VAIAKHÉL: LA LUZ QUE SIEMPRE ESTÁ
AHÍ
Aunque la porción de Vaiakhél se
refiere al Tabernáculo y nuestra conexión con éste, debemos entender que, como
en todo lo relacionado con la Kabbaláh, las preparaciones son el auténtico
trabajo, la conexión verdadera, la plenitud real. El trabajo a hacer en este
ejemplo implica dos principios. Uno es la verdad: lo que es verdad y lo que no
lo es, tanto globalmente como en nuestras vidas personales. El segundo es la
propiedad: qué nos pertenece realmente y que sólo parece pertenecernos. Muchos
de nosotros pensamos que somos los verdaderos “propietarios” de nuestro dinero
y nuestras posesiones físicas. Pero en verdad, estas posesiones son temporales
-un día están aquí y al siguiente ya no están- porque en realidad no nos
pertenecen. Sólo nos pertenecen nuestras acciones espirituales, y nos
pertenecen para siempre.
Nuestros sabios explican esto con
una historia que es una metáfora para nuestras vidas.
Un hombre llamado Iaäkóv tenía tres
amigos: Reuvén, Shimön y Leví. Iaäkóv quería mucho a Reuvén y siempre quería
pasar tiempo con él, y pensaba que Reuvén también le quería. Shimön no le
gustaba tanto como Reuvén, pero aun así también pasaba bastante tiempo con
Shimön. Iaäkóv no veía muy a menudo a Leví, pues Iaäkóv sólo lo consideraba
como un conocido.
Sucedió un día que Iaäkov recibió la
orden de comparecer ante el rey. Iaäkóv llegó a la conclusión de que uno de sus
enemigos debía haber dicho algo despreciativo sobre él. Por lo tanto, decidió
tomar a uno de sus amigos con él para que el amigo hablara en su nombre.
Iaäkóv le pidió a su buen amigo
Reuvén que compareciera con él ante el rey. Pero Reuvén tenía miedo de que
fuera asociado con Iaäkóv en esta incómoda situación
Iaäkóv se sintió muy herido cuando
Reuvén le rechazó, pero fue a pedírselo a Shimön. Shimön también se negó a
ponerse en peligro.
Al no tener otra opción, Iaäkóv
acudió a Leví. No tenía muchas esperanzas, pues Leví parecía ser sólo un
conocido. Sin embargo, sorprendentemente, Leví respondió que sin duda
comparecería ante el rey con su buen amigo Iaäkóv. “Para eso están precisamente
los amigos, ¿no es así?”, preguntó Leví. “Cuando un amigo te necesita, tienes
que ayudar, sea lo que sea”.
Si tenemos un deseo verdadero de
revelar la Luz, encontraremos una manera de hacerlo; y a veces, esta manera
aparece ante nosotros inesperadamente. Este es el mensaje de la historia.
La verdad es que siempre hay un
camino. Aun cuando los amigos con los que pensábamos que podíamos contar nos
demuestran que no es así, podemos convertir esta decepción en nuestra bendición
al descubrir nuevos amigos de gran valor que antes nos eran desconocidos. En
esta historia, los primeros dos amigos de Iaäkóv simbolizan las posesiones
materiales y las relaciones a las que atribuimos tanta importancia. Pero Leví,
el tercer amigo, simboliza la Luz que siempre está ahí para nosotros, si
elegimos confiar y revelarla.
El Rav Berg explica que el capítulo
bíblico de Vayakhél es el mismo que Terumá; excepto por la falta de sacrificios
por parte de los ërev ráv (la multitud mixta o gente malvada). En Vayakhél el
Tabernáculo se construye sin sus contribuciones; y por lo tanto, sin la
conciencia de las personas malvadas. Cualquier conciencia negativa involucrada
en el proceso de construcción del Tabernáculo habría impedido que el
Tabernáculo removiera el caos del mundo. Aun hoy en día, nunca debe aceptarse
dinero de los ërev ráv.
El Rav enseña que el Tabernáculo en
sí mismo es una representación del hombre físico, de forma que las pieles y las
tablas son la estructura física de un ser humano. Los objetos del Tabernáculo
eran herramientas para conectar con la Fuerza de Luz. El Kohén HagGadól (Sumo
Sacerdote) llevaba estas vestimentas especiales para elevar su conciencia.
El Rav Berg dice que aun con todas
estas herramientas para ayudarnos a hacer nuestra conexión, lamentablemente
todavía no existe ninguna escuela que nos enseñe dignidad humana; que nos
enseñe cómo vivir según el precepto de “ama a tu prójimo”. Este precepto es de
suprema importancia porque sólo cuando tratamos a los demás con tolerancia y
aceptación eliminamos nuestro Deseo de Recibir Sólo para Uno Mismo. El Deseo de
Recibir no existe dentro de Di-s. Y sólo cuando eliminamos este deseo de nosotros
mismos podemos ser como Di-s, lo cual significa que no necesitamos pedirle al
Creador que elimine el caos de nuestras vidas: podemos hacerlo nosotros mismos.
Gran parte de la parashá Vayakhél
repite los capítulos precedentes de Terumá y Tetzavvé. La historia se vuelve a
contar porque después del incidente del Becerro de Oro, los ërev ráv inyectaron
la energía del odio. Antes del Becerro de Oro, no había energía de muerte y
todo el mundo estaba invitado al Tabernáculo. Pero después del Becerro de Oro,
los ërev ráv personificaron la energía del odio y la muerte y se les prohibió
la entrada en el Tabernáculo, evitando así que la energía de la muerte entrara
con ellos. De la misma forma, nuestro odio puede causar que nos desconectemos
de la Luz y nos conectemos con la muerte.
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