ELÚL Y LA TZEDAKÁ
Los jajamím (sabios) encontraron
algunos versículos en el Tanáj en los que hay una referencia al mes de Elúl
(las iniciales de las palabras de los versículos forman la palabra Elúl).
El primero “UMÁL ADO-NÁI ELO-HÉJA ET-LEVAVEJÁ VE´ET-LEVÁV ZARËJA...” (Devarím 30:6), nos dice que HaShém
“abrirá” nuestros corazones, frente al arrepentimiento (teshuvá).
El segundo, “ANÍ LEDODÍ VEDODÍ
LÍ...” (Shír Hashirím 6:3), frente a las
plegarias (tefil´lót).
Y el tercero, “...ÍSH LERE´ËHU UMATTANÓT LAEVIONÍM” (Meguil´lát Ester 9:22), frente a
la tzedaká, a la caridad.
Y comenzando con la Tzedaká, un tema
muy extenso, que incluye además cosas que podemos regalar a nuestros
semejantes, como dijeron Jazál: es más grande e importante hacer favores que la
caridad, ya que la caridad se da a los pobres, y los favores los hacemos tanto
a los pobres como a los ricos (Talmúd Bavli, tratado de Sukká, 49b).
Y así menciona el libro “HaJinúj” el
tema del precepto de caridad (precepto 279): no pienses, hijo, que el precepto
de Tzedaká se cumple solamente con un pobre que no tiene un pan para comer y
una prenda para vestir... porque la Torá siempre nombró primero al favor (Guemilút
Jasadím) antes que a la caridad, y nos ordenó dar todo lo que esté al alcance
de nuestras manos a nuestros semejantes, tanto sea dinero, comida u otras
necesidades, hasta incluso lindas palabras, palabras de consuelo, todo entra
dentro del precepto de Tzedaká, y el pago por el cumplimiento de este precepto
es muy, pero muy alto.
La Torá nos enseña sobre el precepto
de Tzedaká, en una forma que no se habla en ninguna otra cultura. También la
persona que no tiene plata (hablando de gente muy joven o niños, que en general
no tienen dinero en su poder) puede realizar muchos actos de Tzedaká y favores.
Toda ayuda que se hace a otra persona, la aceptación de su pensamiento con unas
palabras de aliento o con una buena cara, una sonrisa en su momento justo, o
simplemente prestar atención al semejante cuando está hablando, a todo esto se
lo llama Tzedaká.
No llegamos a entender cuánta Tzedaká,
cuánto jésed (favor) podemos hacer cuando simplemente decimos “Shalóm”, o
“buenos días”, a una persona que cruzamos en nuestro camino. Y es sabido de
tanta gente que retornó al buen camino por la fuerza de un “lindo” Shalóm que
escuchó de la boca de un niño.
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