LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA TAZRIA - (Vaikrá/Levítico 12-13) - Lograr embarazos saludables antes/después de la concepción


PARASHÁT TAZRÍÄ - (Vaikrá/Levítico 12-13) - Lograr embarazos saludables antes/después de la concepción

Por Kabbalah y Torah 

¿POR QUÉ LA GENTE PADECE DE LEPRA?

La Parashá Tazríä describe las aflicciones de la piel y revela la causa de estas aflicciones. La mayoría de la gente es cuidadosa con lo que entra en su boca, pero ¿cuántos son cuidadosos acerca de lo que sale de su boca? Lo que decimos puede ser tan negativo y destructivo como la mala comida lo es para nuestro cuerpo. En hebreo, la palabra lepra (tzaraät) se correlaciona con la negatividad verbal, como el habla maliciosa (lashón hará). Pero la negatividad en el habla no se limita a lo que decimos como tal; también puede relacionarse con lo que no decimos, lo que escuchamos e, inclusive, con lo que no escuchamos. El hecho es que la mayoría del tiempo hablamos, hablamos y hablamos, pero no escuchamos lo que los demás nos están diciendo.

Así como el castigo es aplicado al hombre por hablar maliciosamente, así es castigado debido a que pudo haber pronunciado palabras buenas pero no lo hizo. Porque él manchó a ese espíritu parlante, que está compuesto como para hablar arriba y hablar abajo, y todo está en santidad. Esto es aún más cierto si la nación camina por el camino errado y él puede hablarles y reprobarlos pero se queda callado y no habla. Como dije, esto está dicho de él: “NE´ELÁMTI  DÚMIA  HEJESHÉTI  MITTÓV  UJEVÍ  NE´ËKKÁR - Enmudecí con silencio, contuve mi paz y no tuve reposo y mi pena se agitó” (Tehil´lím/Salmos 39:3), agitada por plagas de impureza.

(Zóhar, Tazríä 18:87)

Una vez un rabino fue invitado a dar un sermón antes de la lectura de la Torá en un templo. Sin embargo, él estaba muy cansado y sentía que no tenía la fuerza para cumplir. Aun así, no quería decepcionar a las personas que lo habían invitado, así que dijo a la congregación: “He dado muchos sermones durante años, pero en esta oportunidad me gustaría escuchar lo que ustedes tienen que decir”.

La importancia de escuchar a los demás es algo que las personas en un nivel espiritual elevado siempre han entendido. Indiferentemente de que la gente tenga la razón o no, tenemos la responsabilidad de escucharlos. Si no cumplimos con esta responsabilidad, ¿cómo podemos esperar que los demás nos escuchen?

Había un gran sabio que, al final de sus días, estaba tan enfermo y débil que sólo podía susurrar. No obstante, el seguía instruyendo a sus alumnos, los cuales se sentaban muy cerca para escucharlo. Un rabino de la localidad fue a observar este hecho. Vio al gran maestro susurrando, a veces durante horas, y a sus estudiantes inclinados para escucharlo.

“No lo entiendo”, le dijo el rabino a uno de sus estudiantes. “En mi templo, si hablo más de 30 minutos, quieren bajarme del púlpito. Ustedes no sólo escuchan a su maestro durante muchas horas, ¡sino que lo escuchan a pesar del hecho de que apenas puede hablar!”.

“Escuchamos atentamente y durante mucho tiempo”, le contestó el alumno, “porque sabemos que si uno de nosotros tuviese que hablar con nuestro maestro y tuviésemos que susurrar, él se inclinaría para escuchar lo que tenemos que decir por el tiempo que fuese necesario”.

Si queremos alcanzar un nivel desde el cual podamos enseñarle a otras personas, también debemos alcanzar el nivel en el cual escuchemos atentamente a los demás. Para ser protegidos de la lepra espiritual, debemos aprender a escuchar y no solamente a hablar.

Zalmán Shazár era miembro de la Kenéset (Asamblea Legislativa de Israel) antes de que se convirtiera en presidente de Israel. Un día, él viajó desde Jerusalén a Tel Aviv para reunirse con Rav Áshlag. Cuando Zalmán Shazár llegó, Rav Áshlag le pregunto: “¿Y qué hay de nuevo en la Kenéset?”. Shazár contestó: “Perdóneme, pero no vine a escuchar lo que yo tengo que decir. Me habría podido quedar en Jerusalén para eso. Vine a escuchar solamente lo que usted tiene que decir”. Sin embargo, tampoco basta con tan sólo escuchar. Aprendemos de Ióv (Job) que hay momentos en los que debemos hablar y decir lo que se tiene que decir. Junto con Biläm e Itró, Ióv era uno de los tres consejeros del Faraón durante la época de Moshé. Cuando el Faraón les preguntó que debía hacer con los hijos de Israel, Biläm recomendó que fuesen asesinados. Itró se opuso y se fue a Midián, e Ióv permaneció callado. Está escrito que todo lo que le ocurrió a Ióv más adelante en su vida fue porque él no dijo lo que tenía que decirse en defensa de su gente.

Con frecuencia, no es lo que decimos sino lo que no decimos lo que siembra la semilla de la negatividad. Está escrito en la Torá: “LO-TISNÁ  ET-AJÍJA  BILVAVÉJA - No aborrecerás a tu hermano en tu corazón” (Vaikrá/Levítico 19:17). No sólo dice “LO-TISNÁ - No aborrecerás”, también añade “BILVAVÉJA - en tu corazón”. Si tenemos odio en nuestro corazón, el daño está hecho indiferentemente de que hablemos o permanezcamos en silencio. Por lo tanto, cuando llega el momento de hablar, no debemos quedarnos callados. Por supuesto, esto no quiere decir que debemos ser reactivos y soltar lo primero que se nos viene a la mente. Si estamos molestos, por ejemplo, es importante dejar que pase un poco de tiempo antes de reaccionar. Cuando finalmente hablamos, no sólo habremos liberado nuestro dolor personal, sino, más importante aún, somos capaces de revelar la Luz del Creador. De este modo podemos ser como el Creador. Podemos ser la Causa en vez del Efecto y evitar acciones que provienen desde un marco mental reactivo.

La conexión del Creador con nosotros nunca cambia debido a la forma en que actuamos. Todo lo que nos ocurre es sólo para ayudarnos en nuestro camino espiritual. Tal vez necesitemos algunas “sacudidas” para alcanzar la realización, pero todo lo que el Creador hace proviene de una intención de ayudarnos y de mejorar las cosas para nosotros.


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