JESHVÁN: LAS LÁGRIMAS DE RAJÉL
Durante el mes de Jeshván falleció
la matriarca Rajél/Raquel, la mujer amada de Iaäkóv/Jacob.
Rajél personifica el clamor por el
retorno espiritual y físico de todos sus hijos, y la que se rehúsa a ser
reconfortada hasta que se concrete el retorno de sus seres amados [Irmiyáhu/Jeremías
31:14].
Nuestra matriarca Rajél personifica
el poder innato del alma y su devoción consciente de despertar la misericordia
de Di-s para redimir a Sus hijos del exilio y traerlos a la Tierra Prometida.
Esto lo hace con lágrimas y plegaria sincera.
En las palabras del profeta
Jeremías:
Así dice Di-s: “Una voz es oída en
Ramá, lamentación y amargo llanto; Rajél llora por sus hijos, se niega a ser
reconfortada, por sus hijos, que no está”. Así dice Di-s: “Guarda tu voz del
llanto, y tus ojos de las lágrimas; porque hay recompensa por tu esfuerzo, dice
Di-s; y ellos volverán de la tierra del enemigo. Y hay esperanza para tu
futuro, dice Di-s, y los hijos volverán a su frontera”.
Recitamos esta profecía como lectura
de los profetas -Haftará- en el segundo día del Año Nuevo, Rósh HaShaná. En
esta festividad, denominada también Ióm HaZikarón, el día de Recordación, es el
día en que Rajél, después de haber sido estéril por muchos años, fue recordada
por Di-s para tener un hijo. Treinta años después, en el mismo día de Rósh HaShaná,
su hijo Ioséf/José fue liberado de la prisión y nombrado virrey de Egipto. La
frase de la profecía “por sus hijos, que no está”, en donde Rajél llora, se
refiere en particular a su hijo Ioséf/José, el representante espiritual de las
tribus exiliadas de Israel.
En la Cábala se enseña que los doce
meses del año tiene dos cabezas: el mes de Nisán es el “padre” de todos los meses
del año, mientras que tishré es la “madre”. El shofár de Rósh HaShaná simboliza
el útero materno, y su sonido el nacimiento de un nuevo año.
El valor numérico del nombre Rósh
HaShaná, 861, equivale a la suma de todos los números del 1 al 41 (denominado
matemáticamente el “triangulo” de 41), siendo el número 41 el valor numérico de
la palabra em, madre. Este es el valor del nombre Bét HamMikdásh (Templo), que
para la mujer, la madre, simboliza la casa y el construir un santuario sagrado
para su familia.
Rajél murió el 11 de Jeshván, el mes
que sigue a Tishré, y como este siempre posee 30 días, esta fecha es el día 41
desde el comienzo del año, valor numérico de la palabra em, madre.
Este periodo completo de 41 días
puede entonces ser entendido como una continuación y extensión del servicio
espiritual de Rósh HaShaná (que es la suma del 1 al 41, como ya dijimos). El
aniversario del fallecimiento de Rajél consuma el nacimiento del año (desde el
útero materno, en este mismo día da a luz a su segundo hijo, Biniamín,
devolviendo en el parto su alma al Creador).
Enseñan nuestros sabios que “los
portales de las lágrimas nunca se cierran”. Por eso, en la plegaria de la medianoche,
conocida como Tikkún Rajél (la rectificación de Rajél), reflexionamos sobre que
el nombre Rajél equivale a 238, que es igual a 2 x 119, siendo 119 el valor
numérico de la palabra dimä, lágrima. Así nuestra madre Rajél personifica las
dos lágrimas cósmicas de la Shejiná, la presencia inmanente y revelada de Di-s
en nuestro mundo, que brota de sus ojos y despierta la misericordia.
Estas dos lágrimas corresponden a
los dos días de Rósh HaShaná (el pasaje de los profetas -Haftará- que se
refiere a Rajél- se lee en el segundo día, cuando ambas lágrimas ya han sido
derramadas).
Encontramos en el Zóhar: “Aquel que es
pequeño es [verdaderamente] grande”. Cuanto más pequeño somos ante nuestros
ojos, más grandes aparecemos a los ojos de Di-s.
Cada lágrima de nuestra matriarca Rajél-
alimenta en la conciencia de sus hijos el sentido de pequeñez. Alimenta nuestra
conciencia con sus lágrimas y nos lava, limpiándonos de nuestras imperfecciones
espirituales.
La palabra madre (em) se escribe
igual que “si” (im). El profeta Ieshaäiáhu/Isaías dice: “Si (im) Di-s ha lavado
la suciedad de las hijas de Sion”, implicando que es la madre (personificado
por nuestra matriarca Rajél, que en particular es conocida en la Cábala como la
“madre inferior”, en la sefirá de Maljút, cuyo Nombre Divino es Ado-nái, el
Nombre de Di-s que aparece en ese versículo) quien lava y limpia la suciedad de
las hijas de Sion, las almas de sus hijos.
Podemos ahora visualizar a una de
las dos lágrimas de Rajél- como nutriendo nuestra conciencia desde dentro, y la
segunda lavando nuestras almas desde fuera. Cada una corresponde a un estado de
pequeñez, la primera al estado de nuestra pequeñez existencial innata frente al
infinito Todopoderoso, y segundo en reconocimiento de nuestro distanciamiento
de Él debido a nuestras propias iniquidades.
Cuando este estado completo y
rectificado de conciencia y reconocimiento es integrado dentro de nuestras
almas, la palabra pequeñez, meät, se invierte para transformarse en sabor, taäm,
el buen “sabor” de los secretos de la Torá, que van a ser revelados por el Mashíaj.
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