LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHA JAYE SARA - (Bereshit/Génesis 23:1-25:18) - Negocio con bienes raíces/Viajes/Inmortalidad


PARASHÁT JAIÉ SARÁ - (Bereshít/Génesis 23:1-25:18) - Negocio con bienes raíces/Viajes/Inmortalidad

LAS VIDAS DE SARÁ

Hay tres medidas de letra en la Torá. En la introducción al Zóhar, en el comentario del Sul´lám, está escrito: “Y Di-s hizo letras grandes que aluden a Biná y letras pequeñas que aluden a Maljút”. En otro lugar, el Zóhar explica que las letras de tamaño normal vienen de la dimensión espiritual de Zéër Anpín, lo cual nos muestra que hay un significado profundo detrás de los distintos tipos de letras que tenemos en la Torá.

“Sará murió en Kiriát Arbá, que es Jevrón/Hebrón en la tierra de Kenáän/Canaán; y Avrahám vino a exaltar a Sará y a llorar por ella”. (Bereshít/Génesis 23:2)

En este versículo encontramos una letra pequeña Kaf en la palabra “VELIVkOTÁH”, que significa “llorar por ella” o “lamentarse por ella”.

Se dice que cuando Sará murió, Avrahám sólo lloró un poco, y esto se debe a que Sará era anciana. ¿Pero por qué debería esto haberle impedido llorar por ella? Él amaba a Sará más de lo que cualquier hombre podía amar a su esposa. Avrahám y Sará eran almas gemelas, eran Merkavót/Carrozas, eran profetas; incluso está escrito que Sará era mejor profeta que Avrahám.

En el Midrásh, dice lo siguiente:

Ella era tan grande que el Creador había hablado directamente con ella (Bereshít/Génesis 18:15), mientras que a las otras profetisas Di-s les hablaba a través de un mensajero. Ella era tan destacadamente justa que incluso los ángeles estaban sujetos a sus órdenes.

Es más, el Midrásh dice también que Itzják no estaba en el funeral de Sará, y la explicación es que en ese momento él estaba estudiando la Torá. ¿Pero es esta realmente una explicación válida? ¿Debe el estudio de la palabra de Di-s utilizarse como una excusa para no atender el funeral de tu propia madre?

¿Qué relación tiene esto con la presencia de la letra pequeña Kaf, y qué poder podemos recibir de esta letra? Aquí hay una enseñanza importante, que está relacionada con el acto de llorar.

La historia de la partida de este mundo de Rabbí Shimön bar Iojái, tal como está escrita en el Zóhar, arrojará luz sobre este asunto:

“En el mismo día que [falleció Rabbí Shimön], el fuego no dejó de arder en la casa, y nadie podía llegar a él porque la luz y el fuego estaban alrededor de él. En aquel día, Yo [Rabbí Abbá] estaba tendido sobre la tierra. Después de que el fuego desapareciera, vi a la Luz sagrada, al santo de santos que había abandonado este mundo, envuelto y acostado sobre su lado derecho, y su rostro estaba lleno de risa”

(Zóhar - Haazínu, Iddrá Zutá, 197)

Después de la muerte del gran maestro, Rabbí Eläzár, el hijo de Rabbí Shimön, tomó las manos de su padre, las besó, y dijo: “Padre, padre, había tres y ahora de nuevo sólo hay uno”. Esto significa que había habido tres grandes hombres en la tierra: el mismo Rabbí Eläzár; su padre, Rabbí Shimön; y su anciano padre, Rabbí Pinjás ben Iaír. Ahora Rabbí Eläzár era el único que quedaba en el mundo. Esta es una declaración muy poderosa y emotiva, sin embargo es importante que seamos conscientes de que Rabbí Eläzár no lloró.

Naturalmente, cuando Rabbí Shimön abandonó este mundo su hijo sintió dolor por la pérdida de su padre. Pero para Rabbí Eläzár era más importante que a partir de aquel momento el mundo no tendría la Luz que Rabbí Shimön había revelado. Los estudiantes de Rabbí Shimön lloraron, pero no por la pérdida de conexión física con su rabino, sino más bien por la Luz que habían perdido. Había otra causa de su tremendo dolor: el mundo entero había estado lleno de la Luz del Creador, y ahora esta iba a faltar. En los tiempos de Rabbí Shimön, “...la señal del arco iris no se veía porque Rabbí Shimön era la señal del mundo”. Esto aparece en una canción que el Bén Ísh Jái (Rabbí Ioséf Jaím, 1832-1909 e.c) escribió sobre Rabbí Shimön.

¿Por qué lloramos cuando nos ocurre algo que nos hiere? Específicamente, ¿por qué lloramos por la muerte de una persona que ha estado cerca de nosotros? ¿Es simplemente por la ausencia física que experimentamos? La Kabbalá enseña que la transición física de la vida a la muerte no es donde debe enfocarse nuestra carencia. Según la Kabbalá, la muerte no es algo final sino más bien el cierre de una puerta y la abertura de otra. Las enseñanzas de la Kabbalá sobre la reencarnación son una fuente vital para lograr una mayor comprensión de la naturaleza de la muerte. Los discípulos de Rabbí Shimön entendían estas enseñanzas en un nivel muy profundo y de esta forma fueron capaces de superar su dolor puramente humano. Las muertes de todas las almas justas son en realidad un motivo de regocijarse por ellos, y si sus discípulos no tienen en absoluto deseos para ellos mismos, son capaces de sentir alegría por la liberación de sus santos maestros.

En el momento de la muerte de Rabbí Shimön, la tremenda Luz que le rodeaba a él y a la casa en la que yacía eran una señal indiscutible de los Grandes Reinos que le esperaban, así como una revelación sutil de las ilusiones mezcladas de la vida y la muerte. El siguiente relato del Zóhar muestra la enorme Luz que se revela cuando un alma justa abandona este mundo:

[Rabbí Shimön pronuncia sus últimas palabras]: “... que Jésed entre en el santo de los Santos, tal como está escrito:... pues Di-s ha ordenado la bendición, incluso la vida para siempre”

Rabbí Abbá dijo: “Butziná Kaddishá (La santa lumbrera - refiriéndose a Rabbí Shimön) justo acababa de pronunciar la palabra 'vida' cuando sus palabras se detuvieron. Yo estaba escribiendo y preparado para escribir más, pero ya no oí nada. No levanté mi cabeza porque la Luz era muy grande y no podía mirarla. Entonces temblé y escuché una voz llamando y diciendo: 'Porque largura de días, y años de vida...' (Mishlé/Proverbios 3:2), y luego escuché otra voz 'Vida Te pidió...' (Tehil´lím/Salmos 21:5).

“Todo ese día, el fuego no dejó de arder en la casa y nadie llegó hasta el [Rav Shimön], pues no podían a causa de la Luz y el fuego que lo rodeaban. Yo estuve postrado todo el día en el suelo, llorando a gritos. Después de que el fuego cesara, vi que la santa lumbrera, el santo de santos, había partido de este mundo, envuelto y acostado sobre su lado derecho con un rostro sonriente”.

(Zóhar, Haazínu, 47-48:195-197)

Además, ellos dijeron: “Cada vez que los tzaddikím/justos abandonan este mundo, también se anulan de este mundo todos los decretos duros, y la muerte de los justos trae el perdón para los pecados de la generación".

(Zóhar, Ajaré Mót 1:9)

En realidad debemos recordar que nada físico crea una diferencia en este mundo, puesto que la verdad sólo procede del ámbito espiritual. La Kaf pequeña nos enseña que no debemos llorar por los asuntos irrelevantes del mundo físico; por algo que hemos perdido, por ejemplo, ya sea un objeto físico como el dinero o una cualidad como la celebridad, el estatus o la fama. La fortaleza que recibimos de Kaf (en la palabra VELIVkOTÁH es la capacidad para separar lo que es importante de lo que no lo es. Entonces, ¿qué causa es suficiente para que lloremos por ella? ¿No debería serlo que alguien cercano a nosotros haya abandonado físicamente este mundo? Según la Kabbalá, la razón por la que debemos llorar es por la pérdida de la Luz que nos iluminaba cuando aquella persona estaba en la Tierra con nosotros.

Cuando Rav Brandwein, profesor y maestro del Rav Berg, abandonó este mundo, el Rav Berg lloró durante mucho tiempo y sintió la ausencia de la Luz del Creador en su vida. Sin embargo, después de un tiempo, entendió que ahora Rav Brandwein estaba ayudándole desde el Mundo de la Verdad mucho más de lo que podría haberle ayudado en este mundo. Debemos recordar que todo es una emanación de la Luz: por lo tanto, nunca debemos involucrarnos demasiado con lo que ocurre en el reino físico. Si nos involucramos demasiado, es como si dijéramos que no estamos de acuerdo con lo que ha sucedido, ¡lo cual significaría que no estamos de acuerdo con la Luz!

El Kabbalísta Michael Berg cuenta una historia sobre le diferencia entre los pagos espirituales y físicos:

Un gran sabio celebró una bonita boda para su hija en un hotel muy caro. Después de la boda, fue al propietario del hotel y le preguntó cuánto le iba a costar la boda. El propietario dijo: “No puedo aceptar tu dinero. Tú eres mi maestro”. El sabio insistió, pero el propietario continuaba negándose. Así estuvieron un rato, hasta que finalmente el maestro dijo: ¡Te voy a pagar! ¡Porque en este mundo siempre tenemos que pagar un precio y el dinero es el pago más barato que existe!".

Cuando lloramos por los desafíos y los obstáculos que estamos teniendo en el mundo físico, como por ejemplo las deudas, los problemas de salud o los conflictos con otras personas, o si nos preguntamos: “¿Por qué la Luz me está haciendo esto?”, entonces no hemos aprendido nuestra lección a través de éstos y causaremos que los mismos pagos vuelvan a convertirse en deuda. El único tipo de llanto que está justificado en este mundo es el lloro por la ausencia de la Luz revelada. Está escrito que excepto la Puerta de las lágrimas, todas las Puertas del Mundo Superior han estado cerradas desde la destrucción del Templo.

“... y las puertas de la calle se cerrarán” (Kohélet/Eclesiastés 12:4): estas son las puertas, ahí arriba, que estaban cerradas, excepto la Puerta de las lágrimas que no estaba cerrada.

(Zóhar, Shír HaShirím 6:54)

Esta frase se refiere a las lágrimas que se derraman como resultado de que la Luz del Creador no sea revelada. La Kaf pequeña nos da el poder para entender exactamente por qué nos estamos enfrentando a lo que nos estamos enfrentando, y asimismo nos da el poder de recibirlo todo con Luz.

En el Zóhar, los sabios frecuentemente lloran porque no entienden la explicación de su amado maestro, Rabbí Shimón. Para ellos, la incapacidad de alcanzar la Luz del entendimiento es la pena más grande de sus vidas.

Obviamente, la muerte de Sará causó dolor a Avrahám, pero Avrahám no lloró porque sabía que era para lo mejor. También leemos que Itzják estaba estudiando la Torá durante el funeral de su madre; esto se debe a que su muerte significaba que la Luz del Creador ya no sería revelada al mundo, así que él trabajaba para revelar esa Luz él mismo.

Analicemos ahora por qué esta sección se llama “Las vidas de Sará” y por qué sólo prestamos nuestra atención a la vida de Sará después de su muerte. Debemos entender que según la Kabbalá, la vida y la muerte pueden existir en muchos niveles. Alguien puede estar físicamente vivo pero no nos imparte ninguna energía; en ese sentido, es como si estuviera muerto para nosotros. De la misma forma, una persona que ha abandonado este mundo puede estar muy viva en nuestro corazón y nuestra mente. Cuando recordamos a alguien que ha fallecido, mantenemos viva a esa persona; si la olvidamos, entonces esa persona esta ciertamente muerta para nosotros. El significado de la vida y la muerte no debe limitarse a la dimensión física.



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