PARASHÁT MISHPATÍM: LEY DE CAUSA Y
EFECTO
“IM-KÉSEF TALVÉ
ET-ÄMMÍ - Cuando prestares dinero a uno de Mi pueblo...” (Shemót/Éxodo
22:24)
El precepto de prestar dinero se
origina en “VEAHAVTÁ LEREÄJÁ KAMÓJA - Y amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. El Midrásh dice que “Si prestamos y no cargamos ningún interés, es como
si lleváramos a cabo todas las enseñanzas de la Torá”. De este Midrásh, Rabbí
Jaím ben Attár (Ór Hajaím 1696-1743 e.c) preguntó: “¿Por qué está escrito como
una pregunta, utilizando la conjunción “si”, y no afirmado con certeza?”.
Cuando vemos a un hombre que tiene
la bendición del dinero y la propiedad, de tal manera que su vida parece
superabundante, podemos preguntamos por qué él tiene tanto cuando otros no
tienen nada. ¿Por qué merece más que lo que Iaäkóv el Patriarca pedía: “Pan
para comer y vestido para vestir” (Bereshít/Génesis 28:20)?
La respuesta a esta pregunta se
vislumbra aquí. Un hombre no recibe riqueza para poder sumirse en el placer y
el derroche. Si tiene más de lo que necesita, entonces no pertenece en realidad
a él. Le ha sido dado para que lo tenga en custodia y con la intención de que
lo comparta con otras personas. Este es el motivo por el cual se dice: “Si ves
que Di-s te ha otorgado la bendición de tener más dinero del que necesitas para
ti mismo, debes saber que no es lo que mereces, sino más bien lo que otra
persona necesita”.
Se cuenta una historia en nombre de
Jafétz Jaím (Rabbí Israel Meír "HakKohén” Kagán, 1838-1933 e.c), que habla
de un hombre rico cuyos hijos habían muerto. Sumido en su pena, fue a ver a un
kabbalísta en busca de consejo e iluminación. El Jajám (hombre sabio) le dijo:
“Crea una fundación caritativa. Quizás a través de tu generosidad hacia otras
personas Di-s te de más hijos”.
El hombre tomó su consejo al pie de
la letra y prestó dinero a todas las personas necesitadas de la ciudad. Al cabo
de los tres años, le fue dado un hijo en el Shabbát de Mishpatim por toda la
bondad y la generosidad que había otorgado a otras personas. El hombre continuó
siendo generoso con los necesitados y, a lo largo de los años, tuvo más hijos.
Pero entonces se cansó. Fue a ver a su maestro y le preguntó si podía designar
a otra persona para hacer su trabajo. El sabio escuchó y luego aceptó.
Al día siguiente, el hombre volvió a
ver al maestro. Le dijo que algo terrible había sucedido: en medio de la noche,
uno de sus hijos se había asfixiado hasta morir. Le pidió con todas sus fuerzas
que le permitiera asumir la responsabilidad de dar tzedaká (“caridad”).
Aquí vemos que al compartir podemos
eliminar los juicios que se han decretado en contra nuestro. Sin embargo, si no
compartimos, no tenemos ningún poder sobre los decretos que hemos causado contra
nuestra. El precepto de “Ama a tu prójimo”, no se refiere a una idea moral o a
ser una persona agradable sino más bien es una fórmula oculta para vivir una vida
plena y libre de caos. Vivir plenamente según este ideal es lo que significa vivir
toda la Torá.
Esta historia nos muestra lo cortos
de vista que podemos ser y lo rápido que olvidamos. El hombre rico sintió la
necesidad de ser generoso mientras experimentó una carencia. Pero cuando
recibió la bendición de los hijos, dejó de sentir el impulso de compartir. La
Haftará de Mishpatím enfatiza el mismo mensaje. Jeremías les dijo a los
israelitas de Jerusalén que si liberaban a todos sus esclavos, el rey de
Babilonia no los destruiría. Y ciertamente, una vez fueron liberados los
esclavos, el rey de Babilonia eligió en su lugar proclamar la guerra contra
Egipto.
Así pues, ¿qué hicieron los
israelitas? ¡Se llevaron de vuelta a sus esclavos! Así es como nos comportamos:
forma parte de nuestra naturaleza “despertarnos” sólo cuando el filo de la
cuchilla está perforando nuestra carne. Un minuto más tarde -no un año o un
mes, ni siquiera una semana más tarde- cuando las cosas vuelven a estar “bien”,
volvemos a nuestra antigua forma de actuar como si nada hubiera sucedido. La
lección que extraemos de esto es que no tenemos el lujo de olvidar porque somos
nosotros quienes tenemos la responsabilidad de todo lo que nos ocurre a continuación…
La palabra Mishpatím significa
literalmente “leyes y juicios”. Este capítulo mira a las acciones y sus efectos
en este mundo físico. El Zóhar nos dice que esta porción también se refiere al
proceso de reencarnación, y nos hace conscientes de que estas ideas no sólo nos
enseñan sobre la ley de Causa y Efecto en el mundo físico, sino también sobre
el impacto de nuestras acciones en la dimensión espiritual.
Rabbí Shimön abrió con estas
palabras: “VE´ÉL´LE HAMMISHPATÍM ASHÉR
TASÍM LIFNEHÉM - Estas son las
leyes que les propondrás” (Shemót/Éxodo 21:1). También en la traducción aramea,
habla de juicios. Estas son las reglas relativas a la reencarnación, esto es,
los juicios de las almas que reencarnan en este mundo para ser sentenciadas
cada una de acuerdo a sus actos punibles.
(Zohar, Mishpatím 1:1)
Todos hemos nacido en el campo de
juego del Satán y mientras estemos en este juego, tenemos que jugar con sus
reglas. Rav Áshlag nos dice que Di-s en su infinita compasión por sus
criaturas, entendió que no tendríamos ninguna oportunidad de salir de este
campo de juego del Satán, por eso Él, nos proporcionó una herramienta: nuestra
alma.
La Parashá Mishpatím (con todos sus
diferentes segmentos abstrusos sobre los esclavos y los bueyes) se piensa
generalmente para referirse a la esclavitud. Sin embargo, es realmente acerca
de la reencarnación. Se trata de pasar de una vida a otra, sobre todo el
equipaje que acumulamos de cada vida, y sobre lo que debemos hacer para
liberarnos de esa carga.
Hay reglas en cuanto a cómo derrotar
al Satán y su juego. Rabbí Isaac Luria (el Arí) dice que estas reglas abrazan
un principio básico: si no puedes conectarte con al menos una vida anterior, no
estás conectado a la Luz del Creador.
Muchos de nosotros hemos pasado por
cientos de vidas, pero si no se puede conectar de nuevo a por lo menos una vida
anterior, o entenderla estaremos siempre aprisionados en el plan de juego del
Satán, sin esperanza de salir.
Una vez que podemos identificar con
toda una vida o vidas anteriores, todas nuestras idiosincrasias en esta vida
empieza a tener sentido, y entonces podemos elegir aferrarnos a ellas o
ponerlos en libertad.
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