LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA MISHPATIM: LEY DE CAUSA Y EFECTO


PARASHÁT MISHPATÍM: LEY DE CAUSA Y EFECTO

“IM-KÉSEF  TALVÉ  ET-ÄMMÍ - Cuando prestares dinero a uno de Mi pueblo...” (Shemót/Éxodo 22:24)

El precepto de prestar dinero se origina en “VEAHAVTÁ  LEREÄJÁ  KAMÓJA - Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El Midrásh dice que “Si prestamos y no cargamos ningún interés, es como si lleváramos a cabo todas las enseñanzas de la Torá”. De este Midrásh, Rabbí Jaím ben Attár (Ór Hajaím 1696-1743 e.c) preguntó: “¿Por qué está escrito como una pregunta, utilizando la conjunción “si”, y no afirmado con certeza?”.

Cuando vemos a un hombre que tiene la bendición del dinero y la propiedad, de tal manera que su vida parece superabundante, podemos preguntamos por qué él tiene tanto cuando otros no tienen nada. ¿Por qué merece más que lo que Iaäkóv el Patriarca pedía: “Pan para comer y vestido para vestir” (Bereshít/Génesis 28:20)?

La respuesta a esta pregunta se vislumbra aquí. Un hombre no recibe riqueza para poder sumirse en el placer y el derroche. Si tiene más de lo que necesita, entonces no pertenece en realidad a él. Le ha sido dado para que lo tenga en custodia y con la intención de que lo comparta con otras personas. Este es el motivo por el cual se dice: “Si ves que Di-s te ha otorgado la bendición de tener más dinero del que necesitas para ti mismo, debes saber que no es lo que mereces, sino más bien lo que otra persona necesita”.

Se cuenta una historia en nombre de Jafétz Jaím (Rabbí Israel Meír "HakKohén” Kagán, 1838-1933 e.c), que habla de un hombre rico cuyos hijos habían muerto. Sumido en su pena, fue a ver a un kabbalísta en busca de consejo e iluminación. El Jajám (hombre sabio) le dijo: “Crea una fundación caritativa. Quizás a través de tu generosidad hacia otras personas Di-s te de más hijos”.

El hombre tomó su consejo al pie de la letra y prestó dinero a todas las personas necesitadas de la ciudad. Al cabo de los tres años, le fue dado un hijo en el Shabbát de Mishpatim por toda la bondad y la generosidad que había otorgado a otras personas. El hombre continuó siendo generoso con los necesitados y, a lo largo de los años, tuvo más hijos. Pero entonces se cansó. Fue a ver a su maestro y le preguntó si podía designar a otra persona para hacer su trabajo. El sabio escuchó y luego aceptó.

Al día siguiente, el hombre volvió a ver al maestro. Le dijo que algo terrible había sucedido: en medio de la noche, uno de sus hijos se había asfixiado hasta morir. Le pidió con todas sus fuerzas que le permitiera asumir la responsabilidad de dar tzedaká (“caridad”).

Aquí vemos que al compartir podemos eliminar los juicios que se han decretado en contra nuestro. Sin embargo, si no compartimos, no tenemos ningún poder sobre los decretos que hemos causado contra nuestra. El precepto de “Ama a tu prójimo”, no se refiere a una idea moral o a ser una persona agradable sino más bien es una fórmula oculta para vivir una vida plena y libre de caos. Vivir plenamente  según este ideal es lo que significa vivir toda la Torá.

Esta historia nos muestra lo cortos de vista que podemos ser y lo rápido que olvidamos. El hombre rico sintió la necesidad de ser generoso mientras experimentó una carencia. Pero cuando recibió la bendición de los hijos, dejó de sentir el impulso de compartir. La Haftará de Mishpatím enfatiza el mismo mensaje. Jeremías les dijo a los israelitas de Jerusalén que si liberaban a todos sus esclavos, el rey de Babilonia no los destruiría. Y ciertamente, una vez fueron liberados los esclavos, el rey de Babilonia eligió en su lugar proclamar la guerra contra Egipto.

Así pues, ¿qué hicieron los israelitas? ¡Se llevaron de vuelta a sus esclavos! Así es como nos comportamos: forma parte de nuestra naturaleza “despertarnos” sólo cuando el filo de la cuchilla está perforando nuestra carne. Un minuto más tarde -no un año o un mes, ni siquiera una semana más tarde- cuando las cosas vuelven a estar “bien”, volvemos a nuestra antigua forma de actuar como si nada hubiera sucedido. La lección que extraemos de esto es que no tenemos el lujo de olvidar porque somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de todo lo que nos ocurre a continuación…

La palabra Mishpatím significa literalmente “leyes y juicios”. Este capítulo mira a las acciones y sus efectos en este mundo físico. El Zóhar nos dice que esta porción también se refiere al proceso de reencarnación, y nos hace conscientes de que estas ideas no sólo nos enseñan sobre la ley de Causa y Efecto en el mundo físico, sino también sobre el impacto de nuestras acciones en la dimensión espiritual.

Rabbí Shimön abrió con estas palabras: “VE´ÉL´LE  HAMMISHPATÍM  ASHÉR  TASÍM  LIFNEHÉM - Estas son las leyes que les propondrás” (Shemót/Éxodo 21:1). También en la traducción aramea, habla de juicios. Estas son las reglas relativas a la reencarnación, esto es, los juicios de las almas que reencarnan en este mundo para ser sentenciadas cada una de acuerdo a sus actos punibles.

(Zohar, Mishpatím 1:1)

Todos hemos nacido en el campo de juego del Satán y mientras estemos en este juego, tenemos que jugar con sus reglas. Rav Áshlag nos dice que Di-s en su infinita compasión por sus criaturas, entendió que no tendríamos ninguna oportunidad de salir de este campo de juego del Satán, por eso Él, nos proporcionó una herramienta: nuestra alma.

La Parashá Mishpatím (con todos sus diferentes segmentos abstrusos sobre los esclavos y los bueyes) se piensa generalmente para referirse a la esclavitud. Sin embargo, es realmente acerca de la reencarnación. Se trata de pasar de una vida a otra, sobre todo el equipaje que acumulamos de cada vida, y sobre lo que debemos hacer para liberarnos de esa carga.

Hay reglas en cuanto a cómo derrotar al Satán y su juego. Rabbí Isaac Luria (el Arí) dice que estas reglas abrazan un principio básico: si no puedes conectarte con al menos una vida anterior, no estás conectado a la Luz del Creador.

Muchos de nosotros hemos pasado por cientos de vidas, pero si no se puede conectar de nuevo a por lo menos una vida anterior, o entenderla estaremos siempre aprisionados en el plan de juego del Satán, sin esperanza de salir.

Una vez que podemos identificar con toda una vida o vidas anteriores, todas nuestras idiosincrasias en esta vida empieza a tener sentido, y entonces podemos elegir aferrarnos a ellas o ponerlos en libertad.


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