EL ARÍ: EL SISTEMA - Parte 3
El sistema cabalístico del Arí cubre
literalmente miles de páginas y permea virtualmente a todas las áreas del
pensamiento. Es del todo imposible resumirlo adecuadamente y los intentos de
hacerlo son por lo general unilaterales y resultan fallidos. Aun así hay algunos
principios generales que son dominantes y de una importancia particular para
entender el sistema de meditación del Arí.
Los elementos básicos del sistema
del Arí son las diez Sefirot, los cuatro Ölamót/Universos y los cinco niveles
del Alma (NaRaNJaI). Estos conceptos son ampliamente discutidos en el Zóhar y
juegan un papel importante en las enseñanzas de maestros tales como el Ramák.
El Arí construye sobre esos sistemas anteriores.
El Sifrá DeTzeniutá (Libro Oculto) y
la Idrá Rabbá y la Idrá Zutá (La Asamblea Grande y La Asamblea Pequeña) se
encuentran entre los tres libros más opacos del Zóhar. En ellos hay ideas a las
que en el resto de la literatura zohárica se alude sólo en los términos más
vagos. Mientras que otras fuentes hablan primariamente sobre las Sefirót, en
éstas, las disquisiciones giran sobre diferentes entidades espirituales – los
Partzufím (“Personas Arquetípicas”). El Arí clarifica su significado revelando
la relación uno a uno que hay entre Partzufím y Sefirót.
Mientras que la Cábala más simple
respecto de las Sefirót parece hablar de la estática de los Universos superiores,
el sistema de Partzufím pone de manifiesto sus interacciones dinámicas. En el
momento de su creación, las Sefirót eran simples puntos que no podían
interaccionar entre sí. Nada, por tanto, podían dar los unos a los otros. Lo
único que podían hacer era recibir del ser Infinito (Én Sóf), razón por la
cual, en este estadio, reciben el nombre de «kelím/vasijas».
Sin embargo, para poder recibir la
Luz de Di-s, una Vasija debe de algún modo estar conectada con Él. La
diferencia fundamental entre lo espiritual y lo físico es la no existencia de
espacio en el dominio espiritual. No hay por tanto modo de que las Sefirót estén
conectadas con Di-s físicamente. La única relación posible es entonces la
semejanza. Para poder recibir la Luz de Di-s, la Vasija, debe, al menos hasta
cierto punto, parecerse a Di-s.
Surge de inmediato una dificultad.
Si Di-s es el Dador absoluto entonces la Vasija es el receptor absoluto y los
dos son opuestos extremos. Para que una Vasija pueda recibir apropiadamente
debe ser también un donante.
Lo que se necesita entonces es una
«vasija» que pueda tanto dar como recibir. La expresión definitiva de una vasija
tal es el hombre. Para que el hombre reciba la Luz de Di-s debe asemejarse primero
a Él siendo un dador. Esto se consigue guardando los mandamientos de Di-s, lo
que proporciona sustento espiritual a los Universos espirituales. Pero antes de
que el hombre pueda hacerlo tiene que parecerse a Di-s teniendo libre albedrío
y libre elección. Lo cual sólo es posible cuando existen tanto el bien como el
mal.
El primer estadio de la creación es
llamado Universo del Caos (tóhu). En él, las Vasijas, que son las diez Sefirót
primitivas, podían recibir la Luz de Di-s, pero no podían dar ni interaccionar.
En tanto que no eran semejantes a Di-s, esas Vasijas eran incompletas y por
tanto no podían retener la Luz. No pudiendo cumplir su propósito, fueron
entonces arrolladas por la luz y «hechas añicos». Esta es la idea de la
«Ruptura de las Vasijas».
Las vasijas originales estaban en lo
que es ahora el Ölám/Universo de Atzilút. Cuando fueron quebradas, los trozos
rotos cayeron a un nivel espiritual inferior que se convirtió en el Universo de
Beriá. Es en este nivel en el que el mal empieza a manifestarse y su fuente
está en los fragmentos de las Vasijas rotas.
La razón por la que se crearon
originalmente las Vasijas sin la capacidad de retener la Luz es que el Mal
debía existir. Esto, a su vez, daría al hombre libertad de elección, condición
necesaria, como hemos visto, para la rectificación de las Vasijas. Además,
puesto que el mal tiene su origen en las Vasijas superiores originales, puede
ser rectificado y re-elevado a ese nivel.
En el Midrásh se alude al “Shevirát
HaKelím - Ruptura de las Vasijas” diciendo que «Di-s creó universos y los
destruyó». También en la Torá se alude a este proceso en el relato de los Reyes
de Edóm, al final del capítulo 36 de Bereshít/Génesis. Se dice que la muerte de
cada uno de esos Reyes significa la destrucción de una Vasija particular y su
caída a un nivel inferior. Esta caída es lo que recibe el nombre de “muerte”.
Tras haber sido destruidas, las
Vasijas fueron entonces rectificadas y reconstruidas en los Partzufím. Cada
Partzufím consiste en 613 partes, que corresponden a las 613 partes del cuerpo
y a los 613 mandamientos de la Torá (TaRIáG Mitzvót). Los Partzufím fueron ya
capaces de interaccionar entre sí. Lo que es más importante, se asemejaban
entonces tanto al hombre como a la Torá y por tanto se convirtieron en dadores
al tiempo que receptores.
Las Vasijas son entonces capaces de
recibir la Luz de Di-s en su estado rectificado como Partzufím. Este estado se
llama, en la terminología del Arí, Universo de la Rectificación (Ölám HaTikkún).
El Arí decía que los demás cabalistas sólo habían hablado del Universo del Caos
(Ölám HaNekudím) mientras que él era el primero en revelar los misterios de los
Partzufím que se hallan en el Universo de la Rectificación. Los Partzufím
interaccionan constantemente entre sí de una forma antropomórfica. Por esa
razón el simbolismo del sexo, del nacimiento y crecimiento, juegan un papel tan
importante en el sistema del Arí.
Los cabalistas anteriores habían
hablado de cuatro Universos, Atzilút, Beriá, Ietzirá y Äsiá, correspondientes a
las cuatro letras del Tetragrámaton. Había también indicios de un universo por
encima de ellos correspondiente al punto superior de la letra Iúd en el
Tetragrámaton. El Ramák habla de este quinto universo y lo llama el Universo de
los Tzajtzajím (Esplendores), pero resulta muy forzado encontrar alguna
referencia a él en el Zóhar.
Sin embargo, el Arí identifica este
quinto universo con el dominio de otro misterioso Partzúf que se menciona en el
Zóhar -Adám Kadmón (El Hombre Primordial o Celestial)- el primer Partzúf. En
este quinto Universo hay otros cuatro niveles que de nuevo son el paralelo de
las cuatro letras del Tetragrámaton. En este caso con las cuatro expansiones
del Tetragrámaton a las que normalmente se alude por su valor numérico: Äb
(72), SáG (63), MáH (45) y BáN (52)
Atzilút (Emanación)
יוד הי ויו הי : 72
Beriáh (Creación)
יוד הי ואו הי : 63
Ietziráh (Formación)
יוד הא ואו הא : 45
Äsiáh (Acción)
יוד הה וו הה : 52
Son estos cuatro niveles los que
finalmente se manifiestan en las cuatro letras del Tetragrámaton, en los cuatro
Partzufím inferiores de Atzilút y por último en los cuatro Universos mismos
(A´BIA). En el lenguaje escrito volvemos a encontrar los cuatro niveles, esta
vez representados por los signos de acentuación, los puntos vocálicos, las decoraciones
de las letras (tagín) y por las letras mismas.
NIVELES DE EXPRESIÓN DE MENOS A MÁS
Äsiáh (Acción) - Otiót (letras)
Ietzirá (Formación) - Tagín
(ornamentos)
Beriáh (Creación) - Nekudót (puntos
vocálicos)
Atzilút (Emanación) - Teämín (Signos
de entonación)
PARTZÚF, SEFIRÓT Y LETRAS SEGÚN EL
ARIZÁL
Ättiká Kaddishá (El Santo Anciano) -
Kéter Superior
Ättík Iomín (El Anciano de los días)
- Kéter Intermedio
Aríj Anpín (El Gran Rostro) - Kéter
Inferior
Abbá (El Padre) - Jojmá - Letra Iúd
Immá (La Madre) - Biná - Letra Hé
Zéër Anpín (El Pequeño Rostro - El
Macho o el Hijo) - Jésed-Guevurá-Tiféret
Nétzaj-Hód-Iesód - Letra Vav
Nukvá (La Hembra o la Hija) - Maljút
- Letra Hé final
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