cual escuchemos atentamente a los demás. Para ser protegidos de la lepra
espiritual, debemos aprender a escuchar y no solamente a hablar.
Zalmán Shazar era miembro de la Kenéset
(Asamblea Legislativa de Israel) antes de que se convirtiera en presidente de
Israel. Un día, él viajó desde Jerusalén a Tel Aviv para reunirse con Rav
Áshlag. Cuando Zalmán Shazár llegó, Rav Áshlag le pregunto: “¿Y qué hay de
nuevo en la Kenéset?”. Shazár contestó: “Perdóneme, pero no vine a escuchar lo
que yo tengo que decir. Me habría podido quedar en Jerusalén para eso. Vine a
escuchar solamente lo que usted tiene que decir”. Sin embargo, tampoco basta
con tan sólo escuchar. Aprendemos de Ióv (Job) que hay momentos en los que
debemos hablar y decir lo que se tiene que decir. Junto con Biläm e Itró, Ióv
era uno de los tres consejeros del Faraón durante la época de Moshé. Cuando el
Faraón les preguntó que debía hacer con los hijos de Israel, Biläm recomendó
que fuesen asesinados. Itró se opuso y se fue a Midián, e Ióv permaneció
callado. Está escrito que todo lo que le ocurrió a Ióv más adelante en su vida
fue porque él no dijo lo que tenía que decirse en defensa de su gente.
Con frecuencia, no es lo que decimos
sino lo que no decimos lo que siembra la semilla de la negatividad. Está
escrito en la Torá: “LO-TISNÁ ET-AJÍJA BILVAVÉJA - No aborrecerás a tu hermano en tu
corazón” (Vaikrá/Levítico 19:17). No sólo dice “LO-TISNÁ - No aborrecerás”,
también añade “BILVAVÉJA - en tu corazón”. Si tenemos odio en nuestro corazón,
el daño está hecho indiferentemente de que hablemos o permanezcamos en
silencio. Por lo tanto, cuando llega el momento de hablar, no debemos quedarnos
callados. Por supuesto, esto no quiere decir que debemos ser reactivos y soltar
lo primero que se nos viene a la mente. Si estamos molestos, por ejemplo, es
importante dejar que pase un poco de tiempo antes de reaccionar. Cuando
finalmente hablamos, no sólo habremos liberado nuestro dolor personal, sino,
más importante aún, somos capaces de revelar la Luz del Creador. De este modo
podemos ser como el Creador. Podemos ser la Causa en vez del Efecto y evitar
acciones que provienen desde un marco mental reactivo.
La conexión del Creador con nosotros
nunca cambia debido a la forma en que actuamos. Todo lo que nos ocurre es sólo
para ayudarnos en nuestro camino espiritual. Tal vez necesitemos algunas “sacudidas”
para alcanzar la realización, pero todo lo que el Creador hace proviene de una
intención de ayudarnos y de mejorar las cosas para nosotros.
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DONAR - TZEDAKÁ
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