PARASHÁT LEJ-LEJÁ
ISRAEL: UN ESTADO DE LA MENTE, UN
ESTADO DE LA ESPIRITUALIDAD
El nombre de esta historia es Lej-Lejá,
que significa “Vete”. La enseñanza básica detrás de esta historia está
relacionada con la trascendencia, y nos ayuda a salir y escapar de las ataduras
de nuestro ego, liberarnos del interés propio y en el proceso emanciparnos de
nuestras zonas ilusorias de confort. La verdadera Luz espiritual sólo se
encuentra fuera de la caja en la que nos hemos acostumbrado a vivir: física,
emocional y espiritualmente.
A Avrám se le dijo que emigrara a
Israel, la Tierra Prometida. Israel es una palabra codificada que simboliza un
nivel más elevado de existencia espiritual. Según el Zóhar, este nivel más
elevado de espiritualidad corresponde a la Sefirá de Jésed, que irradia la
energía de la misericordia. Este era, en realidad, el destino de Avrám: ser el
canal o conducto para traer misericordia al mundo físico y suavizar los juicios
impuestos a causa de nuestras acciones negativas.
Para lograrlo, Avrám (que todavía no
recibía el nombre de Avrahám) tuvo que abandonar su país, su lugar de
nacimiento y la casa de su padre; todos ellos son códigos para ayudarnos a
entender su estado inferior de conciencia. En efecto, esta fue la forma en la
que Avrám se liberó de las fuerzas negativas o cáscaras (kelippót) que todavía
estaban pegadas a él, para que pudiera elevar su conciencia a un nivel superior
de espiritualidad.
Cada uno de nosotros tiene la misma
misión y destino que tenía Avrám. Todos hemos recibido la orden de ir hacia la
Tierra Prometida, Israel, que es un estado mental, un nivel de espiritualidad,
y una conexión más profunda con la Luz del Creador. Figuradamente hablando, un
viaje hacia Israel significa alejarnos de ser reactivos, materialistas y
egoístas, y convertirnos en personas profundamente proactivas, espirituales y
totalmente amorosas.
A través del mérito de Avrám,
podemos alcanzar este tipo de crecimiento evolutivo de una forma gentil y
misericordiosa, y no de una forma tormentosa, angustiosa y agónica. Salir de
nuestro país, de nuestro lugar de nacimiento y de la casa de nuestro padre
significa que debemos desprendernos de nuestro ego, nuestra forma antigua de
pensar, nuestras zonas de confort y nuestros patrones de comportamiento
habituales e infructuosos, si lo que queremos es conectar con la Luz y
encontrar la plenitud eterna.
Las palabras sagradas que cuentan
esta historia nos ayudan a eliminar las kelippót (cáscaras) y los bloqueos de
nuestra conciencia para que podamos alcanzar el estado de Israel (Jésed, la
energía de la misericordia) en el interior de nuestras almas. La Luz que fluye
a través de estas letras también suaviza nuestra intransigencia en situaciones
en las que nuestra terquedad y nuestro ego nos impiden aceptar el cambio
espiritual.
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