LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA TAZRIA: LO QUE VEMOS EN LOS DEMÁS EN REALIDAD ESTÁ EN NOSOTROS


PARASHÁT TAZRÍÄ: LO QUE VEMOS EN LOS DEMÁS EN REALIDAD ESTÁ EN NOSOTROS

Por Kabbalah y Torah 

El secreto en “VEHUVÁ  EL-AHARÓN  HAKKOHÉN... - Y será llevado a Aarón el sacerdote” (Vaikrá/Levítico 13:2)

Está escrito que si una persona aparentaba tener lepra, tenía que acudir al Kohén HagGadól (el Sumo Sacerdote) quién decidiría si tenía lepra o no.

Rabbí Itzják dijo: Aprendimos que en “la plaga de la lepra” plaga (nega) significa Juicio severo (Diná Takkifá) que descansa sobre el mundo. Lepra significa apagar, como aprendimos, que es un apagar de la luz celestial, evitando que la bondad celestial descienda al mundo. “...esté en un hombre”: hombre en general alude a ambos, el hombre arriba y el hombre abajo. “...será traído al sacerdote”, a saber: el sacerdote abajo, quien está bien informado acerca de encender y apagar las lámparas, que son las sefirót, de modo que a través de él habrá bendiciones arriba y abajo, y que la plaga será eliminada y desaparecerá, y la luz de la misericordia morará en todo. Por esa razón, “será traído al sacerdote”.

(Zóhar, Tazríä 25:137)

¿Pero por qué la Torá no indica sencillamente los síntomas para diagnosticar la lepra en lugar de decir que la persona debía ir a ver al sacerdote? En cambio, si queremos saber cuánta tzedaká (caridad) dar, está escrito muy claramente que debemos diezmar el diez por ciento. Usualmente, cuando queremos saber algo, podemos ir directamente a la Torá y encontramos la respuesta. ¿Por qué es diferente con la lepra?

En respuesta a esto, la Guemará enseña que nosotros no podemos ver nuestras propias aflicciones, sino solamente las aflicciones de las demás personas. Es por ello que se debía consultar al Kohén acerca de la lepra. Si nosotros mismos tenemos que decidir si somos puros o no, es parte de nuestra naturaleza que siempre decidamos a nuestro favor. Sin duda alguna, este principio aplica a muchas más cosas que la lepra. Siempre vemos que está mal en los demás, pero no lo que está mal en nosotros. El Magguíd de Metsritch, Rav Dov Ber, enseñó que cualquier característica que observamos en los demás en realidad está presente en nosotros. Es por ello que cuando el Creador nos muestra un problema en alguien, no es para que señalemos las fallas de esa persona: es para que nosotros veamos el problema en nuestra vida.

Incluso si entendemos por qué debemos acudir a otra persona para saber que está mal en nosotros, ¿por qué la persona debe ser un kohén? ¿Qué cualidades posee un sacerdote que no tienen los demás? Una historia de Rabbí Iehudá responde esta pregunta hermosamente.

Había una vez una princesa que adoraba en gran manera la sabiduría de Rabbí Iehudá, a pesar del hecho de que él tenía una terrible joroba. Un día, la princesa le preguntó: “¿Por qué el Creador dio una sabiduría tan magnánima a una vasija tan fea?”. Rabbí Iehudá contestó con la pregunta: “¿Dónde guarda el vino tu padre?”. “En una botella de arcilla”, contestó ella. “La gente pobre también guarda su vino en una botella de arcilla”, dijo Rabbí Iehudá. “Pero tu padre tiene todo el dinero del mundo. ¿Por qué no guarda su vino en botellas de oro?”.

La princesa fue a casa y le dijo a sus siervos que almacenaran el vino del rey en botellas de oro. Después de cierto tiempo, cuando sirvieron el vino en una cena de estado, estaba dañado. El rey estaba furioso y quería saber quién había arruinado su vino. Cuando la princesa confesó, el rey le preguntó: “¿No sabes que el vino siempre debe guardarse en una botella de arcilla?”.

Lo que vemos en el exterior rara vez refleja la naturaleza interior de una persona. Esta es una enseñanza muy importante, pero la pregunta sigue en pie: ¿Por qué un sacerdote es el único que puede ver cómo alguien es realmente?

Considera lo siguiente: Un hombre muy versado una vez se quejó con su rabino diciendo que las personas que iban al templo en Shabbát estaban llenas de orgullo y pensaban sólo en sí mismas. Para su sorpresa, el rabino le contestó: “Tal vez tú también estés lleno de orgullo. Se dice que en el Templo Sagrado había un espejo en el cual no sólo se podía ver a la persona física, sino también la espiritualidad de una persona. En nuestros días, dado que el Templo Sagrado no existe, cada persona es un espejo de otra. Lo que vemos en los demás en realidad está en nosotros”.

Es por ello que está escrito en la Torá que uno debe acudir a un Kohén. El Kohén que revisaba la presencia de lepra en la persona se revisaba a sí mismo primero. Si él no se revisaba con absoluta verdad y desprendimiento, no podría ser honesto con los demás.

En términos espirituales, el Kohén representa la Sefirá de Jésed (benevolencia, misericordia), lo que quiere decir que el sacerdote tenía la capacidad de “salir de sí mismo”. Él no se concentraba en sus propias necesidades, sino que, en lugar de ello, estaba preocupado por las necesidades de otras personas.

Era para servir las necesidades de los demás que Avrahám el Patriarca -la personificación misma de Jésed- tenía una tienda con cuatro entradas. Él quería que la gente pudiera llegar a él tan fácilmente como fuese posible y que entraran por cualquier abertura. Sólo alguien que abandona su sentido de auto-importancia, sus propias necesidades y deseos puede ver qué anda mal consigo mismo y no sólo lo que anda mal con los demás. Es por ello que sólo un Kohén podía decidir quién era puro y quién no.

El número de versículos en esta Parashá es también el valor numérico de la palabra Biná. Biná (Guematria 67) es una dimensión no física de la Luz y es el almacén o contenedor de energía para todo lo que necesitamos y deseamos en la vida. Hoy en día, el cáncer es un azote que nos aflige de la misma manera que la lepra solía hacerlo con las generaciones de la Torá. La conexión con Biná en esta lectura nos ayuda a elevarnos a una dimensión en la cual el cáncer no existe.


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