LA LETRA י IUD

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LA LETRA י IUD   Por Kabbalah y Torah en Expansión   La letra י ‘Iud’, un pequeño punto suspendido, revela la chispa de bondad esencial escondida en la letra ט ‘Tet’. A continuación del ‘Tzimtzum’ inicial (la contracción de la ‘Or En Sof’ (Luz Infinita) de HaShem para hacer “lugar” a la Creación), quedó dentro del ‘Jalal’ (“espacio vacío”) un punto potencial e individual o ‘Reshimú’ (“impresión”). El secreto de este punto es el poder del Infinito de contener el fenómeno finito dentro de Sí Mismo, y expresarlo en la realidad externa aparente. Una manifestación finita comienza de un punto de dimensión cero, luego se desarrolla en una línea unidimensional y una superficie bidimensional. Esto está insinuado en la escritura completa de la letra י ‘Iud’ יוד (iud-vav-dálet): “punto” (iud), “línea” (vav), “superficie” (dálet).   Estas 3 etapas corresponden en Kabbalá a: “punto” (Nekuddá), “espectro” (Sefirá) y “rostro” (Partzuf). El punto inicial, el poder esencial de la letra

KI TAVÓ: ¿POR QUÉ HAY MALDICIONES; Y LAS BENDICIONES?


¿POR QUÉ HAY MALDICIONES; Y LAS BENDICIONES?

En la Parashá de Ki-Tavó, leemos acerca de las maldiciones y las bendiciones que el Creador otorgó a los israelitas por medio de Moshé. Mientras las bendiciones fueron dadas en el Monte Guerizzím, las maldiciones fueron otorgadas en el Monte ­­Ëvál. La pregunta obvia para todos nosotros es: ¿cómo podemos conectar con las bendiciones y no con las maldiciones? Los sabios dicen que la capacidad de conectar con las bendiciones y no con las maldiciones es revelada en Ki-Tavó: conectar con las bendiciones comienza cuando apreciamos lo que ya tenemos.

Pero, ¿por qué necesitaríamos las bendiciones después de todo? El Zóhar dice que sin las maldiciones, no podríamos apreciar las bendiciones cuando éstas llegan a nuestra vida. Las maldiciones también nos ayudan a distinguir entre las áreas en las que estamos conectados con la Luz y las áreas en las que no estamos tan conectados y, de este modo, tener la necesidad de actuar.

Hay un relato acerca Rav Itzák Luria (el Arí) que puede ayudarnos a entender la relación entre la apreciación y las bendiciones.

Una mañana de Shabbát, en la sinagoga del Arí, llegó el momento para la lectura del rollo de la Torá. El Arí le dijo al anunciador que llamara a Aharón ben Ämräm, el Kohén, para hacer la lectura. El anunciador vio al Arí con gran asombro y le dijo que no había un Kohén con ese nombre en la sinagoga.

Así que el Ari le dijo nuevamente, pero esta vez con mayor insistencia: “¡Por favor, llama a Aharón ben Ämrám, el Kohén!”. El anunciador no tenía más opción, así que hizo el llamado: “Aharón ben Ämrám, el Kohén, ¡de pie, por favor!”. De pronto, un hombre que estaba completamente rodeado de Luz entró en la sinagoga y subió a la Torá. Era Aharón, el Kohén HagGadól (el Sumo Sacerdote), quien es nuestra conexión con la Sefirá de Hód.

Cuando llegó el momento de la segunda lectura, la sección de Leví, el Arí pidió que llamaran a Moshé ben Ämrám, el levita. El anunciador no contradijo esta vez y de inmediato hizo el llamado: “¡Moshé ben Ämrám, el levita!”. Y a la sinagoga entró Moshé, nuestra conexión con la Sefirá de Nétzaj, y subió a la Torá. De tercero llegó Avrahám el Patriarca, por la Sefirá de Jésed; seguido de Itzják el Patriarca, por la Sefirá de Guevurá; después Iaäkóv el Patriarca, por la Sefirá de Tiféret; en seguida vino Ioséf el Justo, por la Sefirá de Iesód y, finalmente, el Rey David, nuestra conexión con la Sefirá de Maljút.

Evidentemente, el Arí tenía el mérito de ver a estos siete Patriarcas —nuestros canales espirituales para conectarnos con el Árbol de la Vida- subiendo a la Torá en Shabbát, pero ¿qué hay del resto de las personas en la sinagoga? ¿Por qué ellas también tuvieron el mérito de presenciar este grandioso evento? El secreto de por qué el resto de la congregación tuvo el mérito de estar en presencia de estas almas justas es que ellos tenían apreciación genuina por la oportunidad de poder conectar con el Shabbát en la compañía del sagrado Arí y rezar junto a él. La apreciación verdadera es el medio a través del cual nosotros también podemos tener el mérito de recibir esta clase de milagros.

Cuando apreciamos lo que tenemos, recibimos mucho más-más sustento, más bendiciones, más iluminación—; aun más de lo que merecemos. Por otro lado, cuando no apreciamos lo que tenemos, no sólo perdemos lo que ya es nuestro, sino que cualquier cosa que de verdad merezcamos no puede llegar a nosotros.
Este es el secreto de las bendiciones y maldiciones: todo es asequible y, a su vez, todo puede perderse. Todo depende del nivel de la conciencia y la expresión de nuestra apreciación.



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