PARASHAT BERESHIT - (Bereshit/Génesis 1:1-6:8) - Inmortalidad/Dinero/Éxito laboral

PARASHAT BERESHIT - (Bereshit/Génesis 1:1-6:8) - Inmortalidad/Dinero/Éxito laboral


Por Kabbalah y Torah en Expansión 

Esta es la primera vez en la historia que los conocimientos de la Kabbaláh, tradicionalmente ocultados a todos excepto a unos pocos, están revelando los secretos de la Creación a toda la humanidad. El tejido de la realidad misma se está alterando radicalmente, transformando el destino de la humanidad, cuando el mundo da un paso gigantesco hacia un futuro que está finalmente perfeccionado. Al abrir nuestros corazones a esta verdad y experimentar el anhelo de nuestras almas por su propia completitud, nos volvemos cada vez más conscientes de que la conclusión del drama de la existencia humana está en nuestras manos. Mientras lavamos los platos, hacemos ejercicio en el gimnasio, vamos de camino a la oficina o nos sentamos a contestar correos electrónicos, vale la pena que tengamos presente que toda esta actividad rutinaria forma parte simplemente de una misión para completar la Creación. Si nuestras vidas parecen insoportablemente irrelevantes, no lo son. Ciertamente, son tan esenciales para el universo como la implosión de las estrellas y la explosión de nuevas galaxias.

“EN EL PRINCIPIO, CREÓ DI-S LOS CIELOS Y LA TIERRA...” (Bereshít/Génesis 1:1)

Empezamos a releer la Torá (los Cinco Libros de Moshé) inmediatamente después de los Supremos Días Sagrados con la más resonante de todas las frases que abre el relato de la Creación al inicio del Jumásh. De esta forma, al imponer el año lunar cíclico por encima del tiempo lineal, la Torá nos revela la oportunidad permanente que existe gracias a la misericordia de Di-s para la transformación personal. La breve exposición es en cada pizca tan asombrosa como la Creación misma, pues es verdaderamente el propósito de la Creación. Es un recordatorio tanto de los orígenes de la humanidad como de nuestros objetivos. A medida que el gran ciclo vuelve una vez más a su principio, que es también el principio de todas las cosas, nos planteamos estas preguntas vitales: ¿Por qué creó Di-s los cielos y la Tierra? ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí?

Los kabbalístas dicen que el Creador es un tesoro escondido y que el mundo fue creado para que nosotros encontráramos a Di-s. Si no hemos logrado encontrar al Creador, sólo significa que debemos buscar un poco más. A medida que revisamos el pasado año para prepararnos para el futuro -midiendo nuestras vidas con sus alegrías y penas, éxitos y fracasos- se vuelve obvio que lo que esperamos de un año nuevo y un nuevo inicio es mucho más que mayor felicidad y menor sufrimiento. Es la trascendencia de estas dos condiciones, estos dos grandes opuestos. Es liberarnos para siempre del ir y venir entre la felicidad y la desgracia, que es la experiencia de vida para la mayoría de nosotros. Tal experiencia nos ha mostrado que la felicidad es el espacio entre periodos de sufrimiento o el sufrimiento es el espacio entre periodos de felicidad. Ambos equivalen a lo mismo. En su lugar, el tipo de felicidad que buscamos es una felicidad interminable, una felicidad no perturbada por el sufrimiento.

Ya sea que llamemos a estas experiencias de dualidad Cielo y Tierra, bien y mal, positivo y negativo, o felicidad y sufrimiento, la verdad sigue siendo que Di-s creó estos estados opuestos como el marco para un escenario sobre el cual se representaría el gran drama de la humanidad. El final de este drama es la reconciliación de los opuestos. Sin embargo, si las cosas van a ser distintas en el nuevo año, no quiere decir que las cosas tengan que cambiar, sino que es nuestra conciencia de ellas lo que debe cambiar. En otras palabras, nuestra propia conciencia debe transformarse.

Si verdaderamente vamos a comprender la declaración que da inicio a la Torá, debemos entender que antes del Principio, no había ni Cielo ni Tierra. No había grandes opuestos, ni dualidad. Sólo existía el Pensamiento-Conciencia original del Creador, el Pensamiento de Unidad. Desde un punto de vista kabbalístico, el Creador y la creación son una unidad, así que no podemos estar tan separados del Creador como imaginamos estar.

La Torá es un código cósmico, y la Kabbaláh-la sabiduría y tecnología ancestrales y universales es la clave para su entendimiento y nuestra transformación. Aunque apenas podemos apreciar el alcance y la verdadera complejidad de la Creación, la esencia de la Kabbaláh, que está plasmada en la Torá, es la simplicidad en sí misma: la unidad del Creador y la creación. Por lo tanto, comprender la Torá es conectar -o reconectar-con el Creador, pues es una conexión que una vez tuvimos y luego perdimos. Conectar con el Creador es experimentar la unidad que trasciende a los opuestos. Nuestras esperanzas para un año nuevo son por lo tanto idénticas al objetivo de la vida misma: regresar los muchos al Uno.

En esta frase introductoria de Bereshít/Génesis, la Torá nos brinda la clave para superar la inevitable negatividad de la vida. Ser plenamente consciente de la Unidad del Creador es ser inmune al sufrimiento, inamovible ante la derrota e invisible al caos. Ciertamente, los sabios del Zóhar, el texto principal de la Kabbaláh, afirman en más de una ocasión que si una persona entendiera perfectamente el significado de esta primera frase del Génesis, no tendría necesidad de seguir leyendo.

Igual que la creatividad es admirada por encima de todas las demás cualidades en un ser humano, la Torá presenta la creatividad del Creador como la cualidad de Di-s por excelencia. La impensable vastedad e incomparable grandeza de este universo es amplio testimonio del poder de su Creador. La lectura de Bereshít/Génesis nos brinda la oportunidad de conectar con la corriente de nuestras vidas, con el poder de la Creación misma. La Kabbaláh enseña que la forma y el sonido de las letras hebreas en el texto original-incluso la pequeña corona que aparece encima de algunas letras- tienen la capacidad de transformar a un individuo, de elevar un alma, incluso de salvar una vida. Las palabras en sí mismas contienen un elemento de la Fuerza Divina Creativa. Igual que en el universo, cada componente es crucial para el todo.

Como explica el Talmúd, el Creador miró en la Torá y luego creó el mundo según lo que ésta decía. Sin el poder espiritual de la Torá y sus principios gobernantes, el mundo material y sus leyes físicas no existirían. Todas las demás leyes, incluidas las de la física, existen debido a la Ley Universal primaria, la Torá. La gravedad misma, que permite a la Tierra dar vueltas alrededor de nuestro sol, está sujeta a esta Ley Universal fundamental. Efectivamente, tanto la Tierra como el Sol existen sólo a causa de ella. La Torá, es por lo tanto mucho más que un mero libro: es lo más que podemos acercarnos a la esencia de Di-s.

Prestar atención tremenda a la Torá, abrir plenamente la conciencia de uno a su realidad y su poder, es colocarse en el centro de la Tierra, en el punto en calma alrededor del cual gira todo lo demás.

Pues cuando conectamos con la energía de la Creación, contactamos con el Creador, la Fuente y el Destino de todas las cosas, el punto quieto en un Universo de energía y movimiento furiosos. Una vez que percibimos la conexión directa de todo con este punto de quietud, podemos responder más fácilmente los diez mil “porqués”.

¿Por qué hay una Creación? La respuesta se vuelve clara cuando entendemos que incluso nuestras posesiones físicas y nuestro deseo de ellas- están presentes en nuestra vida únicamente a causa de la Ley Universal que es la Torá. A pesar de las leyes espirituales que nos prohíben tomar las posesiones de otras personas, algo en nuestra naturaleza hace que deseemos cosas que pertenecen a los demás. ¿Por qué? De nuevo, la respuesta se vuelve clara una vez que entendemos que todo el propósito de este deseo -y ciertamente el propósito mismo de las posesiones físicas, es darnos la oportunidad de trascender el deseo por ellas. Por esta misma razón, el mundo material existe. Toda la Creación existe, por lo tanto, para suplantar la necesidad de que esta exista. Cuando esa necesidad se desvanece, los muchos regresan al Uno, a la quietud máxima y la paz ilimitada. La semilla de todo esto está en el relato de la Creación. Al conectar con la energía de la Torá a través de esta lectura guiada, estamos cumpliendo el propósito de la Creación

Los sabios nos dicen que antes de que el mundo fuera creado, cada una de las letras hebreas se presentó ante Di-s y dijo: “¿Por qué no creas el mundo conmigo?”

El Creador explicó pacientemente a cada una de las letras por qué eso no era posible. Finalmente, la letra Bet apareció ante Di-s y dijo: “¡Señor del Universo: crea el mundo conmigo! Pues conmigo todas las bendiciones en el Mundo Superior y en el Mundo Inferior vendrán a Ti porque yo soy la primera letra de la palabra Berajá (bendición)”. El Creador fue persuadido por este argumento y accedió. Éste, se nos dice, es el motivo por el cual la Torá y por lo tanto la Creación misma del mundo, empieza con la letra Bet, de “bendición”.

Rav Iehudá Áshlag, el fundador del Centro de Kabbaláh en 1922, escribió un comentario en el Zóhar llamado HaSul´lám (La Escalera). En El Sul´lám, Rav Áshlag nos dice que la negatividad puede entrar solamente donde hay un vacío, un espacio para ella. Por lo tanto, puesto que la bendición del Creador está presente en todas partes, en los Mundos Superiores e Inferiores no hay abertura para las fuerzas negativas. Sin embargo, podemos crear una abertura para la negatividad a través de la calidad de nuestra conciencia, nuestras palabras y nuestras acciones. Al desconectarnos de la Luz y conectarnos a los deseos de nuestros egos, ofrecemos una entrada a la negatividad que siempre está preparada para inundar nuestras almas.

Así, vemos que la elección es siempre nuestra. El libre albedrio de la humanidad es inviolable, pero éste, el más grande de todos los dones, está acompañado de un gran peligro potencial. La mente y el corazón son campos de batalla sobre los cuales nuestras aspiraciones más elevadas luchan contra las más bajas. Ya sea que la hallemos en la política de las naciones o en la política del Espíritu, la libertad es mucho más difícil de soportar que la opresión y la esclavitud.

Al conectar con la energía de la Historia del Génesis, el mismísimo poder de la Creación, somos capaces de trascender las dualidades que causan el sufrimiento de la existencia material, logrando lo que el Rav Berg a menudo menciona como “la Realidad del Árbol de la Vida”. En esa Realidad, tenemos una conexión permanente con Di-s, hemos alcanzado nuestro objetivo, y no es necesario hacer más trabajo espiritual. La existencia allí es un gozo interminable, tomando parte de la naturaleza propia del Creador. La conexión es permanente, constante y continua.

Al cultivar un entendimiento del proceso y el poder que hay en el relato de la Creación del Génesis, un relato que también contiene una conexión con el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, estamos dando un paso decisivo. La Torá nos está diciendo en realidad que un año linear que pasamos esforzándonos por alcanzar la Luz resultará en un cambio cuantificable en la naturaleza de ese año, una diferencia que resultará obvia cuando el año cíclico vuelva de nuevo. Un reflejo de este proceso está incluso contenido dentro de la teoría de la relatividad, la cual explicó una vez Albert Einstein a una persona sin conocimiento científico como “la diferencia entre el tiempo que le toma al tren llegar a la estación y el tiempo que le toma a la estación llegar al tren”. Cualquier movimiento que hacemos hacia la Luz resulta en un movimiento de la Luz hacia nosotros. Igual que el éxito es la recompensa del éxito, así también los anhelos espirituales también se expanden rápidamente hacia la conexión Divina.

Sabemos cuál es la apariencia del éxito material, ¿pero quién es capaz de reconocer la felicidad verdadera en otra persona? No podemos comparar significativamente la felicidad de una persona con la de otra. Y nuestra propia felicidad se vuelve evasiva en el momento en que la cuestionamos, dándonos la pista de que es un estado del ser en lugar de cualquier acción que está bajo nuestro control. En otras palabras, la felicidad es ser feliz. Así que debemos reevaluar la naturaleza de lo que significa conectar con la Luz. Nuestro compromiso o conexión con la Luz se trata mucho más de dar los pasos hacia el cambio y la transformación interior que de entender la naturaleza de la Divinidad.

La Kabbaláh proporciona la tecnología o la ciencia espiritual necesaria para mirar detrás de la superficie de la realidad y vislumbrar las leyes cósmicas que son la medida verdadera de todas las cosas. Una persona puede sentarse frente a una computadora pero carecer del conocimiento necesario para que esa computadora sea útil para ella. Si suponemos que hay muchos archivos en la máquina pero que por algún motivo están protegidos bajo una contraseña, el usuario debe tener la contraseña para acceder a la información que se halla en esos archivos. La Kabbaláh puede concebirse como la contraseña que nos permite acceder al conocimiento divino, tan importante para nuestra iluminación y transformación. Igual que el entrenamiento necesario para desarrollar habilidades informáticas, también se requiere un entrenamiento avanzado para utilizar las herramientas que la Kabbaláh tiene para ofrecer. Parte de este entrenamiento consiste en aprender a leer y entender la Torá de una forma mucho más profunda e intuitiva de la que estamos acostumbrados.

Aunque todos nosotros podemos leer la Torá, no todos la entendemos de la misma forma. Igual que hay muchas variedades de frutas de árboles distintos, cada persona entiende la Historia del Génesis y por lo tanto conecta con ella - de forma única. Mientras que los extremos de comprensión existen, la mayoría de nosotros nos encontramos en algún lugar en el medio espiritual. No somos malvados, pero estamos lejos de la perfección. Experimentamos compasión y preocupación por las dificultades de los demás, pero la mayor parte del tiempo estamos absortos en nosotros mismos. Realmente anhelamos la Luz, pero nuestro anhelo se desvía constantemente por el mundo físico en el que vivimos.

Sin embargo, lo que importa no es donde estamos o dónde pensamos que estamos, sino que cada uno de nosotros contiene una chispa de la Luz del Creador. Esa chispa es nuestra alma. Nosotros contenemos esta chispa porque en el principio, todos nosotros éramos una manifestación infinita de la Luz. Por lo tanto, no estamos intentando alcanzar una cumbre demasiado elevada, un lugar donde nadie ha estado antes. Estamos intentando recuperar una conciencia que sabemos que tenemos, pero que de alguna forma olvidamos.

Para que tenga lugar la plenitud de la Creación -la transformación final de la humanidad-, sólo necesitamos regresar a la conciencia de unidad, nuestra Unicidad esencial, a través de la Luz y con la Luz. En esto no hay jerarquías. Nadie es más ni menos importante; todos debemos alcanzar la misma conciencia. Cada uno es esencial, igual que cada ladrillo de una casa es esencial, aun cuando algunos ladrillos puedan parecer más grandes y fuertes que otros. No podemos tener ninguna conciencia de diferencia en absoluto, pues la mínima sensación de sentirse superior o inferior impide el éxito de todo el proyecto. La democracia de espíritu es absoluta.

Hay una historia sobre el Rav Berg que ilustra muy bien este punto. Al Rav le ofrecieron el puesto de Rabino Jefe de un gran templo en Holanda. Aunque el aceptó la invitación, el Rav preguntó si podía dar un discurso cuando estuviera allí, un discurso que sería abierto para todo el mundo en la comunidad. Una gran multitud acudió al discurso del Rav. Parecía que había mucha más gente en el discurso del Rav que la que atendía normalmente los servicios en los Días Sagrados. El Rav habló sobre la Kabbaláh, incluyendo sus toques característicos de física y matemática vanguardista. A la gente le encantó cada palabra del discurso.

Después de la charla, los líderes de la comunidad se acercaron al Rav Berg y le dijeron con tono entusiasta: “Definitivamente le queremos como nuestro rabino, pero no como el rabino del pueblo”. Ellos querían que atendiera sólo a los asistentes habituales y no al público en general, quien podía tener un interés en aprender la Kabbaláh. Cuando oyó estas palabras, el Rav declinó la oferta. Si no podía ser el maestro para todo el mundo, explicó, no podría comprometerse con la tarea porque el mundo sólo puede ser transformado cuando lo consideramos en su totalidad como uno.

Para el Creador no hay superior ni inferior: la bendición de Di-s está disponible para todo el mundo. Sin embargo, para conectar con esa bendición, debemos trabajar cada año para transformarnos más de lo que lo hicimos el año anterior. Rabbí Najmán de Breslév dijo estas sabias palabras: “Si una persona no es mejor el día de hoy con respecto a ayer, ¿para qué necesita el mañana?” Necesitamos el mañana por la misma razón por la cual, en principio, estamos en este mundo: para revelar Luz a través de nuestra constante conexión con ella. La esencia espiritual de la Historia de Bereshít implica que sabemos de dónde vinimos, y por lo tanto quiénes somos. Comprender y conectar con esta poderosa historia de la Torá nos imbuye de la fortaleza que necesitamos para lograr nuestro objetivo, requiriendo sólo que cambiemos nuestra naturaleza. Tal como observa el Zóhar, lo más difícil de hacer es cambiar uno mismo, sin embargo es lo único que hemos venido a hacer aquí; es más, es algo que tendremos que acabar haciendo de todas formas. ¿Por qué, entonces, estamos aplazando hacer algo que inevitablemente tenemos que hacer para poder escapar de la prisión de nuestra condición humana? Cada uno de nosotros sueña con la llave, sin embargo cuando se nos entrega olvidamos que para abrir la puerta primero tenemos que girar la llave en la cerradura.

LA SEMILLA

Para la mayoría de las personas, el Libro del Génesis es simplemente el relato de un suceso histórico. Y lo cierto es que este es un suceso trascendental, el acontecimiento más profundo e importante de toda la historia. Sin embargo sigue viéndose como nada más que una historia del pasado distante, con escasa relevancia en la actualidad. No obstante, para el kabbalísta, la historia bíblica de la Creación invoca el poder de una semilla. De la misma forma que la semilla de una manzana contiene el árbol entero desde la raíz inicial hasta el fruto final, la semilla de la Creación contiene la evolución espiritual completa de la humanidad. Así, la Historia de Bereshít contiene en su interior el resultado final de una humanidad perfeccionada viviendo en dicha eterna, unificada con la Luz del Creador.

Contenida dentro de los versículos iniciales de la Historia de Bereshít está la energía espiritual de un año entero. Es como si nuestra alma naciera de nuevo. Estas siete lecturas tradicionales son como semilleros para los próximos doce meses, y en ellos la Torá nos concede el poder de rediseñar, controlar y determinar la calidad de nuestras vidas, tanto individual como colectivamente. Por lo tanto la Luz nutre estos semilleros de una forma que es única y sin precedentes.

Es una perspectiva asombrosa. La Luz que brilla de Bereshít extermina la raíz de todo mal. Se da un golpe mortal al mismísimo Ángel de la Muerte, allanando el camino para nuestra propia inmortalidad y realización infinita.

La Torá relata los siete días de la Creación. En verdad, el proceso de la Creación es un modelo para el proceso que nosotros, las almas de la humanidad, debemos atravesar para eliminar las barreras que hemos colocado entre nosotros mismos y la Luz. Lo que todos buscamos, en cada aspecto de nuestra vida, es la capacidad de encoger esta distancia para que podamos conectar profundamente con nuestros seres queridos, nuestros amigos, nuestra propia alma y la Fuente de toda satisfacción: la Luz del Creador.

El propósito de esta lectura es construir un puente sobre este espacio y así erradicar la distancia entre nosotros y la Luz. Sin embargo, como en cualquier tarea, cuando ponemos nuestro corazón en una meta, siempre hay un proceso por el que debemos pasar antes de lograr nuestro objetivo. Es este proceso (donde encontramos obstáculos, desafíos y confusión) lo que crea una abertura para la negatividad. Podemos inmunizarnos contra esta negatividad por medio de entender profundamente la Ley Universal que gobierna tales procesos de cambio.



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