CONEXIÓN COMPLETA A LA LUZ A TRAVÉS
DEL JUMÁSH (5 libros de Moisés, la Torá)
La unidad, la Unión que existía
entre la humanidad y el Creador antes del principio del tiempo, es la meta a la
que todos nos esforzamos por llegar. La Kabbaláh llama a ese estado original de
Unicidad: Én Sóf, “el Mundo Infinito”, porque éste existía fuera de los límites
finitos que damos por hecho en nuestras vidas diarias.
En el Mundo Sin Fin no había dolor,
ni sufrimiento, ni enfermedad y, lo más importante: había inmortalidad. La
muerte y toda otra clase de caos no tenían lugar en nuestras vidas en el Mundo
Infinito, ni son una parte necesaria de nuestras vidas hoy, a pesar de lo que
las cosas puedan parecer. El caos permanecerá con nosotros solamente hasta que
regresemos al Mundo Infinito por medio de nuestro trabajo espiritual, por medio
de las herramientas y enseñanzas de la Kabbaláh. Esto no es solamente una
metáfora. En términos muy prácticos, el final de todo sufrimiento, el final de
todo dolor y aun el final de la muerte misma está en tus manos.
El fin último del Jumásh (los “Cinco”
libros de Moisés, la Torá) es producir su propio fin: ¡terminar con nuestra
gran necesidad de él!
Toda la historia de la humanidad- y,
lo creas o no, de tu propia vida como ser humano individual- es la historia de
nuestro afanoso regreso a la Unión con Di-s que era nuestra en el Mundo
Infinito. Pero, ¿cuándo volverá eso a completarse? ¿Cuándo se terminará el
exilio? La verdad es que en una ocasión nos acercamos mucho, mucho, a realizar
ese objetivo. Esto ocurrió al pie del Monte Sinaí, cuando Moshé/Moisés recibió
las Tablas escritas por el Creador con los Diez Enunciados, llamadas con
frecuencia equivocadamente los Diez Mandamientos. Pero los Enunciados son mucho
más que la lista de “tú debes” y “tú no debes” con las que estamos tan familiarizados.
De hecho, aun el término “Diez Enunciados” es un mensaje codificado y se
refiere a las diez dimensiones que constituyen la realidad total.
Nosotros vivimos en la décima y más
baja dimensión, el ámbito físico donde la oscuridad y la desesperación tratan
de encontrar la forma de introducirse en nuestras vidas. Las dimensiones
ocultas arriba de nosotros son un estanque de Luz espiritual que puede remover
la oscuridad de nuestro propio ser y desaparecer la oscuridad de este mundo.
Son la fuente de nuestra alegría, la raíz de nuestra felicidad y manantial de
toda la sabiduría. Cuando hacemos contacto con estos ámbitos ocultos,
experimentamos la realización. Cuando nos desconectamos, experimentamos el
caos.
Las Tablas en el Monte Sinaí nos
conectaron a la fuerza plena de la Luz infinita girando en estas realidades
ocultas. Y ellas podían haber encendido una masa crítica, una explosión en la
cual todo habría sido restaurado, reconfigurado, reconstruido y reconstituido.
En corto: nos podían haber traído al Mundo Infinito: el Cielo en la Tierra.
¡Pero solamente Moshé tomó las Tablas! Solamente Moshé poseía la sabiduría
kabbalística que daba acceso a todas las diez dimensiones. La gente como un
todo se excluyó por el pecado del becerro de oro, lo cual causó que Moshé
hiciera añicos las Tablas.
¡Pero todavía había esperanza!
Lo que Moshé logró en el Monte Sinaí
fue fundamentalmente similar a lo que la ciencia moderna ha estado buscando
hace por lo menos un siglo, desde el principio de la revolución que comenzó con
la teoría de la relatividad de Albert Einstein. A través de su vida, Einstein
creyó fervientemente en la existencia de una teoría más grande aún: la así
llamada “teoría del todo” que uniría todo el conocimiento científico en una
sola, toda incluyente, explicación del universo.
Aquí Einstein estaba expresando
simplemente en términos físicos la misma búsqueda de la Unión que la Kabbaláh
entiende es fundamentalmente espiritual. Aunque Einstein nunca tuvo éxito en su
búsqueda, él y otros que vinieron después de él hicieron grandes progresos en
esa dirección. La física ha mostrado que el tiempo, la masa y la velocidad
están todas relacionadas. Si una masa alcanza una velocidad suficientemente alta,
el tiempo se detiene.
Más recientemente, la medicina y la
genética están demostrando que el envejecimiento, la enfermedad y la muerte no son
en sí “necesarias” y pueden ser eliminadas en los niveles biológicos más
básicos. La ciencia está correcta en estas percepciones. Pero lo que la ciencia
está tratando de alcanzar físicamente por medio de la ingeniería genética o la
construcción de aceleradores de partículas, Moshé lo alcanzó espiritualmente en
el Monte Sinaí. Las Tablas tenían el poder de llevarnos más allá del tiempo y
el espacio, porque nos conectaban al ámbito infinito de la Luz, una realidad
sin tiempo ni espacio. Pero cuando los israelitas construyeron el becerro de oro,
y las Tablas fueron rotas, “el reloj comenzó a hacer tic tac otra vez”.
Así perdimos la oportunidad de
reponer y restaurar el poder completo de la Luz en un punto desencadenante, el
cual Moshé nos ofreció en el Monte Sinaí. Ahora, con el tiempo de regreso en el
escenario, el trabajo de recuperar el Mundo Infinito se volvería un esfuerzo
continuo dentro de los límites del tiempo. Entrar a la parashá (porción) semanal
de la Torá es activar la tecnología kabbalística utilizada por Moshé para
conectar el planeta a la Luz de las dimensiones ocultas.
La energía infinita de las Tablas
del Monte Sinaí está en la Torá: el poder para conectarnos a todas las diez
dimensiones, el poder de reponer toda la Luz que tuvimos en el Monte Sinaí, el
poder de revelar todos los aspectos infinitos de Di-s que se manifiestan a través
del universo. Esta energía infinitamente diversa pero fundamentalmente unificada
es a lo que los Kabbalístas se refieren como la Luz del Creador.
Considera, por ejemplo, a lo que los
científicos se refieren como “luz blanca”, el resplandor sin filtrar que existe
a todo nuestro alrededor durante todas nuestras horas de vigilia. En realidad,
esta luz blanca contiene el rojo, el amarillo, el azul, el verde, y todos los
otros colores del espectro. Cuando estos colores son combinados como uno, el
resultado es la luz blanca. La Luz del Creador trabaja de manera similar. Cada
dimensión de la Luz es otro “color”, otro aspecto de la Energía del Creador.
Juntas, todas las dimensiones constituyen la totalidad de la Luz del Creador,
la cual es pura, infinita y que lo abarca todo.
Las Tablas de Moshé eran una
conexión completa a la Luz, simultánea e instantáneamente. Desde el rompimiento
de las Tablas, debemos restablecer esa conexión dentro del ámbito del tiempo.
Eso es exactamente lo que las parashiót (porciones) semanales han hecho. Pero
habrá un punto final, una conclusión, un Jumásh final que encienda la masa
crítica que estaba justo a punto de detonar en el Monte Sinaí. Este es el
verdadero significado del Fin de los Días, la revelación de la sabiduría
kabbalística ahora, de modo que podemos terminar la tarea de una vez por todas.
En el sentido mejor y más positivo
del término, éste es verdaderamente “el fin del mundo”. No una nube radioactiva
en forma de hongo o una epidemia extendiéndose rápidamente, sino un cambio
cuántico en el alma de la humanidad. Eso es lo que significa realmente el
término “Mesías”. Es la Redención Final, la transformación suprema de toda la
humanidad.
Tú puedes experimentar esta
transformación al conectarte con la energía de la Torá. Aunque la ciencia nos
dice que la velocidad de la luz nunca puede ser alcanzada, tú puedes
verdaderamente alcanzar la velocidad de la Luz-la Luz del Creador- con las
herramientas y las enseñanzas kabbalísticas. Semejante a la fórmula E=MC2, de
Einstein, el Jumásh revela una realidad nueva y más elevada. Lo que es más: el
Jumásh es también una herramienta para entrar a esa realidad. Y ahora estás
invitado a pasar a través de esa puerta.
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