ELÚL: “YO SOY DE MI AMADO...”
La palabra Elúl es un acrónimo de la
frase: “ANÍ LEDODÍ VEDODÍ LÍ”,
que significa: “Yo soy de mi amado y mi amado es mío” (Shír HaShirím/El Cantar
de los Cantares 6:3). Como explica Rav Berg, no es que el Creador tenga más
deseo de ayudarnos a acercarnos a la Luz en el mes de Elúl que en los otros meses;
sino que en el mes de Elúl hay un poder que puede despertar nuestro deseo de
acercarnos a la Luz, como en el versículo: “Yo soy de mi amado...”. Cuando
nuestro deseo es uno de “yo soy de mi amado”, entonces “y mi amado es mío”
seguirá como consecuencia. Cada mes contiene “como mi amado es mío”, pero sólo
el mes de Elúl contiene “yo soy de mi amado”.
Hay una historia acerca de los
santos hermanos Rav Elimélej y Rav Zusha que ilustra este poder de “Yo soy de
mi amado...”. Cada vez que los hermanos estaban de viaje, su padre se les aparecía
en una visión tan pronto como caía la noche del viernes, para decirles dónde
debían pasar el Shabbát.
Rav Zusha llegó a la casa de un
zapatero, pero a la esposa del zapatero no le agradaba la idea de que él pasara
el Shabbát allí. Rav Zusha le rogó hasta que ella accedió. Pero entonces el
zapatero le dijo a él: “Quiero que sepas que mi Shabbát pasa muy rápido porque
yo trabajo arduamente toda la semana y en Shabbát quiero descansar”. De hecho,
la noche del viernes, Kabbalát Shabbát (la bienvenida al Shabbát) sólo duró
diez minutos. Antes de que Rav Zusha pudiera entender qué ocurría, el zapatero
ya había recitado el Kiddúsh, se había lavado las manos, había partido el pan y
había recitado Birkát HamMazón (el agradecimiento que se dice después de la
comida). Después de esto, se levantó de la mesa, se disculpó y dijo que se iba
a dormir.
Rav Zusha no podía entender cómo su
padre pudo enviarlo con esta persona que estaba empeñada en arruinar su Shabbát,
pero se dijo a sí mismo que era posible que hubiera Luz que él podría revelar
allí. Esa noche, Rav Zusha no pudo dormir pensando en que tal vez Eliáhu el
Profeta vendría a enseñar al zapatero. Pero nadie vino. Al día siguiente, las
oraciones matutinas se hicieron en media hora y se recitó el Kiddúsh, y el
zapatero fue a tomar una siesta. Al momento de la tercera comida de Shabbát,
Rav Zusha trató una vez más entender por qué lo habían enviado a este lugar a
pasar Shabbát; pero ahora no podía encontrar al zapatero.
Rav Zusha acudió al hijo pequeño del
zapatero y le preguntó dónde estaba su padre. El niño le contestó que su padre
estaba en el terrado, donde descubrió una gran mesa con 36 sillas (para los 36
justos que, según el Zóhar, están presentes en cada generación a fin de
sostener el mundo). El zapatero estaba sentado en la cabecera de la mesa, lo
cual significaba que él era, en efecto, el líder de estos 36 tzaddikím/justos.
El Zóhar explica que la particularidad de la tercera comida de Shabbát es que
esta es la única comida en la que todos los 36 justos de una generación
específica se reúnen a comer juntos. Después de la comida, el zapatero le dijo
a Rav Zusha: “Ten cuidado de no contar a nadie lo que has visto”.
Esa noche Rav Zusha no podía dormir
debido a toda la Luz que había recibido durante la tercera comida. Cuando Rav
Elimélej se encontró con su hermano la mañana siguiente, vio que el rostro de
Rav Zusha estaba radiante, así que le preguntó qué había ocurrido en Shabbát.
Rav Zusha contestó que no había pasado nada especial. Rav Elimélej le preguntó
nuevamente pero recibió la misma respuesta. Esto fue así por dos días, hasta
que Rav Elimélej le recordó a su hermano su promesa de honestidad y de contarse
cualquier cosa que le ocurriera a uno de ellos, sin importar qué fuera. Por lo
tanto, Rav Zusha le contó a su hermano todo lo que había presenciado en la casa
del zapatero.
Al día siguiente, se descubrió que
había sido robado el reloj que le pertenecía al gobernador de la ciudad. El
gobernador acusó a Rav Zusha y Rav Elimélej de robarlo porque ellos habían
dormido en el mismo hotel que el gobernador la noche anterior, fueron a rezar
temprano al amanecer y luego desaparecieron. Por ende, la conclusión evidente
era que ellos debieron robar el reloj. El gobernador los ató por las muñecas a
la espalda de un caballo, y los arrastró por toda la ciudad. Cuando terminó el
castigo, Rav Zusha vio que el gobernador en realidad era el zapatero, quien
prosiguió a decirle que ambos hermanos tenían que ser castigados porque Rav
Zusha le había contado a Rav Elimélej el secreto de los 36 Tzaddikím.
Hay una lección importante en esta
historia. Rav Zusha sabía que habría algún tipo de consecuencia si revelaba el
secreto del zapatero a su hermano, pero para él era más importante honrar la
promesa existente con su hermano a fin de no permitir que nada se interpusiera
entre ellos.
Este relato nos ayuda a entender que
en cada relación verdadera no puede haber separación. Si hay separación,
entonces no es una relación verdadera. A Rav Zusha no le importó lo que podría
ocurrirle: lo único que era importante para él era su hermano. Él sentía que
Rav Elimélej era parte de él, parte de su cuerpo. Rav Zusha hizo más cosas para
su hermano que para sí mismo.
En el mes de Elúl tenemos una
oportunidad especial para trabajar a fin de tener esta clase de relación
perfectamente recíproca; al menos con nuestra familia. De esta manera, el amor
por nuestros hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, hijas, esposo y esposa
será, con ayuda del Creador, como la relación entre Rav Zusha y Rav Elimélej.
Como dice Rav Berg acerca de Rav Brandwein: si alguien tratara de dispararle a
su maestro, Rav Berg habría bloqueado la bala con su propio cuerpo. Si no
estamos listos para darles a los demás todo lo que tenemos y para sentir que
las otras personas son en realidad parte de nosotros, entonces allí hay
separación. Ojalá este mes todos nos esforcemos en trabajar para sentir como si
todas las personas del mundo fueran un solo cuerpo y un solo corazón, a fin de
que estemos bien preparados para capturar la energía de misericordia y
renovación de Rósh HaShaná.
Excelente
ResponderEliminar