PARASHÁT SHEMINÍ - (Vaikrá/Levítico
9-11) - Levantarse después de caer (segunda oportunidad)/Misericordia
Por Kabbalah y Torah
Esta Parashá describe la muerte de
los dos hijos de Aharón, Nadáv y Avihú. Existen algunas similitudes entre este
evento y la historia de Ioséf relatada en Bereshít.
Cuando Ioséf fue vendido como
esclavo en Egipto por sus hermanos, ellos confesaron y dijeron: “Somos
culpables”. Sin embargo, está dicho que los hermanos en principio no entendían
realmente la profunda iniquidad de lo que habían cometido. Esto fue claro para
ellos solamente después de que se presentaron ante Iaäkov, su padre, y vieron
su terrible dolor, como está escrito: “Entonces Iaäkóv rasgó sus vestidos, se
puso ropa áspera sobre sus caderas y guardó luto por su hijo durante muchos
días... y él no quiso recibir consuelo” (Bereshít/Génesis 37:34-35).
Efectivamente, Iaäkóv lloró y guardó luto por 22 años, y nuestros sabios nos
enseñan que Iehudá, uno de los hermanos mayores de Ioséf, estaba triste porque
no podía hallar manera de consolar a su padre.
Pero la tristeza de Iehudá estaba enfocada
en el luto que sentía Iaäkóv, en nada más. Más allá de eso, no hay nada en la
Torá, el Midrásh o el Zóhar que indique que Iehudá y sus hermanos entendían la
gravedad del terrible error que habían cometido. Ellos pensaban que no había
nada pecaminoso en lo que habían hecho y, además, ellos vieron que la Shejiná
seguía con ellos a pesar de sus malas acciones. Tenemos evidencia de esto en el
versículo: “sus hermanos fueron a apacentar las ovejas de su padre” (Bereshít/Génesis
37:12). La palabra “ET” tiene dos puntos sobre las letras, estos puntos nos
indica que la Shejiná estaba en la presencia de ellos.
... todas las letras que están
incluidas en la Shejiná, la cual es Maljút llamada “ET” (Álef, Tav) ya que incluye
todas las 22 letras de la Álef a la Táv, se originan de los aspectos de las 22
letras de la Torá.
(Zóhar, Hashmatót 7:43)
A pesar de que les tomo 22 años
reconocer su falla, finalmente llegó un momento en el que los hermanos de Ioséf
entendieron claramente el error que habían cometido. Pero incluso cuando
comenzaron a sentir el dolor físico del hambre durante la época de la gran
hambruna, ellos todavía no se daban cuenta de que algún pecado o transgresión
de su parte podría haber causado tal devastación. Este es el poder de nuestro
ego, el cual nubla nuestra percepción acerca de la verdadera causa del dolor en
nuestra vida.
Cualquier forma de sufrimiento, ya
sea físico o emocional, es un mecanismo para despertarnos ante la necesidad de
examinar nuestra vida. Si observamos atentamente, con honestidad y motivación
sincera, podremos ver en qué nos hemos equivocado.
Cuando Aharón supo acerca de la
muerte de sus hijos, se quedó en silencio. Él sabía que sus muertes habían
ocurrido debido a la participación de Aharón en la creación del Becerro de Oro.
Fue Aharón quien había reunido el oro del pueblo y lo había transformado en un
becerro, y con esta acción él transfirió su Luz espiritual –su energía- a esta
abominable criatura para que pudiera cobrar vida. El Zóhar dice:
Aarón tenía que ser purificado más,
porque si no hubiese sido por él, el becerro podía no haber sido hecho. ¿Por
qué? Porque Aarón es la Derecha, y la fuerza del Sol. El oro es del Sol, porque
el Sol, que es Tiféret, está constituido de derecha e izquierda. En
consecuencia, el oro viene de la izquierda, pero la fuerza y el dominio del Sol
es de la derecha. El espíritu de la impiedad descendió para ser incluido en el
oro con que fue hecho el becerro, y así los hijos de Israel fueron contaminados
y así fue él, Aharón, hasta que se purificaron.
(Zóhar, Pekudé 35:314)
Cuando algo doloroso ocurre en
nuestra vida, inmediatamente preguntamos: “¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho para
merecer esto? ¿Por qué Di-s permite que esto me pase?”. Las personas justas
como Aharón entienden la verdad. Puede que tome un largo período de reflexión,
como ocurrió en el caso de los hermanos de Ioséf que tardaron 22 años, pero
ellos finalmente se abrieron a la verdad y fueron capaces de decir: “Cometimos
un error”.
Be´ëzrát HaShém (Con la ayuda de Di-s),
podremos alcanzar este nivel de conciencia en nuestra propia vida.
Sheminí significa “el octavo”. El
número ocho nos conecta con la Sefira de Biná, la octava Sefirá en cuenta
ascendente desde Maljút. El número ocho también nos conecta con la circuncisión
(Berít Milá), lo cual tiene una conexión espiritual directa con Biná. Una
conexión con Biná nos ayuda a internalizar la información que absorbemos
constantemente durante el día y a convertirla en un conocimiento que es
entendido con nuestro corazón, no sólo con nuestra cabeza. Esta es la clase de
entendimiento que necesitamos alcanzar para poder conectar con la Luz y ayudar
a los demás a hacer lo mismo también.
Biná en este capítulo nos da la
oportunidad de conectar con la Luz de forma directa, sin necesidad de
intermediarios. El idioma arameo como tal nos permite hacer esta conexión
directa también; es por ello que el Zóhar está escrito en arameo. La Kabbaláh
enseña que incluso los malajím (ángeles) no entienden arameo, así que los
circunvalamos y vamos directamente al Mundo Superior de Biná. Al igual que leer
o recorrer visualmente el Zóhar, la lectura de este capítulo de la Torá nos
ayuda a alcanzar a Biná directamente.
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