LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

PARASHAT HAAZINU - (Devarím/Deuteronomio 32)


PARASHÁT HAAZÍNU - (Devarím/Deuteronomio 32) - Despertar la ansiedad y buscar el deseo, pedir ayuda a los tzaddikím

Haazínu se lee en Shabbát Shuvá (el Shabbát del Regreso), que siempre cae entre Rósh HaShana y Ióm Kippúr. Este Shabbát recibe su nombre de la Haftará que comienza con las palabras: “Regresa, Israel, a Di-s, tu Creador”. Aquí hay una lección que nos ayudará a llegar a Ióm Kippúr con herramientas más poderosas a fin de que podamos ganar la batalla contra el caos en el año venidero.

Si el año será bueno o malo para nosotros depende de lo que hicimos y dónde estaba nuestra conciencia en Rósh HaShaná, y también de cuánta Luz revelamos. El Zóhar dice que aun si no revelamos ninguna Luz en Rósh HaShaná, todavía es posible revelar toda la Luz que está destinada a nosotros en Ióm Kippúr; pero todo depende de la clase de cambio interno que hagamos en Ióm Kippúr. Si insistimos en seguir siendo la misma persona que éramos, ¿por qué este año habría de ser diferente al anterior?

Los sabios advierten que si no hemos hecho nuestro trabajo espiritual interno de determinar dónde están nuestros bloqueos y qué nos gustaría cambiar —es decir, si no hemos preparado nuestra Vasija (Kelí) para la enorme Luz que está disponible en Ióm Kippúr-, no tenemos posibilidad de recibir esta Luz. Dicho esto, todavía tenemos una oportunidad: al participar en esta lectura y teniendo también un deseo sincero de transformación, de hacer una diferencia en nuestra vida para el próximo año.

“Presten oídos, Cielos, y yo hablaré...” (Devarím/Deuteronomio 32:1)

El capítulo de Haazínu comienza con las palabras “Presten oídos, Cielos, y yo hablaré”. ¿Pero no debió haberse escrito al contrario: primero “hablaré” y después “presten oídos”? Es imposible oír antes de que alguien hable, por lo tanto, ¿qué nos está enseñando la Torá?

Hay un relato que esclarecerá todo. En una aldea, había un hombre que golpeaba a su esposa, la insultaba y, en general, la trataba de forma horrible; como si ella fuera una de sus posesiones y no un ser humano. Un día, un vecino de este hombre despiadado tuvo una idea. Él decidió acudir al kabbalísta del pueblo y le pidió que dedicara el sermón del Shabbát al tema del respeto a las mujeres. Aunado a eso, le contó al sabio maestro acerca de la forma tan horrible en que su vecino trataba a su mujer. El sabio acordó tratar el tema en Shabbát y, de alguna manera, hacerlo pertinente a la historia y lección espiritual de la semana. Cada historia en la Torá contiene el mensaje de “amar a tu prójimo como a ti mismo”, así que el kabbalísta pensó que podía hacer la relación.

Llegó Shabbát, y el kabbalísta comenzó su sermón. Habló acerca de la historia en general y luego tocó el tema de amar a tu prójimo como a ti mismo, haciendo énfasis particular en el amor por la esposa. Siguió hablando sobre cómo cada hombre debe respetar a su esposa y ocuparse de todas sus necesidades. Después de las oraciones, el kabbalísta quería cerciorarse de que el hombre cruel hubiera escuchado y entendido lo que la lección tenía que enseñarle. Pero cuando el kabbalísta se acercó al hombre y le preguntó qué pensaba del sermón, el hombre tan sólo dijo que esperaba que todos esos hombres que maltratan a sus mujeres entendieran que no deberían comportarse de esa manera! En pocas palabras, no sólo no aprendió nada, sino que estaba seguro de que el kabbalísta se refería a otra persona. El kabbalísta, tras darse cuenta de que no había más nada que decir, le deseó al hombre “Shabbát Shalóm” y se marchó.

Después de unos minutos, un estudioso que estaba de visita en el pueblo ese Shabbát se acercó al sabio anciano. Después de saludarse entre sí, el estudioso le preguntó al sabio: “¿Sabe una cosa? Aprendí muchísimo de su sermón”. El kabbalísta estaba sorprendido dado que todo su discurso había sido en beneficio del hombre que se trataba terriblemente a su esposa. El estudioso explicó: “Hace dos semanas, mi esposa no hizo algo que le había pedido que hiciera, y me molesté mucho con ella y le pregunté por qué no lo había hecho. Ella se sintió muy humillada. No había hablado nada al respecto, pero he aprendido de su sermón que ella tiene muchas cosas que hacer todos los días; así que si no hizo lo que yo le pedí, no fue porque a ella no le importara, sino porque está muy ocupada. Aprendí a nunca pedirle las cosas con enojo, sino con gentileza y entendiendo que ella tiene muchas otras responsabilidades”.

La gente que necesita escuchar no escucha, mientras que los que no parecen tener un gran problema en esa área en particular sí escuchan y aprenden.

El Creador puede enseñarnos y darnos sólo si estamos listos para escuchar y recibir. Es por ello que está escrito: haazínu, “escuchen”. Si estamos listos para recibir, entonces: adabrá, “hablaré”. ¿Por qué el Creador habría de decirnos algo si no vamos a oír? Siempre decimos: “Cuando el estudiante esté listo, el maestro aparecerá”. La ley espiritual es aún más enfática: si nos preparamos para aprender, entonces el maestro debe aparecer.

HAAZÍNU Y LA CONEXIÓN CON MALJÚT

Al ver el rollo de la Torá, se puede apreciar que el capítulo de Haazínu en realidad está escrito de forma muy particular. Los párrafos y versículos están en la forma de dos triángulos. Estos dos triángulos nos conectan con las seis dimensiones superiores (las Sefirót de Jésed, Guevurá, Tiféret, Nétzaj, Hód y Iesód) del Árbol de la Vida. El Zóhar dice que las seis puntas de los dos triángulos infunden y canalizan la Luz del Creador a la séptima dimensión de Maljút, nuestro mundo físico.

El capítulo de Haazínu tiene 52 versículos. Según la sabiduría de la Kabbaláh, el número 52 está relacionado con el reino físico de Maljút. Cincuenta y dos es también dos veces el valor numérico del Tetragrámaton (Iúd, Hé, Vav y Hé), 26 x 2 = 52, lo cual revela otro secreto: Haazínu nos muestra que nuestro mundo es un espejo de los Mundos Superiores. Si amamos, veremos amor; si odiamos, veremos odio; si hacemos acciones positivas, sólo reconocemos lo positivo en los demás.


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