LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

JESHVAN: LAS LÁGRIMAS DE RAJÉL - RAQUEL


JESHVÁN: LAS LÁGRIMAS DE RAJÉL

Durante el mes de Jeshván falleció la matriarca Rajél/Raquel, la mujer amada de Iaäkóv/Jacob.

Rajél personifica el clamor por el retorno espiritual y físico de todos sus hijos, y la que se rehúsa a ser reconfortada hasta que se concrete el retorno de sus seres amados [Irmiyáhu/Jeremías 31:14].

Nuestra matriarca Rajél personifica el poder innato del alma y su devoción consciente de despertar la misericordia de Di-s para redimir a Sus hijos del exilio y traerlos a la Tierra Prometida. Esto lo hace con lágrimas y plegaria sincera.

En las palabras del profeta Jeremías:

Así dice Di-s: “Una voz es oída en Ramá, lamentación y amargo llanto; Rajél llora por sus hijos, se niega a ser reconfortada, por sus hijos, que no está”. Así dice Di-s: “Guarda tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; porque hay recompensa por tu esfuerzo, dice Di-s; y ellos volverán de la tierra del enemigo. Y hay esperanza para tu futuro, dice Di-s, y los hijos volverán a su frontera”.

Recitamos esta profecía como lectura de los profetas -Haftará- en el segundo día del Año Nuevo, Rósh HaShaná. En esta festividad, denominada también Ióm HaZikarón, el día de Recordación, es el día en que Rajél, después de haber sido estéril por muchos años, fue recordada por Di-s para tener un hijo. Treinta años después, en el mismo día de Rósh HaShaná, su hijo Ioséf/José fue liberado de la prisión y nombrado virrey de Egipto. La frase de la profecía “por sus hijos, que no está”, en donde Rajél llora, se refiere en particular a su hijo Ioséf/José, el representante espiritual de las tribus exiliadas de Israel.

En la Cábala se enseña que los doce meses del año tiene dos cabezas: el mes de Nisán es el “padre” de todos los meses del año, mientras que tishré es la “madre”. El shofár de Rósh HaShaná simboliza el útero materno, y su sonido el nacimiento de un nuevo año.

El valor numérico del nombre Rósh HaShaná, 861, equivale a la suma de todos los números del 1 al 41 (denominado matemáticamente el “triangulo” de 41), siendo el número 41 el valor numérico de la palabra em, madre. Este es el valor del nombre Bét HamMikdásh (Templo), que para la mujer, la madre, simboliza la casa y el construir un santuario sagrado para su familia.

Rajél murió el 11 de Jeshván, el mes que sigue a Tishré, y como este siempre posee 30 días, esta fecha es el día 41 desde el comienzo del año, valor numérico de la palabra em, madre.

Este periodo completo de 41 días puede entonces ser entendido como una continuación y extensión del servicio espiritual de Rósh HaShaná (que es la suma del 1 al 41, como ya dijimos). El aniversario del fallecimiento de Rajél consuma el nacimiento del año (desde el útero materno, en este mismo día da a luz a su segundo hijo, Biniamín, devolviendo en el parto su alma al Creador).

Enseñan nuestros sabios que “los portales de las lágrimas nunca se cierran”. Por eso, en la plegaria de la medianoche, conocida como Tikkún Rajél (la rectificación de Rajél), reflexionamos sobre que el nombre Rajél equivale a 238, que es igual a 2 x 119, siendo 119 el valor numérico de la palabra dimä, lágrima. Así nuestra madre Rajél personifica las dos lágrimas cósmicas de la Shejiná, la presencia inmanente y revelada de Di-s en nuestro mundo, que brota de sus ojos y despierta la misericordia.

Estas dos lágrimas corresponden a los dos días de Rósh HaShaná (el pasaje de los profetas -Haftará- que se refiere a Rajél- se lee en el segundo día, cuando ambas lágrimas ya han sido derramadas).

Encontramos en el Zóhar: “Aquel que es pequeño es [verdaderamente] grande”. Cuanto más pequeño somos ante nuestros ojos, más grandes aparecemos a los ojos de Di-s.

Cada lágrima de nuestra matriarca Rajél- alimenta en la conciencia de sus hijos el sentido de pequeñez. Alimenta nuestra conciencia con sus lágrimas y nos lava, limpiándonos de nuestras imperfecciones espirituales.

La palabra madre (em) se escribe igual que “si” (im). El profeta Ieshaäiáhu/Isaías dice: “Si (im) Di-s ha lavado la suciedad de las hijas de Sion”, implicando que es la madre (personificado por nuestra matriarca Rajél, que en particular es conocida en la Cábala como la “madre inferior”, en la sefirá de Maljút, cuyo Nombre Divino es Ado-nái, el Nombre de Di-s que aparece en ese versículo) quien lava y limpia la suciedad de las hijas de Sion, las almas de sus hijos.

Podemos ahora visualizar a una de las dos lágrimas de Rajél- como nutriendo nuestra conciencia desde dentro, y la segunda lavando nuestras almas desde fuera. Cada una corresponde a un estado de pequeñez, la primera al estado de nuestra pequeñez existencial innata frente al infinito Todopoderoso, y segundo en reconocimiento de nuestro distanciamiento de Él debido a nuestras propias iniquidades.

Cuando este estado completo y rectificado de conciencia y reconocimiento es integrado dentro de nuestras almas, la palabra pequeñez, meät, se invierte para transformarse en sabor, taäm, el buen “sabor” de los secretos de la Torá, que van a ser revelados por el Mashíaj.


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